Misión siglo XXI: Deslegalizar deslegitimando la Carta de las Naciones Unidas

23/03/2014
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Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos. La injusticia crónica o la importancia que resultan de un relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada pueden exigir que, en consecuencia, en América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe (basada en la frase «América para los americanos») puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional.
 
 
Frente al resurgimiento de los estándares armamentísticos de la otrora “Guerra Fría” y su amenazante presencia para el siglo XXI cabe preguntarnos la pertinencia en repetir hechos históricos de exterminio, opresión y aniquilamiento como recurso militar en la búsqueda de resolución de conflictos de carácter socio-político-económico. La lucha de los contrarios, la destrucción del débil y supremacía del fuerte, la visión única de lo estético, el desprecio de la diversidad y la asociación unilateral del sistema democrático con el modelo económico liberal nos seguirá sumergiendo en el fango maloliente de nuestros espejismos de desarrollo, paraíso de seres cosificados, en donde la lucha por el control del planeta se impone como realidad históricamente legitimada. Es así como la política de expansión y control planetario  in crescendo después de la Segunda Guerra Mundial es la peor tara histórica legitimada desde los clásicos griegos con sus especulaciones excluyentes, hasta la permisibilidad jurídica estipulada en la Carta de la Naciones Unidas (1945) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN,1949). Quizá lo discutido –epistolarmente- entre Sigmund Freud y Albert Einstein, en relación a la guerra, nos recuerde la urgente necesidad del cambio en las relaciones sociales en favor de la paz con sostenida justicia ambiental y social.
 
Construyendo guerras sobre bases filosóficas. La historia de la humanidad registra estratificaciones sistemáticas de seres humanos fragmentados y confrontados en torno al poder. Seres clasificados como superiores e inferiores serán confrontados permanentemente. Estos registros dan fe de una diversidad de orientaciones antropológicas, ideológicas y morales responsables de las más inicuas clasificaciones sociales de acuerdo a escalas valorativas relativas a su procedencia genética, geopolítica y económica. No hablamos del Capitalismo como sistema ontológicamente excluyente, aunque pareciere que nos referimos al mismo, nos referimos, por ejemplo, a la polaridad griega entre libres y esclavos, varón y mujer, bases excluyentes que colocaron los cimientos filogenéticos de la tara discriminatoria que nos acompaña hasta el día de hoy.  Verbi gratia, Platón (427 - 327) solía decir "Son sólo los varones los que han sido creados directamente de los dioses y reciben el alma. Aquellos que viven honradamente retornan a las estrellas, pero aquellos que son cobardes o viven sin justicia pueden haber adquirido, con razón, la naturaleza de la mujer en su segunda generación" y Aristóteles (384 - 322) sostenía: "La relación entre el varón y la hembra es por naturaleza aquella en la que el hombre ostenta una posición superior, la mujer más baja; el hombre dirige y la mujer es dirigida".
 
Es así como bajo la influencia aristotélica, tara histórica en materia de Derechos Humanos , el jurista, teólogo e historiador español Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573), justificó, en más de una epístola,  el sometimiento de pueblos considerados esclavos por naturaleza bajo el yugo de naciones consideradas superiores por ley divina y natural: “Aquellos cuya condición natural es tal que deben obedecer a otros, si rehúsan su imperio y no queda otro recurso, serán dominados por las armas; pues tal guerra es justa según opinión de los más eminentes filósofos.”[1]  El polímata, Aristóteles, fuente de inspiración de Ginés  entendía que “algunos esclavos lo son por naturaleza, ya que hay seres que desde el momento en que nacen están destinados a obedecer y otros lo están para mandar, porque ambos elementos, la obediencia y la autoridad , se encuentran en todo conjunto que aspire a un resultado común, con razón se puede sostener que hay esclavos y hombres libres que lo son por obra de la naturaleza”[2].
 
Siguiendo las doctrinas aristotélicas de San Agustín (354-430) y Santo Tomas de Aquino (1224/5-1275) referente a las Guerras Justas, para Ginés  fue ideológica y políticamente legitimo valerse de las armas -sin remordimiento ético-moral- torturando y aniquilando pueblos enteros en aras de la defensa del statu quo imperial: “Por muchas causas, pues y muy graves, están obligados estos bárbaros a recibir el imperio de los españoles [...] y a ellos ha de serles todavía más provechoso que a los españoles [...] y si rehúsan nuestro imperio (imperium) podrán ser compelidos por las armas a aceptarle, y será esta guerra, como antes hemos declarado con autoridad de grandes filósofos y teólogos, justa por ley natural. La primera [razón de la justicia de esta guerra de conquista] es que siendo por naturaleza bárbaros, incultos e inhumanos, se niegan a admitir el imperio de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos; imperio que les traería grandísimas utilidades, magnas comodidades, siendo además cosa justa por derecho natural que la materia obedezca a la forma.”[3]
 
Construyendo colonizaciones sobre bases económica. En el mismo sentido colonizador, en el siglo XIX, en materia económica, fue Adam Smith (1723-1790) quien económicamente sistematizó en su Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776)la división del mundo entre señores y esclavos, propietarios y propiedades sacralizando el Mercado como eje omnipotente de toda actividad humana: “Sólo los ricos eligen, de entre la masa común, lo más delicioso y lo más raro. Apenas consumen más que el pobre; a pesar de su avidez y su egoísmo... comparten con el último peón el producto del trabajo que ellos mandan hacer. Una mano invisible parece forzarles a participar en la misma distribución de las cosas necesarias para la vida, que hubiera tenido lugar si la tierra hubiera sido dada en igual proporción a cada uno de sus habitantes; y, de esta manera, sin tener la intención de hacerlo, sin ni siquiera saberlo, el rico sirve el interés social y la multiplicación de la especie humana”. [4] Los principios estaban académicamente elaborados, ahora había que pasar a su defensa en escenarios reales, dando a luz el nacimiento- del posiblemente- ultimo imperio Occidental, los EEUU.
 
Galardón de la paz para fabricantes de guerras. La invasión de las Islas Malvinas (1831), usurpación territorio Mexicano (ahora Texas, 1847),invasión Argentina (1852), invasión Nicaragua (1853-55), invasión Uruguay (1855), invasión Paraguay (1859), invasión Panamá (1865),  invasión Cuba, Puerto Rico, Guam, Filipinas y Hawái (1895 & 1898) ,  apropiación de 8 km a cada lado del canal de Panamá (1903), invasión de Republica Dominicana (1905), invasión de Nicaragua (1909), ocupación militar de Republica Dominicana (1911-1914), intervenciones Cuba y Honduras (1912), ocupaciones en Cuba (1917 y 1922), intervención Venezuela (1947), intervención Guatemala (1954), invasión fracasada en Playa Girón, Cuba (1961)…la lista sigue. Es así como, en la búsqueda de legalizar y legitimar internacionalmente la hegemonía, las propuestas del presidente del partido Demócrata, Thomas Woodrow Wilson (1856-1924) y sus famosos 14 puntos dieron origen al establecimiento de la así conocida como Liga de las Naciones (LN). Irónicamente, a Wilson le fue concedido en premio nobel de la paz (1919) después de haber invadido México (Veracruz, 1914), Haití (Puerto Príncipe, 1915) y Republica Dominicana (1916). Cualquier parecido al premio nobel de la paz, presidente Barack Obama, no sería producto de una mera casualidad.
 
Institucionalizando las guerras. Otrora fueron los imperios europeos y el cristianismo sionista los cuales legitimaban la política intervencionista. Posteriormente, EEUU y los países miembros de la OTAN, brazo armado de las NU, se adjudican la “defensa” planetaria en contra del eje socialista, resurgido con fuerza a inicios del siglo XXI (siempre con la “invisible” presencia del sionismo).  Vale decir, el exterminio humanitario fue considerado en la Carta de las Naciones Unidas en sus artículos del 39 al 51 [5] como posibilidad en la resolución de conflictos contrarios a los planes hegemónicos de imperio Anglo-Norte Americano. Por ejemplo, en el art 46 observamos la atribución suprema designada al Consejo de Seguridad: “Los planes para el empleo de la fuerza armada serán hechos por el Consejo de Seguridad con la ayuda del Comité de Estado Mayor”. Si bien es cierto el art. 41 sugiere que el “Consejo de Seguridad podrá decidir qué medidas que no impliquen el uso de la fuerza armada han de emplearse para hacer efectivas sus decisiones”, el art. 42 otorga poderes absolutos al Consejo de Seguridad para emplear la guerra como recurso resolutivo: “Si el Consejo de Seguridad estimare que las medidas de que trata el Artículo 41 pueden ser inadecuadas o han demostrado serlo, podrá ejercer, por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción que sea necesaria para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales”. Como los signos de los tiempos lo revelan, para el cumplimiento de tales fines, la siembra de gobiernos de facto ha sido y sigue siendo el descarado recurso de control hegemónico usado con la venia del aparato jurídico de las Naciones Unidas.
 
Con esto no queremos decir que la historia de los golpes de Estado del siglo XX nació en 1945. Para recordar, fue en 1930 en Argentina donde se dio origen jurisprudencialmente a la doctrina de los gobiernos de facto creada en las entrañas de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en Argentina. Es así como quince años después de la legalización de los gobiernos de facto en América Latina la Carta de las Naciones Unidas legítima el uso de la fuerza armada como instrumento de invasión. De esta manera se les otorgó el marco jurídico internacional a las intervenciones de índole cívico-militar, en la actualidad trasmutados en golpes financieros-económicos. La semejanza entre la doctrina de los gobiernos de facto y los poderes otorgados al Consejo de Seguridad guardan en esencia el mismo objetivo: Controlar las naciones contrarias a la ideología del Capital.  
 
El artículo 2 de la Doctrina de los gobiernos de facto señala: “Que ese gobierno (el de facto, provisorio o transicional) se encuentra en posesión de las fuerzas militares y policiales necesarias para asegurar la paz y el orden de la nación y, por consiguiente, para proteger la libertad, la vida y la propiedad de las personas, y ha declarado además, en actos públicos que mantendrá la supremacía de la constitución y de las leyes del país, en el ejercicio del poder.”[6] Mientras que en la página web de las Naciones Unidas en su capítulo Misiones de Mantenimiento de la Paz[7]sostiene: “Las operaciones de mantenimiento de la paz se han llevado a cabo con mandatos de muy diferente naturaleza, que abarcan desde métodos tradicionales de resolver controversias de manera pacífica… como la promoción de la reconciliación, la asistencia con la aplicación de un acuerdo de paz, la mediación y la interposición de buenos oficios, hasta una acción más contundente…incluido el uso de la fuerza en virtud del artículo 42 la Carta”. Este enlace de principios nos permite releer la lógica colonial plasmada en el establecimiento de organismos internacionales como las NU y OTAN.
 
A inicios de la Primera Guerra Mundial, 26 países firman la Carta del Atlántico (1941), al finalizar la Segunda Guerra (1945) con la NU y con el establecimiento de la OTAN (1949), crearon – definitivamente - el espacio legal institucionalizando,  legalizando y legitimando la destrucción y aniquilación del contario entendido este como ser por eliminar. De esta manera, negando desde todo punto de vista las intenciones de índole pacifista que asignaron en 1941: “Creen ellos que todas las naciones del mundo, material y espiritualmente, deberán renunciar al uso de la fuerza. Puesto que no se podrá asegurar la paz futura mientras haya naciones que continúen empleando armas terrestres, navales o aéreas con fines bélicos fuera de sus fronteras, creen ellos que mientras no se establezca un sistema más estable y amplio de seguridad general, se impone el desarme de tales naciones. Ayudarán también, y alentarán, cualesquiera otras medidas prácticas que alivien a los pueblos que aman la paz del peso aplastante de los armamentos”.[8]
 
Esta flagrante contradicción de principios coloca a las potencias del Hemisferio Norte en posición de revisar su actual decadencia histórica en materia de pacificación. Los escenarios son diferentes a los de cincuenta años atrás. El rol internacional de los países otrora considerados “babados” o “tribales” marca nuevas pautas de índole económica, político y ético. Por esta razón, hasta que no sean revisadas y replanteadas las bases del Derecho Internacional de los pueblos del Hemisferio Sur a ejercer, primeramente, su soberanía sin intromisión extranjera y segundo a participar en condiciones equitativas en instancias como el Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas, la historia de violencia y expansión seguirá siendo la misma. Salvando las diferencias, lo que difiere el esquema neocolonial (1945) al experimentado por el Gran Reich Alemán (Grossdeutsches Reich) (1933-1945)es que el modelo neoliberal se encuentra internacionalmente normativizado y el modelo de la Alemania Nacionalista hitleriana no lo estuvo. Uno, imponiendo la etnia Aria sobre todas las demás, mientras que el otro pretendiendo implantar la ideología del Libre Mercado sobre todo lo existente.  
 
Lo sucedido en 1945 con la instauración de la Carta de las Naciones Unidas y la legitimización del poder absoluto en manos de las potencias del Hemisferio Norte fue una suerte de golpe de Estado de escala planetaria. Símil modelo aplicado en estrategias de golpes cívico-militar en donde una vez intervenidos los poderes del Estado se normativizaba jurídicamente la intromisión del modelo de economía liberal en todas sus variables, socio, político, militar y económico. De allí la mutación sufrida del modelo de intromisión el cual pasó de ser un golpe armado duro a ser suavizado por medio de las conocidas revoluciones de las flores o colores. La forma cambia, la esencia es exactamente la misma. Aunque en medio de estas mutaciones, persiste la histórica inmoralidad del bloqueo económico, financiero y comercial a la República de Cuba. Bloqueo, racional, ética y moralmente deleznable, el cual es -en sumo grado- la fiel expresión de la decadencia ético-jurídica en la cual se encuentra la Carta de principios de las Naciones Unidas en materia de seguridad, derechos humanos y resolución de conflictos. 
 
A este punto, la actual coyuntura de guerra y luchas permanentes por el control del mundo, la inmoral e impune legitimidad de la OTAN como brazo armado de las NU, el asedio sistemático a Venezuela, la obstinada injerencia de los EEUU en la zona del Mar Negro, la conspirativa maniobra en contra de Irán y Siria, así como la creación de bloques desestabilizadores en la región latinoamericana como es la Alianza del Pacifico y su nuevo aliado Israel, nos impulsa a aproximarnos retóricamente a otros dos personajes del siglo XX Sigmund Freud (1856-1939) y Albert Einstein (1879-1955). El desquiciado impulso autodestructivo, la demencial lucha entre hermanos y hermanas mediando el poder, en todas sus manifestaciones, como trofeo, nos coloca inequívocamente en el paredón del socio-psico análisis. En encuentro epistolar motivado por la LN (1932), Einstein expone a Freud el problema a debatir: ¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra? Más de ochenta años transcurridos y el problema sigue siendo exactamente el mismo. La amenaza del costo nefasto que traen los conflictos armados han sido y siguen siendo alertados, no obstante las evidencias, grupos de poder y naciones cómplices involucradas en la creación de guerras persisten en la ignominia. 
 
La Sociedad de las Naciones (LN) apareció al término de la Primera Guerra Mundial (1919), así como La Organización de las Naciones Unidas (ONU, 1945) al término de la Segunda. La convocatoria a Einstein – de parte de la LN- a entablar diálogo con personajes de renombre internacional sobre algún tema de su interés, eligiendo el físico el tema de la guerra, pone sobre la mesa de discusión la extremadamente urgente necesidad de replantearnos la vigencia de instituciones internacionales como las NU, de acuerdo a los principios con los cuales fueron planteadas en su creación. Para Einstein, en la época, no existía organización supranacional – como un tribunal o consejo internacional de seguridad – capaz de emitir veredicto respecto a resolución de conflictos sin que esto afecte la libertad y soberanía de las naciones: “El logro de una seguridad internacional implica la renuncia incondicional, en una cierta medida, de todas las naciones a su libertad de acción, vale decir, a su soberanía, y está claro fuera de toda duda que ningún otro camino puede conducir a esa seguridad”.[9]  Después de más de ochenta años es exactamente esa la carencia a nivel internacional, no existe organización supranacional capaz y eficaz a la cual pueda adjudicarse derecho alguno a decidir sobre el destino de las naciones sin que esto implique la violación a su libertad de acción, vale decir, el de su soberanía.
 
Hablando de guerras. La aún vigente reflexión de Einstein respecto a las causas de la guerra y la pulsión autodestructiva de la especie humana nos coloca en la absurda posición de no haber orientado los avances de la modernidad y post modernidad hacia el beneficio sostenido en la historia de los pueblos, sino hacia su calamitosa autodestrucción sistemática. Tal tragedia, vivida en época del físico alemán, lo motivó a puntualizar tres cuestiones las cuales alumbraron la famosa epístola de Freud (1932) “Por qué las guerras”: ¿Cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos?; ¿Cómo es que estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida? y ¿Es posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a salvo de esas psicosis promotoras de odio y destructividad?
 
En nuestra opinión, la genial respuesta de Freud crea condiciones de lo que vendría a ser -trece años después- la Carta de la Naciones Unidas con el instrumento operativo conocido como el Consejo de Seguridad. La reflexión de Freud se impuso como síntesis de una serie de elucubraciones filosóficas, teológicas y económicas que abrieron el camino lógico y racional de la división del mundo entre fuertes y débiles, los de afuera y los de adentro. Para el sicoanalista alemán, la única forma de “velar” por la “seguridad mundial” fue crear una organización supranacional capaz de organizarse, promulgar decretos, prevenir las sublevaciones temidas, establecer órganos ejecutivos que velen por la observancia de aquellos -de las leyes- y tengan a su cargo la ejecución de los actos de violencia legales, acordes al derecho, en una suerte de monopolio oficial del uso de la fuerza.”[10]
 
Para Freud, la utópica comunidad, con autoridad autónoma para dirigir los designios del planeta, tendría derechos sobre la “vida de ciertos individuos”: “Es discutible que la comunidad no deba tener también un derecho sobre la vida de ciertos individuos; por otra parte, no es posible condenar todas las clases de guerra por igual; mientras existan reinos y naciones dispuestos a la aniquilación despiadada de otros, estos tienen que estar preparados para defenderse y, por consiguiente armados para la guerra si quieren subsistir”.[11] La relectura que hacemos de la teorización de Freud, a la luz de los actuales acontecimientos plagados de conspiraciones en contra de sistemas contrarios a las pretensiones hegemónicas Anglo-Norte Americana, confirma el sustento filosófico discriminatorio y excluyente cultivado desde los clásicos griegos a los cuales hicimos alusión anteriormente. La ideología del poder destructivamente hegemónico -amparada en la inicua polarización de los seres humanos y el imperio del Capital - continua señalando, como Freud, la existencia de seres superiores e inferiores: “hoy las razas incultas y las capas retrasadas de la población se multiplican con mayor rapidez que las de elevada cultura”. [12]
 
En nuestra opinión, Einstein pone el dedo en la llaga frente al fracaso de la LN como mediadora de conflictos y esto debido básicamente a las ambiciones hegemónicas de sus integrantes: “El escaso éxito que tuvieron, pese a su evidente honestidad, todos los esfuerzos realizados en la última década para alcanzar esta meta no deja lugar a dudas de que hay en juego fuertes factores psicológicos, que paralizan tales esfuerzos. No hay que andar mucho para descubrir algunos de esos factores. El afán de poder que caracteriza a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional. Esta hambre de poder político suele medrar gracias a las actividades de otro grupo dominante guiado esta vez por aspiraciones puramente mercenarias, económicas. Pienso especialmente en ese pequeño pero resuelto grupo, activo en toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra, en la fabricación y venta de armamentos, nada más que la oportunidad para favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal”.[13]
 
Freud evadió olímpicamente puntualizar, con nombre propio, el porqué del fracaso de la LN, así como hacer referencia a aquel “otro grupo”, cual corporaciones financieras de los últimos sesenta años obstinadas en la acumulación de poder mediante la generación de guerras y consecuente producción y comercialización de armamentos. Ideología mercenaria -con fines económicos- demostrada hasta el día de hoy en la programada y sistematizada secuencia bélica liderada por los EEUU, las NU/Consejo de Seguridad y la OTAN. Las sospechas, análisis y advertencias de Einstein no fueron superados, más aún, valieron de asidero para la sistematización de la ideología expansionista neocolonial de mediados del siglo XX hasta la fecha.
 
Innegable escalada armamentística. Más allá de la existencia de la cortina de hierro, y para muestra la creación de la International Security Assistance Force (ISAF) la cual fue establecida por el Consejo de Seguridad (2001) involucrada en Afganistán con vigencia operativa hasta el día de hoy, el fin justifica los medios, así que la OTAN sigue vigente a pesar de su histórico fracaso. Como vemos, la razón de ser de la OTAN trascendió los límites de Atlántico Norte extendiéndose fuera de sus fronteras. Verbi gratia, al día de hoy, EEUU ha enviado doce aviones y trescientos soldados a Polonia y los países Bálticos, así como Francia estaría dispuesto a contribuir con cuatro aviones de combate, todo esto en plena ofensiva de la OTAN contra la decisión democrática de Crimea por su adhesión a Rusia.[14] Con esta extensión de poderes, oleada y sacramentada por el Consejo de Seguridad de las NU y los miembros de la OTAN, no nos llamaría la atención que valiéndose de las aproximadas 90 bases militares de la OTAN en América Latina más el apoyo incondicional de la Alianza del Pacifico (Colombia, Chile, México y Perú) arrecie la andanada conspirativa en búsqueda de Litio, Petróleo, Gas y Agua. En la mira se encuentran Bolivia, Uruguay y Argentina.
 
Los tentáculos de la Carta de las Naciones Unidas y su extraordinaria impunidad planetaria es de conocimiento público y es hora que las organizaciones como UNASUR, CELAC y ALBA concierten -en base a los hechos- una respuesta de principios y operativa a la legalidad y legitimidad de la OTAN que brota de las mismas entrañas de las NU y de allí sus tentáculos en América Latina, como por ejemplo a través del Comando Sur y la Universidad Internacional de Florida denunciada, entre otros y otras, por la antropóloga Adrianne Pine.[15]
 
A esta altura de lo visto nos preguntamos ¿Hasta cuándo las bases militares en América Latina? ¿Por qué no seguir la posición soberana de Bolivia eliminando toda base militar extranjera en su territorio? ¿Sería posible el establecimiento de una Carta Latinoamericana de UNASUR que cuente con un Consejo de la Paz que se encargue de mediar el desmantelamiento definitivo de toda presencia militar extranjera en suelo Latinoamericano?
 
En suma, las taras excluyentes y todo principio filosófico creador de barreras y generador de clases y subclases humanas pueden seguir siendo mermadas y ahora más que nunca desde el bloque regional desde América Latina y el Caribe y su diversidad de esferas del quehacer humano que se acrecientan como referencia esperanzadora teniendo como alternativa la justicia sostenida como requisitito implícito y explicito para el establecimiento de la paz duradera. El negocio mercenario denunciado por Einstein, la eminente desaparición de la humanidad como consecuencia de la tozudez y violencia bélica, así como el aún sometimiento de pueblos del Hemisferio Sur al eje Anglo-Norte Americano, deben de encontrar su punto final desde América Latina para el mundo. Un nuevo tiempo se abre y las fuerzas divisionistas no toleran su inminente declive. El ciclo pendular de la historia se cumple, desde la caída de los reinos Mesopotámicos, la del imperio romano y la de los poderes europeos. La construcción - no de un nuevo orden mundial- sino de esferas socio-políticas-económicas de basamento pluricultural con base en la ley de la reciprocidad y no en la ley del Capital, nacerá desde América Latina y el Caribe en donde la carta de principios -ambiental y humanamente equitativos - acompañe las demás manifestaciones regionales que se dignen levantar su voz de indignación  y reivindicación deslegitimando la legalización jurídica de la Carta de las Naciones Unidas como génesis de toda invasión colonial y violencia al Estado de Derecho internacional  a la libre determinación de los pueblos y el respeto inquebrantable a su soberanía. 
 
Perú, 22/03/14


[1] Ginés de Sepúlveda, Juan, Democrates segundo o De las justas causas de la guerra contra los indios , edición crítica de Ángel Losada, Madrid, CSIC, Instituto Francisco de Vitoria, 1984, p. 19.
[2] Aristóteles. 330 ANE. La Política, Capitulo II. 
[3] Op. Cit., p. 130
[4]  Smith, Adam.1759.Teoría de los sentimientos morales, IV, 1.
[5] Carta de las Naciones Unidas.1945. Acción en caso de amenaza a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión.
[6] Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina.1930. Doctrina de los gobiernos de facto, art.2.
[7] Carta de las Naciones Unidas.1945. Acción en caso de amenaza a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión.
[7] Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina.1930. Doctrina de los gobiernos de facto, art.2.
[8] Carta del Atlántico, clausula 7ª, 14 de agosto de 1941.
[9] Carta de Einstein a Freud, Caputh 30 de Julio de 1932.
[10] Freud, Sigmund. ¿Por qué la guerra? Viena, septiembre de 1932. Carta dirigida a Albert Einstein.  
[11] Ibid. 
[12] Ibid.
[13] Ibid.
https://www.alainet.org/es/articulo/84216?language=es
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