Los límites del desarrollo sostenible a propósito de la racionalidad del capitalismo global
13/03/2014
- Opinión
En las últimas décadas la evolución del concepto-paradigma dedesarrollo sostenible, a la par del desenvolvimiento de la crisis sistémica y la racionalidad del capitalismo global, constituye hoy una propuesta inviable de alcanzar, excepto como construcción metafórica de un imposible aceptable(oxímoron del capitalismo global-desarrollo sostenible), en tanto no se apliquen cambios sustantivos en las estructuras sistémicas del modelo económico hegemónico, en la institucionalidad multilateral y en la aplicación de políticas regionales y nacionales innovadoras e inclusivas en materia social, ambiental y de derechos fundamentales para un nuevo orden entre los países del norte y del sur.[1]
En la situación actual, analizando la lógica y arquitectura del modelo económico global, este no resolverá per se la crisis ambiental ni facilitará la internalización-instrumentalización de la variable en las políticas, modelos, planes y procesos de desarrollo en una perspectiva post-extractivista. De hecho la posibilidad de visionar un modelo alternativo de crecimiento relativo, redistributivo, socialmente equitativo y compatible con el ambiente, será muy difícil sino es que improbable mientras no se desestructure la lógica utilitaria que el modelo económico neoliberal tiene de la naturaleza, además de su sesgo solipcista en el sentido que cualquier alternativa al mismo es utópica.
Capitalismo global y libre mercado: algunas paradojas sobre desarrollo y ambiente
En los últimos siglos el capitalismo global ha ido evolucionando como sistema económico, como un modo de producción, distribución y consumo, como una relación social y un mecanismo de organización de las relaciones entre sociedades y clases sociales, configurando diferentes escenarios en función de sus ciclos de crecimiento, decrecimiento y de crisis, y en esa medida de la prioridad que los gobiernos de los países y organismos multilaterales vienen diseñando y aplicando en materia de políticas relativas a mercado, estado y sociedad.Sin embargo, el llamado libre mercado no se comporta como tal y tampoco de igual forma para los países del norte y del sur. En efecto el tratamiento es diferenciado, máxime en contexto de crisis, por lo que hoy es cuestionable la incapacidad del mercado para regularse a sí mismo, salvo en condiciones excepcionales, siendo mayormente necesario la intervención gubernamental para corregir sus fallas y distorsiones.
La globalización asociada al capitalismo es por naturaleza polarizante, sostiene el economista Samir Amin, porque produce una desigualdad creciente entre quienes participan del sistema: “La lógica de la globalización capitalista es la del despliegue de la dimensión económica a escala mundial y la sumisión de las instancias políticas e ideológicas a sus exigencias.” Esto lo explica en base a la ley del valor, propia del capitalismo, que supone la integración de los mercados a escala mundial pero sólo en dos de sus dimensiones claves: los mercados de productos y de capital, mientras que los mercados de trabajo permanecen segmentados. De allí el agravamiento de las desigualdades en el contexto de la economía mundial actual.
El proceso de gestación y desarrollo de las formaciones sociales capitalistas es muy complejo y dispar, pero sobre todo paradójico, porque la integración de las distintas economías nacionales en un supuesto único mercado capitalista global, presenta múltiples variantes e imperfecciones en su lógica de estructuración y funcionamiento sistémico que va muy relacionado con el marco institucional global y (des)regulatorio creado para tal fin, y en función al rol político de hegemonía y subordinación de los estados al norte y al sur. Y que también se relaciona con múltiples eventos ocurridos a través de la historia de la humanidad y que influyeron en la complejización del escenario global: las crisis cíclicas del capitalismo, las guerras mundiales, el fin de la guerra fría y la bipolaridad, las guerras del medio oriente, la crisis energética por agotamiento del petróleo, la industrialización, la mayor emisión GEI y la contaminación ambiental, la crisis alimentaria y la desnutrición, etc. Son eventos donde han primado intereses de orden económico y geopolítico sobre las variables de orden social, ambiental, cultural y las relativas a soberanía, democracia, libertad y derechos humanos. Lo que en parte explica los niveles de desarrollo y subdesarrollo de los países, sus implicancias ambientales, así como la configuración de las relaciones de hegemonía y dependencia actual.
En las últimas décadas, el debate mundial entre los partidos políticos y gobiernos de izquierda y de derecha se viene dando entre ideologías, programas y campos de actuación a veces ya no tan definidos, sino más bien difusos y en muchos casos pragmáticos. Es el caso de China que siendo un régimen comunista parece basar el funcionamiento de sus operaciones económicas internas y las de su comercio mundial en los principios del mercado. Por lo que existe cierta controversia de la izquierda y la derecha política mundial de si se debe continuar viendo a China como una potencia líder antiimperialista o como una potencia imperialista, o si por su notable crecimiento económico sigue siendo parte del sur o ya se volvió parte del norte.[2] Lo cierto es que tanto China como Estados Unidos, que suponen dos modelos económicos opuestos, hoy en día son los mayores responsables en la emisión de GEI y el grave problema del calentamiento global y la crisis climática.
Los ciclos de expansión y contracción de la economía global vienen ocurriendo a costo de la biosfera finita, por lo que entre las causas generadoras en la aceleración de los desequilibrios ambientales, se ha encontrado mayor evidencia de la relación: calentamiento-cambio climático y aumento de las emisiones GEI provocados por el modelo de desarrollo económico-comercial global y las relaciones de hegemonía-dependencia de las sociedades de los países industrializados y en desarrollo.
A tenor de la crisis económica y su relación causal con la profundización de la crisis ambiental, se ha evidenciado en los últimas décadas la mayor emergencia de fuerzas sociales cuestionadoras del modelo económico hegemónico, no siendo, sin embargo, grupos homogéneos; en muchos casos son movimientos localistas o espontáneos que pasan por ciclos de ascenso y descenso social sin necesariamente representar un único colectivo ideológico progresista alternativo. De hecho son movimientos y organizaciones de diversa índole: indígenas, ecologistas, sindicalistas, nacionalistas y otras expresiones de democracia participativa que pueden coincidir en sus cuestionamientos generales al modelo neoliberal, pero no necesariamente en sus planteamientos alternativos al mismo. Sus propuestas implican un mosaico de posiciones ideológicas y políticas, además de diversas pugnas entre quienes consideran debieran liderar el proceso.De allí que los activistas más críticosproponen superar los localismos, articularse y dar el salto en la internacionalización de las luchas de los pueblos, construyendo una convergencia democrático-popular en la diversidad a escala mundial.
Los movimientos y organizaciones sociales protestarios, que no siempre confluyen en una corriente socialista común alterglobalización, emergen no sólo en contextos políticos de gobiernos de derecha, sino también en los de izquierda como en China, Venezuela, Brasil y Ecuador, para citar algunos ejemplos, cuyos gobiernos por cierto pueden tener comportamientos diferenciados frente a la lógica del mercado y al modelo neoliberal, aunque no necesariamente así en materia ambiental donde más bien predomina un patrón extractivista de los recursos naturales.
América Latina y el Caribe siguen siendo una de las regiones más desiguales del mundo, donde la dispar distribución del ingreso económico de los países afecta el vínculo entre el nivel de ingreso per cápita y la calidad ambiental, siendo por ende el principal factor negativo sobre el cuidado del ambiente. Al respecto, establecer políticas regionales y nacionales en materia económica, social y ambiental implicará para los diferentes países trascender la inercia burocrática y tecnocrática neoliberal, y su limitado análisis sobre la evolución de la economía global y el modelo primario exportador de recursos naturales (dependiente del mercado), debiendo ir más allá de las medidas populistas de corto plazo y del cálculo político, porque ni la incertidumbre por la crisis ni el conflicto ambiental ni la insatisfacción social desaparecerán por sí solos. Se debe terminar con las expectativas de lucro fácil en la explotación de recursos naturales en aquellos sectores empresariales, públicos y políticos que siguen un comportamiento compulsivo tras objetivos perversos de la economía global (lo que para su racionalidad económica extrema se le conoce como “capitalismo salvaje”).[3]
Alternativas de desarrollo en curso: una aproximación prospectiva
La construcción de un modelo de desarrollo alternativo al que impera como expresión del pensamiento único del capitalismo global, implicará acciones transformadoras desde la propia sociedad. De ahí la pertinencia de cuestionar al sistema como tal, desde una posición conceptual, principista y activista, pero, sobre todo, enfatizando en la dimensión humana y en el legítimo derecho de los pueblos de aspirar a un mundo mejor.
Un modelo alternativo de desarrollo supone, siguiendo los postulados de Samir Amin, definir nuevas líneas de acción para lo que denomina “la desconexión o desvinculación del sistema”. Concepto que no necesariamente significa autarquía, sino básicamente la supeditación de las relaciones externas a las necesidades internas. Es decir, cambiar la lógica de la extraversión por la del autocentramiento. La propuesta no se desvincula o niega el proceso de globalización -como tal- ni se afinca en el nacionalismo extremo, sino que, al contrario, propone un avance, un salto sustantivo en la perspectiva de forjar una globalización alternativa a la actual que, sin perder de vista lo local, “resulte solidaria, redistribuya la riqueza, y en especial, restituya el valor de la naturaleza y lo humano”.
Una propuesta alternativa de desarrollo supone además “un cambio estructural de dos patas” que deben apoyarse mutuamente para que el proceso avance. La primera patase refiere a un“cambio estructural externo”, o sea, al reto de un nuevo orden internacional cuyo fin es romper la dicotomía Centro-Periferia: el Centro “miniproductor caro y súperconsumidor despilfarrador” y la Periferia “súperproductor barato y miniconsumidor marginal”. Y la segunda pata se refiere a un “cambio estructural interno”, es decir, un proyecto de desarrollo de contenido “democrático popular” que priorice la soberanía y cultura de los pueblos, así como sus necesidades y aspiraciones internas de desarrollo a las que deberán supeditarse las relaciones externas.
Se trata entonces de no sólo cuestionar los enfoques economicistas de desarrollo promovidos desde la perspectiva occidental de los países del norte, sino que, además, debemos orientarnos en la construcción de nuevos modelos que potencien la perspectiva del sur, integrando en un mismo plano multidimensional las variables económica, social y ambiental con los nuevos elementos de la dimensión cultural, étnica, ética y la humana. En ese sentido, son importantes los aportes de Amartya Sen cuando afirma que “la noción de libertad se constituye en un elemento fundamental e instrumental de los procesos de desarrollo”. También debemos considerar el rol fundamental que cumplen los derechos humanos en los procesos de desarrollo y cuidado del ambiente. De allí que incorporar el enfoque de derechos humanos sobre el grave problema del cambio climático es crucial, porque las emisiones contaminantes de carbono de los países industrializados del norte han aumentado y vulneran los derechos de millones de personas, sobre todo de los países más pobres.
Revertir las condiciones estructurales de pobreza y desigualdad social mundial requiere mucho más que ayuda solidaria o cooperación para el desarrollo. Se trata de asumir verdadera voluntad y compromiso político para cambiar las cosas. Por eso iniciativas de carácter global como los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la redefinición de las prioridades de desarrollo para la agenda post 2105 con inclusión, vulnerabilidad y sostenibilidadson puntos importantes pero insuficientes si no existe un compromiso político y social de los países para revertir las enormes disparidades de desarrollo y la crisis ambiental. O sea aquellas condiciones a las que paradójicamente el progreso del capitalismo global, a costo de su racionalidad, expansión y proceso de acumulación nos ha conducido.
Walter Chamochumbi
Consultor en Gestión Ambiental y Desarrollo.
[1] “Capitalismo global y desarrollo sostenible: analogía de un nuevo oxímoron”, artículo de Walter Chamochumbi (2009).
[2] “La crisis global en tiempos de incertidumbres: un debate inacabado”, artículo de Walter Chamochumbi (2009).
[3] “Recursos naturales y racionalidad económica global: el síndrome peruano”, artículo de Walter Chamochumbi (2008).
https://www.alainet.org/es/articulo/83909
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