Comunicación en democracia y democracia en comunicación

22/07/2013
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El problema de la democracia es también un problema de comunicación.
 
Diagnóstico
 
No hay duda. Uno de los frentes que mejor expresa la lucha por la Democracia en Latinoamérica, no sin tropiezos, limitaciones y debilidades aun, es la democratización de las herramientas de “Comunicación”. No se lucha por cualquier Democracia ni por cualquier Comunicación, se lucha por una Democracia participativa y socialista y tal lucha recorre el continente. Mientras, unos cuantos que son mansos y serviles se aferran al modelo imperial de democracia burguesa y comunicación mercantil; las mayorías elevan con dignidad, de manera desigual y combinada, el mandato democratizador de los pueblos. Especialmente en los escenarios de lucha jurídico-política, más recientes, se ve con plenitud, ese punto transicional en el que lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no termina por morir. Destacan Ecuador, Venezuela, Bolivia y Argentina. Otros avanzan en su dirección. Esto es hoy, en Latinoamérica, parte insoslayable de una agenda que recorre a todo programa político emancipador. La Revolución latinoamericana tiene que resolver una ecuación magnífica entre Comunicación en Democracia y al mismo tiempo Democracia en la Comunicación, dilema continental en todas sus circunstancias y complejidades. Y en eso estamos.
 
 
Ya sabíamos muchas cosas. Por ejemplo, desde el informe MacBride “Un solo mundo, voces múltiples” (1980), contábamos con advertencias sobre un acelerado, e impune, proceso de monopolización de “medios”. Eso era, ya desde su advertencia, un peligro clarísimo para los Gobiernos y un foco anti-democrático que vimos crecer en nuestras narices. Hoy existe una emergencia política y estratégica dispuesta a corregir semejante monstruosidad en una batalla asimétrica y compleja, en la medida en que se perfeccionan las “armas de guerra ideológica burguesa” camufladas de “mass media”.
 
En su conjunto, los grandes debates, que en materia de “Comunicación”, se han desarrollado por décadas, en América Latina, han recorrido agendas relativas a la “diversidad de las voces”, a las “políticas de inclusión”, al “riesgo de la monopolización” y a la “democratización de las herramientas de comunicación”; Hoy se agrega una categoría que debiera ser ineludible en esa agenda de debates y es el problema de la comunicación como un “problema de seguridad nacional” y como “problema de seguridad regional”. Los Estados no pueden seguir siendo sometidos a ninguna estratagema de “polarización” que pretenda poner en “igualdad de condiciones” los intereses mercantiles frente a los intereses comunes de la inmensa mayoría de los pueblos. Llega a ser irracional el hecho de que los Estados deban mantenerse a la defensiva ante ataques organizados por las corporaciones mediáticas, muchas de ellas monopólicas, mientras los Estados democráticos tienen mandatos y tareas concretas -y urgentes- para desarrollar políticas de comunicación emancipadoras, atentas a las necesidades históricas de los pueblos. Hay guerras burguesas desde los “medios” contra la democratización integra de la sociedad, en su sentido más amplio, y en particular contra la democratización de las herramientas de comunicación. Eso ha sido motivo, incluso, de golpes de estado. Abundan los ejemplos.
 
A contrapelo del deseo de las burguesías, y para su impotencia y derrota, está naciendo en Latinoamérica una Doctrina Emancipadora en materia de Comunicación, teórico-práctica, necesaria, que exige seleccionar, con precisión científica, la calidad y la cantidad de acción política con que desarrollarán las nuevas Formas de la Comunicación que no pueden ser otra cosa la continuación del Contenido Revolucionario. Esa Doctrina de la Comunicación Revolucionaria no acepta autoridad alguna de esa Comunicación si no expresa, con suficiente claridad, la luz de la historia y las fuerzas emancipadoras. Tal Doctrina no está siendo escrita por plumas sabihondas sino desde las luchas.
 
Debemos ser muy cautelosos cuando hablamos de una Doctrina de la Comunicación Revolucionaria para combatir a la ideología de la clase dominante que nos ha inoculado su falsa consciencia disfrazada de todo género de filantropismos limosneros, reformismos academicistas y demás cháchara erudita, edulcorada con palabrería cientificista. A no confundirse, una doctrina de La Revolución Comunicacional, con su tareas indispensables en este momento, está siendo escrita rigurosamente en la realidad y es la producción de sentido que genera la lucha y que se expresa en el programa que, al abordar el problema de la Comunicación Revolucionaria, pretende, él mismo, ser un ejercicio de Comunicación Revolucionaria.
 
Sin atenuantes, ésta Doctrina está siendo redactada, por la mano de la lucha y desde la perspectiva de las víctimas de la alineación generada por la ideología de la clase dominante que usa sus máquinas de guerra ideológica para esclavizar la mano de obra y la conciencia. Se trata de una Doctrina Revolucionaria de nuevo tipo que ahora también hace uso de armas comunicacionales, políticas, jurídicas y organizativas. Se trata de una situación Revolucionaria desarrollada por las bases para impedir, a toda costa, que la burguesía deprede a sus anchas, y actúa, no sin peligros empiristas, mientras se logra su total extinción. No hay equívocos.
 
Lo que ésta Doctrina “en pleno desarrollo” tiene en su conciencia, es que la acción real de una Revolución social también se desarrolla una Revolución Democrática y Comunicacional expresada, históricamente, en la lucha de clases. Se acrecienta la toma de conciencia y todo lo que aparece como un avance de la Revolución, al mismo tiempo, es avance del saber colectivo. No nos alcanza, desde luego, con la conciencia particular del revolucionario, de lo que se trata es de saber entender cómo, con esa Doctrina de la Comunicación Revolucionaria naciente, crece un programa de todos empeñado en hacer visible que la Revolución es, también, producción de sentido transformador y permanente.
 
“La comunicación es el derecho que da la voz a todos los otros derechos” J. Assange
 
En las luchas Revolucionarias en materia de Comunicación y en las Revoluciones Sociales que avanzan en Latinoamérica, transita una crítica profunda a la falsedad de la democracia burguesa y a todas sus estratagemas hipócritas para ofrecerse como garante de la “igualdad”, de los “derechos humanos” y de la “libertad”. Esa fuerza Revolucionaria ha sabido entender los peligros y engaños de la “democracia burguesa” como una amenaza real contra los pueblos. Por eso se orienta hacia la Democracia Socialista y sabe bien qué papel juega el cuerpo de las nuevas Constituciones Políticas que emergen en cada país, con sus leyes y reglamentos, y cómo debe predominar en ellos el interés del pueblo. Es decir, que la Constitución, las leyes y los reglamentos, sean escritos con la mano de la lucha… misma que elige un Estado y un gobierno democrático y representativo de los intereses populares como forma de construir la justicia, la libertad verdadera y la democracia verdadera. Sin intermediarios.
 
La lucha en materia de Democratización de la Comunicación, y de la información, ha dejado en claro que se debe construir un poder comunicacional de nuevo género, para la mayoría y por la mayoría, dirigido sistemáticamente a resolver los problemas, las necesidades materiales y espirituales propias de la nueva situación revolucionaria que es, por definición, una manifestación de la democracia socialista, aun incipiente, en la que se plantea, como parte de su tarea, luchar por una sociedad plena de igualdad social, sin diferencias de clases.
 
Es esto lo que tensiona y desespera tanto a los monopolios mediáticos y a los poderes oligárquicos que miran cómo, a diario, surgen iniciativas rebeldes, cargadas con creatividad y con inteligencia resueltas a nos ser más esclavas de la voluptuosidad consumista ni del capricho esclavizante de los negociados burgueses. Proliferan las certezas de que el cambio de raíz es posible no por voluntarismo sin por experiencia organizativa que, entre sus dificultades y limitaciones, vence desafíos diariamente. Todo medio es útil desde la palabra hasta lo “digital”. El objetivo es el mismo. Y está a la vista creciente y madurado.
 
En los procesos revolucionarios más avanzados de América Latina hoy se ha recuperado el programa Socialista y el Comunista, como expresión suprema de la realización plena del “buen vivir”, con todas sus exigencias materiales y subjetivas. De ahí el despliegue de estrategias nuevas para el desarrollo de las fuerzas productivas con apoyo en la ciencia, en la tecnología y en la organización de los trabajadores hacia un marco de relaciones de producción con desarrollo cultural, anti-colonial y de liberación de los caudales expresivos plenos de riquezas, estéticas y éticas, consustanciales a la realización de la democracia socialista. En ese marco están las propias herramientas de comunicación al servicio de la Revolución bajo el poder colegiado de los pueblos. Hay cientos de casos nacientes.
 
Y, por eso, el trabajo de las corporaciones transnacionales dominantes y sus alianzas con fuerzas mediáticas locales, constituye un frente muy poderoso de agresión sistemática. Es preciso comprender las operaciones de ofensiva de los “medios de comunicación” burgueses como una fuerza activa, desesperada, contra la clase trabajadora. Un poder de agresión, por otra parte, sólo comprensible a través de sus conexiones con otras partes de la estructura económica del capitalismo cargado con odio de clase. Eso produce la ideología dominante que es también una formación social, y que ocupa un lugar específico en la variedad de insultos, descalificaciones y atentados contra las Democracias nacientes y es odio determinado por la estructura social e histórica de esa sociedad decadente. No hay duda que valga, siempre existe una relación dialéctica entre la estructura y la ideología: la “guerra mediática” contra Rafael Correa, Evo Morales, Cristina Fernández, Hugo Chávez, Nicolás Maduro… tiene base material de las relaciones de la producción que determinan la ideología de la agresión y, a la vez, indefectiblemente, la ideología también determina de manera, desigual y combinada, la estructura objetiva del mensaje. Hay que ver los delirios del Grupo “Prisa” y CNN en su locura.
 
Debemos insistir, es la oligarquía, con sus banqueros, empresarios, terratenientes e iglesias… acaparadores de la riqueza, quien también es dueña de un arsenal enorme con armas ideológicas para atacar a la clase trabajadora, son armas materiales, militares, mediáticas y políticas para imponer su modo de ver e interpretar la realidad toda. Semejante poder emana del hecho de que son ellos los que dirigen la economía y parte del Estado. Mientras la burguesía siga gozando de ese poder económico la estructura mediática servirá, fundamentalmente, aunque no exclusivamente, para encubrirlos. La única Democracia real y posible se logrará expropiando a los grandes millonarios, es decir arrancándoles la base material de toda su fuerza. Hay que arrebatarles, democráticamente, todas las armas con que atacan a los pueblos. Incluidas las armas mediáticas. Los pueblos decidirán, democráticamente, cuando. El capitalismo no es sólo un sistema de producción de mercancías, es además un sistema que produce cultura, valores éticos, morales y estéticos ideados para consolidar las condiciones materiales de existencia burguesa, la propiedad privada de los medios de producción y la explotación de la fuerza de trabajo. La lucha democratizadora, tan pronto democratice las relaciones de producción, debiera propender a la terminación definitiva del régimen de “propiedad privada” de los “mass media”... y eso es un debate vivo también por la creatividad Socialista en materia de Democracia.
 
La dirección de la Revolución tiene también, hoy por hoy, avances en el campo de la legalidad que se impulsa con la fuerza de las movilizaciones, de acción directa, en todas sus variedades. Es el caso de Argentina, de Brasil, de Venezuela, de Bolivia y de Ecuador por mencionar algunos casos muy claros. La única manera de hacer triunfar la Democracia naciente y sus potencias comunicacionales, es saliendo luchar en las calles, en las asambleas, en las aulas, en las ciencias, en las organizaciones sociales, campesinas, indígenas, obreras…. y luchar, con marchas, pero sobre todo con el método de la organización consciente del momento preciso y su contenido transformador. Para ello debemos consolidar la Revolución de la Comunicación y la Comunicación de la Revolución, que los pueblos pusieron en marcha, con aliento democrático siempre.
 
Los funcionarios de las Democracias Revolucionarias.
 
También nace una oportunidad magnífica de lucha contra el burocratismo. Esa democracia revolucionaria y socialista, con el Estado en manos de los pueblos, debe avanzar exponencialmente encarnada en sus “funcionarios” de toda escala y en todos los sujetos de la acción revolucionaria como pensamiento y acción, como pasión y metodología, como arte y como ciencia. Es preciso derrotar al burocratismo y al reformismo. Las nuevas camadas de trabajadores al servicio de las democracias nacientes deben expresar su tarea militante, su esfuerzo permanente y su irrenunciable compromiso con la transformación de la realidad. El pensamiento democrático revolucionario en América Latina no puede entraparse en los viejos vicios que los pueblos tanto odian y debe superar la palabrería nacionalista porque su espíritu ha de ser internacionalista sin negar lo propio.
 
Se trata de una oportunidad muy rica con multiplicidad de fuentes legítimas que en su dialéctica asimila las raíces históricas de las luchas por estructuras de gobierno ágiles, transparentes y útiles a toda costa. Todos los intentos heroicos por democratizarla con las acciones más diversas de la organización política expresadas en sus gobiernos en manos de los pueblos, hoy pueden tener la fuerza de los pueblos originarios, por ejemplo, basadas en sus formas de organización más avanzadas y considerando siempre la alianza estratégica entre indígenas, campesinos y obreros en unidad para los cambios gubernamentales que debe ser una de las tareas supremas que democraticen al Gobierno mismo.
 
El Gobierno como motor de comunicación democrática y democratizadora debe ser capaz de desplegar hoy su rol histórico, rescatándose primero de su “desprestigio”, ganado a pulso por no pocas degeneraciones y desviaciones y ganado, también, por las operaciones de guerra psicológica burguesa concentradas en distanciar a los pueblos de la acción política organizada desde las instituciones populares.
 
La tarea de la revolución democrática y socialista en el seno mismo del Gobierno tiene mucho que hacer en materia de creatividad, alegría de la lucha y respuesta concreta al malestar generalizado de los pueblos. La agenda es muy amplia y las debilidades son muchas. Entender la revolución como emancipación multidimensional, además de la cancelación de la explotación, y de las clases sociales, tiene en sus estructuras gubernamentales tareas de la revolución democrática y socialista en Comunicación y deben aprender que el poder, que hay que construir permanentemente, está en los movimientos y organizaciones sociales y no en las burocracias. Eso también requiere de una fuerza comunicacional poderosa comprometida al máximo con un proceso revolucionario que le obliga a poner todas sus energías en su tarea desalienadora-concientizadora.
 
Sin atenuantes. Es impostergable que la Democracia en Comunicación y la Comunicación en Democracia superen las condiciones en que opera el Gobierno y todos sus funcionarios. Y eso depende de que los pueblos logren expresar en un nuevo programa histórico con nueva racionalidad, nueva ética en el marco de nuevas relaciones de producción esta vez sin amos. Y ser capaz, entre otras mil tareas de imaginarlo y construirlo. La realidad aguarda.
 
En su mapa continental, la lucha democratizadora de la Comunicación, también democratizadora de los poderes del Estado y el Gobierno, en transición, apunta un desafío clave de la Democracia que insiste en que la sociedad, sin terminar de salir del capitalismo, arrastra inocultablemente todos sus vicios: en el económico, en el moral y en el intelectual. Eso incluye la anti-democracia con que están infectadas las instituciones gubernamentales tanto como los medios en su interior. Los trabajadores del Estado unidos a todas las nuevas experiencias comunicacionales en Latinoamérica, deben avanzan hacia un plano de contenidos y de práctica cada vez más orientados a la democratización del poder político que garantiza los derechos de los pueblos para hacer más democrático el poder del Estado, en sus manos, y por elevar el nivel de vida a la “máxima felicidad posible”. No son slogans.
 
Pero hay infiltrados. No es noticia que algunos “medios independientes” burgueses, disfrazados de “progres”, hagan su tarea desorganizadora, siembren rentablemente palabrería desorientadora, desalentadora... desmoralizante. Como la SIDE. No es noticia que esos “medios de comunicación”, claramente reaccionarios, auto llamados “independientes” o “autónomos”, con su camuflaje salivoso, hagan tareas desmovilizadoras, anden con sus petardos en la búsqueda de negociar canonjías y se silencien con becas o sueldos. Como la CNN en español. Tampoco es noticia que muchas iniciativas comunicacionales de “izquierda”, más ultras o menos, sean incapaces de sumarse o auspiciar la organización política necesaria para dar una batalla internacionalista, como trabajadores con conciencia de clase, contra toda forma de bloqueo mediático, contra la alienación y en la búsqueda de los lenguajes revolucionarios nuevos. Reina en esos campos el individualismo, el sectarismo y la burocracia. Y los funcionarios del Estado democrático no pueden ser parte del problema sino de la solución que la nueva Democracia construye continentalmente. Eso involucra a jueces, a directivos, a técnicos, a ministros, a asesores, a docentes… a todo aquel que lucha por un Gobierno democrático en serio.
 
Muchos gobiernos, complacientes con esos monopolios, -no pocas veces rehenes suyos- han ideado, históricamente, “leyes” de todo género para garantizar la operación de las estrategias de control inventadas para enajenar a la clase trabajadora. El repertorio de los excesos y canalladas jurídico-políticas cometidas por los “mass media” y los gobiernos cómplices es realmente una monstruosidad. Por otra parte, algunos gobiernos, con vocación democrática, han impulsado leyes e instituciones que, no sin limitaciones, constituyen avances parciales. En general no se toca la “propiedad privada” ni el modo en que se despliega la guerra ideológica burguesa aunque se facilite, en grados diversos, una mayor participación de “medios alternativos y comunitarios”, medios públicos y medios gubernamentales. Grandes avances a paso lento.
 
Las herramientas de producción y la dependencia tecnológica
 
Artículo 17.- “El Estado fomentará la pluralidad y la diversidad en comunicación, y a tal efecto:”
 
Sección 2 “Facilitará la creación y el fortalecimiento de medios de comunicación, públicos, privados y comunitarios, así como el acceso universal a las tecnologías de la información y la comunicación en especial a las personas y colectividades que carezcan de dicho acceso o lo tengan de forma limitada”. (Constitución Política del Ecuador).
 
Necesitamos un “motor” de información permanente que nos permita saber, en “tiempo real”, el monto y la velocidad del gasto continental en materia de “Tecnología para la Comunicación”. Dada la dependencia tecnológica y el costo de la transferencia, sigue siendo un problema para la Democracia saber cómo se gasta y cuánto, permanentemente, en adquisición de las herramientas para la comunicación. Nuestra dependencia tecnológica es pasmosa; la cantidad de recursos que transferimos en la adquisición de micrófonos, cámaras, es demencial… ojala pudiéramos un día hacer una cálculo riguroso y sacar las cuentas para ver cómo nos hemos vuelto un caño, un tubo, un drenaje a través del que circulamos sumas exorbitantes de dinero para adquirir herramientas de comunicación.
 
La Democracia en Comunicación y la Comunicación en Democracia como ecuación de doble vertiente yuxtapuesta y combinada, exige un programa científico para el desarrollo teórico-práctico de la planificación en materia tecnológica y su praxis dialéctica en los problemas más candentes del “Cambio de Época”. Adquirir tecnología es uno de los grandes trabajos y eso exige especialidades en planificación. Reclama una nueva concepción de la democracia y de la política, en la cual se puede situar el paradigma de la democracia participativa en la planificación y de la asunción dinámica de las responsabilidades sociales. Tornillo por tornillo. De lo que se trata es de redimensionar la democracia, desde su raíz, contra las dependencias de la burguesía y someter las estrategias de la adquisición y propiedad de herramientas a los mismos mandatos radicales de la democratización para despojarla del fardo ideológico burgués con que se la ha instrumentalizado la Comunicación. Y en esta democratización radical de las herramientas, juega un papel central el desarrollo intelectual de los pueblos en materia de planificación propia de su revolución cultural emancipadora. Contra la ideología y de la clase dominante que hace de su tecnología fetiche costosísimo.
 
En esta tarea doble, democratizadora, con las herramientas tecnológicas, las herramientas políticas y las comunicacionales es la clase trabajadora el sujeto principal de la revolución en alianza estratégica con los campesinos, con los pueblos originarios, con los estudiantes… capaces de desplegar una perspectiva más amplia de la revolución y sus métodos tradicionales para incluir, en la medida histórica en que sea posible y útil, las tareas democráticas de transición. Con las herramientas, también, emancipadas.
 
Respecto a las leyes de Comunicación o Leyes de Medios, que genera el proceso revolucionario, hay capítulos muy importantes que resolver en materia tecnológica y valorar el costo financiero y político como un amplio concepto cultural transformador y radicalizado, en su dinámica democratizadora debe incluir de inmediato la acción directa de las masas movilizadas. La pasividad, la tolerancia lerda y los focos de reformismo agazapados por todas partes son un peligro inminente una amenaza de calibre descomunal además de ser, frecuentemente, grandes negociados. La movilización planificada es parte del método democratizador que en una Revolución socialista de base científica que incluye la transformación de cuanto organismo compete al Estado someter al supremo mandato revolucionario de que “el Capital no esté por encima de los seres humanos”. Como insiste Rafael Correa. Y tampoco la tecnología.
 
El objetivo de semejante tarea también jurídica es democratizar las herramientas de comunicación y ponerlas al servicio de la revolución socialista, tomando en consideración, muy especial, al individuo pero nunca descontextuado ni a-historizado. La democratización tecnológica de nuevo género es un paso crucial en las relaciones sociales, en la organización del consenso socialista, incluso del sistema parlamentario y de toda la estructura de seguridad nacional y regional y está condicionado por su práctica directa y concreta porque esa democracia el consenso socialista se expresará, incluso, en instituciones que exigen deontología revolucionaria y moral de lucha renovada permanentemente.
 
Hay que formar a los nuevos funcionarios revolucionarios para el dominio de las nuevas tecnologías con una gran revolución deontológica porque serán responsables de llevar a la práctica las grandes tareas democratizadores y hay que hacer, de esas tareas, ejercicio de comunicación democrática cotidiana. Desafío enorme pero no imposible.
 
La totalidad de los militantes de esa democracia objetivada en las instituciones públicas, al servicio sistematizado de la política socialista y de su Estado en transición, tienen contacto diario con herramientas tecnológicas que deben expresar el pulso permanente del consenso de las grandes mayorías, como resultado de la formación política y de la organización dinámica que se expresa en las tareas y en su auto-crítica y corrección permanente. Eso produce prestigio y saldo simbólico que debe ser material que alimenta tareas comunicacionales que refuerzan, en su vida democrática, también, la dialéctica del ensayo y el error, las aproximaciones sucesivas y la revolución permanente en la democracia misma y en sus herramientas de comunicación. Y sus primeros embriones ya están en buena parte de los corpus de las nuevas leyes democratizadoras nacientes en materia de comunicación y son los trabajadores su protagonista central.
 
Hay avances en superar falencias democráticas de las leyes de comunicación tales como el registro sistematizado del mandato comunicacional de los pueblos y el despliegue de una doctrina revolucionaria en materia de comunicación, una Filosofía Política de la Revolución Comunicacional. La realidad exige al pensamiento revolucionario generar categorías socialistas de acción concreta que fundamenten los nuevos conceptos clave como libertad, justicia, movilización social y democracia. Para supera la crisis de dirección revolucionaria que nos aqueja seriamente
 
¿Qué papel juegan los centros de formación?
 
“No es posible democratizar la enseñanza de un país sin democratizar su economía y sin democratizar, por ende, su superestructura política”. José Carlos Mariátegui
 
Inexcusablemente la gran Revolución Democrática latinoamericana debe expresarse en las aulas no sin haber derribado todo bunker que, con disfraz academicista, incuba e inocula la ideología de la clase dominante, en materia de comunicación, y el servilismo de la teoría al reino de las mercancías. Hay episodios de fraude curricular escandalosos y hay tráfico de tesis, investigaciones y monografías cuando no plagios, extorsiones y chantajes. No son pocos los mercachifles de puntos académicos “yo te cito... tu me citas”. Las peores relaciones obrero-patronales en el aula.
 
Para la gran Revolución democratizadora de la Comunicación es necesario haber saldado las tareas de formación de cuadros, capaz de agenciarse un arsenal crítico poderoso y capaz de arremeter contra todas las taras inoculadas por la ideología de la clase dominante en los pueblos. Derrotar a las máquinas de guerra ideológica burguesas también en el campo científico y educativo. Es prioridad de la ciencia, y de las ciencias de la comunicación, derrotar a la maquinaria ideológica de la fuerza de la dominación (sus “mass media”) que son voceros con que el capitalismo fabrica miseria y esclavitud de conciencias.
 
La sola toma de “conciencia” no conduce linealmente, necesariamente, a la acción revolucionaria. La sola existencia de Leyes tampoco. Son necesarios miles de espacios para la nueva educación en comunicación y para la nueva epistemología revolucionaria que la etapa nos reclama. Es preciso que la conciencia en ascenso revolucionario se exprese en la organización y en la movilización de tareas educativas de todo género y en todos los niveles, como avances superiores del programa revolucionario y que alimenten la “moral de la lucha” con el arsenal científico que ella produce y que suele pasar desapercibido, también, por falta de método comunicacional democrático y revolucionario.
 
Las consecuencias del neoliberalismo y de la ideología de la clase dominante en las “aulas”, que someten a los estudiantes a la esclavitud en los grandes negocios mediáticos, ha producido ejércitos serviles a la concentración y monopolización del poder estructural y superestructural. Será muy difícil avanzar la revolución socialista en las condiciones históricas actuales si no se atiende este dilema planteado por la falta de cuadros revolucionarios en comunicación y, por eso, es urgente impulsar las nuevas escuelas, universidades, talleres, foros… de manera seria y profunda. Escuelas de comunicación emancipadora capaces de generar un caudal de posibilidades, teórico-metodológicas, para desarrollar política socialista para una cultura revolucionaria, subordinada al mandato popular y desarrollar un proyecto de humanismo socialista que ayude a avanzar con su praxis la revolución de América Latina contra el capitalismo.
 
Es que en materia de Comunicación estamos en la muy temprana infancia de las tareas por realizar. La transformación social del papel de los medios supone un proceso generalizado de democratización de las estructuras sociales, incluidas las educativas, sin el cual la democracia comunicacional se hace falacia. Hay pruebas en diversas experiencias latinoamericanas. México por ejemplo. Una teoría socialista sobre la Comunicación y la democracia, involucra al problema de la vanguardia de las bases, al rol de los sujetos de la acción revolucionaria democrática y al papel de los medios de comunicación en la dialéctica de lo nacional y de lo internacional hoy, además, con urgencias científicas de todo tipo. Por eso es preciso solidarizar con todo avance en la democratización de los “medios”, y de sus contenidos, así como con todo combate a la concentración monopólica pero creemos que “los medios” deben ser de propiedad estatal bajo control de los trabajadores y de la comunidad donde operan. El gobierno, que verdaderamente represente a los trabajadores, debe proveer gratuitamente los medios materiales: imprentas, papel, equipos de emisión de radio y TV... y la educación necesaria.
 
No es aceptable que los trabajadores y la comunidad no puedan ejercer una activa participación científica en el diseño comunicacional, en la expresión y en la generación de información. Por si no fuesen suficientes los “bloqueos mediáticos”, orquestados desde el capitalismo imperial, contamos además con los “bloqueos” académicos auspiciados por las sectas y las burocracias “culteranas” que, a diestras y siniestras, “tenemos en casa”. Rescoldos de la alienación burguesa infiltrados hasta los tuétanos en la centros de estudio.
 
Algunas leyes y reglamentos promulgados en Latinoamérica mantienen la preeminencia teórica de los medios privados. El colmo es que, también, en el corazón de algunas iniciativas de educación gubernamentales, especialmente de los países que hoy se reivindican (unos más y otros menos) antagónicos al capitalismo imperialista, hagan presencia puntual las formas más odiosas de la investigación mercantilizada, el burocratismo que impide la generación de conocimiento nuevo, el dispendio, el sectarismo de los “notables”. Como si se tratara de ínsulas donde habitan académicos que se sienten reyes y petulantes que se sienten seres supremos con propiedad exclusiva de las “mejores ideas”. Siempre subestimando a los pueblos, dueños de una bola de cristal que adivina los tiempos de las becas y de los apoyos financieros e iluminados con la erudición de sus santuarios librescos. La consigna, puramente formal, de la lucha por la “libertad” y la “igualdad” tal como la proclaman las fuerzas más reaccionarias de la intelectualidad de la derecha, es en general, un embuste e hipocresía de la sociedad burguesa. La Revolución Democrática no pude detenerse a las puertas de las academias. Urgen las nuevas escuelas de Cuadros en materia de Comunicación.
 
Es que el problema de la Comunicación en Democracia y la Democracia en Comunicación es uno de esos problemas agudos y polémicos de nuestro tiempo y de las entidades colectivas, contra todo dogmatismo y toda des-movilización. Es preciso democratizar a la sociedad toda y eso implica democratizar a la enseñanza de la comunicación, también, desde sus filamentos más íntimos Esta problemática es crucial a la Democracia en el redimensionamiento de las tareas de la Comunicación y de sus palancas científicas.
 
Perspectivas
 
Cabe esperar de la Comunicación en Democracia y de la Democracia en Comunicación, además de “Leyes de Comunicación” o “Leyes de Medios”… (o como se las llamen en cada lugar) movilizaciones históricas, técnicas, científicas y políticas en permanente actualización y ensanchamiento. No podemos quedarnos con los brazos cruzados a esperar que las tareas incipientes, por sí solas, transformen al mundo. Cabe exigirnos, en el plazo corto, mediano y largo, participación directa no sólo para actuar mediáticamente sino para actuar revolucionariamente. Cabe luchar por que las leyes no se escleroticen ni se reduzcan a sólo marcos de acción en los “medios” sino que abarquen y defiendan el la riqueza comunicacional de los pueblos en su amplitud y peso sobre el conjunto de las relaciones sociales. Cabe iniciar tareas organizativas que enfrenten a las mafias judiciales que pergeñan permanentemente trampas para frenar el desarrollo y la aplicación de las leyes democráticas en comunicación y la comunicación misma sobre esas leyes. Cabe demandar métodos de acción y lucha, permanentemente actualizados, para evitar que las leyes de comunicación (y todas las leyes) sean letra muerta rigidizada entre oropeles de saliva mesiánica… cabe esperar que sean, de verdad, Democracia y Leyes Revolucionarias hacia el Socialismo.
 
Por eso es imprescindible hacer del conocimiento colectivo, los avances democráticos en todos los órdenes sociales y los avances concretos en materia de Comunicación. Eso es producir información emancipadora como parte de un proceso de maduración. Las luchas de nada sirven si se las reduce a decoración de “buenas voluntades”. No son pocas las generaciones que aportaron esfuerzos a la lucha por una comunicación para la revolución y no son pocas las deudas que tenemos. Hay que hacer que se conviertan en carne de la lucha diaria. Por eso es imprescindible que sean, esas Leyes, un hecho democrático en la comunicación y una conquista de la Democracia revolucionaria. Sabemos que con las leyes no nos alcanza, que urge movilización y acción socialista y científica directa, sabemos que urge la organización y la crítica. Hay que hacer de la Democracia en Comunicación y de la Comunicación en Democracia también, comunicación comunicando, en verdad, la acción organizadora que vuelva a las Leyes herramientas de combate cotidiano. Otra cosa es demagogia, otra ruta es falacia.
 
No muchas leyes cuentan con la raigambre histórica, de luchas sociales democratizadoras y de significados políticos, como la que sustenta las llamadas “Leyes de Comunicación” o “Ley de Medios” promulgadas en los años recientes de la Revolución Democrática en Latinoamérica. Además de encarnar voces que durante décadas han bregado por la democratización de los “medios de comunicación”; además de ser leyes que destierran aberraciones jurídicas monopólicas y anti-democráticas; además del consenso y la movilización social que suscitan; además de ser iniciativas soberanas con imbricaciones internacionales, por su coincidencia jurídico-política con las nuevas democracias en Latinoamérica… las Leyes de Comunicación o Leyes de Medios son emblema entre los distintivos de la etapa política que la región en los años recientes.
 
Es preciso estar muy alertas y pasar a organizarse en frentes de todo tipo, hombro con hombro con la clase trabajadora y en nuestro lugar respectivo en el escenario de la lucha de clases. Las Leyes de Comunicación y/o Leyes de Medios, promulgadas en Latinoamérica, en la década reciente, abren oportunidades y lecciones, de todo tipo, abrieron espacios, de análisis y acción, inéditos y realmente trascendentales. Por una parte quedó ratificado que proclamar una ley no implica su cumplimiento inmediato y, por otra parte, quedó claro que los argumentos legales reclaman argumentos políticos, movilizados desde las bases, para hacer efectivos los propósitos inmediatos y ulteriores de las leyes.
 
Entre una parte y otra, los avances Democráticos en la región y las leyes nuevas en materia de Comunicación han padecido repertorios extraordinario de trampas, elusiones, falsedades y escapismos ensayados por la derecha que en general hoy se refugia bajo las egidas de los monopolios mediáticos oligarcas, cada día más amenazantes y renuentes a acatar la Democracia y las “Leyes de Comunicación” o de “Medios” aprobadas por los poderes democráticos y por consensos muy amplios, como producto de lagas luchas históricas de los pueblos respectivos. Ese escenario ha ayudado a esclarecer el escenario de la lucha de clases y Latinoamérica ha ganado gran experiencia en la batalla para la etapa actual democratizadora de todo proceso social y de la “comunicación” en todos sus ámbitos.
 
En el corto plazo veremos el despliegue de mil artimañas y amenazas pero veremos también cómo florece, organizada, la voluntad democrática de los pueblos en defensa de sus triunfos y de sus planes nuevos. Hay ya ejemplos en todo el continente. Están en marcha las voluntades de los movimientos sociales de toda Latinoamérica que editan prensa, video, radio… la prensa obrera cuenta con más recursos y con más claridad para sus tareas democráticas y sus tareas comunicacionales. Los pueblos originarios y el campesinado del continente sienten ya como indispensables en sus luchas las herramientas de comunicación y, en suma, tenemos un escenario continental donde avanza, a pasos de gigante, la liberación de todos los caudales expresivos de los pueblos, hasta hoy, silenciados por el capitalismo con todas sus variedades de camuflaje y engaño. Está llegando a su final esa tragedia que expresó en su Discurso Angostura, Simón Bolívar: “Por el engaño nos han dominado más que por la fuerza”.
 
Dr. Fernando Buen Abad Domínguez
Universidad de la Filosofía
 
 
@FBuenAbad
 
 
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