El enorme deterioro del mercado de trabajo en España (incluso peor en Catalunya)

22/12/2013
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Uno de los hechos que ha impactado más negativamente el bienestar y calidad de vida de los españoles ha sido el gran deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores, resultado, en parte, de las distintas intervenciones públicas, incluyendo las masivas reformas laborales, llevadas a cabo por el gobierno del PSOE primero y por el gobierno del PP más tarde, reformas que se hicieron con el apoyo de Convergència i Unió, la derecha catalana que ha desarrollado las mismas políticas públicas cuando ha estado gobernando en Catalunya durante estos últimos años. El objetivo teórico de estas reformas era flexibilizar el mercado de trabajo a fin de crear empleo y disminuir el desempleo. Dicho objetivo, sin embargo, carecía de credibilidad desde el principio, puesto que podía fácilmente predecirse que destruiría empleo en lugar de crearlo (como ya varios analistas adelantamos). Y los datos, por desgracia, nos han dado la razón. Veámoslo.
 
Analicemos primero los últimos datos del Eurostat (la agencia de recogida de datos de la Unión Europea), comparando España con el promedio de la Unión Europea de los Quince (UE-15), que es el grupo de países de mayor desarrollo económico en la UE, entre los cuales está España. Tales datos muestran claramente el fracaso de dichas políticas en la creación de empleo. En realidad, las características del mercado de trabajo muestran un muy marcado descenso de la población ocupada, es decir, la población que trabaja, lo cual es importante subrayar, pues España (incluyendo Catalunya) ya eran países con baja ocupación. En España y en Catalunya se producen pocos puestos de trabajo. En 2012, por ejemplo, el porcentaje de la población adulta trabajando (de 15 a 64 años) en España y en Catalunya era del 55,4% y el 59,5% respectivamente (comparados con el 65,2% en el promedio de la UE-15 y el 73,8% en Suecia). Y estos bajos porcentajes han ido disminuyendo con las sucesivas reformas laborales, desde que la crisis se inició en 2007 (en cuyo momento los porcentajes eran 65,6% y 71% respectivamente). Este bajón en España ha sido más acentuado entre los hombres, pasando de 76,2% en 2007 a 60,2% en 2012, que entre las mujeres, de 54,7% a 50,6% durante el mismo periodo, aunque el porcentaje de mujeres ocupadas en el mercado de trabajo ha sido siempre menor (50,6%) que el de los hombres (60,2%).
 
Ello refleja la gran destrucción y la escasa producción de puestos de trabajo, consecuencia, en gran parte, de las citadas reformas laborales. Es importante señalar que en otros países, con mercados laborales altamente regulados, como Suecia, la tasa de ocupación (73,8%) es mucho más alta que la de España (55,4%), y ha bajado mucho menos que en España (de 74,2% en 2007 a 73,8% en 2012) durante los años de la crisis. Una consecuencia de esta situación es que el desempleo ha crecido mucho más rápidamente en España (del 8,3% en 2007 al 25% en 2012) que en Suecia (del 6,1% al 8%), pues hay muchos menos puestos de trabajo disponibles en España que en Suecia, desempleo que alcanzó niveles intensos entre los jóvenes (15-24 años, 53,2%).
 
Estos datos cuestionan el constante argumento aducido por autores neoliberales, que constantemente se refieren a una supuesta rigidez del mercado de trabajo (es decir, a excesivas dificultades de los empresarios en poder despedir a sus trabajadores) en España, hablando de la excesiva seguridad de los “insiders”, los que tienen contrato fijo, versus los “outsiders”, que tienen contratos temporales. En realidad, España es uno de los países que tienen un porcentaje menor de contratos fijos, siendo a la vez uno de los países que tiene menos gente trabajando y con mayor desempleo. Las tesis del profesor Juan José Dolado, máximo exponente de esta teoría, así como las de los economistas de FEDEA, no son sostenibles en base a los datos. Si las regulaciones del mercado de trabajo son el problema, ¿cómo es entonces que algunos de los países más regulados tienen mayor ocupación y menos desempleo?
 
Las causas de la menor ocupación y el mayor desempleo en España
 
El problema no es la supuesta (e inexistente) rigidez del mercado de trabajo, sino la escasa actividad económica y producción de empleo. Si miramos el porcentaje de la población ocupada en tiempos normales (no en crisis), vemos que el porcentaje de hombres trabajando es más cercano al promedio de la UE-15 (74,1% UE-15 versus 73,5% España). Es ahí donde, por cierto, se concentran más los contratos fijos. Su deterioro muestra que ello no impide que haya bajado más rápidamente que el de las mujeres. Donde hay menos personas ocupadas es entre las mujeres, con un porcentaje menor (60,1% UE-15 versus 54,9% España). Y ahí reside una de las causas de que haya poca gente (sobre todo mujeres) trabajando, realidad que continúa siendo ignorada por una cultura económica machista que no es capaz de ver lo que los datos le muestran de una manera evidente y clara. Se necesita facilitar la integración de la mujer en el mercado de trabajo mediante una red de servicios que facilite dicha integración, tales como escuelas de infancia y servicios domiciliarios que permitan compaginar las tareas familiares con las tareas profesionales, además de cambiar la actitud del hombre para que se sienta corresponsable de las tareas familiares. De ahí salió el famoso cuarto pilar del bienestar que yo sugerí al gobierno socialista, y que hizo más tarde fortuna, aun cuando se recortó, limitándose a los servicios de dependencia.
 
Estas medidas representan una gran inversión para generar empleo, pues la integración de la mujer genera la necesidad de crear nuevos puestos de trabajo (para realizar las tareas que la mujer realiza en el hogar cuando es ama de casa). Pero dicha incorporación, como la de cualquier nuevo trabajador, crea la necesidad de otros trabajadores, pues al aumentar el consumo aumenta también la actividad económica. Y es ahí donde hay que buscar las raíces del problema: el escaso desarrollo de los servicios públicos del Estado del Bienestar, sanidad, servicios sociales, vivienda social, servicios que la mentalidad machista de la cultura económica ve como mero consumo, cuando son en realidad una enorme y beneficiosa inversión, pues crean empleo. Si España, en lugar de tener solo una persona adulta por cada diez, tuviera alrededor de una de cada cuatro trabajando en estos servicios, como es el caso de Suecia, España tendría unos 3,5 millones más de puestos de trabajo, anulando una parte muy importante del desempleo. Ahí está el problema.
 
Ahora bien, para que este aumento del número de trabajadores tenga incluso mayor impacto estimulante en la economía, tiene que reducirse la gran diferencia salarial entre mujeres y hombres. En cuanto a las políticas actuales referentes a la juventud, es obvio que estas son insensibles a facilitar la articulación del joven en el mercado de trabajo, haciendo mayor hincapié en la educación universitaria que en la formación profesional, a la cual se la considera como destinataria para jóvenes “sin la calidad intelectual para ser universitarios”, una percepción clasista que está dañando no solo a la juventud, sino a toda la sociedad. La mezcla de clasismo (discriminación de clase social) y machismo (discriminación a la mujer) conduce a políticas públicas ineficaces y contrarias al bienestar de la mayoría de la población.
 
De ahí la necesidad de cambios profundos (casi de 180º) respecto a las políticas que se están realizando hoy en las Cortes Españolas y en el Parlament de Catalunya. Todo esto no ocurrirá a no ser que haya un reforzamiento de los sindicatos además de una gran agitación social. En realidad, el objetivo de las reformas laborales ha sido debilitar a los sindicatos y bajar los salarios, lo cual se ha conseguido, retrasando considerablemente el estímulo económico y dañando la calidad de vida de la mayoría de la ciudadanía. Mientras, las derechas españolas y las derechas catalanas (cuyas políticas están causando el enorme deterioro del mercado de trabajo) están agitando las banderas, intentando sustituir el tema social por el tema nacional.
 
- Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra
 
https://www.alainet.org/es/articulo/81918
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