Alianza ¿para la prosperidad de quiénes?
25/02/2015
- Opinión
Es una cosa muy buena que desde Estados Unidos se vuelvan los ojos para buscar respuestas a las causas que origina el fenómeno de la migración. Como también es una buena oportunidad que el gobierno de los Estados Unidos logre aprobar una suma de mil millones de dólares, solo para el primer año, como asistencia para buscar respuestas a la situación de deterioro que cada vez va más para peor.
Lo que despierta dudas, sospechas y preocupaciones es que un porcentaje alto de esa ayuda que se busca aprobar esté condicionado a la política de seguridad, especialmente de los Estados Unidos, porque eso significa que sigue pesando en las mentes y los corazones de los funcionarios de los Estados Unidos que los niños y niñas y familias migrantes son ante todo un problema de seguridad, del cual hay que protegerse. Y que esta realidad de los migrantes se ponga a la par de la política de seguridad de lucha contra el narcotráfico que tan intensamente se impulsa en nuestro país.
Todavía más preocupante que las élites empresariales y políticas de Honduras, El Salvador y Guatemala aprovechen la crisis migratoria creada en gran parte por sus erradas políticas a lo largo de las últimas tres décadas para que el gobierno de los Estados Unidos les suelte millonadas para potenciar sus inversiones en menoscabo de la mediana, pequeña y microempresa y para que se construya la infraestructura que las multinacionales necesitan para transportar sus productos que proceden primordialmente de la industria minera extractivista y en general de la explotación con escaso control de los bienes naturales.
¿Acaso se puede confiar en una Alianza para la prosperidad cuya implementación recae en los mismos sectores que tienen una alta cuota de responsabilidad en el deterioro, en la corrupción, impunidad y en la violencia en Honduras? ¿Qué signos de cambio han mostrado como para confiar en ellos? ¿Se puede confiar en un plan como el millonario que se quiere aprobar sin la presencia decisiva de los migrantes, en cuyo nombre y sufrimiento se puso en marcha dicho plan? ¿Acaso se puede confiar en un plan que se formuló a espaldas de la sociedad, en oficinas de organismos multilaterales y que tiene como eje la inversión de capitales pero no tiene claridad de responder al cincuenta por ciento de desempleados y la necesidad de reactivar el campo en base a una fuerte reforma agraria y no solo en inversión en la agroindustria?
Son muchas dudas, muchas preguntas, muchísimas preocupaciones, ¿qué dice la población migrante? ¿De estas cumbres como la que se celebra en Tela, acaso salen acuerdos para escuchar a las víctimas y a quienes trabajan directamente con ellas, no solo para salir en los medios, dar limosnas o para campañas políticas?
El deterioro hondureño y del triángulo norte de Centroamérica es un asunto de profunda crisis de humanidad y el resultado de políticas erradas y centradas en ganancias para unas pocas personas. Este deterioro no se resuelve solo con dólares, por muchos que sean, ni se resuelve con proyectos económicos conducidos por las élites. Este deterioro no se resuelve con políticas asistencialistas ni priorizando la seguridad basada en militares. Este deterioro exige transformaciones profundas, nuevos liderazgos y un protagonismo directo de los migrantes y de los sectores de la mediana, pequeña y microempresa, así como de los sectores de la sociedad civil.
O la Alianza para la prosperidad se abre a todos los sectores, especialmente los más afectados por las políticas económicas productoras de desigualdad, o las millonadas de dólares harán más fuertes y poderosos a los actuales corruptos e impunes que residen en los gobiernos y en las altas élites empresariales. Ese panorama es para ponernos a temblar porque en nombre de los pobres se haría más fuertes a los grandes ricos. Y la esperanza de los dólares hace que mucha gente se quede viendo solo una parte de este plan, y no acabe de ver bien el peligro que acecha.
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