El 5 de junio y la democracia
- Opinión
En la elección del 5 de junio, la izquierda mostró no tener piojos para rascarse la cabeza (desafortunada frase de Carlos Tapia en Perú 21 del viernes 3 de junio) si gana PPK. Incluso, la izquierda y las izquierdas ya habían optado su voto por la democracia (es decir, por PPK) mucho antes que Verónika Mendoza (a unos pocos días de la elección) llamara a votar por PPK como la única opción para la izquierda en esta segunda vuelta.
Existe una izquierda en los pocos y pequeños espacios organizados (no alcanzan a la calificación de partidos), cubiertos por militantes con experiencia política pero desconectados de la población. Existe también un extendido sentimiento de izquierdismo en la población equivalente a cambio, justicia social, lucha por los derechos.
Estos dos espacios de izquierda, hace ya varios años que optaron por la democracia, con altibajos de firmeza y duda. Sin embargo, esta vez, el comportamiento de la izquierda, sobre todo aquel que es sinónimo de sentimiento izquierdista, no organizado y espontáneo, fue claramente en favor de la democracia como régimen político; no solo se trató de cerrarle el paso al fujimorismo por sus ojos rasgados, sino porque tiene el convencimiento que el fujimorismo, el de Alberto y de Keiko, es pernicioso para la democracia y los derechos, para la ciudadanía y la esperanza en la justicia social. Es la izquierda de la lucha por la democracia como régimen y no como movilización de protesta como en 1977-78.
Sin ninguna duda también, es esta izquierda la que fue clave para la derrota del fujimorismo y decisiva para mostrar al país que con el terrorismo senderista no existe ninguna relación, todo lo contrario a la acusación del fujimorismo que la izquierda es “prima hermana del senderismo”, lo que es una patraña más de intimidación y desinformación interesada.
Con su vocación explícita en favor de la democracia, la izquierda peruana ha dado un salto espectacular a lograr una presencia nacional. Ojalá que se anime a tejerse como organización para ganar protagonismo intelectual, social, político y ético.
El escenario que se vendría
Los retos del nuevo gobierno llaman a una gran sagacidad para lograr acuerdos. El primer escollo es la mayoría congresal fujimorista, no porque sea mayoría, sino por el comportamiento de autoritarismo de algunos de ellos y también por la situación de investigación por narcotráfico y lavado de activos en 11 congresistas fujimoristas. No es el mejor diploma para los acuerdos políticos.
Lo mejor que le puede ocurrir a PPK es que el fujimorismo sea permisible a la agenda que debe presentar el nuevo gobierno el 28 de julio. Pero, PPK no está en condiciones de despreciar acuerdos con la bancada del Frente Amplio (FA), sobre todo si la izquierda mostró reflejos rápidos en favor del voto por la democracia y una gran capacidad de organización para la calle (movilizaciones en todo el país el 5 de abril y el 31 de mayo).
El escenario que se aproxima es de doble negociación. De un lado, PPK con el fujimorismo y, PPK con el FA. En ambos casos se impone la priorización de temas en una agenda que contente a los dos sectores, tan importantes para un buen gobierno PPK.
Los acuerdos FA – PPK se afirmarán si el FA logra acuerdos con la bancada de APP y Acción Popular (AP), haciendo un bloque con mayor énfasis en el factor democrático.
Es decir, se avecina un escenario de muchas negociaciones. Estas irán por rumbo favorable a la democracia si pone por delante temas como el mejoramiento de la calidad y cobertura de los servicios Educación y Salud, recuperación de la confianza de la población en instituciones que tienen que ver con el control, la justicia y la seguridad, la generación de empleo y el avance tecnológico para la industrialización y diversificación productiva. Es decir, una agenda de ampliación de la democracia. Una agenda para la izquierda y la derecha liberal.
El fondo de la cuestión post 5 de junio y mirando el bicentenario está referida a ¿cuál es la capacidad como país para retomar el camino de la transición democrática? No olvidemos que una gran oportunidad estuvo con la Constitución de 1979, que Belaunde (1980 – 1985) y García (1985 – 1990) desperdiciaron y dieron lugar al arribo de Alberto Fujimori y al avance del senderismo terrorista.
Fue Fujimori, sin ningún sentido histórico ni democrático, que promovió la nueva Constitución de 1993 (es decir, apenas 13 años después que se aprobara la anterior) con la cual se inició el camino denso del neoliberalismo y la democracia restringida. Su huida fue seguida por los gobiernos de Toledo, García y Humala, idénticos en pisotear las vigas de la transición democrática dejadas por Valentín Paniagua.
Con los tres últimos gobiernos peruanos, igual que con Belaunde y García, se profundizó la crisis del régimen político, de la política, del sistema político, se acrecentó el avance del narcotráfico, la corrupción y las mafias, así como se deshizo el proceso de regionalización primero y la descentralización después. Y, esto teniendo como telón de fondo dos Constituciones (1979 y 1993). La transición democrática sigue abierta y es clave asumirla para construir país con una apuesta de largo plazo. Este es el gran reto del nuevo gobierno.
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