Alimentación y sostenibilidad de la vida
28/04/2014
- Opinión
La alimentación es esencial para garantizar la vida. Aunque parece que esta afirmación es innecesaria por simple y lógica, no es común que cuando nos disponemos a comer nuestros alimentos, reflexionemos o nos cuestionemos respecto de la manera en que son producidos, ¿Quién los produce?, ¿Cómo son producidos?, ¿Cómo son transportados y distribuidos para que finalmente podamos consumirlos? A veces quizá pensamos que solo es cuestión de sacar unos billetes del monedero o de la billetera para adquirirlos, no cobramos conciencia de las manos involucradas, o al menos no de todas.
Tal vez sea más frecuente preocuparse respecto de lo saludable o no de ciertos alimentos para el cuerpo. Pero la falta de información, el individualismo o la indiferencia, la falta de interés, el no sentirse afectado, o la tendencia a evitar “lo incómodo” y/o evadir la propia responsabilidad, generalmente hacen difícil que la reflexión se profundice, se lleve más allá, dejando de lado los propios prejuicios: ¿Por qué hay hambre? ¿Cuáles son las causas profundas de la misma? ¿Cómo se explica que en el mundo una de cada seis personas no tenga qué comer, cuando los recursos agrícolas del planeta serían suficientes para alimentar al total de la población mundial? ¿Cómo se puede transformar esa realidad? ¿Cómo podríamos contribuir con cambios permanentes en lugar del ímpetu momentáneo de una “obra de caridad”?
Estas son preguntas que no tienen una sola respuesta, son situaciones complejas, con diversas aristas y por lo general nuestra posición dependerá del lugar social que ocupemos, de nuestro contexto cotidiano, de si nuestro estómago se ha estrujado alguna o varias veces y por cuánto tiempo. Cuestionarnos y hacer es fundamental como humanidad, particularmente viviendo en países que enfrentan brechas significativas de desigualdad como Guatemala, en donde una alta proporción de la población se encuentra deficientemente alimentada y nutrida, y la presencia de la desnutrición crónica en menores de 5 años es de 49.3% como promedio nacional, según cifras oficiales.
De acuerdo con el Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración –ETC– (2013), actualmente la red campesina provee a la humanidad el 70% de los alimentos y usa solamente el 30% de los recursos agrícolas, en tanto que la cadena industrial de producción de alimentos utiliza al menos el 70% de los recursos agrícolas del planeta, entregando solo el 30% de los alimentos globales. Asimismo, la red campesina promueve y conserva la diversidad de especies de cultivos y animales, generalmente -en lugar de desperdiciar- reutiliza, en tanto que la cadena industrial desperdicia dos terceras partes de su producción alimentaria, devasta ecosistemas, ocasiona daños a la salud y al medio ambiente, entre otros.
Las economías campesinas continúan alimentando al mundo y las mujeres han tenido un papel fundamental que no ha sido valorado sino invisibilizado. A pesar de su importancia, la producción y reproducción campesina están seriamente amenazadas por la concentración de la tierra, el avance de los monocultivos muchas veces en territorios antes dedicados a la producción alimentaria, la falta de protección a la producción local, el control del sistema alimentario por grandes empresas y una serie de políticas apoyadas por los gobiernos que privilegian la producción para la agroexportación y otras actividades extractivas, las ganancias e intereses particulares de unos pocos por encima de la alimentación y la vida de grandes mayorías.
En ese marco, movimientos, pueblos y comunidades campesinos e indígenas, resisten y defienden sus territorios; intercambian, recuperan y comparten saberes; conservan semillas; mantienen, retoman y desarrollan prácticas agroecológicas; realizan movilizaciones, exigen derechos, reflexionan, buscan respuestas, nuevas formas de ser y hacer, realizan propuestas en torno a otro tipo de desarrollo que cuide y proteja a la madre tierra, sus familias, sus comunidades y a la humanidad, que garantice la soberanía alimentaria de los pueblos. Esto a pesar de la criminalización, las amenazas y asesinatos de líderes y lideresas.
No están solos, hay solidaridad, hay sumatorias en la medida que el mundo cobra conciencia de la interdependencia existente entre los seres y sistemas vivos, que lo que le pasa a unos nos afecta a todos y todas, temprano o tarde los efectos se dejan sentir, ¿Por qué esperar más? No es cuestión de oposición al “desarrollo”, como se nos ha querido hacer creer, es cuestión de sostenibilidad de la vida en el planeta. Este 17 de abril se conmemora -como desde 1996– el “Día Internacional de la Lucha Campesina”, este año el énfasis está en las semillas campesinas que han contribuido con nuestra alimentación por siglos. ¡Tú también puedes pronunciarte, sumarte y/o apoyar, es una manera de comenzar!
Guatemala, 27 de abril del 2014
Fuente: Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala (AVANCSO)
https://www.alainet.org/es/articulo/85168
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