Palestina: La doble moral de Occidente

20/07/2006
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El último capítulo del conflicto entre Israel y Palestina empezó cuando las fuerzas israelíes secuestraron a dos civiles, un médico y su hermano, en Gaza. Un incidente que tuvo escasa repercusión en los medios de opinión de cualquier parte del mundo, excepto en la prensa turca. Al día siguiente los palestinos tomaron prisionero a un soldado israelí -y propusieron liberarlo negociando un intercambio de prisioneros en manos de los israelíes-. Hay aproximadamente 10.000 palestinos detenidos en las cárceles israelíes. Que este "secuestro" sea considerado una atrocidad, mientras que la ocupación militar ilegal de Cisjordania y la apropiación sistemática de los recursos naturales de los palestinos -principalmente el agua- por parte de las Fuerzas de Defensa Israelíes es considerado un hecho de la vida, lamentable pero realista, es típico de la doble moral que con frecuencia emplea Occidente frente a lo que les sucedió a los palestinos, en la tierra que les fuera adjudicada mediante acuerdos internacionales, durante los últimos setenta años. Hoy a una atrocidad le sigue otra atrocidad; los misiles improvisados se cruzan con otros sofisticados. Estos últimos, por lo general, encuentran su blanco donde viven los pobres desposeídos y apiñados, esperando lo que alguna vez se llamaba Justicia. Ambas categorías de misiles desgarran cuerpos de manera horrorosa -¿quién si no los comandantes de campo pueden olvidar esto por un momento? Cada provocación y contraprovocación es objetada y da lugar a un sermón. Pero todos los argumentos, acusaciones y promesas subsiguientes sirven como una distracción para desviar la atención mundial de una práctica militar, económica y geográfica a largo plazo cuyo objetivo político es nada menos que la extinción de la nación palestina. Esto hay que decirlo en voz alta y claramente ya que la práctica, que se declara sólo la mitad de las veces y a menudo es encubierta, avanza a pasos acelerados en estos días y, en nuestra opinión, hay que reconocerla constante y eternamente como lo que es y oponerle resistencia. - John Berger, Noam Chomsky, Harold Pinter y José Saramago
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