Europa polifuncional

04/02/2015
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Al mejor estilo acrobático. Con ritmo y con tino la Europa de la modernidad, de las revoluciones, de los libretos significativos en el arte, en la arquitectura y en la música donde se gestó el himno de la alegría y de la unidad, empieza ahora a recorrer la marcha fúnebre en una larga noche sin luna. La Europa que lideró la transición hacia lo moderno hoy asiste con pena a un simple recodo de su historia. Se apega con fuerza a lo que representa la diplomacia en Bruselas, los conservatorios en Viena o las alquerías suizas. Sus grandes bastiones ya aparecen desgastados. Su confianza por la democracia se desvanece lentamente con cada expresión nacionalista y xenófoba que tiene lugar todas las semanas en algún rincón de su seno. Su voz tolerante con las libertades individuales se apaga ante el ascenso de los actos violentos de raigambre islamista. Las políticas de asistencia social trazan notables diferencias entre nacionales y extranjeros. Los planes de recuperación económica no dan los frutos esperados. A cambio de cacerolazos populares la factura se paga en las urnas.

 
La Unión Europea, aquel sueño político de reintegración tras la debacle suscitada con las dos grandes guerras, empieza a fragmentarse. En Berlín y Londres ya se siente el vacío que produce la soledad. Bruselas es una sumatoria de instituciones e infraestructura de lo que debe ser la Unión. Cada Estado miembro prefiere mirar hacia adentro. Existen fisuras propias de cada sistema político que les hace ser indiferentes ante los problemas tan serios que tiene toda Europa en sus propias narices con el proceso independentista en los umbrales de Ucrania.
 
Donestk, Luganstk, Kiev, Bielorrusia, Minsk y Moscú sienten hoy que forman parte de otra Europa. La Europa ajena e indiferente. La Europa interesada en el gas y en el petróleo. La misma dinámica de 20 años atrás cuando la explosión tenía lugar en Albania, Croacia y Sarajevo. Cerraron los ojos ante lo evidente. Pasaron de largo festejando la caída del muro berlinés.
 
Las víctimas y los líderes políticos de los Balcanes llamaban a sus puertas de forma desesperada y Europa dejó que la historia siguiera su curso. La historia de la barbarie y de la indolencia. Europa intervino, cuando ya para qué, para hacer estadísticas de los muertos, para recoger datos de víctimas y de victimarios. Datos que sirvieron de poco, porque muchos años después, un 3 de febrero de 2015, en plenaria judicial, la Corte Internacional de Justicia, en un gesto desobligante y provocador, sentenció que tanto Serbia como Croacia estaban exentas de responsabilidad en la comisión de genocidio. Un mensaje tibio que todos los asistentes en la Sala y en las calles de Montenegro, Albania, Macedonia y Kosovo quedaron sin entender. Un mensaje en todas las direcciones. Abierto y polifuncional. Pretensioso de quedar bien con las partes en pugna. Un mensaje que deja a las víctimas en el mismo punto de inicio: esperando algo de Europa y recibiendo a cambio solo silencio.
 
John Fernando Restrepo Tamayo
 
Febrero 4 de 2015
 
 
 
 
https://www.alainet.org/fr/node/167775
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