El Acuerdo
17/09/2014
- Opinión
Un espacio para el diálogo democrático, la confrontación y la crítica constructiva de aquellos bloques sociales históricamente confrontados al capital es una asamblea social permanente, no es un apéndice del partido ni la suma de uno o varios partidos. Es el espacio de encuentro de aquellas fuerzas e individuos proclives a una política amplia, democrática, revolucionaria y nacionalista que apunta hacia un socialismo de nuevo tipo, y punto de partida para el encuentro de estamentos sociales históricamente dispersos.
De manera que un Gran Polo Patriótico de fuerzas es, en primer lugar, multiplicidad de polos referidos a sus propias luchas, pero que buscan trascender sus límites para construir identidades y paralelajes con otros. De modo que no es un frente ni una suma de ellos, aunque los contiene. Es lugar de lenguajes y discursos comunes que pueden confluir en un amplio programa general anticapitalista y antimperialista.
El partido debe ser, decía Gramsci, el lugar de unificación de las pasiones humanas por distintas que éstas fueran, para la construcción de un intelectual orgánico común que impulse una revolución intelectual y moral. Pero el sectarismo aparatero, el vanguardismo y el reformismo pequeñoburgués crean una moralina babosa que hace del partido un fin en sí mismo, que deviene alcabala política para el ascenso de élites y grupos al poder político del Estado y sus prebendas; haciendo de la militancia una obligación oportunista, pragmática y utilitaria, de carácter parasitario y clientelar, alejado de cualquier ideología.
La coaptación del Estado por tal burocracia liquida la construcción hegemónica. Así muere la humildad revolucionaria en la misma medida que languidece el papel protagónico y la participación real de las multitudes en la construcción de sus propios espacios hegemónicos.
De manera que la hegemonía no se mide con encuestas, ni se resuelve en escaramuzas e intrigas burocráticas de jefecitos de partido que buscan escalar desde la pequeña política. Es un ambiente social y cultural que funciona sin comando, aunque es dirigida; tampoco es un aparato electoral, aunque garantiza ganar elecciones. Así que no es lugar táctico sino anclaje estratégico, totalidad. No es un fastidioso espacio donde el grande asiste de manera prepotente para finalmente imponerse y comerse al pequeño. No es el sitio del arreglo y la componenda ni el comando de campaña.
Un polo de fuerzas emergentes es un espacio para la consolidar la hegemonía; desde la controversia pero también desde la síntesis estratégica. Allí se produce el acuerdo que se despliega como punto vital. Es la línea de visibilidad del país nacionalista, democrático, patriótico, antimperialista y socialista. No es un Estado mayor, pero desde allí se orienta y se crea la dirección colectiva.
La configuración del Polo Patriótico como fuerza hegemónica, aprovechando las fortalezas actuales del proceso, permitirá la superación de las restricciones propias del Partido y el Gobierno. El partido, al interior del Polo, debe cumplir el gran papel de orientar, promover y sostener este titánico esfuerzo. Si el partido engulle al Polo o lo subordina, será una caricatura sin futuro y habremos perdido una oportunidad.
Si dicho Polo se corporativiza, o partidiza, será una suma de intereses grupales y estamentales o, en el mejor de los casos, un frente operativo. Si lo copan los partidos desde su lógica, no pasará de ser una alianza que, por muy eficiente que sea, nunca llegará más allá de sus límites, convirtiéndose en una anti-MUD.
Por eso, polarizar es adelantarse al conflicto histórico inherente a la lucha de clases, para conducirla; es una herramienta para facilitar la construcción hegemónica, no un aparato. Es una manera de llamar al encuentro democrático.
Juan Barreto Cipriani
@juanbarretoc
https://www.alainet.org/fr/node/103462
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