Guerra y engaño
03/11/2001
- Opinión
Si revisamos la historia de las guerras éstas comienzan siempre con el
engaño. Se requiere del engaño porque si le dijeran al pueblo la
verdad no aceptaría la guerra.
Remontemos la historia, y vayamos al periodo de la guerra con México,
entre 1846 y 1848, cuando en un breve conflicto Estados Unidos ganó y
arrebató a México la mitad de su territorio. Esta guerra comenzó con
una mentira, con un engaño; comenzó cuando el presidente Polk dijo a la
nación: "Se ha derramado sangre americana en suelo americano". Era
mentira, porque no era suelo estadounidense. Había ocurrido un
enfrentamiento entre soldados mexicanos y soldados estadounidenses en
la frontera, una frontera en disputa. Nadie sabía de quién era la
tierra -que México reclamaba y Estados Unidos también. Pero fue una
guerra instigada por Estados Unidos, que deseaba una guerra con México.
En su diario, el presidente Polk escribió, antes de la guerra, que
aprobaría una campaña militar contra México porque quería California.
México controlaba California, poseía California, ésta era parte de
México.
Después de todo, de dónde salen todos esos nombres que existen en
California: Santa Ana y Santa Rosa y San Juan y Santa aquella y San el
otro. Así que Estados Unidos ansiaba ese encantador territorio del
sudoeste, y recurrió al engaño para hundir al país en la guerra.
Luego, como es sabido, a la vuelta del siglo xix al xx, Estados Unidos
peleó contra España por Cuba. Es la Guerra Hispano-Americana que
comienza con el estallido del barco de guerra Maine en el puerto de La
Habana.
Nadie sabe quién voló el barco -es de sentido común suponer que los
españoles no querrían volar un barco de guerra que les acarrearía una
guerra con Estados Unidos-, pero Estados Unidos culpó a España y de
inmediato encendió en el país el fervor patriótico, y ya estaba en
guerra, de nuevo una muy breve, pero que le permitió no sólo expulsar a
España de Cuba sino convertirse en el poder dominante en la isla. Y
después cruzó el Pacífico a las Filipinas, otra posesión española, y la
tomó. Por supuesto, los filipinos resistieron, pues tenían un
movimiento independentista.
Esto requirió de otra guerra. Y ésta comenzó también con engaños.
Estados Unidos alegó que tropas filipinas habían disparado sobre tropas
estadounidenses y tenía que entrar en guerra. Pero no fue exactamente
así como ocurrieron los hechos.
Y así podemos seguir. En la Primera Guerra Mundial el alegato era que
los alemanes habían hundido una nave desarmada, un barco de pasajeros,
el Lusitania, y muchos estadounidenses habían muerto. Bueno, luego
resultó que el Lusitania traía una carga de municiones. No era
simplemente un barco de pasajeros, era un navío de guerra.
Probablemente el caso que resalta con más claridad en la conciencia de
los estadounidenses que todavía recuerdan la era de Vietnam es el
engaño con el cual comenzó este conflicto.
El presidente anunció que "le dispararon a nuestros destructores en el
Golfo de Tonkín y nuestros navíos están ahí en misiones inocuas",
claro, "éste fue un ataque no provocado". Bueno, la aseveración estaba
plagada de mentiras, pero de inmediato el Congreso aprobó -casi por
unanimidad en el Senado y unánimemente en la Cámara de Representantes,
algo que se asemeja a las recientes resoluciones aprobadas en apoyo a
Bush- medidas que en aquel tiempo otorgaron a Lyndon Johnson una
especie de cheque en blanco para que hiciera lo que quisiera. El
resultado fue diez años de guerra brutal.
Y sí. Esto significa que podemos analizar también las guerras
chiquitas, como la invasión a Granada, en la que se dijeron algunas
mentiras -que unos estudiantes de medicina estadounidenses estaban en
peligro cuando no corrían peligro alguno. O la guerra contra Panamá
que empezó con cuentos como aquel de que "fuimos insultados": "un
sargento y su esposa fueron insultados por tropas panameñas", y así por
el estilo.
Una muy larga lista de mentiras
Hay un gran periodista estadounidense, IF Stone, a quien se invitaba a
algunas clases de periodismo. Abandonó los periódicos importantes para
los que trabajaba y fundó un pequeño boletín independiente que se hizo
famoso -el IF Stone's Weekly. Este periodista solía decirle a los
estudiantes de la carrera, a todos los que deseaban ser reporteros: "Si
quieres ser un buen periodista, recuerda sólo tres palabras: los
gobiernos mienten. No sólo el gobierno estadounidense, todos los
gobiernos. Los gobiernos mienten".
Si la gente de nuestros periódicos, de nuestros medios informativos,
partiera de dicha suposición, habría un debate realmente democrático,
un intercambio rico en ideas, en vez de esta premura por conformarse a
todo lo que el presidente diga.
Desentrañar el engaño
Todo el engaño que vemos cuando las guerras principian, comienza a
develarse después de un tiempo. Lo vimos muy claramente en el caso de
Vietnam. Tomó años que el público estadounidense empezara a ver la
verdad de lo que ocurría allí.
Al principio creyó lo que el gobierno decía: "Ah, únicamente
bombardeamos objetivos militares". Pero conforme las personas supieron
y entendieron lo que ocurría en Vietnam, cuando los veteranos
comenzaron a retornar del frente y narraron las atrocidades en las que
habían estado implicados, el público comprendió.
Hubo sesiones de información, hubo periódicos alternativos, un servicio
informativo independiente en el Pacífico -fue ese medio el que destapó
el reporte de la matanza de Mai Lai, no los diarios de primera línea.
Y poco a poco se fueron descubriendo las mentiras y después de unos
años la opinión pública estadounidense dio un giro completo. En 1966
tal vez dos terceras partes del público estaban a favor de la guerra,
pero para 1968 o 1969 dos terceras partes estaban en contra.
Lo que quiero sugerir, ahora me doy cuenta, es que si existe una
campaña de información, si es posible diseminar en extenso información
e ideas que destapen los engaños, que refuten las mentiras, que digan
la verdad de lo que ocurre, entonces el público, que en un principio se
deja engañar y de entrada se apresura a respaldar al presidente, puede
recapacitar su posición.
Así ocurrió en la Guerra del Golfo, en la que no hubo el tiempo
suficiente -como sí lo hubo en Vietnam, donde el conflicto duró años.
En el caso de Vietnam pasaron años antes de que la gente supiera lo que
estaba pasando. En la Guerra del Golfo no hubo tiempo: duró apenas
tres meses. Pero aun así, cuando se hicieron encuestas en torno a esa
guerra, seis meses después, nueve meses después, 85 por ciento que
había apoyado la guerra al principio, disminuyó a 45, a 50 por ciento.
La gente aprende. La esperanza es que la gente no tenga miedo de decir
lo que piensa, que se difunda la información, que haya mítines,
manifestaciones y sesiones informativas, que mediante la red
electrónica se difundan los hechos por todo el país; que como resultado
de este aprendizaje de lo que realmente ocurre en el mundo, y al
conocerse la verdad en torno a la política exterior estadounidense, al
reflexionar sobre el terrorismo en forma seria y no sólo
superficialmente, podamos ser un público que comience a exigir cambios
en la posición estadounidense ante el mundo.
Howard Zinn: El autor es historiador y crítico social estadounidense,
profesor en ciencia política en la Universidad de Boston. El presente
texto es transcripción de una entrevista videograbada.
https://www.alainet.org/fr/node/105406?language=en
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