A qué huelen las flores?

14/02/2014
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Llega el Día de San Valentín, una jornada para celebrar el amor por imperativo comercial, siguiendo los dictados de la publicidad y los escaparates. Un regalo recurrente en esta fecha son las flores, símbolo del romanticismo más clásico. No es casual que también hoy se celebre también el Día Internacional de los Trabajadores y Trabajadoras de las Flores.
 
Usar el plural femenino en este caso no sólo es por corrección política: el 60% por ciento de las personas contratadas en el sector en Colombia son mujeres. Ellas son más delicadas, tienen más paciencia para cultivar y cosechar algo tan frágil como las flores. Esa es la explicación oficial de los empresarios.
 
Varios estudios apuntan a otras razones más crudas. En la mayoría de los casos se trata de mujeres cabeza de familia, sin cualificación ni otras posibilidades de empleo que realizan jornadas agotadoras y largas, que pueden superar las doce horas durante estos días.
 
Y es que las flores huelen a trabajo en cadena y producción en serie, muy lejos de imágenes idílicas y primaverales. Las operarias siembran, guían, deshierban, riegan, abonan, podan, desbotonan, seleccionan, clasifican, ordenan en ramos de forma mecánica y repetitiva. Ocurre en Colombia, segundo exportador del mundo de flores, pero también en Kenia, Ecuador o Zimbabue.
 
No llevan etiquetas de origen, como los pantalones o las camisetas, pero las rosas y los claveles también son un producto con aroma a globalización y deslocalización. Grandes redes transnacionales controlan desde los invernaderos hasta el transporte a las floristerías.
 
La producción en los invernaderos está al servicio de lo que dicten los comercios de Europa y Estados Unidos. Y si hace falta, se cambian continuamente los turnos, se subcontrata y se adelgaza la plantilla para ser más rentable. Las operarias de las flores llegan a armar 500 tallos por hora y cortar miles de flores en un día.
 
Los modelos de trabajo se adaptan a la demanda, con turnos de trabajo cambiantes, subcontrataciones y concentración en las actividades netamente productivos. En la Sabana de Bogotá, donde investiga la organización Cactus, la intensidad del ritmo de trabajo y el uso repetitivo de las tijeras ocasiona serias enfermedades musculares. En Holanda, líder indiscutible de negocio floral, solo el 6% del personal está sindicado. Son mayoritariamente inmigrantes, como ocurre también en las plantaciones de California, por poner otro ejemplo.
 
Si hoy le regalan flores, quizás le llegue el olor de conceptos tan poco sentimentales como el acaparamiento de tierras y la explotación de recursos. Agua y tierra destinados a la producción de alimentos pasan a ser grandes extensiones de capullos a golpe de agroquímicos. Y cuando coloque el ramo es posible que la nariz le traicione con una fragancia a gasolina. Y es que son incontables los litros empleados para transportar las flores de un continente a otro para llegar hasta su jarrón.
 
Por todo esto, Ecologistas en Acción y el Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL)Paz con Dignidad celebran el Día Internacional de los Trabajadores y Trabajadoras de las Flores: para apoyar a mujeres y hombres que luchan cada día por conseguir unas condiciones dignas de trabajo. Ambas organizaciones se suman a la denuncia que hacen del modelo agroexportador que ha destruido su territorio. Y apoyamos los proyectos autogestionados de economía e intercambio solidario relacionadas con la soberanía alimentaria que están impulsando.
 

 
 
El País, 14 de febrero de 2014
 
https://www.alainet.org/es/articulo/83161
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