De la democracia a la tecnocracia

13/07/2013
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El caso Snowden, un ciudadano estadounidense que ha denunciado una vigilancia global a través de las redes digitales nos trae a la memoria las peores pesadillas totalitarias. El gobierno de los EEUU, con el pretexto de luchar contra el terrorismo, ha convertido su propio país en un estado tecnocrático de carácter posfascista que vigila a todos los ciudadanos del planeta y mantiene campos de concentración contrarios a las leyes internacionales y a los más elementales derechos humanos.
 
La soldadesca norteamericana ha militarizado el mundo entero, sea con uniformes oficiales o mediante ejércitos mercenarios privados. Lo cierto es que el rostro sonriente del primer afroamericano en Washington, premio nobel de Paz y adalid de la democracia encubre, en realidad, a aquellos poderes fácticos, económicos y militares que expanden la violencia, la guerra y el espionaje a gran escala por todo el orbe. Sin respetar siquiera los fueros diplomáticos propios de un jefe de estado, han ofendido la dignidad de países como Bolivia, una ofensa a toda América Latina.
 
En esta cibercultura global, las nuevas tecnologías sirven tanto como herramienta para que se expresen las minorías, pero también, y sobre todo, para la imposición del control y vigilancia por parte de organismos de inteligencia amparados por sus gobiernos. En esta tarea colaboran las grandes empresas estadounidenses, permitiendo que se escruten a diario sus bases de datos alrededor del mundo.
 
El caso Snowden se suma a las denuncias de Assange, previniendo a los ciudadanos de esta “aldea global” que estamos siendo vigilados. No se trata de un episodio aislado sino más bien de una práctica a gran escala, financiada por grandes corporaciones y con el amparo de organismos gubernamentales secretos, todo ello en nombre de la “seguridad nacional”
 
La cuestión planteada es si acaso las llamadas “democracias occidentales” están dispuestas a ceder sus derechos más elementales, como el derecho a la privacidad y a la libertad de expresión, para entregar a un estado tecnocrático de carácter totalitario las facultades de administrar nuestras vidas. El control mediático, la vigilancia mundial de las redes y la intervención militar, oficial o mercenaria, está delineando una distopía, la imagen de un mundo aberrante donde los imperios del siglo XXI convierten a los ciudadanos de cualquier “democracia” en una cifra, o peor aún, en un rehén digitalizado. Denunciar este estado de cosas es el imperativo ético y cívico de nuestro tiempo.
 
- Álvaro Cuadra es investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/77647
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