El Pastoreo y la Culpa
19/04/2014
- Opinión
El pastor cristiano ha matado los espíritus libres y saltarines. El pastor se erige en guía y administrador de las almas y de sus pecados. Por primera vez se nos crea el sentimiento de culpa. La dogma cristiana logró erradicar lo que Foucault llamó el cuidado de sí, esos hombres, en principio griegos, capaces de administrar sus propias vidas, sus propias existencias, sin más brújula que la de su propia responsabilidad para consigo mismo y para con sus congéneres, para los de su hábitat, los de su oikos, en suma, toda una paideia, una sociedad en la que los individuos prescinden de dioses, o cuando más, los tienen como simples comodines articulados a sus vivencias de su cultura y de su presente.
La entrada de la figura del pastor en la cristiandad, involucionó la existencia, el pastor cuida de sus ovejas, las guía, se erige en su protector, la responsabilidad de sí y para sí, el cuidado de sí, se diluye, se delega a un otro y va a desembocar en la cantera cristiana quien decide por los otros, por la salvación de sus almas, de lavar sus pecados. Ya no existe la vida propia, se ha tornado vida dependiente del pastor, faro que traza los caminos por donde andar. Esta técnica pasará a la racionalidad Estatal: «Este concepto le permite señalar que existe una clara diferencia entre el modo de gobierno vigente en la polis ateniense, célebre gracias a la filosofía griega, y el practicado en el occidente pre-cristiano, donde se trata de un poder ante todo bienhechor, que opta por la salvación del conjunto del rebaño. El pastor hace todo lo que está en su mano por su rebaño, pero también por todas y cada una de las ovejas de su rebaño. Su ojo se posa sobre el todo y sobre cada uno». Foucault. Técnicas de poder en el pastoreo cristiano y de las técnicas de poder modernas, ellas alimentarán las distintas teorías de la razón de Estado, situándose en el núcleo de la nueva gouvernementalité que se desarrolla a partir del siglo XVI, y que ya no busca conducir a los hombres hacia su salvación sino ante todo hacia su bienestar.
En sí, es el sacerdote judío quien forja las premisas negativas por medio de la inversión de valores: “Sólo los miserables son los buenos; los que sufren, los necesitados, los enfermos, los deformes son también los únicos piadosos, los únicos bendecidos por Dios; sólo a ellos pertenecerá la beatitud. Y al contrario, vosotros, los que sois nobles y poderosos, sois desde la eternidad los malos, los crueles, los ávidos, los impíos y, eternamente, seguiréis siendo también los reprobados, los malditos y los condenados.” Genealogía de la Moral, citado por Deleuze En: Nietzsche y la Filosofía, página 177.
Esta inversión de valores conlleva además el concepto de la mala conciencia, en donde se difumina, se diluye el individuo o todo lo que puede quedar de responsabilidad de la vida sobre uno mismo, dejando a que otros decidan por nosotros, sólo nos queda arrepentirnos de una determinada culpa, de un pecado introyectado: “la mala conciencia le sugiere que debe que debe buscar esta causa en `sí mismo, en una falta cometida atrás, que debe interpretar como un castigo.` Y el sacerdote aparece por segunda vez para presidir este cambio de dirección: `ciertamente, ovejita, alguien debe ser la causa de que tú sufras; pero tú mismo eres la causa de todo esto, tú mismo eres causa de ti mismo.` El sacerdote inventa la noción de pecado: `El pecado sigue siendo el principal acontecimiento en la historia del alma enferma; representa para nosotros el juego de manos más nefasto de la interpretación religiosa. ‘La palabra culpa remite a la falta que ha cometido, a mi propia culpa,, a mi culpabilidad. He aquí cómo se interioriza el dolor; conciencia de un pecado, su único sentido es un sentido íntimo.” Deleuze op. 185
Se percibe el desequilibrio o la eliminación del poder del gobierno sobre sí que tienen los individuos para ser tomado por la figura del pastor, luego retomado de manera refinada por el Estado, recuérdese las tres técnicas. La primera la Pastoral Cristiana, la segunda es la diplomacia militar, y por último el Estado, sus despliegue de la vigilancia y el control, con la policía, con el biopoder. Similar a la pastoral cristiana, todos proclaman administrar las vidas explotando el miedo a la muerte, y más aún la resurrección en otra vida prometida, salvar almas. Desde los tiempos de Troya y de los horrores trágicos, el dolor y el sufrimiento, son juegos para contentar la mirada de los dioses. En estos ecos dogmáticos, de inculcación de miedos, de aniquilar nuestra capacidad de gobernarnos así mismos, el pastoreo sigue siendo una figura repudiable.
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