Rescate global e integraciòn regional (I)

20/04/2009
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La geografía es destino” (Bismark)

Desde mi modesta perspectiva, hay algo en común en los dos encuentros internacionales recientemente celebrados en el presente mes de abril. Me refiero a la Cumbre del G-20 en Londres y la V Cumbre de la OEA en Trinidad y Tobago.

Ambos eventos y sus pretendidas expectativas, reflejan diáfanamente uno de los rasgos dominantes de los actuales tiempos: la búsqueda incesante de reconfiguración de un nuevo orden global (aunque decir eso no necesariamente implica que se sepa con certeza hacia dónde se dirige la nave…).

Dicho en palabras de Wallernstein, hemos entrado de lleno a una nueva fase de la llamada “franja transicional”. Armando Bartra, prefiere en cambio, emplear el término “recambio civilizacional” (“La Gran Crisis”: A. Bartra; Jornada 18/04/09).

En tal sentido, considero que ni la Cumbre del G-20 de Londres como la citada Cumbre de la OEA de Trinidad y Tobago, pueden comprenderse a cabalidad sin colocarlas dentro de su justo contexto histórico, esto es, la urgente necesidad por parte del capitalismo hegemónico de oxigenar el declive acelerado de su sistema-mundo.

En cuanto al G-20 de Londres apenas y quedan dudas de las inauditas limitaciones de sus alcances reales. Basta con leer los títulos de escritos publicados por algunos de los más lúcidos analistas, para darse una panorámica general: “El gran circo de Londres” (A. Boròn); “G-20: fracaso histórico (A. Nadal); “Necesitamos avanzar hacia la nacionalización” (N. Chomsky); “Una nueva crisis global de la deuda” (N. Dearden); “La financiación del imperio” (M. Hudson); “La nacionalización y el doble lenguaje Orwelliano” (J. F. Arbulu); “Comprobando la realidad” (L. Bendesky); “El G-20 en Londres: la cumbre del miedo” (W. Bello); “Los pobres pagarán el impacto de la crisis mundial” (Economic Intelligence Unit –EIU-), entre otros.

¿Qué salió mal entonces, con respecto al G-20 de Londres? Nada. Simplemente nada. ¿O es acaso que alguien sensato esperaba que de ese encuentro (tipo “showtime”), salieran verdaderas soluciones reales? ¿Desde cuándo un colapso histórico se detiene con una reunión? ¿Se imaginan ustedes a los ancianos del antiguo Senado romano, organizando una “cumbre” en Italia, para buscar una salida al colapso del imperio romano?

Pero de todas maneras, para los que aún creen que el cáncer se cura con aspirinas, he aquí los dos puntos cruciales en los cuales coinciden la mayoría de los analistas arriba citados, en particular, respecto a sus resultados concretos.

La primera conclusión, es que las resoluciones del G-20 fueron claramente insuficientes, básicamente, porque no se orientaron hacia el meollo del problema, es decir, hacia la reestructuración a fondo del sistema financiero mundial.

Y la segunda conclusión, es que esa cumbre fue una farsa, en esencia, porque deja en manos de los principales causantes de la crisis (FMI y BM), la solución a la misma. Se resolvió en Londres, que en vez de clausurar tales agencias, había que oxigenarlas (con 2 billones de dólares), y peor aún, se resolvió que será nuevamente a través del perverso mecanismo del endeudamiento, la vía a través de la cual se “ayudará” a los pobres pobres del “tercer mundo” (eso a muchos desde ya les recuerda una “película” ya vista por estos lados años atrás…).

Y en cuanto a la cumbre de la OEA en Trinidad y Tobago, es la otra expresión de las urgencias actuales del rescate global, expresada en su versión política, mediante la necesidad de darle cara amable (o “socialdemócrata”) al imperio y su sistema mundial.

El imperio está débil, y en consecuencia, necesita ahora hacerse de “amigos” por todos lados. No es casual que ese fue también el mensaje que los altos funcionarios del gobierno norteamericano transmitieron, de forma casi simultánea, en el Medio Oriente (tanto para el caso Israel-Palestina como en Irán), la misma semana de la cumbre en Trinidad y Tobago.

Pero, hay un “pero”. Fidel Castro decía hace algunos años una frase que conviene tenerla siempre en cuenta. “Los imperios no tienen amigos, únicamente tienen intereses”.

Y de todas maneras, a estas alturas, ¿puede alguien realmente ser tan iluso de creer que con tales cumbres se resuelven los verdaderos problemas de fondo? Cómo ironizaba tan a menudo el propio Hugo Chávez, años atrás, durante su campaña electoral, poco antes de ganar su primera contienda en las urnas en 1999, época en la que casi ningún medio nacional o internacional lo tomaba en serio, y cotidianamente se dirigían a él como “el loco”. En ese entonces, Chávez acuñó su famosa frase; “Mientras los presidentes andan de cumbre en cumbre, los pobres van de abismo en abismo…”.

Pero de todas maneras, si por alguna casualidad alguien todavía anda por ahí medio despistado con lo de la reciente cumbre de la OEA, aquí les cito casi textualmente las palabras del señor Denis Mc Donough, el subjefe del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca; “Apretones de mano, fotografías y sonrisas conjuntas de presidentes no son lo principal…” (“Casa Blanca duda de comienzo de “nueva relación” con América Latina (Telesurtv.net; 18 abril, 2009).

Ahora bien, dejemos lo de las cumbres y pasemos a hablar acerca de las “piernas”, que refleja lo esencial, lo que realmente nos interesa.

Resulta ser que ha llegado la hora para que América Latina se ponga de pie y camine con sus propios medios. Como sabemos, en esta vida a todo le llega su momento (“no hay plazo que no cumpla, dicen por ahí…), y es evidente que ha llegado la hora para que América Latina empiece a caminar sobre sus propias piernas, vale decir, sobre sus propios proyectos históricos de integración regional (principalmente, y por ahora, el ALBA y el Banco del Sur).

O es ahora o simplemente no será nunca. Y al mismo tiempo que América Latina camina sobre sus propias piernas del integracionismo regional, debe hacerlo resguardándose de las inclemencias del clima adverso, cubriéndose con el gran “paraguas” del sistema de Naciones Unidas, entidad en la que, pese a todo, yo todavía sigo creyendo.`

Dicho en otras palabras, la cumbre y la propuesta que realmente le conviene a Latinoamérica, es la que llevará a cabo próximamente Naciones Unidas entre el 1 y el 3 de junio del presente año, en la cual, a diferencia del excluyente G-7 más sus 13 potenciales “cooptables”, esta vez se invitará a participar al conjunto completo de las 192 naciones que componen el sistema completo.

Allí, a diferencia del G-20, si todo sale bien, no habrá improvisación ni demagogia. Una comisión de expertos viene trabajando desde hace meses, bajo la conducción del Secretario General Ban Ki-Moon, el presidente de la actual Asamblea General, el nicaragüense Miguel D` escoto Brokmmann, y Joseph Stiglitz.

Estos funcionarios vienen perfilando varias propuestas concretas frente a la presente crisis mundial, entre las cuales destaca, la conformación de una Comisión Global Especial para re-estructurar a fondo la arquitectura del Sistema Financiera Mundial (lo que no quiere hacer el G-7), así como la creación e implementación de una nueva divisa global de reserva distinta al dólar y con carácter super-soberana (lo que no quiere hacer EEUU porque sencillamente no le conviene…).

Mientras tanto, los países del ALBA han comprendido el carácter urgente de la actual hora histórica por la que atravesamos, y muy audazmente, a tan sólo unas pocas horas de que se iniciara la cumbre de la OEA en Trinidad y Tobago, se reunieron y firmaron el Acuerdo Marco para la instauración del Sucre como moneda común (“Sistema Unido de Compensación de Pagos” –SUCRE-), la cual entrará en su primera fase experimental a fines del 2009 (telesurtv.net; 16/04/09).

Todo ello resulta vital por dos sencillas razones. La primera, es que por casi dos siglos América Latina ha olvidado aprender una lección histórica elemental: sin independencia financiera no hay independencia política. Y la segunda, no menos importante, es que, los latinoamericanos (tanto por geografía como por historia), estamos condenados a entendernos y a unirnos.

Cada uno de nuestros países (incluso Brasil, ojo y cuidado con eso), andando por ahí, solo y aventurando por su propia cuenta, no es más que una triste, diminuta y deliciosa sardina, digerible en las fauces de los grandes tiburones que suelen navegar por las aguas del sistema-mundo capitalista.

Sobre ello, mucho tiempo atrás, Sucre, Bolívar y Sandino nos advirtieron repetidamente. Ellos vieron con gran lucidez que la integración es nuestra única salvación.

Parte II: ¿Y a nosotros –los de llanura- qué? (El papel de los sectores populares en la integración regional).

 

Sergio Barrios Escalante

Científico Social, Investigador y Escritor. Editor de la Raf-Tulum.

 

https://www.alainet.org/fr/node/133361

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