Un encuentro, muchos caminos, unidos contra el olvido
11/05/2007
- Opinión
El Encuentro Nacional de Víctimas pertenecientes a Organizaciones Sociales que se viene gestando desde la Confluencia por la Democracia y Contra la Guerra ha resultado ser más que la preparación de un evento puntual. La organización del Encuentro ha sido la oportunidad de ir construyendo y fortaleciendo lazos entre las organizaciones sociales.
Múltiples miradas y diferentes acercamientos a la problemática relacionada con la victimización de que han sido objeto las organizaciones sociales constituyen la nota que da complejidad a este esfuerzo.
El panorama del conflicto social y armado en Colombia, tanto si uno toma como fecha emblemática la de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (1964), como si uno va más atrás a 1948, o si se remonta antes en la historia de las guerras colombianas del siglo XX, nos muestra la complejidad que representa tratar de unir a las víctimas de todos los actores armados, en un mismo esfuerzo, para tratar de trazar un camino conjunto.
Dicho esfuerzo añade un valor inmenso al proceso. La preparación del Encuentro ha sido la oportunidad para ver más de cerca el doloroso cuadro de nuestras víctimas y para examinar con más detenimiento las múltiples modalidades de la victimización y los distintos niveles de responsabilidad que incumben a paramilitares, guerrillas y principalmente al Estado colombiano, ya sea por acción u omisión en su deber de protección y garantía de los derechos. La preparación del evento ya ha sido una ganancia para el fortalecimiento de la sociedad civil y particularmente de las organizaciones, en cuanto a la discusión de aspectos relacionados con la filosofía que lo anima y con la metodología por la que optaremos, tratándose puntualmente de un encuentro de las víctimas, más que de las organizaciones sociales o no gubernamentales que las han apoyado o acompañado en sus esfuerzos de visibilización de la problemática. Por increíble que parezca y al cabo de más de medio siglo de confrontaciones violentas en nuestro país, las víctimas aún no habían alzado su voz con la contundencia que reclaman las diferentes manifestaciones de violencia en todo el país. Tampoco se habían organizado adecuadamente para empoderarse y reclamar toda la verdad, lograr que se haga justicia y obtener las reparaciones individuales y colectivas que correspondan.
Es explicable. Uno de los efectos más perversos de la violencia que se ha inferido a tantas personas y organizaciones en el país, más allá de los vejámenes directos, es justamente la diáspora de las víctimas, el aumento del miedo, la sensación de desconfianza en la justicia, y el sentimiento de frustración ante un país que se ha mostrado como ejemplo de superación de varias crisis institucionales, sin resolver muchas de ellas, sin ir al fondo.
Por eso, aunque se tiene la sensación de que una aparente solidez de la institucionalidad democrática puede con todo, la verdad es que las heridas que se le han hecho en muchas regiones a miles de colombianas y colombianos están lejos de cicatrizar y para que ello ocurra, las víctimas tienen que mirarse unas a otras, reconocerse y poder construir un camino, aunque mantengan diferencias en el acercamiento a la problemática.
El Encuentro por tanto no buscará estandarizar visiones ni miradas, ni pretenderá construir modos únicos de acción, pero si quiere avanzar en la unidad desde la diversidad, ya que si el país es diverso, las víctimas sí que lo son, no sólo por las causas de la victimización y los actores que la han perpetrado, sino por los efectos que ha tenido en el tejido colectivo la violencia.
Tan contundente como la victimización tendrá que ser entonces la superación del miedo. Tan contundente como la sevicia con que actuaron los verdugos, tendrá que ser el grito de las víctimas que reclame la recuperación de la memoria. Tan contundente como el silencio y la complicidad del Estado, tendrá que ser la exigencia que le hagan las víctimas a las instituciones de justicia para que actúen evitando la impunidad y la repetición de los hechos.
El Encuentro, cuya fecha definitiva por fin se ha establecido para el 26, 27 y 28 de Julio, es la oportunidad para que la radiografía de este país no siga siendo hecha desde la academia, ni desde los estamentos oficiales, sino desde los sentimientos morales de las víctimas y sus familiares, desde la reconstrucción de las historias por parte de los diferentes colectivos, desde la dignidad de la memoria.
Francisco Taborda Ocampo
Asesor de la Corporación Viva la Ciudadanía
Múltiples miradas y diferentes acercamientos a la problemática relacionada con la victimización de que han sido objeto las organizaciones sociales constituyen la nota que da complejidad a este esfuerzo.
El panorama del conflicto social y armado en Colombia, tanto si uno toma como fecha emblemática la de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (1964), como si uno va más atrás a 1948, o si se remonta antes en la historia de las guerras colombianas del siglo XX, nos muestra la complejidad que representa tratar de unir a las víctimas de todos los actores armados, en un mismo esfuerzo, para tratar de trazar un camino conjunto.
Dicho esfuerzo añade un valor inmenso al proceso. La preparación del Encuentro ha sido la oportunidad para ver más de cerca el doloroso cuadro de nuestras víctimas y para examinar con más detenimiento las múltiples modalidades de la victimización y los distintos niveles de responsabilidad que incumben a paramilitares, guerrillas y principalmente al Estado colombiano, ya sea por acción u omisión en su deber de protección y garantía de los derechos. La preparación del evento ya ha sido una ganancia para el fortalecimiento de la sociedad civil y particularmente de las organizaciones, en cuanto a la discusión de aspectos relacionados con la filosofía que lo anima y con la metodología por la que optaremos, tratándose puntualmente de un encuentro de las víctimas, más que de las organizaciones sociales o no gubernamentales que las han apoyado o acompañado en sus esfuerzos de visibilización de la problemática. Por increíble que parezca y al cabo de más de medio siglo de confrontaciones violentas en nuestro país, las víctimas aún no habían alzado su voz con la contundencia que reclaman las diferentes manifestaciones de violencia en todo el país. Tampoco se habían organizado adecuadamente para empoderarse y reclamar toda la verdad, lograr que se haga justicia y obtener las reparaciones individuales y colectivas que correspondan.
Es explicable. Uno de los efectos más perversos de la violencia que se ha inferido a tantas personas y organizaciones en el país, más allá de los vejámenes directos, es justamente la diáspora de las víctimas, el aumento del miedo, la sensación de desconfianza en la justicia, y el sentimiento de frustración ante un país que se ha mostrado como ejemplo de superación de varias crisis institucionales, sin resolver muchas de ellas, sin ir al fondo.
Por eso, aunque se tiene la sensación de que una aparente solidez de la institucionalidad democrática puede con todo, la verdad es que las heridas que se le han hecho en muchas regiones a miles de colombianas y colombianos están lejos de cicatrizar y para que ello ocurra, las víctimas tienen que mirarse unas a otras, reconocerse y poder construir un camino, aunque mantengan diferencias en el acercamiento a la problemática.
El Encuentro por tanto no buscará estandarizar visiones ni miradas, ni pretenderá construir modos únicos de acción, pero si quiere avanzar en la unidad desde la diversidad, ya que si el país es diverso, las víctimas sí que lo son, no sólo por las causas de la victimización y los actores que la han perpetrado, sino por los efectos que ha tenido en el tejido colectivo la violencia.
Tan contundente como la victimización tendrá que ser entonces la superación del miedo. Tan contundente como la sevicia con que actuaron los verdugos, tendrá que ser el grito de las víctimas que reclame la recuperación de la memoria. Tan contundente como el silencio y la complicidad del Estado, tendrá que ser la exigencia que le hagan las víctimas a las instituciones de justicia para que actúen evitando la impunidad y la repetición de los hechos.
El Encuentro, cuya fecha definitiva por fin se ha establecido para el 26, 27 y 28 de Julio, es la oportunidad para que la radiografía de este país no siga siendo hecha desde la academia, ni desde los estamentos oficiales, sino desde los sentimientos morales de las víctimas y sus familiares, desde la reconstrucción de las historias por parte de los diferentes colectivos, desde la dignidad de la memoria.
Francisco Taborda Ocampo
Asesor de la Corporación Viva la Ciudadanía
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 61
Corporación Viva
https://www.alainet.org/fr/node/121070
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