Verdad, justicia y reparación

13/07/2017
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Monseñor Pedro María Ramírez que el Papa Francisco se propone beatificar en su viaje a Colombia
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Texto de una carta de Gloria Gaitán dirigida a un alto prelado del Vaticano sobre su solicitud al Papa para que pida perdón a nombre de la iglesia católica por ser partícipe y responsable de la generación de la violencia en Colombia.

Con sorpresa y no menos dolor, he tenido noticia de que el Papa Francisco ha comunicado su voluntad de beatificar a monseñor Pedro María Ramírez, quien fuera responsable de una de las muchas acciones de violencia y sectarismo que protagonizaron sacerdotes de la Iglesia Católica colombiana en las décadas de los 40 y 50.

 En aquellos años, un movimiento de carácter popular en búsqueda de la justicia, la equidad y la paz, que encabezaba mi padre, Jorge Eliécer Gaitán,  el penalista graduado con la mención “cum laude” en la Real Universidad de Roma, escogió como camino la defensa de los marginados, en lugar de verse atraído por la brillante carrera académica que le esperaba como innovador científico y teórico visionario, que proyectó su mirada hacia los paradigmas que hoy se abren paso en el mundo de la ciencia del siglo XXI.

 Lamentablemente, en aquel momento, un sector importante de la Iglesia Católica estaba aliada a las fuerzas falangistas que primaban en los sectores conservadores que dirigían al país. Muchos de ellos eran adversarios de mi padre desde el punto de vista ideológico y ejercían la oposición en el campo de las ideas. Pero muchos otros, desgraciadamente muchísimos de ellos, principalmente en provincia, desataron desde sus púlpitos una feroz campaña para generar la violencia contra el gaitanismo. Incluso algunos de ellos distribuían armas para que asesinaran a los seguidores de mi padre. Uno de ellos era, precisamente, Pedro María Ramírez que ahora el Papa Francisco se propone beatificar en su venida a Colombia.

Yo era niña cuando oía a mi madre decirle reiteradamente a mi padre: “Cuídate de los curas de Armero”. Yo pensaba que se trataba de un refrán popular. Después del asesinato de mi padre, cuando el pueblo considerando a monseñor Ramírez mentor del crimen, por haber proclamado desde el púlpito que debían matar a mi papá para que se fuera al infierno y supe que lo habían linchado, comprendí que “los curas de Armero” eran seres de carne y hueso, que querían condenar al fuego eterno a mi padre, a quien yo amaba sobre todas las cosas.

 Y ahora me encuentro con que lo van a beatificar, en un país que está en búsqueda de la verdad, la  justicia y la reparación para reencontrarse con la paz y a lo que se enfrenta es a la premiación de un violento que traicionó las doctrinas de amor de Jesús.

 Yo le pedí al Santo Padre en carta que le remití en 2015 y ahora se lo reitero por su conducto, que en su venida a Colombia pida, a nombre de la Iglesia Católica, perdón por la participación de un número muy significativo de sacerdotes en la gestación y emulación de la violencia, que generó el conflicto armado que aún hoy no hemos podido superar.

 Yo me ofrecí en aquella ocasión a entregarle personalmente la documentación que demuestra que una facción importante del prelado colombiano, ante la inmovilidad de las altas jerarquías de la Iglesia, participó en la gestación de la violencia en Colombia, apoyando e impulsando el genocidio al Movimiento Gaitanista, con huellas que perduran hasta nuestros días.

 En los memoriales de agravios que mi padre le presentó al presidente genocida, Mariano Ospina Pérez, se consignan muchas de esas atrocidades eclesiásticas. Por ejemplo, se lee en memorial de 1947:

-       “En Málaga el cura párroco, señor José Hipólito Rojas, el 11 de abril promovió una asonada contra los elementos liberales de esa población”.

-       “El 18 de mayo (en Cucutilla, Norte de Santander) fueron atacados a bala en descargas cerradas, hechas desde las ventanas de la casa cural”.

-       “Con fecha 13 de mayo de la misma población (Cucutilla) me informan que al día siguiente de hecho tan grave como el asesinato del señor Roberto Arias desde los balcones de la casa cural se hizo fuego en forma alevosa contra los elementos de filiación liberal”.

-       “De Herveo (Tolima) me comunican el 4 de mayo que el Párroco de ese municipio, Josías Tello, desde el púlpito, invita a la masacre contra el liberalismo y condena como ateos a los lectores de Jornada”.

 Jornada era el diario vocero del gaitanismo que anota el 5 de febrero de 1948: “El cura de esta parroquia (Génova, Caldas) resolvió tomar el camino de los carlistas de Santander del Norte. Ahora, como Cote, Ortiz y Afanador, convierte el sagrado púlpito en tribuna de agitación política y de diatriba. No escapa ya una sola oportunidad en que dirigiéndose a los fieles católicos los azuza contra los liberales, inculcándoles los más innobles sentimientos de venganza y de retaliación. Son muchos ya los casos de graves choques presentados por este motivo entre gentes honradas intoxicadas por las encendidas arengas políticas del cura de la población”.

Así podría seguir consignándole muchísimos atropellos de miembros del clero contra las huestes que seguían a mi padre, pero pienso que una descripción paradigmática de ese modus operandi puede Su Excelencia encontrarla en la carta que le anexo suscrita por el ingeniero civil Alcides Riaño Garrido, fechada el 2 de abril de 1948.

 Todos estos hechos ameritan que Su Santidad, el Papa Francisco, pida perdón por ellos en su venida a Colombia, en lugar de beatificar a uno de los violentos. Lo haría precisamente cuando el país recorre el camino de resarcimiento a las víctimas, mediante la verdad, la justicia y la reparación, en lugar de continuar por el camino del negacionismo y la impunidad.  

Su solo pedido de perdón repararía en parte la herida que nos viene acompañando, sin solución de continuidad, porque nadie ha reconocido ni puesto en práctica el clamor de la Oración por la Paz, que aquí le anexo, pronunciada por mi padre ante una multitud totalmente silenciosa, que en febrero de 1948 colmó la Plaza de Bolívar de Bogotá para pedir que las autoridades cesaran la violencia. Esas autoridades no era solo el gobierno sino también la Iglesia Católica y sobre ellas terminó mi padre su Oración diciendo: “¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!”.

Con mis sentimientos de respeto y comedimiento, me suscribo de Su Excelencia atentamente,

Gloria Gaitán Jaramillo
gaitanjaramillogloria@yahoo.es
Bogotá, D.C - Colombia


Monseñor Pedro María Ramírez que el Papa Francisco se propone beatificar en su  viaje a Colombia

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