La ciencia y el maíz
21/10/2007
- Opinión
La ignorancia es la adversaria mayúscula del hombre. Es el símbolo del atraso y la marginación. Es una especie de maldición que atrae la abulia y el desinterés por la investigación. Es un engendro que se debe vencer utilizando los medios que se tengan al alcance. Vale la pena emprender la tarea, que es de todos.
Estas expresiones -viejas y comunes- que no requieren ninguna comprobación porque todo mundo las comparte, son una respuesta a las conjeturas que miles de ciudadanos se hacen en torno al maíz, producto genuinamente nuestro y del que se desprendió una cultura sabrosa, pero localizada únicamente en el deseo de ingerir, de comer, porque este valioso y sagrado fruto es el origen de una serie interminable de bocadillos populares.
Del maíz hemos comido tortillas, bocoles, gorditas, garnachas, pinole, enchiladas, enfrijoladas, tamales, zacahuil, estrujadas, empipianadas, tostadas, tacos, molotes, palomitas, galletas, y seguramente una veintena más de formas que toma la masa para avivar los organismos. Por cierto, son sencillamente deliciosos y hacen la felicidad de millones de golosos que lucen sus llantas “michelín” con un orgullo extraordinario; es más, existen quienes no pueden vivir con regocijo si dejan de saborear alguno o algunos de estos derivados de la mazorca.
Lo expreso sin rubor, pero con preocupación. Cuando se hablaba muy comúnmente de alta fructuosa, en verdad jamás pensé que fuera un endulzante derivado del maíz; también cuando se empezó a propalar que el etanol pudiera ser un substituto de la gasolina, ninguna vez me imagine lo pudieran extraer de este grano mexicano. Y así, no sé bien cuantos derivados más se obtengan de las semillas que nosotros solamente consideramos como una parte de nuestra alimentación. Hoy sabemos que las milpas, verdes y bellas que crecen en los campos, son más que una expectativa alimentaria, pero como siempre, hemos llegado tarde al conocimiento científico de las propiedades de esta gramínea maravillosa.
La semana pasada, la Comisión de Agricultura y Ganadería de la Cámara Baja del Congreso de la Unión, aprobó la Ley de Bioenergéticos, que incluye una prohibición tajante para quienes deseen aprovecharlo en la elaboración de etanol. Claro que en algún apartado expresa el citado ordenamiento que ese impedimento cesa siempre y cuando existan excedentes, situación difícil de lograr, dada la conformación de la superficie del terreno nacional. Pero no para ahí la cuestión, porque los legisladores autorizan que de los elotes y las hojas sí se puede lograr el combustible.
La conclusión de los diputados consiste en señalar que los granos mencionados deben ser prioritarios en la alimentación de los mexicanos y sugieren que la energía se busque en otras fuentes localizables en el sorgo, remolacha, algas y diferentes bacterias.
Estos datos que hoy emergen como resultado de la norma aprobada, vuelven a plasmar lo de siempre, el maíz, como otros productos, debe ser utilizado para comer y no para investigar, cuando se podrían combinar ambas acciones con el objetivo de avanzar en su aprovechamiento integral. Para nadie es un secreto que está próximo el final de los hidrocarburos, que ya casi se han consumido los yacimientos y hasta este momento estamos esperando que los gobiernos y la iniciativa privada se pongan de acuerdo para que, juntos, traten de encontrar soluciones prácticas y eficaces para sustituir la energía petrolífera tan usada en miles de formas para sostener el auge y el progreso actuales.
Es la investigación, el apoyo a programas científicos lo que podrá resolver la encrucijada que ya preocupa al género humano. ¿Hasta cuando empezaremos? O como siempre, tendremos que esperar a ver qué hacen otros países para luego aprovechar esos avances, pero aceptando sus condiciones.
Parece mentira pero a millones de mexicanos les interesa más saber en qué andan gastando lo que se robaron los panistas Fox-Sahagún, que el futuro de nuestra Patria.
Estas expresiones -viejas y comunes- que no requieren ninguna comprobación porque todo mundo las comparte, son una respuesta a las conjeturas que miles de ciudadanos se hacen en torno al maíz, producto genuinamente nuestro y del que se desprendió una cultura sabrosa, pero localizada únicamente en el deseo de ingerir, de comer, porque este valioso y sagrado fruto es el origen de una serie interminable de bocadillos populares.
Del maíz hemos comido tortillas, bocoles, gorditas, garnachas, pinole, enchiladas, enfrijoladas, tamales, zacahuil, estrujadas, empipianadas, tostadas, tacos, molotes, palomitas, galletas, y seguramente una veintena más de formas que toma la masa para avivar los organismos. Por cierto, son sencillamente deliciosos y hacen la felicidad de millones de golosos que lucen sus llantas “michelín” con un orgullo extraordinario; es más, existen quienes no pueden vivir con regocijo si dejan de saborear alguno o algunos de estos derivados de la mazorca.
Lo expreso sin rubor, pero con preocupación. Cuando se hablaba muy comúnmente de alta fructuosa, en verdad jamás pensé que fuera un endulzante derivado del maíz; también cuando se empezó a propalar que el etanol pudiera ser un substituto de la gasolina, ninguna vez me imagine lo pudieran extraer de este grano mexicano. Y así, no sé bien cuantos derivados más se obtengan de las semillas que nosotros solamente consideramos como una parte de nuestra alimentación. Hoy sabemos que las milpas, verdes y bellas que crecen en los campos, son más que una expectativa alimentaria, pero como siempre, hemos llegado tarde al conocimiento científico de las propiedades de esta gramínea maravillosa.
La semana pasada, la Comisión de Agricultura y Ganadería de la Cámara Baja del Congreso de la Unión, aprobó la Ley de Bioenergéticos, que incluye una prohibición tajante para quienes deseen aprovecharlo en la elaboración de etanol. Claro que en algún apartado expresa el citado ordenamiento que ese impedimento cesa siempre y cuando existan excedentes, situación difícil de lograr, dada la conformación de la superficie del terreno nacional. Pero no para ahí la cuestión, porque los legisladores autorizan que de los elotes y las hojas sí se puede lograr el combustible.
La conclusión de los diputados consiste en señalar que los granos mencionados deben ser prioritarios en la alimentación de los mexicanos y sugieren que la energía se busque en otras fuentes localizables en el sorgo, remolacha, algas y diferentes bacterias.
Estos datos que hoy emergen como resultado de la norma aprobada, vuelven a plasmar lo de siempre, el maíz, como otros productos, debe ser utilizado para comer y no para investigar, cuando se podrían combinar ambas acciones con el objetivo de avanzar en su aprovechamiento integral. Para nadie es un secreto que está próximo el final de los hidrocarburos, que ya casi se han consumido los yacimientos y hasta este momento estamos esperando que los gobiernos y la iniciativa privada se pongan de acuerdo para que, juntos, traten de encontrar soluciones prácticas y eficaces para sustituir la energía petrolífera tan usada en miles de formas para sostener el auge y el progreso actuales.
Es la investigación, el apoyo a programas científicos lo que podrá resolver la encrucijada que ya preocupa al género humano. ¿Hasta cuando empezaremos? O como siempre, tendremos que esperar a ver qué hacen otros países para luego aprovechar esos avances, pero aceptando sus condiciones.
Parece mentira pero a millones de mexicanos les interesa más saber en qué andan gastando lo que se robaron los panistas Fox-Sahagún, que el futuro de nuestra Patria.
https://www.alainet.org/fr/node/123846
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