Un nuevo lock out agrario II
Los “gauchiturros” al ataque
02/06/2012
- Opinión
Se visten como gauchos pero son todo lo contrario. Son herederos de aquellos que alambraron la tierra, masacrando al indio y a los peones rurales levantiscos contra el poder. Con ustedes los “gauchiturros”: no quieren pagar impuestos y amenazan a la Constitución.
De bombachas y rastras caras, hacen sus compras en “shoppings” y tiendas elegantes. Las lucen entre amigos y cuando vociferan por TV. Como jefe de milicias tienen a Hugo Biolcati, una barra brava improvisado, y de ideólogo a un tal Eduardo Buzzi, a quien le crecerá la nariz por las mentiras que dice; cree que, comiéndose adrede la letra s cuando habla, parece un hombre del pueblo. Hasta en esas zonceras los “gauchiturros” son despectivos, racistas y discriminadores.
Hay que evitar las confusiones. Lo que los patrones agrarios llaman huelga no es tal, ni es una protesta social; apenas si es un acto de provocación y hostigamiento a las instituciones de la Constitución Nacional y de la provincia de Buenos Aires. Las protestas sociales implican un sustrato de hecho comprendido por los procesos históricos y por el pensamiento político y jurídico, marco desde el cual los sistemas democráticos reconocen jurídicamente a las clase trabajadora y demás sectores no propietarios el derecho a reclamar en acción por sus intereses, dada la asimetría de posibilidades que se registra ante el poder de los propietarios.
La “huelga” de los “gauchiturros” anunciada para este sábado y hasta el 10 de junio en toda la Provincia, en contra de la reforma impositiva sancionada por la Legislatura, es un acto de subversión ante el imperio de la ley, de una ley de la República, establecida con observancia del aparato normativo constitucional.
El gobierno de Daniel Scioli los exhortó a la reflexión y la mesura, y lo bien que hizo; debería interpretarse como un pedio de autocrítica a quienes se pone al borde del delito. El problema consiste en que los “gauchiturros” son herederos de aquellos originales genocidas que alambraron las tierras fértiles a tiro de fusil y filo de sable, en lo que hipócritamente se denominó “conquista del desierto”; porque el despliegue militar, político y económico del diseño oligárquico dependiente de la Argentina se efectuó como expansión de las fronteras agroproductivas sobre un territorio que no estaba desierto, que era el territorio de la nación ranquél. Los “gauchiturros” son como sus antecesores: se creen dueños del país y al margen de las leyes, la idea de delito es para los otros, para los que no tienen, es decir para sus víctimas.
Ya se dejó constancia en este y otros medios periodísticos que las cifras demuestran lo injustificadas que son las quejas y protestas de las patronales agrarias: según un informe del Centro de Estudios Económicos y Monitoreos de Políticas Públicas (CEMOP), en promedio, el pago anual por hectárea pasará de 47 a 61 pesos. Sólo el 2,8% del total de la recaudación provincial; un porcentaje que los “gauchiturros” pueden llegar a asociar con la suba del costo de vida de este año, con la diferencia de que las tierras bonaerenses no son revaluadas desde 1954 (a fondo) o desde la década del ’90 (de manera parcial). Si se aprueba la propuesta oficial, el pago mensual por hectárea será, en promedio, de 5 pesos, conforme publicara el jueves pasado el diario Tiempo Argentino.
Valores tan bajos implican una baja recaudación. Entre 1999 y 2011, el Impuesto Inmobiliario Rural (IIR) aportó a la recaudación bonaerense un 2% del total, un resultado insignificante dada la magnitud del territorio bajo carga tributaria. El valor de la tierra se ha incrementado de manera exponencial desde principios de esta década: pasó de 3.000 a 17 mil dólares en los últimos diez años. Estos valores están directamente relacionados con la suba del precio de los “commodities” (soja, trigo y maíz, especialmente).
Los “gauchiturros” suelen decir que ellos son productores y que por lo tanto no les importa el valor de la tierra y sí el valor de la producción. Pero el incremento del valor de la tierra tiene dos efectos concretos para el propietario. En primer lugar, incrementa su patrimonio; en segundo lugar, aumenta el valor de los alquileres (sea en moneda o en especies). Como el 60% de la producción de soja se desarrolla en campos arrendados, el impacto de la suba del valor de la tierra no es menor sobre la distribución de la renta agraria de conjunto. El incremento del valor de la tierra “generó grandes ganancias patrimoniales para los terratenientes”, indicó el informe de CEMOP.
“Un kiosco paga más que una hectárea de campo”, fue la frase que eligió días atrás el vicegobernador bonaerense Gabriel Mariotto, para graficar la necesidad de reacomodar los valores de las parcelas productivas en Buenos Aires.
Ayer, tanto el gobernador Scioli como miembros de su gabinete y legisladores oficialistas salieron a pedirle reflexión a los “gauchiturros”, los que, como escribí en un párrafo anterior, difícilmente oigan. Lo que sí puede hacerlos recular es el propio estado de ridículo en que cayeron sus acciones políticas: mientras las Cámaras legislativas sancionaban la ley, un puñado de patrones trataron de pasar por multitud; hasta las cámaras de la TV hegemónica tuvieron problemas para elegir ángulo desde el cual engañar a los televidentes.
Las “gauchiturros” son personas difíciles, tanto como sus antecesores de fusil y sable, aunque aquellos también los usaron, por interpósitas personas, en cada golpe de Estado que se dio en este país, para defender los intereses propietarios.
Los abuelos, bisabuelos y tatarabuelos de los “gauchiturros” se negaron a oír hasta a algunos de sus congéneres de clases. A fines del siglo XIX, no quisieron prestarle atención, por ejemplo, a Lucio V. Mansilla, el intelectual de la generación del ’80 que, por su condición de “niño terrible”, consideró a los habitantes originales de las tierras requeridas por el modelo oligárquico dependiente, como parte de Argentina; como lo que eran, gentes civilizadas con quienes se debía hacer política, no la guerra.
Los antecesores de los “gauchiturros” optaron por el genocidio; éstos por la “mesa de enlace” contra la Constitución y la leyes. La codicia es capaz de cualquier cosa, incluso de no entender lo que pasa en un país y en el mundo.
- Artículo publicado en la Agencia Periodística de Buenos Aires www.agepeba.org.ar
APAS | Agencia Periodística de América del Sur | www.prensamercosur.com.ar
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
https://www.alainet.org/fr/node/158389
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