Sobre la necesidad de globalizar la hospitalidad
10/02/2014
- Opinión
En el mundo actual existen aproximadamente 232 millones de migrantes internacionales, es decir personas que no viven en su país de origen. Esta cifra evidencia que la migración es parte fundamental de nuestra realidad global.
Incluso cada vez más Estados reconocen la necesidad que sus respectivas sociedades o sus mercados laborales internos tienen de ciertas categorías de migrantes (mujeres, jóvenes, trabajadores hombres, profesionales de ciertas áreas, etc.) para la realización de tareas específicas. Para suplir esta necesidad, algunos aplican el modelo de la migración selectiva o programas específicos para trabajadores migrantes.
En este sentido, la movilidad humana se presenta como clave para el funcionamiento del mercado laboral mundial y, de manera más amplia, para el “desarrollo” de los países, incluso de los llamados “países desarrollados”.
Alcance y límites del Diálogo de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la Migración y el Desarrollo
“Reconocemos la importante contribución de los migrantes y la migración al desarrollo de los países de origen, tránsito y destino, así como la compleja interrelación entre la migración y el desarrollo”, declararon los Jefes de Estados y Gobiernos, reunidos en Asamblea General de las Naciones Unidas los días 3 y 4 de octubre de 2013, en el marco del Diálogo de Alto Nivel sobre la migración internacional y el desarrollo.
Esta declaración, auspiciada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), representa el culmen de una nueva tendencia global que consiste en ver la migración no como un problema, sino como parte de la solución de muchos problemas, entre otros la crisis financiera, el déficit demográfico, etc. El reto que se plantea el Diálogo de Alto Nivel de la ONU es justamente “hacer que la migración funcione” para todos: migrantes, países de origen, tránsito y llegada.
A pesar del reconocimiento del “importante” aporte de los migrantes en el mundo, esta población afronta crecientes dificultades para desplazarse, regularizar su situación migratoria e integrarse de manera humana y digna en las sociedades de llegada. Esta paradoja ha sido traducida con la siguiente expresión: “Needed, but not wanted” (los necesitan, pero no los quieren).
El endurecimiento de las políticas y leyes migratorias, el cierre de fronteras, las “cazas” policiales y la estigmatización mediática y social contra los migrantes; la negativa a prestar ayuda a los que están varados en las fronteras o en el mar; la detención “administrativa”, de la que son cada vez más víctimas; las deportaciones a las que son expuestos, figuran entre varios otros elementos que dificultan los procesos migratorios.
Pero estos obstáculos, lejos de frenar las migraciones, hacen que los migrantes –principalmente los que vienen de países pobres- busquen otras vías más peligrosas, por ejemplo la “ayuda” de traficantes o caminos más largos en el desierto o el mar, para viajar. Al llegar de esta manera “irregular” a los países de destino, muchos de ellos son detenidos por los Estados de llegada o son utilizados como esclavos a manos de redes de delincuentes; o tienen que vender su fuerza de trabajo a un precio muy bajo.
En este sentido, ¿a quién beneficia el desarrollo que aportan los migrantes “irregulares”? ¿Por qué los Estados siguen restringiendo la movilidad humana, principalmente de quienes son más vulnerables, obligando a millones de migrantes a utilizar la vía irregular, en provecho de la industria del tráfico y de la trata, de redes delincuenciales y de empresas sin escrúpulos? ¿De qué “globalización” se está hablando cuando los Estados erigen cada vez más “fronteras” contra ciertas categorías de “extranjeros”?
Como lo afirma Amnistía Internacional en su informe sobre el estado de los derechos humanos en 2012, el mundo se vuelve un lugar peligroso para los migrantes, debido a que los Estados anteponen su soberanía y sus políticas de seguridad por encima de la protección de los derechos humanos de ciertos migrantes. La migración es uno de los pocos asuntos que la “familia de los Estados”, sujetos del derecho internacional, sigue empeñada en seguir controlando en nuestro mundo global.
Si bien en la Declaración de Alto Nivel de la ONU sobre la Migración y el Desarrollo en 2013 se reiteró la valiosa contribución de los migrantes, sin embargo, el documento se limita simplemente a alentar “a los Estados Miembros a que cooperen con los programas de movilidad que facilitan la migración segura, ordenada y regular, entre otras cosas mediante la movilidad de la mano de obra”.
Los Estados y Gobiernos expresaron tímidamente en el documento su compromiso de proteger los derechos de grupos sociales vulnerables de migrantes, como los niños y las mujeres, frente a la trata y el tráfico. Del mismo modo, solicitaron el apoyo de la cooperación internacional ante los desafíos de la migración irregular.
Evidentemente hacen falta por parte de los Estados respuestas claras y contundentes a la siguiente paradoja: un creciente número de migrantes, que contribuyen al desarrollo de las sociedades de llegada, encuentran dificultades en sus procesos migratorios y para integrarse de manera digna y humana en esas mismas sociedades. Todo parece indicar que la mano de obra de los migrantes es cada vez más necesitada y valorada, mientras que sus derechos humanos son dejados de lado: en manos de la “etérea” cooperación internacional.
Hacia otra globalización
Ante esta realidad, es tiempo de construir otra globalización, diferente a la actual neoliberal, centrada en el mercado (flujos e intercambios de bienes, capitales, dinero, tecnologías, mano de obra, etc.) y al servicio de los intereses de algunos grupos, sociedades y entidades hegemónicas. Otra globalización que permita la libre circulación de todos los seres humanos y el disfrute de su derecho a ser acogidos en cualquier parte del globo no como amenazas o “ilegales” que deben ser detenidos y luego deportados, sino como seres humanos dotados de dignidad y derechos humanos. ¡La globalización de la hospitalidad!
Sólo de esta manera, seres capaces de prevenir tantas tragedias que ocurren cada vez más frecuentemente en los cinco continentes, donde los migrantes mueren ahogados en el mar o en los ríos; sedientos y hambrientos en los desiertos; torturados a manos de delincuentes en los trenes y los lugares de tránsito, etc. El globo es la casa de todos los seres humanos, la humanidad es una sola en su diversidad, y la dignidad de cada ser humano vale más que cualquier bien vendible o mercancía y cualquier principio político (la soberanía estatal, por ejemplo) o jurídico. ¡La globalización de la dignidad, que debe ser un ideal regulador de las relaciones humanas, incluso con los migrantes y extranjeros!
Globalizar la hospitalidad requiere de la creación de otro derecho “global” que supere la esfera de “los Estados soberanos” para garantizar el bien común de la humanidad y proteger los derechos de cualquier ser humano en el globo. Demanda también fortalecer los espacios “mundiales” de debates, intercambios y construcción de propuestas desde abajo, como el Foro Social Mundial de las Migraciones (FSMM) e iniciativas regionales (la Conferencia regional humanitaria) e incluso locales (por ejemplo, las Patronas, mujeres que defienden en el estado veracruzano de México los derechos de los migrantes que van en tren hacia los Estados Unidos de América). ¡Una globalización desde abajo, es decir desde los movimientos sociales, las luchas de los migrantes y las acciones solidarias y hospitalarias locales: desde los intersticios, las fracturas y las grietas del poder hegemónico! Necesita finalmente poner en el centro de todas las políticas, leyes, economías y actividades comerciales al ser humano, independientemente de que sea o no ciudadano de tal o cual Estado. ¡La globalización de la ciudadanía, basada en el hecho de ser habitantes del globo!
La globalización de la hospitalidad le devolverá al ser humano su condición estrictamente humana, más allá de cualquier sucedáneo, por ejemplo: ser una mano de obra o un cerebro, indispensable para el mercado laboral y el desarrollo de ciertos países; ser ciudadano de tal Estado; ser originario de un país “desarrollado” o “en vías de desarrollo”; ser un migrante legal o “ilegal”, de acuerdo a las leyes del Estado adonde llega, etc.
Wooldy Edson Louidor
Profesor universitario e Investigador
https://www.alainet.org/es/articulo/83067
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