La otra Revolución Cubana

06/06/2013
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“Durante los años más difíciles del Período Especial, incontables y creativas soluciones fueron halladas por nuestros campesinos e investigadores de ciencias agrícolas. Había un objetivo y una prioridad: recuperar nuestros sistemas agrícolas y producir lo necesario para alimentarnos. No obstante, necesitábamos conceptos integradores y modeladores de los cambios que eran ya imprescindibles, y los encontramos en la agroecología.”
 
Orlando Lugo Fonte,
Presidente Asociación Nacional de Agricultores Pequeños de Cuba (1)
 
Cuba es el país que más ha adelantado en moverse de la producción agrícola convencional a la orgánica, y en menos tiempo. Sus logros en esta transformación han sido celebrados y documentados por numerosos expertos y observadores, como Peter Rosset, Miguel Altieri, y las organizaciones Food First y Worldwatch Institute, y hasta fueron objeto de un documental, titulado The Power of Community: How Cuba Survived Peak Oil (ver al final).
 
El país estuvo en una situación muy inusual y crítica al comienzo de la década de los ’90. Con el colapso del bloque soviético, los subsidios que recibía Cuba en la forma de alimentos e insumos agrícolas cesaron de la noche a la mañana, provocando una crisis sin precedente. Pero el país salió hacia adelante mediante la transformación exitosa de su modelo agrícola, moviéndolo en dirección hacia la agroecología fundamentada sobre las unidades pequeñas de producción.
 
El pasado mes de marzo me encontraba viviendo en la ciudad colombiana de Medellín y ahí tuve el gran placer de pasar tiempo con los profesores cubanos Fernando Funes y Luis Vázquez, ambos exponentes de la agroecología que gozan de reconocimiento internacional y miembros de la facultad del programa doctoral de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (3). Entre largas caminatas por el centro de la ciudad y cervezas en el barrio de Pilarica pudimos dialogar extensamente sobre los retos de la agricultura, la ecología y el socialismo. Este artículo se basa en esas conversaciones y en escritos publicados de Funes y otros autores.
 
Dice Funes que tras el retiro del apoyo soviético, “la crítica situación creada en el agro cubano propició la transformación de la estructura agraria y el alcance de una nueva dimensión tecnológica, económica, ecológica y social, a fin de alcanzar la seguridad alimentaria con nuevos métodos y estrategias.” (4)
 
Antes de buscar aplicar las experiencias cubanas a otros países y contextos es necesario conocer las circunstancias únicas y extraordinarias de Cuba. La revolución de 1959 y la subsecuente reforma agraria fueron una ocurrencia única en la historia de América Latina. En la revolución cubana la clase dominante fue extirpada de raíz y expulsada. Las clases terratenientes latinoamericanas, asistidas por la feroz contrainsurgencia estadounidense, no han escatimado recursos para asegurarse de que nunca se repita una revolución como la de Cuba.
 
Uno de los principales elementos en el éxito de la agroecología y la soberanía alimentaria en Cuba es el apoyo del estado. La experiencia cubana demuestra de manera contundente que para emprender el camino de la agroecología hace falta gran involucramiento del sector público, y da al traste con la imagen del gobierno cubano como uno burocratizado y sin creatividad o imaginación. Si el estado cubano fuera tan inflexible e ineficiente como alegan los detractores de la revolución, no hubiera podido tomar las medidas acertadas, y de manera rápida y decisiva, para evitar una crisis alimentaria fatal.
 
Entre los pasos concretos tomados por el gobierno se incluyen el establecimiento de 276 centros de reproducción de entomófagos y entomopatógenos (organismos que son enemigos naturales de las plagas), un Programa Nacional de Agricultura Urbana con 26 subprogramas que abarcan la producción de hortalizas, plantas medicinales, condimentos, granos, frutas y crianza de animales (gallinas, conejos, ovinos, caprinos, porcinos, abejas y peces), que se desarrollan a través de todo el país, y un programa de promoción de agricultura ecológica dentro de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP).
 
Funes explica los fundamentos de esta revolución agrícola ecológica: “Estos avances comprendieron desde el uso de biopesticidas y controles biológicos, hasta diferentes aplicaciones de biofertilizantes, compost, humus de lombriz, biotierras, la tracción animal, etc. a gran escala y de manera rápida.” Las técnicas que exploraron y desarrollaron incluyeron también el policultivo, la rotación, uso inteligente de leguminosas fijadoras de nitrógeno y una gran variedad de soluciones ecológicas a los problemas de plagas y malezas.
 
Junto con la innovación también hubo reconocimiento pleno de tradiciones antiguas de gran relevancia y utilidad. Dice Funes:
 
 “Una mezcla entre las prácticas tradicionales de cultivo y de fertilización orgánica comunes en el campo cubano, traídas desde Europa por los inmigrantes españoles siglos atrás, y apropiadas estrategias de manejo del clima, las fases de la luna y muchas veces hasta creencias religiosas y dichos arraigados a la sabiduría campesina, permitieron, sin duda, que este sector fuera el que mostrara una recuperación más convincente y en menor tiempo a la crisis de insumos.”
 
Pero la acción del estado de por sí, aunque necesaria, no es suficiente para adelantar la agroecología. Ya eso se ha constatado en Venezuela, Bolivia y Ecuador, donde gobiernos progresistas con orientación bolivariana favorecen del todo la soberanía alimentaria y la agroecología y han hecho de ellas políticas de estado. De manera jerárquica, de arriba hacia abajo, estos gobiernos pasaron directrices a ese efecto a las universidades públicas y ministerios de agricultura, y nada pasó. Burócratas, agrónomos y académicos formados en el molde del agro industrial y convencional (conocido como el modelo de la revolución verde) simplemente ignoraron los dictámenes de las altas cúpulas y continuaron haciendo lo que siempre habían hecho, promover monocultivos y agroquímicos tóxicos, sin abrirse a los nuevos discursos y conceptos agrícolas surgidos de la ecología y movilización popular.
 
Cuba evitó que su revolución agroecológica corriera esa suerte mediante una combinación de descentralización y modelos participativos. Las empresas estatales agrícolas dieron paso a Unidades Básicas de Producción Cooperativa. Comenta Funes que “La concepción de ‘sentirse dueño’ ha permitido un mayor protagonismo en la toma de decisiones y sitúa al hombre en grado de diseñar estrategias de autogestión, ahora a una menor escala, lo cual ha redundado en resultados económicos y productivos superiores.”
 
La revolución agroecológica cubana se ha distinguido por el desarrollo de innovadoras y novedosas metodologías participativas de investigación agrícola con procesos horizontales de validación, discusión y adaptación de nuevas ideas y propuestas. Estas metodologías, que le deben mucho a la pedagogía de Paulo Freire, son conocidas colectivamente como Campesino a Campesino (CAC). Originado en Centroamérica en los años 70, CAC ha revolucionado la agricultura ecológica en toda Latinoamérica y se está empezando a hacer sentir por el mundo entero.
 
Según el reciente libro Revolución Agroecológica en Cuba, “CAC es una metodología dinamizadora, que coloca al campesino y a su familia como protagonistas de su propio destino; en contraste con el extensionismo clásico –estático y desmovilizador de la base campesina–, basado en el técnico como transmisor del conocimiento… se basa en la transmisión horizontal y la construcción colectiva de conocimientos, prácticas y métodos. Es decir, trata de incorporar tradición e innovación campesina para sumarlos a los resultados de la investigación científica en agroecología.” En resumen, dice el libro, “la agroecología ha logrado en poco más de diez años lo que el modelo convencional no ha logrado nunca, ni en Cuba ni en ninguna parte: producir más con menos (divisas, insumos, e inversiones)”. (5)
 
Según Orlando Lugo Fonte, presidente de la ANAP, el factor más importante en el éxito de la agroecología en Cuba es “la Revolución, que nos dio y garantizó la propiedad de la tierra, que nos desarrolló escolar, técnica y socialmente; que nos inculcó los valores del colectivismo, la cooperación y la solidaridad. Pero por encima de todo, dignificó al hombre y la mujer de campo y los hizo dueños y responsables de mucho más que su parcela. Los ha hecho mujeres y hombres concientes de su responsabilidad: la alimentación del pueblo y la protección del medio ambiente, para que las futuras generaciones de cubanos puedan también comer y tengan un campo limpio y sano en donde vivir.”
 
“Gracias a toda su historia revolucionaria, que viene desde el siglo XIX, el campesinado cubano tiene acumuladas muchísimas experiencias”, dice João Pedro Stédile, miembro de la Coordinación Nacional de La Vía Campesina-Brasil y del Movimiento de los Sin Tierra (MST). “Además de haber pasado por la Revolución Verde, ha mantenido viva su Revolución popular y lleva ya 50 años en resistencia contra todas las agresiones del imperialismo. Por ello, es hoy día el sector campesino más preparado, ideológica y científicamente, para ayudarnos a todos los campesinos y campesinas del mundo a enfrentar los retos impuestos por el capital.” (6)
 
Pero no se debe perder la visión crítica ni se debe romantizar e idealizar la realidad cubana. La agroecología en Cuba enfrenta serios retos y contradicciones (7). El gobierno cubano no parece tener intención de descartar el modelo de agricultura convencional, y además está desarrollando cultivos transgénicos (8), algo que Funes ha criticado públicamente (9). Algunos en la alta esfera del Partido Comunista ven la agroecología como un parcho temporero para descartar una vez terminado el periodo especial. Pero Funes y muchos otros agricultores cubanos están convencidos de que la agroecología es el camino correcto hoy y lo será también mañana: “Hagamos ahora agricultura orgánica no por necesidad, sino con la convicción de que realmente es el camino a seguir.”
 
 
Notas:
 
1) Orlando Lugo Fonte. Tomado de su prólogo para Revolución Agroecológica en Cuba: El Movimiento Campesino a Campesino de la ANAP en Cuba. B.M. Sosa, A.M. Roque Jaime, D.R. Avila Lozano y P.M. Rosset. Primera edición publicada en Cuba en 2010.
 
2) Funes et al. “Sustainable Agriculture and Resistance: Transforming Food Production in Cuba” Food First Books http://www.foodfirst.org/store/book/Sustainable_Agriculture_and_Resistance; Ben Block. “Traditional Farmer Knowledge Leads Cuba to Organic Revolution” Worldwatch Institute http://www.worldwatch.org/node/6435;
 
3) Blog del programa doctoral de SOCLA http://doctoradoagroecoudea.wordpress.com/
 
4) Fernando Funes Monzote. “La agricultura cubana en camino a la sostenibilidad”. Revista LEISA, julio de 2001.
 
5) Revolución Agroecológica en Cuba: El Movimiento Campesino a Campesino de la ANAP en Cuba. B.M. Sosa, A.M. Roque Jaime, D.R. Avila Lozano y P.M. Rosset. Primera edición publicada en Cuba en 2010.
 
6) João Pedro Stédile. Tomado de su prólogo para Revolución Agroecológica en Cuba: El Movimiento Campesino a Campesino de la ANAP en Cuba. B.M. Sosa, A.M. Roque Jaime, D.R. Avila Lozano y P.M. Rosset. Primera edición publicada en Cuba en 2010.
 
7) Miguel Altieri y Fernando Funes Monzote “La paradoja de la agricultura cubana” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1395
 
8) Recursos informativos sobre transgénicos en Cuba compilados por el Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico. http://bioseguridad.blogspot.com/search/label/Cuba
 
9) “Transgénicos: ¿Qué se gana? ¿Qué se pierde? Textos para un debate en Cuba” Textos compilados por Fernando Funes Monzote y Eduardo Francisco Freyre Roach
 
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/76587?language=es
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