Chile, Corea del Sur y el neoliberalismo latinoamericano

12/06/2013
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Es todavía frecuente en los debates académicos de Bolivia y de América Latina mencionar a Corea del Sur y a Chile como lo ejemplos paradigmáticos de las supuestas virtudes y potencialidades del neoliberalismo para el desarrollo económico de los países atrasados y en desarrollo. Como principios teóricos del neoliberalismo se considera en general a la primacía del mercado en la economía, la retracción y disminución del Estado, la apertura comercial a las importaciones, la liberalización de capitales y la libertad empresarial en los mercados. El Estado debería jugar solo un papel secundario, normador, pero no económico.
 
Las autoridades gubernamentales y los representantes académicos de los países mencionados en el encabezado no se privan de jactarse cada vez, en los distintos foros internacionales como los de Davos y del Pacífico, sobre los resultados extraordinarios que habrían logrado sus economías aplicando simplemente la filosofía neoliberal en sus economías.
 
Los promotores de esta filosofía olvidan en realidad totalmente la historia económica real de estos países. Parece como si se hubiera levantado una “cortina de hierro” sobre su historia económica.
 
Se olvidan, por ejemplo, que Corea del Sur fue, antes de la Segunda Guerra mundial, la principal colonia económica del imperio Japonés. Durante muchos años Japón construyó en en las costas de ese país una importante industria ligera y pesada, así como una gran industria naval. Construyó simultáneamente, una extensa red de infraestructura vial y de servicios, mientras explotaba los recursos naturales como el petróleo y diversos minerales en el norte, rico en recursos naturales. Al final de la Segunda Guerra Mundial y con la salida de los japoneses, las instalaciones industriales y la infraestructura permanecieron y prácticamente intactas.
 
Los miles de ingenieros, técnicos y la mano de obra, altamente capacitados durante años por los japoneses, permanecieron igualmente en sus lugares de trabajo y fábricas, sin los ex dueños esta vez. En estas circunstancias, el nuevo Estado tuvo que liderar y organizar la reactivación de las actividades productivas y de servicios, dirigidos esta vez por los coreanos. Un Estado económicamente fuerte jugó en esta reactivación un papel promotor decisivo.
 
Los gobiernos sucesivos de Corea del Sur no tuvieron que preocuparse en las primeras dos décadas por contar o atraer inversiones significativas en la industria y en los servicios, tampoco por la formación y la capacitación de los ingenieros, técnicos y obreros ni por la construcción de una nueva infraestructura. Casi todo estaba ahí. La situación era diferente en otros países asiáticos los que, para despegar, tuvieron que comenzar prácticamente de cero. De manera incorrecta, sin embargo, en los foros económicos y académicos mencionados, los expositores atribuyen los supuestos “saltos estructurales” de Corea del Sur a las virtudes solo del mercado y del neoliberalismo, que todo habría comenzado de cero.  
 
En cuanto a Chile, sucede algo parecido. Desde hace años se atribuyen los resultados exitosos de la economía a los “milagros económicos” impulsados supuestamente por la simple aplicación de los principios neoliberales. Los tecnócratas neoliberales se atribuyen los méritos de estos “milagros”. Se olvidan en este caso del papel jugado en esta prosperidad, primeramente, de la confiscación a Bolivia de territorios ricos en minerales y, en segundo lugar, del papel jugado por el Estado en el impulso al desarrollo de una economía básicamente extractivista. Con los ingresos “milagrosos”, la economía estatal fortalecida pudo subsidiar durante muchas décadas el desarrollo de los diversos sectores productivos y construir una moderna infraestructura de servicios.
Durante décadas, asimismo, las provincias del norte de Chile lograron su prosperidad gracias a los ingresos generados por la explotación del tránsito de mercaderías de importación y de exportación de Bolivia. Nunca se vio antes en la historia económica mundial que una gran parte del territorio de un país viva casi íntegramente de la explotación inmisericorde de otro país, en este caso de un país pobre como Bolivia. Esta explotación deja aún importantes remanentes fiscales para fortalecer al Estado Central.
 
Como se puede apreciar, fue un Estado económicamente fuerte y promotor, y no simplemente el mercado, el que logró impulsar el desarrollo de un amplio sector privado, así como de un mercado interno creciente. 

·         Bernardo Corro es economista,  Email bcorro@gmail.com
 
 
 
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/76748
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