Repsol y el motor del capitalismo global

08/08/2006
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Sentado en el sofá del salón de su casa, el protagonista del anuncio se dispone a ver la tele. De pronto, ve cómo desaparece el mando a distancia. Y luego una botella de plástico. Y el reloj, las gafas, el televisor, el propio sillón, el teléfono, las fotografías que adornan la pared, la alfombra, sus zapatos... de repente todo se evapora. Desesperado, el tipo sale a la calle -ahora que la puerta se ha volatilizado- y ve cómo primero su coche, después su ropa y, por último, la propia casa desaparecen ante sus ojos. Finalmente, aparece el logotipo de la compañía petrolera estadounidense Oxy y el spot publicitario termina con una voz que dice: “¿Has pensado alguna vez cuánto depende tu vida de los productos derivados del petróleo?”. Nadie mejor que una empresa que explota los hidrocarburos para explicar el papel que juega el petróleo en el sistema capitalista global. Porque, como dice el anuncio, el oro negro es imprescindible para que nuestro modelo de producción y consumo funcione. Y, para comprobarlo, basta con echar un vistazo a la lista de las mayores empresas transnacionales del planeta [1]: la primera multinacional del mundo es Wal-Mart [2] y, a continuación, de las once empresas siguientes, cuatro son de automóviles, una es eléctrica y seis son petroleras. Es decir, que once de las doce mayores transnacionales del mundo se dedican a la fabricación de coches y de combustible para ellos o a la producción de energía para satisfacer la creciente demanda de la sociedad de consumo en que vivimos. Y es que la forma de vida de los países occidentales, tal y como la conocemos en la actualidad, es totalmente dependiente del petróleo. La geopolítica de los hidrocarburos Por lo tanto, no es de extrañar que el control de los recursos petrolíferos haya dado lugar históricamente a multitud de guerras, invasiones y dictaduras. Desde los inicios del siglo XX hasta nuestros días se ha venido dando una constante puja entre empresas representativas de los Estados capitalistas que, entre otros casos, ha sido decisiva en la conflictiva configuración de los Estados en Oriente Medio, el emplazamiento de bases militares norteamericanas en las áreas de influencia de los yacimientos de hidrocarburos o las intentonas golpistas en Venezuela. Porque, como es sabido, la mayor parte de las reservas de hidrocarburos se encuentran principalmente en tres regiones del mundo: Oriente Medio, el Mar Caspio y el Caribe. En el resto del planeta existen yacimientos con reservas dispersas, fundamentalmente concentradas en el abastecimiento de mercados locales y que se encuentran en proceso de agotamiento. Aunque siempre ha sido objeto de controversia, debido a los enormes intereses que están involucrados, el debate sobre el agotamiento de las reservas globales vuelve a estar de actualidad. A pesar del evidente interés por mantener este asunto fuera del conocimiento público, hay analistas que plantean que estamos ante el máximo nivel de producción petrolífera, lo que precedería a un descenso global de dicha producción, [3] con lo que el control del petróleo será si cabe aún más importante para los grupos económicos de los países industrializados. En la geopolítica de los hidrocarburos, la clave está en que las zonas de producción no coinciden con las de consumo. Este hecho mantiene una contradicción evidente: por un lado, en los países del Norte, se encuentra la prosperidad basada en el uso de una fuente energética versátil y potente; por otro, la violencia y marginación que ha generado su condición de recurso para la exportación se ha instalado en los países del Sur. Y, en toda esta historia, las empresas transnacionales juegan un papel fundamental. Las grandes empresas petroleras [4] controlaron los precios del crudo desde principios de siglo hasta los años 70, momento en el que los países de la OPEP culminaron las nacionalizaciones que les llevaron a controlar la mayor parte de la producción y, por lo tanto, también de los precios. Al calor de la globalización económica, con la industrialización y el crecimiento económico, las empresas petroleras -estatales o privadas- adquirieron un mayor poder, dado que han sido las encargadas de asegurar el suministro de hidrocarburos que soporte la creciente demanda energética que trae la extensión de la sociedad de consumo. En la actualidad, las petroleras estatales controlan aproximadamente el 80 por ciento de las reservas de petróleo y gas del mundo, mientras que las grandes transnacionales son compradoras netas de petróleo y se dedican fundamentalmente a su refino y comercialización. En este sentido, dentro de las multinacionales de los hidrocarburos tenemos desde las viejas empresas petroleras ligadas a la expansión norteamericana de mitad del siglo pasado (ChevronTexaco, ExxonMobil) y los viejos imperios del siglo XIX (BP-Amoco, Shell) hasta las nuevas compañías gestadas en la propiedad del Estado y que se han ido privatizando en mayor o menor grado, como Total Fina Elf, la brasileña Petrobras y la española Repsol. Repsol YPF, líder de la energía en América Latina... La multinacional española Repsol YPF desarrolla sus actividades por todo el mundo. Sólo en América Latina y el Caribe, opera en 14 países. La compañía obtuvo en 2005 un beneficio récord de 3.120 millones de euros, un 29 por ciento más que el año anterior. Repsol YPF ocupa el puesto 97 en la lista de las mayores multinacionales del planeta y es la primera empresa transnacional de nuestro país [5]. En el sector de los hidrocarburos, es la decimoctava petrolera del mundo y, si descontamos las empresas estatales, es la octava mayor transnacional del planeta en esta actividad [6]. En resumen, Repsol YPF es una compañía que está en el pelotón de las grandes petroleras del mundo. América Latina es donde esta empresa española se ha hecho más fuerte: Repsol YPF es el líder del sector de la energía en la región. Ahí dispone de la mayoría de sus reservas de petróleo y gas y extrae la mayor parte de su producción anual de hidrocarburos. El 88 por ciento de su resultado operativo del año 2004 provino de América Latina [7]. Y lo más curioso es que la expansión de Repsol YPF en el continente americano se ha llevado a cabo en muy poco tiempo: Repsol fue creada por el Gobierno español en 1986 como sucesora del INH [8] y su proceso de privatización se inició tres años después, completándose en 1997; tras la compra de algunas empresas petroleras sudamericanas, en 1999 adquirió la empresa argentina Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), lo que la convirtió definitivamente en una compañía global. La integración de las actividades de Repsol y de YPF le dio a la empresa resultante un enorme poder de expansión en América Latina. La compra del gigante argentino significó un enorme endeudamiento para la compañía española, porque el valor de YPF era de más del doble que el patrimonio de Repsol en aquel momento, y toda la operación fue posible gracias a que el BBVA y La Caixa, accionistas de Repsol, atrajeron a varios bancos internacionales para que financiaran la adquisición [9]. Desde entonces, Repsol YPF concentró gran parte de sus actividades en Argentina... pero también fue extendiendo sus tentáculos por casi todos los demás países del continente: Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Perú, Trinidad y Tobago y Venezuela. La expansión de Repsol en América Latina se fundamentó en las enormes ganancias venidas con la explotación de los yacimientos de YPF. Sin embargo, dado que algunos de ellos se encuentran en fase de agotamiento, se ha hecho prioritario para la petrolera española ampliar sus reservas en regiones en las que existan campos con yacimientos confirmados. Por ello, en abril de 2006 Repsol YPF se sometió a las nuevas condiciones impuestas por el gobierno venezolano en los campos explotados por compañías privadas, tendentes a elevar la participación de PDVSA y elevar los impuestos para ellas. Ante la negativa de otras compañías como ExxonMobil o Total a aceptar las nuevas condiciones, Repsol YPF compró sus participaciones, lo que ha redundado en un gran aumento de las reservas de la compañía en este país. Con la misma estrategia se entiende la adquisición de los yacimientos de gas ubicados en Trinidad y Tobago. La apropiación de dichas reservas tiene el objetivo fundamental de servir para cubrir la demanda energética de la costa oriental de los Estados Unidos, donde Repsol YPF va a convertirse en el segundo proveedor de gas natural licuado. Eso sí, como es de esperar, los impactos de las actividades gasíferas en ultramar no han sido mostrados a la luz pública. ... y a la cabeza de los impactos sociales y ambientales Porque toda esta recolonización de América Latina [10] lleva implícita una lista de enormes consecuencias sociales, ambientales y culturales sobre los pueblos de la región [11]. Como, por ejemplo, en Argentina, donde se ha producido la contaminación del yacimiento de Loma de la Lata: allí, los habitantes de las comunidades mapuches Kaxipayiñ y Paynemil presentan unos alarmantes niveles de intoxicación por metales pesados. Además, la privatización de YPF provocó una fuerte pérdida de puestos de trabajo. O en Ecuador, país en el que Repsol YPF tiene actividades en el Parque Nacional Yasuní, reserva de la biosfera y hábitat de la etnia huaorani. En esta nación, la multinacional española también forma parte, junto con otras seis empresas, del consorcio que explota el Oleoducto de Crudos Pesados (OCP), que transporta el petróleo desde la selva amazónica hasta la costa pacífica y afecta a 11 áreas protegidas. Y qué decir de Bolivia, donde Repsol desarrolla actividades en el Territorio Indígena Multiétnico -en el cual conviven comunidades chimanes, moxeñas y yurakarés-, en el Territorio Indígena Chimán y el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure -refugio ancestral de la etnia yurakaré-, sólo por citar algunos de los territorios en los que habitan etnias amazónicas que la multinacional ha invadido. En estos momentos, Repsol YPF se enfrenta, además, a la acusación de contrabando de petróleo, así como a la nueva situación creada en el país tras el decreto de nacionalización de los hidrocarburos. En resumen, en el contexto del control integrado de las reservas de hidrocarburos en América Latina, Repsol trata de cubrir todas las posibilidades de explotación, aunque para ampliar sus reservas tenga que asumir determinados costes políticos y daños a su imagen corporativa. Como en Colombia, donde la petrolera ha asumido la exploración y explotación de hidrocarburos en los territorios indígenas u’wa y guahibo, en los que se encuentran preocupantes coincidencias entre la entrada de la empresa y la aparición de grupos paramilitares. A pesar de que en la actualidad Repsol YPF extrae una importante cantidad de petróleo, esta empresa no cuenta con una oficina pública en Colombia y, aunque reporta en su informe de actividades sus prometedoras áreas de exploración y explotación petrolífera, no tiene presencia física en el país, con el probable fin de cuidar su vilipendiada imagen pública. En este país, Repsol YPF opera principalmente en el departamento de Arauca, región fronteriza con Venezuela, que ha contado con importantes yacimientos de petróleo desde la década de los ochenta. Esta zona ha padecido de manera directa los estragos que acarrea la extracción petrolera, que van desde la generalización de la corrupción en los poderes públicos y el financiamiento de grupos armados hasta el deterioro ambiental de las corrientes de agua y sus tierras. Y, por supuesto, todo este grave historial de las consecuencias que ha tenido la expansión de Repsol YPF en América Latina no es sino tan sólo un ejemplo de lo que ha supuesto para el planeta la generalización de un modelo de producción y consumo basado en el petróleo. ________________________________________ Nota [1] FORTUNE (2005): Global 500. Julio. [2] Ver en este mismo número de Pueblos: HOLLANDER, James: “El mundo según Wal-Mart: el Godzilla de la globalización capitalista”, página 13. [3] CAMPBELL, Colin J.; LAHERRERE, Jean H. (1998): “The end of cheap oil”. Scientific American, marzo. [4] Las “siete hermanas” (Exxon, Gulf, Texaco, Mobil, Standard Oil, British Petroleum y Royal Dutch Shell) constituyeron un cartel, que les posibilitó fijar de forma conjunta los precios del petróleo del mercado mundial desde 1928 a 1973. Citado en CEPAL (2002): La inversión extranjera en América Latina y el Caribe, 2001, capítulo IV. [5] FORTUNE (2005): op. Cit. [6] Según el ranking elaborado por la revista Petroleum Intelligence Weekly (2004): “PIW’s Top 50: How The Firms Stack Up”. [7] REPSOL YPF (2005): Informe Anual 2004. [8] El Instituto Nacional de Hidrocarburos (INH) se creó en el año 1981 para agrupar las participaciones estatales de las compañías del sector de los hidrocarburos en España. [9] CEPAL (2002): op. Cit. [10] GAVALDÁ, Marc (2003): La recolonización. Repsol en América Latina: invasión y resistencias. Icaria Editorial, Barcelona. [11] ORTEGA, Miquel (coord.) (2005): La deuda ecológica española. Impactos económicos y sociales de la economía española en el extranjero. Muñoz Moya Editores, Sevilla. Alejandro Pulido forma parte del Instituto Nacional Sindical (CED-INS) de Bogotá y Pedro Ramiro es miembro de OMAL. Este artículo ha sido publicado en el nº 22 de la revista Pueblos, julio de 2006, Especial Multinacionales, pp. 29-31. Pedro Ramiro: investigacion@omal.info
https://www.alainet.org/fr/node/116502
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