Con el auténtico Comandante Chávez no hay quien pueda

02/02/2017
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  • Análisis
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Lo que hoy se está viviendo en Latinoamérica y el Caribe no es solo una ofensiva política y económica neoliberal con el derivado de la instalación, por vías diversas, de gobiernos derechistas, sino que en realidad avanza a paso firme por el continente  una gigantesca contrarrevolución cultural. No es de ahora sino que ya lleva años modelándose, y que puede provocar tanto o más daño que una embestida militar reaccionaria. Esta iniciativa deformante del pensamiento se cuela por todos los huecos que le ofrece el sistema y también aprovecha, claro está, las debilidades y carencias formativas de los propios ciudadanos y ciudadanas. A la cultura popular, liberadora y revolucionaria que puja por consolidarse allí donde pudo hacer pie en las últimas décadas, el aparato distorsionador y alienante manejado desde las entrañas mismas del pensamiento imperial, trata de oponerle (con una persistencia y continuidad apabullantes) un discurso disociador, anestesiante, plagado de mentiras. Para ello, utiliza dosis de meta-lenguaje que genera confusión, desencanto, desunión, parálisis, desmovilización. Todo vale para envilecer o desprestigiar cualquier avance anti colonial y antiimperialista en la región.

 

Ahora mismo, desde Colombia, la maquinaria audiovisual infectada por el anti-chavismo lleva adelante un nuevo ataque. Se trata de un nauseabundo serial denominado “El Comandante”, producido por Moisés Naim, pseudo escritor y periodista venezolano residente en Colombia, gran amigo de fundaciones estadounidenses y colaborador activo de medios de comunicación que abominan de la Revolución Bolivariana. Es así que este escuálido de la Cuarta República, sostiene un guión de 60 capítulos donde de lo que se trata es de destruir la digna historia de rebeldía encarada públicamente por el Comandante Hugo Chávez. Para ello, parte de vulgares anécdotas, historias distorsionadas y una endeblez argumental que provocarían risa si no tuviera como objetivo querer ensuciar a uno de los grandes del continente. En realidad, desde el aliciente de una inversión millonaria gestada en entre Nueva York, Miami y Bogotá, se busca destruir el legado de Chávez y todo lo que su ejemplo libertario significa para Latinoamérica y el mundo. Primero lo fueron matando lentamente hasta lograr su desaparición física aquel fatídico 5 de marzo de 2005, ahora tratan de volver a asesinarlo a través de intoxicar su verdadera historia.

 

Es importante recordad que Naim es un gran amigo de Álvaro Uribe Vélez y que en una entrevista televisiva a quien viene monitoreando desde hace años el narcotráfico y el paramilitarismo colombiano, ambos convinieron en que “Venezuela es una dictadura con votos”. Se comprende, Uribe odiaba y odia al Comandante del 4F, esa gesta que el pueblo venezolano celebra por estos días y que marcó el puntapié inicial de una gesta aún inacabada. Nunca pudo, el creador de los “falsos positivos” y la motosierra, desde su mediocridad y altanería facciosa llegarle a la suela de las botas a quien no sólo se convirtió en jefe de miles de militares patriotas sino que supo enamorar a millones para enrrumbarlos en el camino maravilloso de la Revolución. Uribe es una excrecencia del Imperio, y lo único que sabe hacer es generar terror y muerte a través de sus paracos de las “Autodefensas”. Naím, por su lado, es peón de esa estrategia que no sólo aborrece la paz en Colombia sino que ahora trata, desde la mentira televisiva, burlarse del bravo pueblo bolivariano.

 

En esta versión Obama-Trumpista o Uribe-Santista (seguro que no le disgusta al reciente Premio Nobel) de “El Comandante”, producida por la multinacional Sony Pictures, Naim no está solo en su enaltecimiento del rencor y el revanchismo “cultural”, sino que ha recibido importante apoyo económico desde Estados Unidos, donde un traidor a la Revolución y al propio Chávez se movió para conseguir dólares a fin de que el engendro televisivo saliera al aire. Se trata del militar y ex ministro de Alimentación y también de Transporte Acuático y Aéreo, Hebert García Plaza, al que el Vicepresidente Diosdado Cabello acusó de estar ligado a actividades de la CIA contra Venezuela.

 

Si faltara algo para el menú de la serie, es la presencia en el rol de Chávez del actor colombiano Andrés Parra, al que todos en la calle conocían hasta ahora como “Pablo Escobar”, asociándolo con el papel protagonista que tuvo en otra serie en la que sibilinamente se ensalzaba la vida del narco. No es casualidad que lo hayan elegido a Parra ya que en el plan de destrozar el mensaje revolucionario del Comandante del Movimiento Revolucionario Bolivariano 200 y de tantas otras patriadas, nada mejor que asociarlo con un asesino serial como Escobar.
De todas maneras, por más esfuerzo publicitario y gastadera de millones de dólares, lo que queda claro es que con Chávez no pudieron ni podrán. Su fuerza está en lo que hizo por los más humildes de su país pero también por los esfuerzos para rescatar la idea de la unidad nuestroamericana y caribeña. Eso no se borra de un día para el otro con falsas imitaciones. El estreno de la serie en Colombia, su plaza fuerte, donde la derechista RCN actuó de canal de emisión, fue un contundente fracaso. Quedó relegada al puesto 16 en las mediciones de audiencia, y los periodistas especializados se burlaron de la misma, expresando que si el primer capítulo “funcionó” de esa manera, cuando llegue al número 60 (altamente improbable) los espectadores se van a ver reducidos a un par de familiares de Parra y poco más.

 

Sin embargo, que sirva esta provocación en el campo mediático-cultural para que quienes están al frente de los estamentos populares de la cultura revolucionaria (al margen de que la anquilosada burocracia oficial mueva sus caderas y actúe) deberán apelar urgentemente a crear productos que den la batalla en este frente. Como dijo el Presidente Nicolás Maduro, se hace necesario contar una y mil veces la verdad sobre Chávez, defender su legado y mostrarle a las nuevas generaciones que el Comandante es hijo de Bolívar, de Ezequiel Zamora y Guacaipuro y no de Santander ni la oligarquía mantuana.

 

Fuente:  Resumen Latinoamericano, 2 febrero 2017

 

 

https://www.alainet.org/fr/node/183272
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