We are the champions... (Queen)

16/10/2008
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  • Opinión
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En un mundo donde han caído todos los paradigmas, nos encontramos con la tapa de los diarios más impensada de los últimos doscientos años: “Analiza EE.UU. la nacionalización de parte de la banca”; es ahí, exactamente ahí, donde estalla la globalización neoliberal conservadora que auguraba varios fines: el del trabajo humano, el de la historia, el de las ideologías.

¿Qué contradicciones se habrán desatado en el corazón más profundo de esta crisis?

¿Será la fenomenal crisis de acumulación capitalista que predijeron tantas veces los pensadores marxistas? ¿Será la conducta irresponsable y delictual de un pequeño grupo de amos del planeta que inflaron hasta el paroxismo una burbuja financiera tan hueca como el mismo capitalismo?

Sólo la historia será la que nos devuelva la verdad. Diáfana, contundente y cruel como la mayoría de las verdades que trascienden.

Es en este contexto que se nos invita a reflexionar en voz alta sobre el perfil ideológico del gobierno de Cristina Fernández.

Percibimos tres interrogantes que nos sirven de parámetros y que, aplicados con sencillez y sentido común, pueden significar un aporte fraterno a la discusión de ideas. El primero: ¿cuál es la orientación ideológica general de un gobierno en cuyo seno actúan fuerzas políticas y económicas muchas veces encontradas y cuando no antagónicas? El segundo dilema es si ha sido la gradualidad de los hechos de estos cinco años positiva o negativa en lo que respecta a la acumulación y avances en materia de poder político, económico y social del pueblo argentino. La tercera cuestión está referida al estado general de la correlación de fuerzas necesarias para dirimir iniciativa política y agenda a favor de los sectores populares.

La presidenta Cristina Fernández ha logrado, desde una perspectiva indudablemente de raigambre nacional y popular, acumular detrás de su proyecto sectores que expresan un altísimo grado de heterogeneidad ideológica. Allí podemos encontrar vastas franjas identificadas del centro a la izquierda del espectro político, hasta intelectuales neoliberales conservadores, pasando por grupos que de pasado menem-duahaldista profesan como ideología un pragmatismo escéptico, descreídos de la política como factor de transformación de la sociedad.

Hay quienes soñaban hace menos de un año, antes de la jura de Cristina Fernández como presidenta, que hoy ya no están en el gobierno, una alianza estratégica con Estados Unidos, la España de Zapatero y Michelle Bachelet. El episodio de Antonini Wilson-CIA dejó a quienes tenían esa visión extremadamente debilitados, con una dura conclusión a cuestas: el imperio no tiene amigos, sólo tiene lacayos o enemigos. Y esto nos introduce de lleno en la gradualidad de los hechos. ¿Se puede ser amigo del imperio después de haber derrotado el ALCA en Mar del Plata, última intentona anexionista de los gringos? ¿Se puede creer que podemos ser socios de ellos después de haber consagrado en la Asamblea de las Naciones Unidas a nuestro gobierno como el gobierno de los hijos y los nietos de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo?

El Banco del Sur, la derogación de las leyes de impunidad, la destitución de la Corte menemista, la quita de 67 mil millones de dólares de la deuda externa privada, la movilización positiva permanente de las discusiones salariales y previsionales, las retenciones a las exportaciones de petróleo, minería, materias primas y alimentos… nos ponen definitivamente en la vereda de enfrente de quienes hasta hace pocos años nos planteaban un futuro irreversible, trágico y lleno de sombras. Muchas veces estas acciones fueron realizadas con una correlación de fuerzas adversa, nunca tuvimos las posibilidades y la decisión política que tuvo Chávez, por ejemplo, al nacionalizar el petróleo venezolano, con dos millones de compatriotas en las calles. La construcción de una correlación de fuerzas positivas en Argentina siempre contó con el sabotaje permanente de los medios de comunicación masiva, a los que denominamos los nuevos ejércitos de ocupación del imperio, en reemplazo de los vetustos ejércitos golpistas formados y alentados en la concepción de la Escuela de las Américas para someter por la vía del autoritarismo a nuestros pueblos.

No es el partido justicialista de los noventa, vencido, sin alma, de cartón piedra, el que nos dé el despliegue de ideas y utopías que enamoren a los frentes de masas en la Argentina de hoy. Habrá que buscar en los movimientos sociales, que son sin duda el sector más dinámico de la clase obrera, en los sindicatos combativos y en la intelectualidad comprometida con el destino de las mayorías populares la posibilidad histórica de modificar positivamente la correlación de fuerzas.

A los que desde la izquierda se toman del brazo con la Sociedad Rural para marchar por las calles de Buenos Aires…

A los Lanata, que por estos días inauguran diarios con Anthony Wayne y se han transformado en lacayos de la patria sojera…

A las Magdalena Ruiz Guiñazú, que se jactan de ser la quinta esencia del periodismo independiente y en realidad son opositores por pertenencia a las clases dominantes, por dominio de grandes extensiones y por plata…

A todo el medio pelo argentino, que como diría don Pablo Freire, le encanta imitar las conductas del opresor, les digo que nuestro gobierno probablemente tenga contradicciones e impurezas pero es sin dudas en término de pueblo nuestro gobierno, el mejor gobierno de los últimos sesenta años.

- Luis D' Elía es Secretario General de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV)
https://www.alainet.org/fr/node/130338
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