Experiencia Latinoamericana: El Mercosur.
14/09/1998
- Opinión
Los temas socio-laborales en el MERCOSUR: tareas, riesgos, límites
Es esta una reflexión con dudas pero también con certezas y, en el mejor de los
casos, con algunas propuestas que enriquecen el debate.
Así como un mundo bipolar permitió mejorar las condiciones de vida y de trabajo
de pueblos enteros, su desaparición ha provocado una ofensiva generalizada
contra todas las conquistas obtenidas en décadas de lucha, creando enormes zonas
de pobreza y una polarización mundial entre una minoría de millonarios que
poseen la inmensa mayoría de los bienes producidos, y la multitudinaria legión
de hombres y mujeres que lo producen y no pueden acceder a su usufructo. La
dramática situación de continentes enteros como África, o la realidad de gran
parte de Europa del Este -incluyendo a Rusia con su crisis actual- Asia y
América Latina, son prueba elocuente de lo que decimos. El hambre, la
desocupación y la marginalidad azotan a millones de personas.
Los mercados emergentes se sumergen y, como castillo de naipes, el casino global
se tambalea. Hay en el nivel planetario un exceso de capacidad productiva y de
oferta de bienes, con caída de precios, retracción de la demanda y
cuestionamientos serios sobre el libre mercado. En 1997, la culminación de años
de corrupción, aventura financiera y abierto fraude bancario en Indonesia,
Japón, Corea del Sur y Tailandia, produjo el derrumbe de los tigres asiáticos.
Los capitales golondrinas empollaron ganancias por algunos meses en Rusia, pero
el éxodo continúa demoliendo los valores de las acciones en Asia, Europa
Oriental y América Latina, y reconcentrando las inversiones en los Estados
Unidos y Europa Occidental.
La fuerte ofensiva neoliberal orientada a transferir riquezas y capital
financiero, y su concentración en grandes centros mundiales -es decir, en
Estados Unidos, Japón y Unión Europea- dan origen a un nuevo orden económico
internacional muy lesivo para nuestros países. Por otro lado, la transformación
tecnológico-científica en el campo de la electrónica primero, y en el específico
de la informática después, generó las condiciones para una renovada expansión de
las fuerzas productivas en un proceso de reestructuración del capitalismo, con
la aparición de nuevas ramas de producción de desarrollo impetuoso, la
desaparición de otras -más tradicionales- que fueron en un tiempo hegemónicas, y
con formas de concentración monopólica de colosales dimensiones -las denominadas
megafusiones- que nos acosan en estos momentos.
Estamos hablando de cambios que acontecen en sectores como la banca y los medios
de comunicación, con todas las consecuencias que ello implica para quienes
quieren profundizar los procesos democráticos.
Debemos insistir en que no hay democracia política y social ni democracia
informativa si no existe democracia económica. Y las transformaciones
mencionadas no han resuelto las contradicciones propias del capitalismo como
sistema, sino que les han agravado. Como consecuencia, la lucha por los
mercados se hace cada vez más enconada entre los grandes centros de poder del
capitalismo moderno. La disputa por la expansión desenfrenada y la regla de la
máxima tasa de ganancia conducen poco a poco a generar situaciones socialmente
explosivas en muchas regiones del planeta. El modelo de producción,
distribución y acumulación está en pleno cambio y se generan procesos de
globalización. La forma, métodos, modos y relaciones de producción en la etapa
del capitalismo industrial, y en la del Socialismo de Estado centralizado,
hicieron crisis.
Debemos reconocerlo: fracasó la economía estatista centralizada, mientras que la
economía transnacionalizada capitalista no da respuesta a la sociedad en su
conjunto. Hay resistencias a la modernización neoliberal, que en casi ningún
caso ofreció propuestas solidarias de modernización, capaces de recrear la ética
del trabajo y configurar una nueva utopía de igualdad, solidaridad y justicia
social. La verdad es nunca hubo, en tiempo de paz, más miseria y hambre que
hoy, más desocupados que ahora. Los ricos son cada vez más ricos y su número
cada vez menor; los pobres son cada vez más pobres y los trabajadores, más
explotados. Frenar la ofensiva neoliberal, detenerla y construir un nuevo orden
institucional, unir a pueblos y trabajadores en un proyecto alternativo de
producción con justicia social, es la exigencia de esta etapa y el mandato para
nuestro accionar por un largo periodo. Es preciso tenerlo muy claro. Mientras
los grandes centros económicos mundiales -los Estados Unidos, Japón y la Unión
Europea- protegen su producción y su tecnología, nosotros les abrimos las
puertas, y nuestros gobiernos sólo se preocupan por reducir el déficit fiscal y
controlar la inflación: para ello descargan en la gente feroces ajustes junto a
la aplicación de mecanismos de flexibilización y desregulación laboral que dejan
a miles de trabajadores en la calle.
Una vez más decimos que el gran desafío reside en desarrollar y articular una
propuesta alternativa, democrática, solidaria y con justicia social. Un modelo
de desarrollo industrial y agrario apto para fomentar la ocupación, la
independencia económica, el fortalecimiento y la eficiencia de las empresas
públicas estratégicas, que frene la penetración incontrolada de las grandes
transnacionales en la región, y que priorice la salud, la educación y la
vivienda, una democracia con participación popular.
Ante un panorama de economía globalizada y de bloques regionales, se hace más
que nunca necesario organizar la acción sindical en la instancia coordinadora
del Mercosur ante el desafío que nos plantea el Nafta -es decir, los Estados
Unidos, Canadá y México-, la Unión Europea, y ahora un nuevo proceso, el ALCA.
El Mercosur constituye -como integración regional y en una primera instancia-
una respuesta a la globalización, y puesto que hoy es ya una realidad, resulta
molesta al fundamentalismo neoliberal, a organismos internacionales y al
gobierno de los Estados Unidos.
La cuestión fue -.y es- no oponerse a la integración sino confrontar modelos de
integración. Tal planteo dio respeto y credibilidad a las centrales sindicales
del Mercosur. En el Tratado de Asunción, al excluir de todos los ámbitos al
sector sindical, el enfoque democrático estaba ausente. Resuelta la actuación
conjunta, parecía lógico que la coordinadora de sindicatos del Mercosur exigiera
espacios de participación, lo que finalmente se logró con el apoyo de la OIT, y
también en cierta sintonía con los ministerios de trabajo de los cuatro países
que habían sido igualmente marginados.
Por fuera, las cúpulas gubernamentales, en las deliberaciones se incluyeron los
temas socio-laborales así como la creación de una carta social del Mercosur que,
junto con una lista común de convenios de la OIT, establecieron el piso mínimo
de derechos por debajo de los cuales ningún país podría actuar, evitándose de
ese modo el denominado dumping social. Pero sigue existiendo renuencia de parte
de los gobiernos a incorporar la carta social así como los instrumentos que
tiendan a la dignificación del trabajo, lo que explica el actual modelo de
integración. Se busca desregular los derechos del trabajo y, al mismo tiempo,
achicar el costo laboral, lo que implica equiparar salarios no hacia arriba sino
hacia abajo, a partir del nivel medio percibido por los trabajadores en
Paraguay. Debemos reconocer que no hemos avanzado mucho, ya que no supimos
priorizar objetivos fundamentales y nos confundimos en una dinámica de trabajo
técnico en el subgrupo creado que, a la larga, no alcanzó resultados prácticos.
La creación del Foro Consultivo Económico-Social significó un nuevo nivel de
participación sindical por sus tres características básicas, que lo diferencian
de la anterior experiencia: 1) es una de las seis instituciones del MERCOSUR; 2)
tiene como temática lo económico y lo social, que es en buena parte, lo que
interesa a los trabajadores; 3) no está integrado por los gobiernos sino que en
él están representados los trabajadores, empleados y sectores diversos como los
consumidores, cooperativistas, profesionales, y otros.
La estrategia de participación del movimiento sindical en el Mercosur no es una
instancia definitiva sino una resolución sometida a la permanente reflexión y a
la reconsideración de las riquezas mismas que la vida va imponiéndonos. Si bien
podemos afirmar que esa estrategia nos ha permitido influir en el proceso,
debemos a su vez reconocer que no fue suficiente. Queda aún por analizar,
incluso, la falta de participación de los periodistas en el grupo de las
comunicaciones del Mercosur..
Un Mercosur distinto sólo será posible con el concurso de vastos sectores de la
sociedad, comprendido el sistema político. Sólo una correlación de fuerzas de
esa magnitud podrá hacer frente al modelo de integración comercial dominante en
la actualidad. La estrategia sindical en el Mercosur se ha ubicado demasiado
cerca de la cúpula y escasamente en la base.
A diferencia de los gobiernos y de los empresarios, nuestra fuerza radica en la
capacidad de convocar y movilizar a miles de trabajadores detrás de un objetivo.
Y esa ha sido, en esta oportunidad, nuestra carencia. Sin las ideas, la lucha
es inconducente. Pero sin la gente, las ideas serán totalmente estériles.
También debemos mirar desde el Mercosur hacia afuera: para ello es
imprescindible iniciar una ofensiva conjuntamente con el resto del movimiento
sindical de América Latina, con relación a la Unión Europea y al Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA), tema que hay que incorporar también al análisis
sindical. De una cosa no caben dudas: es prioritario consolidar el Mercosur
antes de seguir avanzando junto con otros bloques regionales. No pueden
aceptarse acuerdos parciales. O se logran acuerdos en todas las áreas, o no hay
acuerdo. Es necesario lograr acuerdos en materia agrícola, asuntos laborales,
servicios, medio ambiente, eliminación del proteccionismo y el dumping.
Destacados economistas norteamericanos han afirmado que para entrar en el ALCA
los países de América Latina deberán profundizar las reformas y mejorar sus
indicadores macro y microeconómicos, porque la integración llevará a las
industrias locales a enfrentar una pesada competencia de las firmas extranjeras.
En el corto plazo, pocos países podrán hacer frente a la competencia de los
industrializados. En consecuencia y por el momento, la Coordinadora de
Centrales Sindicales del Mercosur no ve ninguna ventaja para los trabajadores en
la creación de un área de libre comercio de las Américas. Los plazos, la
formulación, el alcance y la metodología de su implementación responden
fundamentalmente a los intereses de los grandes grupos económicos,
principalmente de los Estados Unidos, que buscan garantizar la hegemonía
económica y comercial de esos grupos en nuestra región. Nuestro continente se
caracteriza por sus evidentes desigualdades económicas y sociales.
El NAFTA detenta el ochenta y ocho por ciento del Producto Interno Bruto del
total de las Américas, contra el ocho por ciento de los países del Mercosur.
Los acuerdos comerciales no son capaces de superar por sí solos tal desigualdad:
al contrario, las experiencias regionales en curso como el NAFTA y el Mercosur
revelan que la liberalización comercial agrava los problemas del desempleo, y la
precarización de los contratos y de los salarios, cuando no son sustentadas por
políticas de integración social y productiva. No interesa, por tal razón, a los
países del Mercosur abrirse aún más a la competencia comercial. No existe
ningún motivo por el cual se debieran privilegiar acuerdos con los Estados
Unidos en detrimento de otros países o bloques regionales como -por caso- la
Unión Europea.
Las reglas y disciplinas comerciales que vayan a negociarse en el continente
deben tener en cuenta las inmensas disparidades existentes entre los países de
la región, asumiendo también el compromiso de superarlas. No es esto
precisamente lo que está precisamente en la negociación con el ALCA. Casi
cuatro años después de lanzar la idea de crear esta área de libre comercio de
las Américas, representantes de treinta y cuatro países del continente americano
comenzaron formalmente en Miami las negociaciones destinadas a la formación de
una zona de libre comercio continental. El último informe sobre las
perspectivas de los países de América Latina y el Caribe con el ALCA, preparado
por el SELA (Sistema latinoamericano y Económico del continente), afirma que la
creación del ALCA es insuficiente para lograr cambios profundos en las
relaciones de América Latina y los Estados Unidos.
El intercambio comercial global de los Estados Unidos con veintiocho países
miembros del SELA fue deficitario en 5.100 millones de dólares en el año 1997,
lo que representa un 2,8% del déficit total norteamericano según los datos del
SELA. En lo que sí convergen es en la aplicación de modelos económicos de libre
mercado. Rechazamos categóricamente la afirmación de que las fuerzas de libre
mercado generarán el crecimiento económico y la creación de empleo. Los datos
de Naciones Unidas demuestran que, en 1960, el veinte por ciento de los más
ricos del mundo poseían el equivalente a treinta veces de lo que les tocaba al
veinte por ciento de los más pobres. La diferencia se ha duplicado hoy. Hoy es
de sesenta y una veces. Vivimos en un mundo en el que, en este caso, el quince
por ciento de la población mundial detenta el ochenta por ciento del producto
bruto mundial.
El comercio internacional no es un fin en sí mismo, sino que debe orientarse al
servicio de los pueblos. Tenemos que combatir un libre comercio sin
salvaguardas sociales, sin garantías para las condiciones de trabajo y los
derechos sociales, y también, sin la debida protección del medio ambiente. Nos
oponemos al establecimiento de ventajas comparativas en desmedro de los derechos
fundamentales del hombre y la mujer. Los trabajadores no debemos ser los que
paguemos las consecuencias del incremento y la intensificación de la competencia
internacional provocada por el libre comercio.
Se asiste, además, a una ola de megafusiones en las comunicaciones del mundo
entero, en la que los capitales han priorizado nuestro continente. Hoy es
imposible no estar asociado con alguien. Con la globalización, todas las
comunicaciones internacionales avanzan. No hay fronteras: no se trata ya de un
negocio en un país sino de un negocio global. Antes del año 2000, el dominio
mundial de la información y la comunicación se hallará en muy pocas manos. En
el Mercosur, durante los últimos cinco años, las comunicaciones y
telecomunicaciones se convirtieron en un gran negocio y en sectores
irresistibles para la inversión nacional y extranjera. El Grupo Clarín,
Citicorp Holding, Globo y Abril marcaron una serie de movimientos intersociales:
hablamos de compras, ventas, fusiones, alianzas estratégicas entre diversos
sectores mediáticos -prensa, radio y televisión, cable digital y aire,
informática y audiotextos, entre otros.
Manuel Méndez es miembro del Consejo Directivo de la Asociación de Prensa del
Uruguay (APU) y de la Central Obrera de Uruguay.
Ponencia presentada en el Primer Congreso Mundial de la Comunicación-UTPBA
Buenos Aires, septiembre de 1998.
https://www.alainet.org/fr/node/105537
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