Embarazo precoz, pobreza y violencia: componentes diversos, mismo problema
29/04/2010
- Opinión
Irene tiene 17 años y dos hijos: la mayor de cuatro años, el segundo de apenas ocho meses. Es decir, su primer hijo lo tuvo a los 13 años. Su hermana acaba de cumplir 15 años y ya tiene un bebé de dos meses de nacido. Las observo sentadas frente a mí, con sus bebés en brazos. No se les ve cansadas, ni tristes; de rato en rato les hacen muecas graciosas, juegan con ellos como con las muñecas que nunca tuvieron.
"Me hicieron abuela muy joven, tengo 39 años", me dice María Rosa, la madre de ambas, como si eso fuera lo peor que le ha pasado. "Sí, pues, tuvieron que dejar de estudiar para hacerse cargo de sus bebés, se quedaron en segundo de secundaria", añade encogiéndose de hombros.
"Yo soy la que mantiene la casa, imagínese, son cinco bocas las que necesito alimentar, así que por eso a veces no tengo control sobre ellas; además, el barrio donde vivo es muy movido, todas las chicas se embarazan jóvenes", relata. Después dice que para ella sería un "alivio" si sus hijas consiguen alguna pareja que se las lleve de su casa.
"El padre de mi nieta mayor está preso por comercializar PBC (pasta básica de cocaína), es un vago, así que mejor está preso. Ahora hay otro muchacho que la está rondando, ojalá con este tenga mejor suerte...", suspira.
Y me mira como tratando de entender cuando le pregunto por qué no ha educado a sus hijas en salud sexual, "en cuidarse para no salir embarazadas", le aclaro, un poco avergonzada por usar términos tan rebuscados para un asunto tan cotidiano para ellas, como su vida sexual.
"Es difícil, no hay plata para eso", explica. "Una jovencita sólo puede conseguir anticonceptivos si los compra, son gratis sólo para las mujeres mayores", indica María Rosa.
En efecto, los anticonceptivos se distribuyen gratuitamente en los establecimientos del Ministerio de Salud a mujeres mayores de 18 años. Las menores de edad únicamente pueden acceder a ellos por razones médicas y con receta. Las demás, deben comprarlos en las farmacias a precios que oscilan entre el equivalente a 15 hasta 30 o más dólares. Algo impensable para pobladores pobres que, a veces, ganan 30 dólares o menos al mes.
La entrevista se realiza en Villa El Salvador, uno de los denominados "conos" de Lima: asentamientos humanos pobres donde, aunque parezca difícil de creer, también hay clases sociales. En Villa se abigarran desde los ciudadanos clasificados como C por las encuestadoras sociales de mercado —porque tienen ingresos fijos, servicios básicos de energía y saneamiento— hasta los E, aquellos que viven en pobreza extrema, como María Rosa y sus hijas.
A la casa de María Rosa van llegando más personas, se pasan la voz entre los vecinos: están haciendo una entrevista sobre el embarazo en adolescentes.
Emilio, un muchacho de 17 años, nos cuenta que tener hijos a corta edad no le llama la atención a nadie en su zona, es casi una demostración de hombría para los muchachos. "Yo ya tengo un chibolo (niño) de tres meses", dice sin disimular su orgullo.
El también tuvo que dejar el colegio, en cuarto de secundaria, para mantener a su hijo. "Reciclo basura, es lo que he podido conseguir por ahora, pero tengo aspiraciones y me han prometido trabajo pegando carteles", afirma.
Los testimonios se suceden, imposible captarlos en su totalidad, pero en todos se repite el círculo vicioso de embarazo precoz = más pobreza y menores oportunidades de desarrollo.
Madres más jóvenes, más pobres
"Los padres y madres adolescentes quedan atrapados en la pobreza", dijo a SEMlac Guillermo Dema, especialista de la Organización Internacional del Trabajo, explicando que para mantener a su prole los adolescentes deben dejar la escuela y ponerse a trabajar.
Por su parte, las mujeres dejarán de estudiar para atenderlos, y algunas también trabajarán, con lo cual la carga para ellas se duplica. Más adelante, apenas niñas y niños crezcan, también los pondrán a trabajar, añade.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI), en promedio cada año 12,7 por ciento de las adolescentes peruanas, entre 15 y 18 años sale embarazada. En otras palabras, 115.000 nuevas madres adolescentes cada año. Nótese que en este porcentaje no entran las niñas como Irene o su hermana, que fueron madres antes de los 15 años.
Sin embargo, no es en Lima, sino en las ciudades del oriente peruano donde se registran los porcentajes más altos de embarazo en adolescentes, especialmente entre las de pueblos amazónicos, donde el porcentaje sube a 40 por ciento, según la Unicef.
El alto porcentaje de estos embarazos es consecuencia, a su vez, de un inicio sexual temprano y sin protección. Otro estudio, realizado por la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida Sin Drogas, realizado en 2009, reveló que siete de cada 10 escolares tienen vida sexual activa.
La edad promedio de iniciación sexual es a los 13 años, de acuerdo con los datos recogidos entre 65.000 adolescentes del país. Pero la encuesta detectó inicios a los 10 y 11 años. Y he aquí lo que podría ser la clave del embarazo precoz: casi un tercio de estos adolescentes reconoció no usar ningún método anticonceptivo; uno de cada tres (33,7 por ciento) usa condón y 37 por ciento lo usa a veces.
El rostro oculto: la violencia sexual
Si los datos anteriores dejan al descubierto una desinformación sexual preocupante, el hecho de que el 13,6 por ciento de las adolescentes que sostienen regularmente relaciones sexuales, haya declarado que en su "primera vez" fue forzada, conduce a otra arista del problema: la violencia doméstica y, dentro de ella, la sexual. El 6,6 por ciento de varones adolescentes también reconoció haber sido forzado en su inicio sexual.
"A mí todavía no me ha puesto la mano, pero estoy preparada", dice Estela, otra muchacha que se ha unido a la conversación en Villa El Salvador. "¿Cómo?, siempre tengo a la mano aunque sea una piedra, al primer intento le parto la cabeza", dice sacando una piedra maciza del bolsillo de su apretado pantalón.
María Rosa es más resignada. "A veces no queda sino aguantar el golpe, es eso o morirse de hambre", sintetiza sin inmutarse. Nos cuentan casos peores aún: la madre se hace de la vista gorda ante el abuso sexual por parte de la pareja hacia alguna de las hijas, con tal de no perder el apoyo económico que el abusador brinda a la familia.
Según la ONG Manuela Ramos, cada hora nueve mujeres son víctimas de una agresión física en su hogar, y tres sufren agresión psicológica. Los responsables: en primer lugar, la pareja y luego, algún familiar cercano.
"En la violencia que se observa contra las jóvenes de estratos populares, confluyen una serie de aspectos que van desde la supervivencia de valores patriarcarles, la repetición de roles observados y vividos en el seno del hogar, hasta la falta de autoridad paterna, la discriminación —común a la sociedad peruana—, y el hacinamiento familiar", comentó a SEMlac la socióloga Carmen Fernández, quien trabaja principalmente con jóvenes migrantes.
"Hay un dato que no aparece en las estadísticas: la cantidad de hogares pobres donde sólo hay una cama, en la que duermen todos los miembros de la familia, a veces hasta siete personas, si a eso se suma que muchas veces el padre biológico ha sido reemplazado por una nueva pareja de la madre, tenemos un riesgo altísimo de abuso sexual", continúa.
"En muchos casos, a todo ello se suma una historia de abusos y hasta violación sexual perpetrado contra hombres y mujeres cuando eran pequeños. Por su parte, la madre tiende a descargar toda su frustración sobre la niña o el niño que, aprende así, que la violencia es una parte consustancial de su vida", añade.
¿Y el Estado?
¿Qué se está haciendo desde el lado de la institucionalidad pública para enfrentar estos problemas? "El Ministerio de la Mujer está implementado la creación de un registro único de identificación de víctimas de violencia familiar, el cual estará interconectado con los Ministerios de Justicia y del Interior", informó María del Carmen Abregú, directora del Ministerio de Justicia en temas de violencia contra la mujer.
Y, respecto al embarazo precoz, la ministra de la Mujer, Nidia Vílchez, presentó al congreso el 23 de marzo un proyecto de ley que garantice que las niñas y adolescentes embarazadas puedan continuar estudiando.
Para ella, es "discriminación" impedir a una adolescente embarazada continuar sus estudios. "Por esa vía sólo se consigue quebrar su formación y alejarla de sus estudios", dijo a SEMlac al ser abordada al término de un foro sobre el tema.
Algunos hospitales públicos han implementado, igualmente, programas de atención a estas madres y su atención gratuita, pero lo que sigue fallando es, justamente, el primer eslabón de esta cadena: educación sexual adecuada y precisa.
"Hacen falta políticas de estado que reconozcan el problema del embarazo precoz como uno de salud pública y actúen en consecuencia, brindando información sexual clara y precisa, acceso a anticonceptivos gratuitos a menores de edad y otras medidas, como educación dirigida especialmente a adolescentes, sin temor a la presión de los grupos religiosos y conservadores", señaló a SEMlac un funcionario del Ministerio de Salud presente en el foro que, sin embargo, pidió no ser identificado "para evitarse problemas", ¿un signo de los tiempos que corren en los niveles del estado peruano?
Fuente: http://www.redsemlac.net/web/
https://www.alainet.org/fr/node/143057?language=es
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