Obama y América Latina, ¿el imperialismo amigable?

08/06/2008
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Con la nominación oficial de Obama como el candidato demócrata en las próximas elecciones presidenciales de los EEUU, hay muchos que ya están saltando en una pata, esperanzados en el fin de la política exterior agresiva e imperialista norteamericana [1]. Un sabio refrán popular dice que no importa el color del gato, siempre y cuando cace los ratones. Dando la espalda a la sabiduría popular, no pocos en la izquierda latinoamericana son los que están ilusionados con Obama, quien es casi seguro que sucederá a Bush en su poltrona en la Casa Blanca.

Adivi
na buen adivinador ¿cuál es la diferencia entre un demócrata negro y un republicano blanco?

“Es que es un candidato negro”, nos dicen. Como si la presencia de un -¡1!- negro en medio de un entramado político institucionalmente racista fuera a hacer alguna diferencia para los inmigrantes y las comunidades en los ghettos norteamericanos. Ya Obama, por lo demás, ha sido forzado a distanciarse de su pastor, Jeremiah Wright, que denunciaba el racismo institucional norteamericano y a abrazar de lleno la alicaída tesis de “la tierra de las oportunidades”. Al ser Obama un negro con raíces recientes en el continente africano, y por tanto, al ser un ente alienígeno en las esferas tradicionales del poder en los EEUU, recae sobre él una presión que no recae sobre ninguno de sus adversarios políticos por demostrar que efectivamente se merece la confianza de la plutocracia yanqui. Y le toca, entonces, adherir a los valores y al proyecto del American Way con un fervor mayor que cualquiera de sus predecesores. Con el fanatismo propio de quien recientemente se ha convertido a una religión, entrega a su entorno pruebas de su credo que no precisa de otorgar quien ha nacido en la fe.

También hay quienes creen que el color de la piel, por algún curioso efecto intelectual y emotivo producido por la melanina, sensibilizaría al potencial jefe de Estado yanqui sobre el sufrimiento en el Tercer Mundo y en las “neo-colonias” del país del dólar. ¿Ha significado acaso la presencia de Condolezza Rice algún cambio en la política de EEUU hacia Medio Oriente o América Latina? Si algún cambio ha habido, podríamos decir, sin vacilar, que ha sido para peor. ¿Evitó la presencia de Colin Powell en el gobierno de Bush la implementación del Plan Colombia o la invasión de Afganistán e Irak?

“Es que es un demócrata”, nos dicen. ¿Se olvidan que fue el demócrata Kennedy quien impulsó la invasión de Bahía Cochinos y que fue él quien, aplicando la teoría de la zanahoria y del garrote, impulsaba el bluff desarrollista de la Alianza para el Progreso a la vez que ajustaba la implementación de la doctrina de “Seguridad Nacional”? ¿Se olvidan de que fue Clinton quien bombardeó Irak (1998) y Somalia (1994)? Esto para no mencionar todos los criminales desaciertos en los Balcanes… ¿Se olvidan del embargo criminal que Clinton impuso sobre Irak, el cual, según cifras de UNICEF, costó la vida al menos a 500.000 niños? ¿Se olvidan de que fue Clinton quien comenzó con la retórica de las armas de destrucción masiva en Irak?

 Obama y el (Old) New World Order

Obama es un crítico de la invasión de Irak, es cierto, pero tampoco plantea la desocupación, sino que sencillamente la reducción del número de efectivos militares para asegurar la lealtad del régimen a Washington, para “entrenar” al ejército iraquí y “para combatir la amenaza de Al-Qaeda”[2]. Su principal crítica sobre la actual ocupación de Irak es de forma, no de fondo; no dice relación ni con el costo humano que ha tenido sobre el pueblo iraquí, ni mucho menos cuestiona la lógica voraz de los intereses petroleros tras ella, sino el elevado costo económico que representa para el presupuesto de los EEUU. Tal parece que, cuando se trata de Irak la diferencia entre demócratas y republicanos es más bien cuantitativa que cualitativa. Al parecer, la presencia de una guardia pretoriana yanqui en Irak está garantizada perpetuamente…

Respecto a la cuestión palestina, también Obama ha sido bien claro: en un mensaje en Marzo, criticaba la visión que “ve al conflicto en el Medio Oriente como un conflicto causado primordialmente por las acciones de incondicionales aliados como Israel, en lugar de originarse en la ideología perversa y llena de odio del islamismo radical”[3]. ¿Cuál es la diferencia entre su visión de la problemática del Medio Oriente y la visión de los halcones del Pentágono? Al igual que Bush, no “ve” la relación entre el conflicto palestino y esos “pequeños” detalles como son la ocupación de Palestina, el terrorismo del Estado de Israel (estado fundado por lo demás en el desplazamiento forzado y en la violenta expropiación de los palestinos de sus tierras), el racismo institucionalizado en un sistema semejante al apartheid sudafricano y peor que éste en muchos aspectos, o el estrangulamiento de Gaza. O si los ve, se hace el bobo.

Pero, ¿y qué hay de sus posiciones hacia América Latina? Es él mismo quien se ha encargado de dejar en claro cuál será su programa hacia Latinoamérica, el cual comienza como una crítica hacia la política de Bush. “Hemos desviado nuestra atención de América Latina. Toda nuestra contribución a América Latina es de U$2.700 millones, aproximadamente, la cantidad de dinero que gastamos en Irak en tan sólo una semana. No debemos, entonces, sorprendernos de que gente como Hugo Chávez o de que países como China ocupen ese vacío, cuando hemos sido negligentes”.[4]

¿Una nueva Alianza para el Progreso? ¿Lo necesitamos? ¿Lo queremos?

¿Qué nos ofrece a los latinoamericanos Obama? Algo quizás peor que Bush: más intervención, más dominación, más injerencia, más muerte. La política del mal menor se vuelve una cruel paradoja en los aires imperiales que se da Obama para hablar de su “patrio trasero”. Ahora que los EEUU están siendo desplazados de los mercados latinoamericanos por China y por  la Unión Europea[5], que entran pujantemente en la región con sus propios Acuerdos de Libre Comercio, amen del poder regional emergente de Brasil (sin olvidarnos del pánico que causan en Washington los proyectos de unificación regional capitaneados por Venezuela, los cuales también disputan su hegemonía), Obama nos echa en cara de que convertirá a nuestro territorio en un campo de batalla para recuperar hegemonía y terreno. La competencia por nuestros mercados ya está echada y sabemos quiénes serán los grandes perdedores sea cual sea la potencia que gane: nuestros pueblos.

 Y para que no queden dudas sobre sus pretensiones imperiales sobre Nuestra América, remató una reunión el 23 de Mayo con la FNCA (Fundación Cubanoamericana) entregando su programa completo hacia Latinoamérica [6]:

 

   1. Diplomacia directa con Cuba, aunque manteniendo el embargo;

   2. Plantea su intención de aislar a Venezuela y sus aliados del resto de la región, en base al argumento de que apoyan a las FARC-EP;

   3. A las FARC-EP les otorga el estatus de Al-Qaeda en Medio Oriente: de ser la excusa perfecta para justificar cualquier clase de intervención en la región. De hecho, plantea que no permitirá que miembros de esta organización se refugien más allá de las fronteras colombianas o que regímenes de la región les apoyen, en una clara continuación del hostigamiento mediático hacia Ecuador y Venezuela;

   4. Respaldo absoluto al Plan Colombia y al régimen fascista de Uribe –aunque, de momento, sigue oponiéndose al TLC con ese país, más que nada, para no defraudar a su propia base de apoyo en los EEUU que se oponen frontalmente a cualquier mayor liberalización del comercio con ese país. Habrá que ver cual sea su posición después de las elecciones;

   5. Incrementar los fondos para el Plan Mérida el cual, mediante la retórica de la “lucha contra las drogas” (variante local de la Guerra contra el Terrorismo) no es sino un nuevo mecanismo de control social sobre América Latina. Además, prometió ampliar hacia el sur su actual base de operaciones en México y América Central (¿quizás hacia el eje andino que corre desde Venezuela hasta Bolivia?)

 O sea, nada nuevo bajo el sol. Salvo por la profundización y continuidad de una política agresiva e intervencionista, tradicional de los EEUU hacia nuestra región, de un paternalismo trasnochado, el cual en su opinión no es aún lo suficientemente contundente.

Su visión hacia Latinoamérica no es diferente a la de Bush hacia Medio Oriente, solamente que los personajes se adaptan a las condiciones locales: las FARC-EP reemplazan a Al-Qaeda, la lucha contra el narcotráfico reemplaza la lucha contra el terrorismo, Chávez reemplaza a Saddam Hussein y Venezuela reemplaza a Irán. Los proyectos regionales independientes de Venezuela, Bolivia y Ecuador, que se apartan del consenso de Washington, constituyen el nuevo “eje del mal”.

 A Venezuela la describe como un régimen autoritario, con diplomacia de chequera y con retórica anti-americana que repite las “falsas promesas” de “ideologías fallidas del pasado”[7]. ¿Y qué es lo que Obama nos puede ofrecer a cambio? Apoyo incondicional a un régimen autoritario como el de Uribe[8], diplomacia de los dólares –más intervención económica, ofertas de microcréditos y otras inmundas limosnas para incrementar la dependencia- y promesas vacías de ideologías fallidas como el Consenso de Washington. Su retórica, de hecho, está impregnada de la añeja Doctrina de Seguridad Nacional, y en su intento por recalentar programas intervencionistas fracasados llama, textualmente, a una Nueva Alianza para las Américas[9], que se parece sospechosamente al desacreditado fiasco de la “Alianza para el Progreso” impulsada por Kennedy en los ’60.

 

¡Obama go home!

 Es natural que Obama recrudezca la política imperialista hacia América Latina: mal que mal, él sabe que se está haciendo cargo de un barco que se hunde, de un imperialismo empantanado en problemas políticos, económicos y militares. La profundidad de la crisis norteamericana no es, esta vez, fruto de los deseos alucinados de algunos cuantos izquierdistas utópicos –magnates como Soros y economistas como Stiglitz se han convertido en los principales profetas de la crisis. Y todo imperio en crisis recrudece su violencia, de la misma manera en que una persona que se ahoga da manotazos ciegamente tratando de mantenerse a flote. De igual manera, Obama ya ha comenzado sus amenazas en contra de Venezuela y de Irán.

Todo proyecto agotado precisa remozar su imagen, darse ciertos aires de renovación para ocultar su extenuación. Es este agotamiento del American Way el cual ha permitido que ocurra lo impensable ¡un candidato negro! El capitán perfecto para la crisis, un cambio cosmético para que la sustancia del sistema de dominación se mantenga igual: el imperialismo no es un asunto de melanina.

Las políticas imperialistas de los EEUU no es algo que cada presidente norteamericano decide: es un elemento muy bien engranado en la estructura estatal yanqui, en las fuerzas sociales que moldean la vida de esa nación, y la única fuerza que puede alterar esto es la movilización popular desde la base. Recordemos algo que frecuentemente olvidamos: en los EEUU también hay pueblo. De ese pueblo dependen los cambios. Un presidente norteamericano, a lo más, puede decidir qué versión del imperialismo es la que aplicará, si un imperialismo neandertaloide, o un imperialismo de “consensos” forzados.

No nos hagamos falsas ilusiones. El imperialismo ni puede ser reformado, ni puede ser derrotado en las urnas. Será derrotado en las calles, en los lugares de trabajo, en los lugares de estudio, en las luchas que libramos por controlar nuestros recursos y nuestros destinos, que libramos en los campos y las ciudades, que libramos en todos los espacios. Es una lucha difícil, pero es la única opción realista.

En EEUU, ya lo hemos dicho, también hay pueblo. Pero al igual que la dictadura Salazarista en Portugal cayó por el estímulo de las luchas anti-coloniales en África (Angola, Mozambique, Guinea-Bissau), que estimularon el florecimiento de la “revolución de los claveles”, el imperialismo norteamericano y su dictadura global caerán por las luchas anti-coloniales que hoy libramos en Medio Oriente y en América Latina. Y esa lucha la darán solamente los pueblos y no tendrán más aliados incondicionales que su propia solidaridad: si Ayití (Haití), si Colombia, si América toda, si Palestina, si el Oriente Medio, esperan que las respuestas a sus hondos problemas vengan de la Casa Blanca, podrán seguir esperando por los siglos de los siglos…

José Antonio Gutiérrez D.

05 de Junio del 2008

 

Notas

[1] Una muestra de optimismo rayana en el delirio es representada por la siguiente nota periodística http://espanol.news.yahoo.com/s/ap/080604/latinoamerica/aml_pol_eeuu_elec_latinoamerica

[2] http://www.barackobama.com/issues/iraq/
http://www.ontheissues.org/Celeb/Barack_Obama_War_+_Peace.htm

[3] http://electronicintifada.net/v2/article9427.shtml

[4] http://www.ontheissues.org/Celeb/Barack_Obama_War_+_Peace.htm

[5] http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=8809

[6] http://espanol.news.yahoo.com/s/23052008/54/latinoamerica-obama-permitir-viajes-familiares-cuba-mantendr-embargo-econ-mico.html

http://espanol.news.yahoo.com/s/23052008/54/internacional-obama-considera-necesaria-nueva-alianza-latinoam-rica.html

http://espanol.news.yahoo.com/s/ap/080523/eeuu/amn_pol_obama_latinoamerica

[7] una de las anteriores

[8] Ver http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=8977
 y http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=9006

[9] http://espanol.news.yahoo.com/s/ap/080523/eeuu/amn_pol_obama_latinoamerica

https://www.alainet.org/fr/node/128038?language=es
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