Hagan lo que hagan, casi todos los candidatos que quedan en campaña parecen estar blindados. Ni videos explícitos mostrando que Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski dieron dádivas en mítines políticos han sido suficientes para que el Jurado Nacional de Elecciones los excluyera de la campaña, como sí pasó con Acuña.

Los casos de corrupción y de violaciones a los derechos humanos cometidos durante los mandatos de Alan García y el periodo en que Keiko fuera primera dama tampoco han sido suficientes para mellar sus morales de acero y ayudarlos a decidir dar un paso al costado por respeto al pueblo peruano. PPK continúa presentándose como la alternativa, ‘el gran tecnócrata’, sin importarle que es de conocimiento público que, como ministro de Economía y luego premier, ejecutó uno de los más suculentos obsequios de nuestros recursos con el gas de Camisea, regalando alrededor de 15 mil millones de dólares en beneficios a empresas extranjeras.

Esa cara dura les sirve para que el nuevo escándalo de evasiones fiscales a gran escala, destapado el domingo con los ‘Papeles de Panamá’, también les resbale.

PPK, Keiko, García y Toledo están involucrados en el uso de estos paraísos fiscales, para lavar dinero o evadir impuestos. En Islandia, tras alegaciones similares, cientos de miles salieron a las calles y ayer el primer ministro dimitió. Diferencia abismal entre Perú, donde los políticos se han encargado de legalizar la impunidad, y un país donde escándalos de corrupción como estos –aunque aún no estén juzgados– sí tienen repercusiones políticas.

Pero la coraza infranqueable de unos es directamente proporcional al demencial campo de batalla en el que vive la candidata Verónika Mendoza. Si bien no tiene relaciones con la oligarquía peruana ni con las transnacionales, no tiene indicios de casos de corrupción, no ha cometido de manera directa o indirecta violaciones a los derechos humanos, ella es diariamente atacada y difamada.

Esto es producto de la maquinaria que despliegan aquellos que ven amenazadas sus cuotas de poder. Por eso, es responsabilidad de nosotros los ciudadanos ver lo evidente y decidir con consciencia moral –ya que los demás candidatos no la tienen– lo que merecemos como país.

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