Paraísos para infames

12/06/2008
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La evasión de impuestos a nivel mundial en paraísos fiscales supera los 200 billones (no los ‘billions’ americanos) de dólares, repartidos entre más de 3 millones de sociedades, fundaciones, o particulares, según cálculos de la ONG Tax Justice Network. Esa cantidad de dinero cubriría de forma sobrada el objetivo de la ONU de reducir la pobreza a la mitad para el año 2015.

Suiza ha bloqueado las cuentas de los dictadores que depositaban en sus bancos las fortunas robadas en sus países de origen. También ha restituido parte de esos fondos a los estados de los que fueron extraídos. Es un paso hacia delante. El estado suizo ha tomado la iniciativa, pero en el mundo operan con total impunidad y sin ningún escrúpulo más de 70 paraísos fiscales, en los que se mueve la cuarta parte del PIB mundial.

Gibraltar posee una extensión de 4,5 kilómetros cuadrados y una población de 30.000 habitantes. El número de empresas y sociedades en su territorio asciende a más de 28.000. Casi una por persona. Sólo en Luxemburgo, las entidades bancarias manejan activos que superan el PIB de muchos Estados. Liechtenstein posee el doble de empresas que de habitantes. Ejemplos parecidos podrían encontrarse en Mónaco, Jamaica, o en las Islas Salomón.

Atendiendo a su definición académica los paraísos fiscales son “aquellos territorios o Estados caracterizados por la escasa o nula tributación a que someten a determinadas personas o entidades que, en dichas jurisdicciones encuentran cobertura y amparo”. Ellos mismos se autocalifican como países de ‘baja tributación’ o de ‘tributación privilegiada’. En realidad son túneles de lavado del dinero de mafias, dictadores y empresas.

Traficantes de armas, drogas o personas, mercenarios de guerra, políticos corruptos, o grandes multinacionales son los visitantes más frecuentes de este tipo de países. La corriente de dinero que circula por sus bancos se estima en números de diez cifras. Esto reduce el dinero ingresado por los Estados mediante impuestos y que es destinado a la educación, la sanidad o a la seguridad pública.

También las figuras públicas y los famosos eligen paraísos fiscales. Es el caso del ex campeón del mundo de automovilismo, Fernando Alonso, quien asegura haberse traslado a Suiza para evitar “el acoso de la prensa”. Su predecesor Michael Shumacher y su sucesor Lewis Hamilton tampoco van muy retrasados en esta faceta. Steffi Graff y Boris Becker no son ajenos a esta moda. Bono, el caritativo cantante de U2 tributa sus ingresos en un paraíso fiscal holandés. Hasta hace poco el Banco Santander ofrecía a sus clientes con mayores fortunas la posibilidad de desplazar su dinero a estos paraísos.

Los delincuentes de cuello blanco acumulan sus fortunas en paraísos fiscales por el insignificante cobro de impuestos, y sobre todo, por el secreto bancario, que impide que se descubra a los titulares de las cuentas. El cliente cuenta con el anonimato y la confidencialidad, tanto de su nombre y de los movimientos que realice en su cuenta bancaria, como del origen de sus caudales. En todos ellos existe una restrictiva norma que impide el levantamiento del secreto bancario.

Las grandes multinacionales se valen de la más sofisticada ingeniería financiera para acometer sus evasiones fiscales. Las principales asesorías, como Deloitte o Ernst & Young, donde llegaron a trabajar actuales figuras de la política, son una parte más del engranaje de la corrupción legal.

¿Qué pasaría si todas las personas que pagan impuestos trasladasen sus ahorros a estos “Bancos Offshore”? El brasileño Emir Sader afirmaba que la globalización liberal requiere a los paraísos fiscales como la institución familiar tradicional a los prostíbulos, como compensación al matrimonio indisoluble, y como vía de escape de las necesidades no atendidas por la esposa. Quizá el problema no radique entonces en los paraísos fiscales, sino en el sistema económico que los permite.

Iván González Alonso
Periodista

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias  (CCS), España.


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