Expulsar, criminalizar y desinformar

25/10/2008
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Por la prensa colombiana supe que habían expulsado a 2 franceses. No recuerdo que en Colombia, dada más bien al elogio incondicional de lo que venga de afuera y hable trabado, se haya expulsado a muchos extranjeros. La noticia llamó tanto más poderosamente mi atención en cuanto recordé que hacía apenas unos días había sido expulsada también una alemana.

¿Qué falta grave habrían podido cometer los franceses? Imaginé que tal vez habían sido capturados negociando dos toneladas de cocaína en Buenaventura, o entrenando ex paramilitares, o tal vez comprando sexo con niños en Cartagena. Porque, además de las 30 horas de detención en el DAS y la expulsión, ¿qué agravio, qué razón impresentable podía originar la prohibición de que tocaran suelo colombiano durante los próximos cinco años?

Me propuse averiguar los motivos de una decisión tan drástica. Me basé en lo que un ciudadano tiene a su disposición, es decir la prensa. Leí y oí razones tan dispares como que los franceses se habían “infiltrado en marchas indígenas”, o que “habían entrado como turistas”. Busqué una versión más oficial, pero solo aumentó mi confusión: en la página de la presidencia de la República, el presidente aducía que mejor hubiera sido mandarlos a la cárcel por haberse “mezclado con terroristas” por haber “aprovechado la protesta indígena”, “ayudado a crear problemas de orden público” y “estimulado la violencia”. En una cadena de televisión, etiquetaba a estas personas de “criminales y falsos”. Todo esto parecía muy grave, pero sobre todo muy extraño y demasiado poco profesional. ¿Por qué ningún medio le daba la palabra a los imputados? ¿Por qué el propio presidente le dedicaba tanta atención a un par de franceses? En vez de capturar y ponderar los hechos, me parecía que la prensa contribuía a alborotar el avispero: los diarios “informaban” que estaban esperando confirmar si los franceses estaban vinculados oficialmente con alguno de los grupos al margen de la ley; el periódico más importante de Cali se preguntaba si habían venido a entregar recursos internacionales a los huelguistas del Valle.

Con los rudimentos de periodismo que me quedan, y con mi espíritu de bloguera independiente, decidí afrontar esta saga de versiones con uno de los acusados. Fue así como contacté a Julien Dubois. Fue fácil dar con él. Tiene blog, está en las redes de internet, donde ha colgado algunos de sus trabajos y donde aparece su dirección electrónica. Me llamó la atención que ninguno de los medios colombianos que lo habían inculpado lo hubiera buscado, llamado o escrito antes de que yo lo hiciera.

Julien Dubois es documentalista. A la vez que ha filmado a artistas de la talla de un Richard Serra, ha realizado documentales de carácter social. Intuiciones de la vida, recientemente filmó la campaña solidaria que emprendieron estudiantes de un colegio en torno al caso de un joven colombiano sin papeles que corría el riesgo de ser expulsado. Además de filmar sobre temas sensibles para la sociedad francesa, a Dubois le interesa lo que sucede en el mundo; por eso mismo, no les teme a los terrenos difíciles: ha filmado en Argelia, en Venezuela, en Gabón.

Como lo explica en la entrevista que le hice, el hombre tuvo la idea de ir a Colombia a explorar los paisajes, pero no sólo los paisajes de montañas y ríos y pueblitos; también los paisajes humanos y sociales. Concretamente, quería conocer de cerca la situación de los sindicalistas colombianos. Una situación inaceptable, que incluso un Obama conoce. Julien Dubois quería tantear el terreno para realizar después, quizá, una película sobre estos hombres y mujeres y las amenazas que los acechan.

Pero ni él ni los dos amigos franceses con los que tenía este proyecto pudieron saber mucho más sobre la situación de los sindicalistas, o mejor: vivieron en carne propia cómo es eso. Ninguno alcanzó a estar más que un día y medio en un ingenio en huelga en el Valle del Cauca. Apenas lograron ver a un grupo de corteros que desde hace semanas está aguantando hambre porque no se había logrado siquiera iniciar un diálogo con los dueños de los ingenios.

En esta entrevista se puede escuchar su relato de los hechos. Su versión se sustenta con pruebas, que la misma cronología apoya. Los franceses nunca estuvieron con los indígenas, ni alebrestando sindicalistas, ni tirando piedra, ni tienen nada que ver con las Farc. Estaban recogiendo testimonios en una huelga que están haciendo hombres negros que en el 2008 tienen que derribar seis toneladas de caña al día para obtener un salario mínimo (según cálculos del antropólogo Jaime Arocha). Los franceses no fueron expulsados del país por ninguna de las causas locas que se inventó Uribe. Fueron expulsados y castigados por atreverse a ir a una huelga. ¡Un documental sobre los sindicalistas truncado por haber osado hablar con sindicalistas! ¿Esa es la democracia más antigua del continente?

A medida que me contaba lo poco que había visto en los ingenios, yo me iba dando cuenta de que no sabía nada sobre estos. ¡Siendo que leo los dos periódicos nacionales y uno que otro local, las dos revistas semanales, los portales de radio y hasta una veintena de blogs! Definitivamente, algo no cuadraba. Ningún medio de comunicación me había informado sobre esta huelga, ni sobre sus motivos, su desarrollo, o el estado de las conversaciones. Cero en materia informativa. En términos de imágenes, las únicas disponibles eran las manifestaciones de los corteros que se habían desarrollado en… Bogotá y Cali. ¡Como si el mundo rural o semi rural no existiera, como si estuviera prohibido ir a los ingenios!

Todo esto es elocuente e inquietante sobre el tipo de sociedad que hemos construido. Unos medios de comunicación que se dedican a reproducir, sin ninguna distancia, lo que Uribe y los funcionarios de su gobierno deciden poner a la orden del día. Si el guión de Palacio de Nariño es criminalizar a los extranjeros, ahí están los medios para servir de caja de resonancia. Y si en Palacio se atreven a criminalizar a los extranjeros, ¡qué no harán con los locales! Leo hoy que están persiguiendo a los huelguistas corteros, que acusan a un senador de apoyar al sindicato (como si el sindicato fuera un grupo al margen de la ley), que Uribe arremete contra los líderes indígenas de otro movimiento social.

Por todas esas razones, en Colombia hace falta más gente como Julien Dubois. Más ojos, extranjeros y nacionales, y sobre todo nacionales -al fin de cuentas es un problema de conciencia en torno a lo que nos toca de cerca. Más ojos y oídos atentos a lo que está sucediendo detrás de la vitrina, detrás de los sectores bonitos de las grandes ciudades. Personas que vayan al terreno, al encuentro con la gente, que vean lo que pasa, que hagan reportería, documentales, que levanten testimonios. Hace falta que los medios de comunicación se y nos tomen en serio. ¡El tema de la responsabilidad no puede ser sólo un pretexto para asistir a talleres sobre comunicación y conflicto! Los medios no pueden seguir reduciendo la misión de informar a la reproducción de lo que les dice una sola fuente, generalmente la versión oficial.

A Julien Dubois y a sus amigos se les cumplió su anhelo (captar la situación real de los sindicalistas en Colombia) en forma de parábola y no de video. En buena medida, depende de los periodistas y de los medios que se sigan generando o no este tipo de fábulas.

http://socioenlinea.blog.lemonde.fr/2008/10/26/expulsar-criminalizar-y-desinformar/

https://www.alainet.org/fr/node/130487
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