La persistencia del modelo

El turno del vicepresidente?

23/02/2012
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Para el interés superior de la persistencia del actual proyecto nacional y popular, la consideración de esta hipótesis tiene una relevancia menor. Sólo cuando se pone en perspectiva el arduo debate que se instalará más temprano que tarde se vislumbra la necesidad de desbrozar el camino para que aquella perduración corra el menor riesgo posible.
 
Dice el refrán que aquel que se quemó con leche, cuando ve una vaca llora. Por eso Cristina Fernández debió apelar a lo más sutil de su muñeca política para designar al compañero de fórmula. Por eso demoró más de la cuenta la conformación del binomio: su intuición femenina debió sortear toda clase de varoniles presagios agoreros. Pese a lograr el más rotundo resultado comicial desde 1916, el recuerdo de la traición del anterior vicepresidente, Julio Cobos, aún está fresco; se siente a flor de piel como para aventar de cuajo reminiscencias paranoicas, de manera que a quien ocupa el cargo en la actualidad no le será fácil sacarse de encima la sospecha latente de una militancia autóctona que lo observa con recelo.
 
Amado Boudou ha recorrido hasta hoy, en pocos años –y en especial desde 2008- un camino ascendente envidiable, que lo convierte en un político con posibilidades y atributos para aspirar a una categoría jerárquica que por ahora parece inimaginable: suceder a Cristina Fernández como presidente de la Nación. 
 
En apenas dos meses, ha mostrado temperamento y dedicación suficientes, al punto de lograr algo así como la ubicuidad en su breve gestión, constituyéndose personalmente en el lugar de los hechos, cualquiera sea su distancia geográfica, y aliviando por cierto la tarea de trotamundos asumida con entereza por Cristina Fernández el año pasado, tarea por lo demás imprescindible y que seguramente debe haber fatigado más de la cuenta su organismo.
 
Antes que los medios dominantes pretendan instalar otra polémica inútil como agenda disolvente durante la complicada disputa interna que se vislumbra en el horizonte, es posible aventurar esta hipótesis de paulatina transmisión institucional que, más que herir susceptibilidades, distribuiría con ecuanimidad las responsabilidades de la etapa clave que se avecina: ¿Ha llegado el turno del vicepresidente? Como en otras democracias maduras, esta vez sería aconsejable abrir un poco el juego íntimo del poder para que se incorpore con protagonismo un actor al que suele ocultarse entre bambalinas y tarde o temprano termina convirtiéndose en un fantasma peligroso. 
 
Excesivamente problemática resultará la decisión de elegir a quien ingrese en ese Olimpo kirchnerista, eximido de cuestionamientos o conspiraciones de toda clase. ¡Y nada menos que para prolongar sin sobresaltos la victoria electoral por varios períodos consecutivos que, en cambio, prácticamente aseguraba el tándem matrimonial Kirchner-Fernández! Aquella naturalidad de la alternancia se malogró el 27 de octubre de 2010; a partir de ese trágico punto de inflexión se abrió un sinuoso camino de oportunidades para la postulación de las más diversas formas de liderazgos. 
 
Boudou tiene en su reciente y vertiginosa trayectoria el insuperable mérito de haber ideado el mecanismo y atreverse a proponer con criterio irrefutable la recuperación para el Estado de los fondos previsionales que las privadas Administradoras de Fondos de Administradora de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) usufructuaban a discreción. ¡Y eso ocurrió durante la segunda mitad de 2008, en momentos que la arremetida sediciosa estuvo cerca de llevarse puesto al gobierno nacional! Semejante demostración de temple e imaginación para resistir con solvencia la más poderosa embestida de las corporaciones mereció, primero, la jefatura de la cartera económica y luego el premio más apetecido de ser quien acompañara a la presidenta para sellar la victoria del 23 de octubre de 2011.
 
Pero en la liturgia peronista, de la que no siempre reniega el kirchnerismo, nada de eso es suficiente para despejar suspicacias y alentar enconos como consecuencia de los orígenes políticos exógenos de Boudou. Aunque se trate de escarceos universitarios lejanos, ¿cuántos ortodoxos de hoy entenderán su acercamiento juvenil a las huestes de Álvaro Alsogaray? Su ingreso a la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) en 1998, también se pondrá en reparo por el tiempo político antagónico al actual que se vivía. 
 
Mientras tanto, en el cargo de vice, incluido el interregno en que cubrió la ausencia de Cristina Fernández, Boudou no sólo corre, vuela de un lado a otro, dando cuenta de un arduo trabajo de colaboración que no registra antecedentes en esta función. Ha estado en los lugares más distantes de la geografía nacional. Llama la atención su paso por Puerto Iguazú (Misiones) y Palpalá (Jujuy) para sostener junto al ministro de Salud, Juan Manzur, la campaña nacional de prevención contra el dengue que se realiza en todo el norte del país, con temperaturas por demás tórridas comparadas con el aire refrescante de su cómodo despacho en el Congreso. Advenedizo o no, por ahora, el rockero funciona con inusitada eficacia.
 
Por cierto que, para el interés superior de la persistencia del actual proyecto nacional y popular, la consideración de esta hipotética candidatura tiene una relevancia menor. Sólo cuando se pone en perspectiva el arduo debate que se instalará más temprano que tarde, se vislumbra la necesidad de desbrozar el camino para que aquella perduración corra el menor riesgo posible. 
 
Para que este modelo de país se consolide y evolucione hasta instalar con naturalidad su hegemonía cultural, se requiere de, al menos, un cuarto de siglo. 
 
Dicho de otro modo: es necesario el transcurso de dos generaciones para, primero, superar el quiebre del impacto enemigo construido mediante las interrupciones y los retrocesos posteriores al bombardeo de Plaza de Mayo en 1955, y luego recuperar lentamente el hábito de la acción conductora que aspira al desarrollo pleno de una región integrada sobre bases sociales de igualdad y solidaridad.
 
Es entonces cuando reaparece la necesidad de que la Argentina encabece la misión redentora, por el incontrastable hecho de que acredita antecedentes en la materia como ningún otro país sudamericano. Cuando uno se interioriza de propuestas nacionales como las del venezolano Hugo Chávez o del brasilero Lula Da Silva, por ejemplo, reconoce prácticas peronistas tardías de populismo socialmente revolucionario, que en nuestro país se implementaron desde fines de los cuarenta. Para mi gusto, más pragmático el proyecto de Lula, que no repudia todo lo que provenga del capital, aunque a menudo rehuye el compromiso de enfrentarse al poder corporativo cuando es menester; inclinación más o menos imprudente que sí es dable atribuirle a Chávez.
 
En el discurso de la presidenta se advierte claramente que la sustentabilidad del modelo radica en la profundización del mismo. El modelo es la praxis cotidiana del proyecto lanzado el 25 de mayo de 2003. Para que evolucione, se consolide y madure hacia etapas que quizás ni siquiera imaginamos, hace falta que perdure en el tiempo. No puede ni debe ser rígido, inmodificable. Todo lo contrario. Será más convocante en tanto se adapte a la permanente actualización teórica de este proyecto nacional y popular, de viejo cuño. Un proyecto, por otra parte, que se ha nutrido desde vertientes tan variadas como encontradas. Titánica tarea la de armonizar dicha diversidad. El desafío de cubrir y conducir las etapas sucesivas con las personas apropiadas, implica desde ya adiestrar el olfato político de cada hora y lugar a una percepción que reniegue de los prejuicios y la contumacia.
 
APAS | Agencia Periodística de América del Sur | www.prensamercosur.com.ar
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
 
https://www.alainet.org/fr/node/156045
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