Esta semana se cumple un año de la ceremonia de Oslo que oficializo el inicio de las conversaciones entre el Gobierno del Presidente Santos y las FARC-EP y que se adelantan en La Habana y vale la pena hacer alguna reflexiones al respecto. Especialmente porque hay voces, minoritarias pero bulliciosas, que pretenden decirle a los colombianos que este ha sido un esfuerzo vano y una pérdida de tiempo y llevarnos a una nueva frustración.
Primero, se trata de resolver uno de los conflictos internos más antiguos del mundo entre un Estado y una guerrilla que tiene influencias marxistas, aunque sus raíces arraigan en las convulsas luchas campesinos violentas dela Colombia de la primera mitad del siglo XX. En esa medida hay que destacar la decisión del Presidente Santos de dar el paso para tratar de encontrarle una solución concertada a esta confrontación –quizá para él hubiera sido más rentable políticamente mantener las políticas heredadas de su antecesor, pero evidentemente esas políticas no conducían a un camino de salida-. Pero igualmente hay que destacar el interés de la dirigencia actual de las FARC de buscar una salida a un conflicto armado que puede prolongarse muchos años, pero que no tiene para ellos ninguna posibilidad de triunfo y por el contrario si puede seguir causando dolor a los colombianos.
Segundo, este proceso de conversaciones estuvo precedido de unas conversaciones preparatorias minuciosas entre delegados del Gobierno y la guerrilla y dieron como resultado una Hoja de Ruta consignada en el “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, que precisa claramente la agenda de la negociación (Política de desarrollo agrario integral, participación política, fin del conflicto, solución al problema de las drogas ilícitas y víctimas e implementación de los acuerdos), las condiciones (negociar en el exterior, en La Habana, en medio de la confrontación armada), define los países garantes del proceso, Cuba y Noruega y los acompañantes del mismo, Chile y Venezuela, los mecanismos de participación social –Foros de Participación Social, invitación a expertos, una página web, envió de propuestas a la Mesa de Conversaciones- con el principio de que “nada está negociado hasta que todo esté negociado” y define la implementación de los acuerdos como parte integral del proceso de conversaciones.
Tercero, Las dos Delegaciones diseñaron una modalidad de trabajo en la Mesa de Conversaciones que ha permitido un avance importante en los puntos de la agenda, con certeza el mayor avance en este tipo de conversaciones con las FARC. Ya hay un acuerdo sobre el primer punto de la agenda Desarrollo Agrario Integral (Enfoque territorial), está avanzado el segundo punto sobre Participación Política, y los demás temas han sido empezados a tocar por las dos Delegaciones.Pero siempre hay la presión en el sentido de que se podría haber avanzado más rápido en los temas de la agenda. Por supuesto las partes tienen ante síunos temas complejos y difíciles que tienen que ver con la salida jurídica y la refrendación delos Acuerdos finales, pero con creatividad y sentido de país pueden lograrlo, no con las soluciones ideales, seguramente, pero si con las mejores posibles.
Cuarto, se encargó por parte de la Mesa de Conversaciones al Centro de Pensamiento y Seguimiento al Dialogo de Paz de la Universidad Nacional de Colombia y a la Oficina de Naciones Unidas en Colombia la realización de los Foros de Participación Social. Hasta el momento se han realizado por estas dos instituciones y siguiendo los criterios dados por la Mesa de Conversaciones, cuatro de dichos evento, uno sobre Desarrollo Agrario Integral (Enfoque Territorial), otro sobre Participación Política y dos sobre Solución al Problema de las Drogas Ilícitas. Los resultados de dichos Foros de Participación Social han sido un gran aporte para la construcción de acuerdos por parte de la Mesa de Conversaciones.
Quinto, sin duda, desde el inicio de estas conversaciones era previsible que el tiempo se convertiría en la principal amenaza para las mismas, porque era evidente que no se podrían acordar ‘camisas de fuerza’ para el tratamiento de los temas, pero igualmente era claro que el tiempo no es una variable infinita y que hay una tendencia en la sociedad colombiana a desconfiar de procesos largos –por las experiencias del pasado-. Adicionalmente hay unos tiempos políticos, asociados a los calendarios electorales de una democracia, que tampoco se pueden mover a voluntad, so pena de entrar en un proceso de desinstitucionalización altamente preocupante.
Sexto, el balance global de estas conversaciones ha sido altamente positivo para el presente y especialmente para el futuro de Colombia y por lo tanto lo recomendable no es suspender el desarrollo de las conversaciones, menos terminarlos como proponen algunos sectores más afines a las salidas militaristas, sino continuarlos, acelerando el ritmo de las conversaciones y apuntando con sentido de país a la construcción de los acuerdos definitivos.
Séptimo, las conversaciones no terminan con la firma de los Acuerdos, eso es el inicio del proceso de implementación de los mismos y requiere un gobierno completamente comprometido en esa dirección. Pero también se requiere una sociedad dispuesta a participar en los procesos de construcción de paz, que no son otra cosa que implementar los Acuerdos, avanzar en las tareas de conocimiento de la verdad, de la reconciliación nacional y de construcción de desarrollo y de una democracia de mejor calidad.
Octavo, es fundamental que el Gobierno del Presidente Santos y el ELN logren a la mayor brevedad formalizar su Mesa de Conversaciones, para que el proceso de terminación del conflicto armado y de construcción de paz involucre al conjunto de las guerrillas y en esa medida esa tarea efectivamente sea la de avanzar hacia un nuevo país donde el uso de la violencia con motivaciones políticas no tenga ninguna aceptación.
Estoy seguro que tanto en el Gobierno del Presidente Santos como en la dirigencia de las guerrillas va a primar el sentido de país y de patria y en esa medida van a hacer el gran esfuerzo que se requiere para terminar a la brevedad esta negociación. No se puede darle largas a una confrontación sin futuro y que solo dolor y muerte produce a los colombianos.
Ningún discurso puede justificar seguir manteniendo esta confrontación entre colombianos. Por el contrario, todas las posibilidades las tenemos hacia adelante si se logra poner de lado intereses pequeños y se da prioridad a los grandes intereses nacionales.
Alejo Vargas Velásquez
Profesor Titular Universidad Nacional