Lecciones y herencias del siglo XX: comentarios a la obra de Eric Hobsbawm (I)

20/04/2014
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“He vivido durante la mayor parte del siglo XX sin haber experimentado –debo decirlo- sufrimientos personales.  Lo recuerdo como el siglo más terrible de la historia occidental” (Isaiah Berlín, filósofo, Gran Bretaña).
 
 
Algunas generalidades
 
Aunque cada etapa histórica pareciera tener sus cielos y sus infiernos, de alguna manera, a la hora de las comparaciones, uno se siente tentado a separar el siglo XX de otros períodos, aunque sea solo por el mero hecho de haber vivido de manera directa un trozo del lapso bajo análisis, algo que por cierto, da y quita objetividad (razón por la cual durante toda su larga vida académica e investigativa, Hobsbawm se dedicó a estudiar el siglo XIX, precisamente por no ser el suyo).
 
Quizá por eso Hobsbawm advierte al lector desde el inicio mismo de su obra (“Historia del Siglo XX”), acerca del mito de la objetividad completa, sea en historia o en cualquier otra rama de la ciencia, dado que, para su buena (o mala suerte), su extraordinaria y longeva vida transcurrió en forma paralela a la mayor parte de ese siglo.
 
Pero más allá de estas consideraciones introductorias, nada como el título en inglés que lleva la edición original del soberbio estudio de Hobsbawm, “Ages of Extremes” (“Una Era de Extremos”), para insinuarnos, ya muy directamente, la naturaleza y esencia de este siglo recién finalizado: maravilloso y terrible; fantástico y pesadillesco; grandioso y horrendo.
 
Importante además, citar el subtítulo, que de entrada ya indica mucho sobre el perfil general del trozo de historia a estudiar: “The Twentieth century 1914-1991”, lo que muestra por sí mismo, la concepción que Hobsbawm tenía respecto a uno de los aspectos clave a tener en cuenta en cuanto al criterio de demarcación del inicio y el final de una etapa histórica, que no es otra cosa sino la geopolítica., que pareciera ser la madre de todas las grandes épocas.
 
El siglo XX fue un siglo corto, advierte Hobsbawm desde la portada misma de su libro. En su peculiar versión, este comenzó tarde, en 1914, con la primera guerra mundial, y terminó temprano, en 1991, con el colapso de la Unión Soviética (por implosión más que por un ataque externo, dicho sea de paso).
 
Por otra parte, visto siempre en términos globales, el siglo XX significó un enorme y paradójico salto histórico y civilizacional; un gigantesco avance en multitud de importantes áreas de la vida de los seres humanos; en lo económico, lo social, industrial, tecnológico y científico, en lo cultural, en los sistemas de transporte, comunicación, difusión y entretenimiento, por citar tan solo unos cuantos aspectos.
 
Pero a la vez, significó un enorme retroceso en términos éticos, morales y espirituales, importantes áreas de la vida humana en las cuales, al menos las llamadas sociedades occidentales, se habían auto-impuesto enormes desafíos de avance colectivo desde el Renacimiento, la Ilustración y en particular, desde la icónica Revolución Francesa.
 
En otras palabras, el siglo XX transportó al ser humano hacia la luna, y a su vez, lo recluyó de nuevo en los pasillos cavernosos de la agresión, sitio del cual apenas estaba intentando salir. Triunfó el proyecto de dominio material impulsado por una pequeña élite (concentrada en la cúspide de un puñado de potencias occidentales), a costa del fracaso del proyecto de humanización, iniciado varios siglos atrás.
 
Algunas peculiaridades
 
Además de haber sido una Revolución de Revoluciones (por los avances arriba señalados), el siglo XX fue una era tremendamente violenta (1), al menos en dos grandes e importantes áreas; en lo económico y en lo militar.
 
De tal modo que, si algún hilo conductor determinó los más relevantes hechos históricos acaecidos en este período, fue la “trenza” conformada por la violencia económico-militar, lo cual viene a confirmar la certeza del viejo y conocido axioma formulado en su momento por Federico Engels (2).
 
Si quisiéramos bajar un poco el análisis al nivel de lo descriptivo, podríamos enunciar rápidamente algunos de los más importantes “nudos” de esa “trenza”, de ese “hilo conductor” que atravesó todo el siglo, al menos en el terreno de la violencia económica-miliar: la primera guerra mundial (1914); el triunfo de la Revolución Bolchevique en Rusia (1917); La Gran Depresión (1929); el ascenso de Tercer Reich (1933); la segunda guerra mundial (1939); El surgimiento del Nuevo Orden Económico Internacional, marcado por el Acuerdo de Bretton Woods, la creación de la ONU, el FMI y BM (1945); El surgimiento de la “guerra fría” (1947); el triunfo de la revolución Maoísta en China (1949); la guerra de Corea (1950); el triunfo de la revolución cubana (1959); la crisis de los misiles cubanos (1962); la guerra del Vietnam (1965); el derrocamiento del Sha de Irán y de la Dinastía Somocista en Nicaragua (1979); entre una larga cadena de hechos adicionales de diferente escala (3). 
 
Está por demás señalar que todo esto evidencia, entre muchas otras cosas, que una gran parte del Producto Interno Bruto alcanzado por la mayor parte de las potencias hegemónicas durante el siglo XX (Occidentales en su mayor parte), fue destinado a la producción industrial militar, es decir, a la industria de la muerte.
 
Algunas interrogantes
 
¿Cuáles son algunas de las principales lecciones que en términos humanos y/o civilizacionales podríamos extraer del maravilloso y horrendo siglo XX?
 
¿Aparte del ya mencionado, existen otros “hilos conductores” que entrelacen (en términos de causa-efecto), los principales acontecimientos históricos que sacudieron a la humanidad durante ese siglo?
 
¿En qué medida podría hablarse de la existencia de una “herencia” (en términos de lazos de continuidad) del siglo XX hacia el presente siglo XXI?
 
¿Aún sabiendo que la historia nunca se repite de manera exacta, puede acaso el siglo precedente “alumbrar” o “insinuar” algo de lo mucho que ha de venir durante este nuevo siglo?
 
Y si la respuesta a lo anterior fuese positiva; ¿en qué medida y en qué aspectos centrales de la vida?
 
¿Cómo podríamos aplicar las leyes del devenir histórico (y las respectivas lecciones del siglo XX), para intentar anticiparnos, al menos a una parte de los posibles acontecimientos más importantes del presente siglo?
 
Sobre estas interrogantes esbozaré algunos intentos de respuesta, solo después de comentar, siempre de manera sumaria y a grosso modo, algunos de los principales aspectos abordados por Hobsbawm, según su plan básico en el que dividió su estudio del siglo, a saber:
 
Parte I: “La Era de las Catástrofes”, que abarca la primera mitad del siglo (1914-1945), y donde toca, entre otros grandes temas, las dos primeras guerras mundiales; el triunfo de la Revolución Bolchevique en Rusia, la gran depresión económica, el ascenso de Hitler y los fascismos italiano y español; La Parte II: “La Edad de Oro”, que abarca el tercer tercio del siglo XX (1945-1975), con los llamados “años dorados” del Boom económico del Estado de Bienestar en países del hemisferio Norte, la guerra fría, las revoluciones sociales y los movimientos de liberación nacional –guerrillas- del tercer mundo, entre otros aspectos; y la Tercera Parte: “El Derrumbamiento”, que abarca el último tercio del siglo XX, y donde aborda las décadas de crisis económica mundial (1973 en adelante), un balance global de las revoluciones sociales y los movimientos insurreccionales del tercer mundo y el colapso del socialismo real entre otros aspectos.  
 
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Notas:
 
1.     “Una estimación “reciente” cifra el número de muertes registrado durante la centuria en 187 millones de personas (Brezezinski, 1993), lo que equivale a más del 10 por ciento de la población total del mundo en 1900”. (cita textual: “Historia del Siglo XX”; E. Hobsbawm, p. 21).
 
2.     “Son las principales tendencias económicas las que determinan los procesos históricos”.
 
3.     Hobsbawm no la incluye (quizá porque se sale de su esquema cronológico, pero deberíamos integrar a esa cadena de sucesos históricos la invasión norteamericana a Irak, en 1993.
 
 
- Sergio Barrios Escalante es Científico Social e Investigador. Ensayista, Narrador. Editor de la Revista virtual Raf-Tulum y activista por los derechos sociales de la niñez y la adolescencia en la Asociación ADINA.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/84922
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