Empresas en el “paraíso argentino”
El “mineronegocio” navega viento en popa
18/10/2009
- Opinión
Forman parte de un mismo modelo que incluye agronegocios, petróleo, pesca y tendidos viales. ¿Utilización de recursos naturales o saqueo de bienes comunes? Un país y una región que vuelven a ser colonizados.
Las cifras son elocuentes. En el 2008 se alcanzó un pico histórico de 668.851 metros de perforaciones, un 302 por ciento más que en el 2003. Movimientos sociales advierten que la reconfiguración neocolonial del capital transnacional evidencia el enfrentamiento entre dos modelos que piensan el desarrollo en términos absolutamente opuestos.
Por un lado, transnacionales que se llevan los recursos naturales, sin importarles el arrasamiento ambiental y social que producen, ni la muerte y desolación que dejan a su paso. Por otro lado, asambleas ciudadanas, organizaciones de desocupados, campesinos y pueblos originarios, que se organizan en defensa y protección de los bienes comunes.
Durante el Foro Social Mundial de Belém do Pará, Brasil, en enero del 2009, se lanzó una campaña internacional de movilización para recuperar y proteger los bienes comunes. Uno de los objetivos de esa campaña fue popularizar la noción de bienes comunes en contraposición al de recursos naturales.
Según Javier Rodríguez Pardo, autor del libro de reciente edición “Vienen por el oro, vienen por todo: las invasiones mineras 500 años después”, el concepto de recursos naturales, como propiedad privada, nació con la imposición feudal e imperial y continúa en la actualidad, disfrazado con nuevas versiones de leyes coloniales: “El subsuelo de las colonias de ultramar pertenecía al monarca. Eran del monarca el oro, la plata, el cobre y todos los minerales que esconde el suelo conquistado, derechos que ejercían tanto la corona británica como la española”. Parece que nada cambió. “En nombre del Estado cedemos la potestad de los bienes comunes y aquel que se arroga tal facultad no fue elegido por el pueblo para esa función. No elegimos a nuestros gobernantes para que extranjericen territorios, vendan provincias, derriben montañas, destruyan glaciares, desvíen ríos, enajenen bosques nativos ancestrales y entreguen las altas cuencas hídricas, ecosistemas que nutren a las poblaciones, que les dan vida, razón de existencia y de futuro”, agrega el autor.
Pareciera ser que nuestra riqueza nos condena, Argentina, como Latinoamérica, es una de las regiones más ricas del mundo, poseedora de tierra abundante, agua y biodiversidad, razones por las cuales debe resistir nuevas invasiones colonizantes y saqueadoras.
El Laboratorio de Comunicación y Recursos Contrahegemónicos “Iconoclasitas”, de Argentina, describe esta situación como parte de un todo, de un mismo modelo: “Basta con pensar en la actividad de los ‘agronegocios’, que concentran las tierras en pools de inversión y amplían las ganancias de las multinacionales de fertilizantes y semillas, promoviendo un ‘desarrollo’ agrícola que satisface demandas externas mediante el cultivo de soja transgénica destinada a la elaboración de agrocombustibles -promovidos por Estados Unidos que necesita reducir la dependencia petrolera de Venezuela, Irak, Irán, Arabia Saudita-, a la alimentación de ganado europeo y a las demandas de China e India.
Este monocultivo ha ido ocupando valiosas tierras y hoy, en un país que cuenta con la capacidad de alimentar a 330 millones de personas, el 15 por ciento de los niños/as de hasta cinco años sufre de desnutrición crónica y mueren por día 25 niños/as menores de un año por causas que podrían evitarse”.
Partes de un todo, al que se le suma el “mineronegocio”: la explotación minera a cielo abierto, una de las industrias más consumidoras de energía y contaminantes del mundo, que requiriere enormes volúmenes de agua y genera residuos tóxicos que afectan los cursos superficiales y napas subterráneas, enfermando a la población, destruyendo paisajes, flora y fauna, y la producción de alimentos; y el “petronegocio”, que implica la ocupación de tierras donde residen desde épocas inmemoriales los pueblos originarios, ocasionando contaminación, despojo y expulsión.
Partes de un todo, de un mismo modelo que podemos denominar como “agro-petro-minero”. Porque no sólo es oro lo que se llevan, pudiéndose describir el monocultivo de soja como minería a cielo abierto, ya que exporta el humus del campo que luego deberá recuperarse mediante fertilización química.
La producción de fertilizantes requiere de la fabricación de compuestos de nitrógeno, fósforo y potasio, entre otros. La materia prima para la producción de los fertilizantes nitrogenados es el petróleo y el gas natural, de ahí la aparición de divisiones especializadas de la industria petrolera, como la española “Fertilizantes Repsol YPF” o la brasileña “PASA Fertilizantes”, de Petrobras.
Los impactos ambientales negativos de la producción de fertilizantes, como la minería a cielo abierto, también pueden ser muy severos. Las aguas residuales para su producción constituyen un problema fundamental y los productos de fertilizantes terminados también son posibles contaminantes del agua; su uso excesivo e inadecuado contribuyen a la eutrofización de las aguas superficiales o a la contaminación de las napas.
Las partes del todo (modelo neocolonial) se pueden ir completando con la producción de pasta celulósica o con la dilapidación de los recursos pesqueros. Un modelo que fumiga los pueblos y contamina el ambiente con ingentes cantidades de agrotóxicos, que otorga permisos para la construcción de infraestructura vial, portuaria, energética y de canalización de grandes ríos para consolidar el saqueo (Plan IIRSA), beneficiando sólo a trasnacionales como Minera Bajo de la Alumbrera, Barrick Gold, Monsanto, Dupont, Dow Chemical, Cargill, Nidera, Louis Dreyfus, Archer Daniels Midlands (ADM) y Bunge entre otras, profundizando la precarización del trabajo y de la vida en ámbitos rurales y urbanos, la escasez del agua, la contaminación de la tierra y el aire, la destrucción de las economías regionales, campesinas y de los emprendimientos de pequeños productores y pescadores.
Un modelo que los movimientos sociales intentan desarmar mediante cortes de ruta y asambleas ambientales, a fin de recuperar y proteger nuestros recursos naturales, que Rodríguez Pardo dice son bienes comunes, o en todo caso, “bienes comunes naturales”.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina.
https://www.alainet.org/fr/node/137131?language=en
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