Uribe: melancólico y confundido
- Opinión
Nadie, en sus cabales, hubiera imaginado que un vendedor de obleas y un camarógrafo, pusieran a tambalear el poder absoluto de Álvaro Uribe y casi que enterrar las obsesiones de una segunda reelección.
La ineficiencia estatal para controlar la ilegal captación de recursos del público; el desdén con que fueron tomadas las advertencias sobre las comercializadora DMG; y la lenta reacción del propio Presidente de la República, han originado la indignación de millones de personas, que ahora señalan a Uribe como responsable de la pérdida de sus ahorros.
Los damnificados por la hecatombe de las pirámides, están exculpando sus errores y cargándoselos al Presidente, dándole, así, de su propia medicina. Uribe se ha mostrado como un experto en distraer, en confundir y en echarle la culpa de sus deficiencias a otros, sin darles la oportunidad a sus contradictores de reaccionar, simplemente porque su inmenso poder político, aunado al servilismo de la casi totalidad de los medios de comunicación, lo han puesto en una posición dominante e infranqueable.
Sin embargo, en esta ocasión Uribe se vio desnudo ante toda la sociedad. No tenía a quién echarle la culpa. Tuvo que aceptar que fue lento y descuidado con el tema de las pirámides. Su mea culpa, cuidadosamente estudiada para que le asegurara réditos políticos, se convirtió en bumerán. Desesperado porque su jugada no logró el impacto deseado, empezó a tomar decisiones arbitrarias, algunas, necesarias, otras, pero todas fueron interpretadas por los ahorradores timados como una traición de quien hasta entonces era visto como su Mesías.
Uribe, vituperado por las mismas masas que ayer lo vitoreaban y lo ensalzaban, perdió rápidamente los estribos y siguió dando bandazos en sus decisiones sobre cómo controlar esta hecatombe que lo está sepultando bajo los escombros de las pirámides. Verlo desencajado y sin un libreto para interpretar, fue el momento que aprovechó la oposición para descargar contra él y su familia una batería de argumentos que el gobierno no ha sido capaz de explicar adecuadamente y que dejó sembradas dudas sobre el comportamiento de quienes ocupan el palacio presidencial.
A esto se le suma el hecho de que miembros de la coalición uribista en el Congreso, jefes políticos regionales adeptos al mandatario, policías y militares, así como jueces, estén inmiscuidos en oscuros pasajes con los promotores de pirámides y comercializadoras de dudosa procedencia. Incluso, los propios paniaguados del Presidente que promueven el referendo reeleccionista cayeron en las redes murcianas y sembraron de nuevas dudas éticas su comportamiento social.
Estamos asistiendo a un episodio en el que vemos a un Presidente melancólico, que ya no habla con la misma fuerza y que no actúa con la misma contundencia de antes. Su rostro denota un rictus de amargura. Su mirada está llena de ira con sus más allegados colaboradores, a quienes intenta culpar de no contarle lo que todos sabían: que las pirámides se estaban construyendo a una velocidad alarmante y que detrás de todas habían ilicitudes evidentes.
Este episodio de las pirámides y las comercializadoras ilegales dejaron en evidencia que Uribe es falible, que no se las sabe todas, que tiene debilidades, que no es capaz de conducirse con aplomo si no tiene un espejo retrovisor o un culpable a quien pueda poner de mampara.
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