La xenofobia recorre Europa

17/02/2014
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Fue durante una visita a Bruselas y participando del Global Progressive Forum, donde asistieron diputados y dirigentes de la socialdemocracia, que apareció con nitidez una realidad preocupante no sólo para Europa, sino para el mundo entero, como es el crecimiento de la ultraderecha. 
 
Ese avance que recorre Europa de una manera tan cierta como preocupante, encuentra su caldo de cultivo en la xenofobia, la exacerbación del nacionalismo, el rechazo al integrismo europeísta y el desprecio hacia todo lo diferente.
 
Es una especie de mancha que empieza a extenderse por todas partes, como una fuerza progresiva tal que ya forman parte de algunos gobiernos, condicionando las políticas y provocando la caída de otros tantos con el discurso de que la democracia liberal y parlamentaria es ineficaz y caduca. Es así que la socialdemocracia europea, por no perder votos, perdió principios. EL resultado es que perdió los votos, principios, y está perdiendo los gobiernos.
 
Ya muchos holandeses votan al Partido de la Libertad (PVV) de Geert Wilders, que habla de antiinmigración, identidad y fobia a la UE, los tres pilares ideológicos de las corrientes ultras que ahora aspiran a hacer frente común con vista a las elecciones europeas. El eje está impulsado por Marine Le Pen junto al PVV holandés, el FPO austriaco, el Vlaams Belang belga y los Demócratas de Suecia. "Sentimos que esta vez es distinto, que tenemos posiciones muy próximas y el clima nos favorece", se entusiasma el belga Claeys.
 
Los rescates financieros han contribuido a expandir el antieuropeísmo que ahora circula con fluidez por la Unión Europea, incluso en Holanda, donde era algo que ni se planteaba hace años. El dirigente holandés ha visitado a sus colegas en Francia, Bélgica, Suecia y Austria para sondearlos sobre una potencial coalición. A mediados de noviembre, Le Pen viajará a La Haya para concretar esa particular cruzada contra la UE.
 
En estos últimos días, se sumaron otros datos. Uno de ellos es el referéndum que se realizó el domingo en Suiza, en el que ganó la propuesta de poner cuotas de entrada a los inmigrantes. Por otro lado, un tercio de los franceses "adhiere a las ideas" del Frente Nacional y casi la mitad del país (46 %) considera que Marine Le Pen, líder de ese partido xenófobo y racista, representa una "derecha patriótica respetuosa de los valores tradicionales".
 
Uno de los ejes en común es que los inmigrantes "vienen a imponer su cultura sobre la nuestra"  y otro es la del nacionalismo, entendido como el sistema de valores amenazado por la llegada de extranjeros y como el derecho a que sea el gobierno del Estado-nación el único que pueda decidir sobre sus habitantes.
 
La historia se repite por toda Europa. Cambia la fisonomía de los paisajes, pero sus latiguillos ideológicos suenan semejantes tanto en la campiña flamenca belga, en los valles suizos o en barrios periféricos de Finlandia.
 
Conscientes de que el viento sopla muy a su favor, estos dirigentes se esfuerzan por acercar sus posiciones con la idea de hacer frente común en las elecciones europeas de mayo. Así lo ha anunciado esta semana Le Pen. Las familias políticas afines al Frente Nacional, tradicionalmente poco dadas a la cooperación, preparan ahora un manifiesto y un proyecto común. El partido de Wilders, el austríaco, los suecos y el belga son los que hasta el momento han alcanzado un mínimo consenso, según explica el europarlamentario Philip Claeys, del Vlaams Belang. Claeys aspira a que sean muchos los partidos ultras que se suban al carro paneuropeo a medida que se acerque la cita. Necesitan 25 diputados de al menos siete países para formar un grupo que refuerce su poder y genere más financiación.
 
Cuando comparamos esta realidad del "primer mundo" que alguna vez fue progresista y de avanzada con respecto a los derechos sociales y sindicales, aquella Europa que se destacó por la solidaridad a los latinoamericanos que huyeron de las dictaduras genocidas está viviendo uno de los momentos más decadentes de su historia, producto de la avaricia del poder financiero mundial que, se ve, no tiene límites.
 
La humanidad observa con asombro cómo el denominado "primer” mundo que parecía intocable, sufre las consecuencias de las políticas neoliberales. El cataclismo financiero es apenas el comienzo de una crisis internacional devastadora no sólo económica sino también moral y cultural.
Es imposible dejar de comparar esa realidad con lo vivido estos últimos años en América Latina con el surgimiento de los gobiernos populares y un nuevo criterio de integración regional que nos demuestra que se puede romper con el fetiche de la dominación y se puede construir la soberanía y la independencia de nuestros pueblos.
 
Comparemos aquella realidad del "viejo mundo" con estos nuevos modelos de sociedad de amplia integración, basadas en la equidad y la democratización de los espacios de la vida nacional y continental; culturalmente respetuosos de la diversidad y riqueza de lo humano, sociedades solidarias, cooperativas, igualitarias y autónomas para definir sus destinos. Esa es la verdadera soberanía que debemos defender de aquellos sectores de nuestra región que añoran otras épocas y que miran con admiración a esa ultraderecha europea, compartiendo sus principios.
 
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Tiempo Argentino
https://www.alainet.org/es/articulo/83208
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