Diálogos para una superación chavista de la crisis
- Opinión
“El vivo, efectivo y pleno ejercicio del poder popular protagónico es insustituible condición de posibilidad para el socialismo bolivariano del siglo XXI.”
–Hugo Chávez
I. PRESENTACIÓN
Quienes suscribimos este documento; pertenecemos a diversos colectivos, movimientos, organizaciones de base y partidos políticos de izquierda. Somos parte del proceso de movilización popular conocido como Revolución Bolivariana. Decidimos juntarnos para realizar un diagnóstico de la coyuntura y construir propuestas de acción política para ser dialogadas con otras organizaciones del campo popular, apostando a procesos de unidad en la diversidad, de solidaridad y articulación, que aumenten la fuerza colectiva del chavismo popular, desde la izquierda.
Nos une la convicción de que es posible avanzar en la acumulación de poder popular y en la creación de escenarios que permitan darle viabilidad al programa democrático de transición al socialismo. Apostamos a que la acción política, en el marco de la superación de la crisis, puede generar condiciones más favorables para el campo popular, que aumenten su fuerza relativa y que creen las condiciones de posibilidad para retomar el programa chavista. Creemos que tanto la construcción de una sociedad mejor, como la superación de la coyuntura actual, sólo es posible retomando el sendero de la soberanía popular. Defendemos que el grito de Chávez “¡Comuna o Nada!” permanece más actual que nunca, y que la comuna sigue siendo el espacio de donde se va a parir el socialismo.
Nos une un rechazo a la agresión imperialista que vive el pueblo venezolano; a las consecuencias criminales que tienen sobre los derechos humanos a la vida, a la salud, a la alimentación y a la autodeterminación, las medidas coercitivas unilaterales aplicadas por los EEUU y su alianza internacional. Reivindicamos el derecho humano a la autodeterminación de los pueblos, pilar del derecho internacional, que implica la condena a las injerencias externas, la libre determinación sobre nuestros recursos y la expresión de la soberanía popular para definir nuestro destino colectivo.
Nos une un rechazo a la expropiación del protagonismo del pueblo chavista en la transformación de la crisis múltiple que vivimos como país. Si en algo se sustenta el carácter emancipador de la Revolución Bolivariana, es justamente en que contó con el protagonismo popular en la construcción de dignidad colectiva y justicia social. Nuestros mejores logros ocurrieron cuando fuimos protagonistas y no espectadores. Y es esa la historia nuestra que hoy invocamos, frente a las élites de cualquier tipo que quieren decidir por nosotras/os nuestro destino.
Nos une la certeza de que la guerra es un camino en el que las principales víctimas son los sectores populares; que la destrucción material y cultural en un escenario bélico nos afectaría por décadas.
Nos une una preocupación por el drama económico y social que produce un aumento creciente de la pobreza y la desigualdad; el colapso de la economía y la caotización de la vida, lo que se traduce en la pérdida fáctica de derechos que habíamos conquistado en el marco de la Revolución Bolivariana;
Este documento, que se asume como un borrador y que quiere estimular el diálogo con otras/s, cuenta con 4 secciones: II. ¿Por qué hay conflicto en Venezuela?; III. ¿Cómo llegamos hasta aquí?; IV. ¿Cómo caracterizamos el momento actual? y; V. ¿Qué proponemos?
II. ¿POR QUÉ HAY CONFLICTO EN VENEZUELA?
En las últimas dos décadas, el conflicto venezolano ha girado sobre los mismos ejes, con algunos corrimientos progresivos que tienen hoy expresiones abruptas.
PLANO INTERNACIONAL
Aleccionar a los intentos post-neoliberales. La Revolución Bolivariana y el proyecto de construcción del socialismo en Venezuela emergieron como una esperanza para los pueblos. Pese a las contradicciones y retrocesos, este proceso planteó una ruptura y la posibilidad de construir un modelo alternativo al capitalismo. La sola posibilidad que alimentó la imaginación de los pueblos del Sur representa un peligro para la hegemonía de EEUU en el hemisferio. EEUU busca aleccionar a los países del sur con la derrota de la Revolución Bolivariana. Un eventual cambio de gobierno en Venezuela, sería para los EEUU una victoria simbólica vendida como prueba de la “imposibilidad” y el “fracaso” de los intentos de construcción de alternativas democráticas al capitalismo y de la unidad de los pueblos del sur.
Disputa inter-potencias por nuestros recursos. De igual modo, el conflicto se enmarca en la disputa inter-potencias (EEUU, Rusia, China) por el control de nuestros recursos naturales en el marco de la crisis actual del capitalismo. Venezuela es una potencia petrolera y cuenta con enormes reservas de oro, hierro, aluminio y níquel; además de reservas no cuantificadas de minerales raros como coltán y torio y, abundante agua dulce y biodiversidad. Durante todo el Siglo XX y hasta el inicio del gobierno de la Revolución Bolivariana, nuestros recursos fueron controlados por los EEUU. El cambio en la orientación del gobierno a partir de la llegada de Chávez, fortaleciendo la alianza con potencias emergentes, es un factor explicativo de la beligerancia y el protagonismo de EEUU en el conflicto venezolano.
PLANO NACIONAL
Control del Estado: conflicto programático y de clases. En el plano nacional, el conflicto se plantea por el carácter antagónico de los objetivos del chavismo y la oposición: ambas fuerzas aspiran el control del Estado y la renta petrolera para impulsar desde ahí sus proyectos de país (originalmente excluyentes) e intereses de clase (también originalmente excluyentes). Mientras que las fuerzas de oposición están programáticamente orientadas hacia el mercado, la democracia liberal representativa, el protagonismo de las capas medias y altas y, la alianza privilegiada con EEUU y los países del Norte Global; las fuerzas chavistas vienen de reivindicar la intervención estatal en la economía en el marco de una transición al socialismo, las formas contrahegemónicas de la democracia, la transformación del Estado burgués, el protagonismo de los sectores populares y las alianzas privilegiadas con los países del Sur Global y potencias emergentes. En este campo han convivido diferentes tendencias, con contradicciones importantes respecto al rol del sector privado, que se vienen agudizando desde la partida del Comandante Chávez.
Asedio y carácter antidemocrático de la oposición. El conflicto político se explica también por la deslealtad democrática de los sectores dominantes de la oposición de derecha. Ya desde 2001 existen datos que demuestran su participación en conspiraciones que involucraban a la embajada de EEUU. El Golpe de Estado (2002); el Paro petrolero insurreccional (2002-2003); el desconocimiento de los resultado electorales del Referéndum (2004) y de las Presidenciales (2006 y 2013), el boicot a las elecciones parlamentarias (2005) como forma de deslegitimarlas; la convocatoria a manifestaciones insurreccionales como La Salida (2014) y las Guarimbas (2017); la conspiración contra la economía y el bloqueo encubierto (desde 2013); las medidas coercitivas unilaterales (“sanciones”) de EEUU (desde 2015); la utilización de la recién-conquistada Asamblea Nacional para “salir del gobierno en 6 meses” (2016); la autoproclamación de Guaidó como una táctica dirigida desde los EEUU (2019) y un nuevo intento de golpe de estado (2019); son expresiones de este carácter antidemocrático y del asedio que ha vivido la Revolución Bolivariana desde su nacimiento.
A partir de la coincidencia, en 2013, de múltiples crisis estructurales y coyunturales, identificamos cambios relevantes en las principales líneas de gobierno impulsadas por la dirigencia política.
Dirigencia política y cambio de intereses. La cohabitación de clases antagónicas en el seno de la dirección revolucionaria supone que las clases poseedoras ejercerán presiones sobre todo el aparato dirigente, manteniéndose limitadas mientras el proceso tenga una dirección ascendente de movilización popular. Sin embargo, ante cualquier signo de desgaste o estancamiento las tendencias burguesas de la dirección se fortalecen a partir del control del Estado y la economía, constituyéndose nuevas élites, que actúan en detrimento de los intereses de los explotados. A través de procesos de acumulación por despojo (algunos de ellos justificados por la necesidad del financiamiento a la política), control de espacios de poder en instituciones clave (vinculadas con la economía, la seguridad o la comunicación) y proximidad a la figura del Comandante Chávez, un sector dirigente fue acumulando poder y riqueza, y creando una red de intereses y lógicas propias, que se encuentran en contradicción abierta con el programa bolivariano de transición democrática socialista. Este proceso de acumulación se vuelve mucho más acelerado tras la muerte de Chávez.
Es fácil advertir que, en la actualidad, la presencia de cuadros que expresen los intereses de los sectores populares a lo interno del Estado es cada vez menor y con mínimo impacto en las grandes orientaciones políticas. Mantener el poder se convierte entonces, para la dirigencia política, por una parte, en la posibilidad de mantener privilegios y defender sus intereses de clase y, por otra, en la posibilidad de la sobrevivencia misma, en la medida en que la oposición de derecha los amenaza con exterminio, persecución y exilio.
Giro programático a la derecha. Como consecuencia de lo anterior, el horizonte estratégico de radicalidad democrática socialista viene desapareciendo del discurso de la dirigencia política, pero sobre todo viene desapareciendo de las prácticas y grandes orientaciones estatales. A veces justificadas como un giro táctico para mantener el gobierno y hacer sobrevivir a la Revolución, en el contexto de un real y gigantesco asedio de la derecha local y el imperio; a veces defendida por convencimiento expreso de algunos actores (ver debate sobre la “burguesía revolucionaria”), lo cierto es que vemos muy clara la mutación programática que se expresa en: privatizaciones, alianza desventajosa con el capital, vulneración sostenida de los derechos laborales, expropiación del protagonismo de los sectores populares a través de mecanismos clientelares, reducción de espacios de participación democrática popular y de la institucionalidad democrática establecida en la Constitución, carácter despótico del ejercicio del poder, trastocamiento de la lealtad a la revolución por la lealtad a la dirigencia política, sistemática represión policial a los sectores populares en el marco de acciones de seguridad, criminalización de la protesta popular, renuncia al control estatal de la economía y abandono de la apuesta de construcción de una economía socialista, comunalizada, desde el poder popular.
Tensiones. Aunque el giro a la derecha de la dirigencia política debería tender a reducir el conflicto, pensamos que ello no ocurre, porque, por una parte, persiste la lucha por el control del Estado y, por otra, se mantiene el carácter excluyente de las alianzas internacionales. A ello agregamos que a lo interno del Estado, del PSUV, del GPP y de centenares de colectivos, movimientos y organizaciones de base, está vivo aún el programa chavista en amplios sectores de militantes que apostamos por su continuidad, en conflicto abierto o solapado con la dirigencia política, lo que la obliga a mantener discursivamente ciertas claves del discurso confrontacional y a realizar algunas negociaciones que implican acciones puntuales por la izquierda.
III. ¿CÓMO LLEGAMOS HASTA AQUÍ?
Tras la muerte del Comandante Chávez, entraron en resonancia crisis pre-existentes, que obedecen a factores estructurales y coyunturales.
Entre los factores de carácter estructural, se encuentran: 1. La ausencia de mecanismos solventes, legítimos y democráticos, de dirección colectiva, que permitieran garantizar consistencia estratégica de la acción de gobierno, en un momento en el que no se contaba con la función aglutinadora y programática que garantizaba el Comandante Chávez; 2. El insuficiente avance en la superación de la economía rentista y en la modificación de la estructura económica para aumentar los espacios productivos en manos del pueblo (socialización de medios de producción), que permitieran reducir la vulnerabilidad ante las injerencias del imperio y el maridaje con el capital y; 3. La normalización de prácticas de corrupción y el surgimiento de grupos de interés económico al amparo del Estado, que fueron minando, lentamente, las lógicas políticas emancipatorias.
Entre los factores de carácter coyuntural, se encuentran: 1. La caída en más del 60% de los ingresos de origen petrolero, desde 2014 hasta 2016; 2. El inmovilismo y la inacción en materia de política económica, entre 2012 y 2015, que es un factor explicativo muy poderoso de la actual crisis, a lo cual se siguió una “normalización” de la economía, con crecientes beneficios e incentivos permanentes al capital, pero sin aumento de la producción y; 3. La radicalización de las tácticas políticas, económicas, diplomáticas, conspirativas, golpistas e insurreccionales de la oposición, nacional e internacional; que incluyen de manera muy relevante: a. un incipiente bloqueo financiero, antes de 2017 (e.g. manipulación del “riesgo país,” aumentando los costos del crédito); b. desabastecimiento programado de bienes; c. contrabando de extracción; d. medidas coercitivas unilaterales (sanciones) en 2015, 2017, 2018 y 2019, abiertamente contrarias al derecho internacional y con un impacto criminal en la vida de la población y; e. la asunción de manera abierta de EEUU del liderazgo de la oposición, combinando la amenaza de invasión militar con la autoproclamación como “Presidente Encargado” de Guaidó (a quien Trump reconoció por twitter a los pocos minutos del hecho) y el llamado a un golpe militar y a una insurrección popular.
Más allá de las responsabilidades, errores o miserias de la dirigencia chavista que se consolidó tras la muerte de Chávez, es evidente que el panorama de radical crisis económica y social que vive actualmente el país es consecuencia directa de la estrategia de los EEUU orientada a sacar al chavismo del poder. Las llamadas “sanciones” (que entendemos como medidas coercitivas unilaterales, ilegales y arbitrarias, en la medida en que no existe una base legal internacional que le dé a los EEUU el poder de sancionar), le impiden al Estado (y a sus empresas estratégicas como PDVSA) solicitar préstamos internacionales y reestructurar la deuda, o emitir bonos; le impiden usar el sistema financiero occidental para pagar, comprar o vender cualquier bien o servicio en el exterior; le impiden conseguir recursos para mantener la producción petrolera; anulan el comercio petrolero con EEUU (lo que implica perder a uno de los principales compradores; así como el acceso a los aditivos para la refinación y la producción de gasolina); implican el cierre de cuentas venezolanas en el exterior y el robo de activos de Venezuela en el exterior (entre los cuales, Citgo). El impacto de estas medidas genera una catástrofe en una economía que ya había entrado en crisis. Solo a partir de las medidas coercitivas de 2017, la producción petrolera, que venía cayendo desde 2016 de manera moderada, pasó de los 2 millones de barriles a 1.235.000 en 2018 y a menos de 800.000 en 2019. Con ello, la capacidad de importación del país (y en consecuencia su capacidad de garantizar los bienes esenciales para la vida, que no se producen en el país) cae dramáticamente. En 2018 las importaciones estuvieron alrededor de los 9.200 millones de dólares (en 2012 fueron de 58.700 millones de dólares) y se prevé que en 2019 sean menores.
Sin embargo, la permanente hostilidad y agresión imperialista no son razones para que no debatamos de forma crítica lo que han sido las opciones y el rumbo trazado por la dirigencia política. Si bien la caída de la producción petrolera se explica, en parte, por las medidas coercitivas unilaterales de EEUU, no es menos cierto que la gestión de PDVSA ha sido desastrosa, con casos de corrupción y una caída de producción que ya era tendencia antes de las sanciones de 2017, y que impidió que los ingresos acompañarán la retoma del precio del barril. Como en otros sectores, la apuesta ha sido en alianzas cada vez más favorables a los inversionistas privados, traicionando la visión de Chávez para la industria petrolera e ignorando el potencial de los trabajadores de la empresa.
De igual modo, los ataques del imperio y de la oposición no justifican, desde nuestra perspectiva, el progresivo cierre de espacios de debate y participación popular. Aunque cerrar filas sea un instinto, creemos que la posibilidad de superación de la crisis debe promoverse a través de mayor democracia y soberanía popular a todos los niveles, con una mayor unidad, articulación y protagonismo de las bases. Por el contrario, la dirigencia política ha recurrido a los movimientos populares en la coyuntura cuando se trata de movilizaciones tuteladas, pero trasladando todos los espacios de decisión para otras esferas, sean las decisiones que se tratan de justificar con la coyuntura, o las que se hacen a escondidas mientras las atenciones están volcadas para las amenazas inminentes.
IV. ¿CÓMO CARACTERIZAMOS EL MOMENTO ACTUAL?
Caracterizamos el momento actual como un conflicto irresuelto con implicaciones catastróficas para el pueblo. La oposición de derecha no logra desalojar al chavismo del Estado, pese al protagonismo de los EEUU y la aplicación de medidas coercitivas criminales contra el pueblo venezolano. El gobierno, por su parte, logra mantener el control de Estado y el apoyo duro de un poco más del 20% de la población, pero no logra gobernar marcando la agenda. Lo que observamos son diferentes tendencias, a veces contradictorias, tratando de imponer un rumbo que no resulta coherente con el programa chavista de transición democrático socialista. Entre tanto, aumenta diariamente la precarización de la vida y la vulneración de los derechos del pueblo que ha perdido, además, protagonismo en el conflicto.
El tiempo juega en contra de ambas fuerzas. En el caso de la oposición, se produce un creciente desánimo y desespero de sus bases por la escasez de logros políticos, lo que incluye la dificultad para captar y apropiarse políticamente del malestar de los sectores populares, que la miran con desconfianza. En consecuencia, tiende a perder piso el liderazgo de Guaidó, que logró coyunturalmente aglutinar sus fuerzas pero anunciando una victoria en el corto plazo. En el caso del gobierno, aumenta el rechazo popular, dada su imposibilidad de mejorar la materialidad de la vida (un 52% de caída del PIB en 6 años y con una proyección de caída al cierre de 2019 de mínimo 20%, lo que nos coloca en la situación de la economía antes de 1999, pero con entre 5 y 7 millones de habitantes más); la corrupción, el alejamiento del sentir popular y la renuncia encubierta al programa chavista.
Es claro que en algún momento se producirá un desenlace y, también, que este no acabará con los conflictos de fondo que tenemos como país, por lo que resulta fundamental que pensemos, desde el chavismo popular/chavismo de izquierda, la política en el mediano y largo plazo, en los diferentes escenarios posibles. Los escenarios posibles se pueden dibujar a partir de la fuerza relativa de los principales actores relevantes.
En el lado de la oposición los actores más relevantes son: a. EEUU y la alianza internacional de derecha, con una fuerza alta; b. Voluntad Popular (VP) y sus principales líderes (Guaidó y López), con una fuerza media, totalmente dependiente del apoyo internacional y; c. los partidos de oposición en la Asamblea Nacional con una fuerza media-baja y a la espera de retomar el protagonismo que coyunturalmente tiene VP.
En el lado del chavismo los actores más relevantes son: a. la cabeza de la dirigencia política, que concentra el control del Estado, del PSUV y de sectores económicos, con una fuerza medio-alta, dado que tienen el control institucional, del partido y de una parte de la economía, aunque con baja capacidad de ampliar consensos sociales; b. el generalato y los cuadros medios de la FANB con mando sobre las tropas y control de recursos militares y sectores de la economía, con una fuerza alta, dado que son el sostén fundamental del Gobierno y; c. Rusia y China, que son la principal contención de los EEUU, con una fuerza, también, alta.
Con una menor fuerza para incidir en el conflicto inmediato, en el gobierno o en la dirigencia política, se encuentra el chavismo popular o chavismo de izquierda, que es el sector del que, junto a miles (aun desarticulados y sin una configuración clara), formamos parte y en el seno del cual nos proponemos animar un diálogo. Se trata de una fuerza potencial que aún no emerge como sujeto visible. Ese “Nosotros” está, por ahora, desarticulado, pero su extensión es evidente: habitamos en los partidos del GPP, las UBCh, los consejos comunales y comunas; así como en miles de colectivos, movimientos y organizaciones de base de todo el país. Nos amalgama algo que primero fue intuición y luego una constatación cotidiana de hechos: el programa chavista, radicalmente democrático y con una apuesta alternativa al capitalismo, que hemos protagonizado en nuestra luchas y construcciones, viene siendo traicionado desde sectores de la dirigencia.
Queremos más y no menos chavismo para enfrentar esta crisis, porque en el pasado, con ese programa y nuestro protagonismo logramos derrotar las amenazas de la derecha, mantener a raya a las fuerzas conservadoras internas y avanzar en nuestra inclusión material y espiritual.
Pese a nuestra menor fuerza orgánica actual para marcar el rumbo del conflicto, ese “Nosotros” que no ha terminado de expresarse como sujeto colectivo, cuenta con gran capilaridad y extensión en la sociedad, tiene una mayor consistencia práctica con el programa chavista, lo que le otorga una fuerza material y moral que le permitiría crear condiciones para la tan necesaria refundación del chavismo. A eso le apostamos!
De lo anterior, se desprende que el movimiento popular ya no está en una fase de avance contra el capitalismo como ocurriera en tiempos de Chávez, en el que se dio un proceso progresista de expropiaciones de empresas y su entrega a los trabajadores, distribución de tierras a los campesinos, expansión de la comunalización territorial y una democratización de toda la vida pública. Por el contrario, el momento actual se caracteriza por un reflujo del movimiento popular ante el estancamiento de la revolución. Así, para garantizar la alianza “estratégica” con el capital, se han detenido las expropiaciones, se han devuelto tierras a latifundistas y terratenientes, se desestimuló la construcción de concejos comunales y comunas, y se han cerrado los espacios de expresión democrática popular.
En este escenario, corresponde en primer lugar dar una lucha defensiva contra las fuerzas del capitalismo en avance, defendiendo las conquistas de la revolución, las empresas nacionalizadas, las tierras recuperadas y cada uno de nuestros espacios como si de “fortalezas” se tratasen. Al mismo tiempo, toda defensa debe servir para preparar el contraataque. En este sentido, la lucha por aumentar la producción comunera, debe servir para expandir y articular formas populares de autogobierno, La lucha contra las privatizaciones debe servir para acumular fuerzas e impulsar una lucha por el control obrero de las empresas en manos del Estado. La lucha por la defensa de las tierras recuperadas debe servir para disputar el control de los recursos para ponerlas a producir y por expandir el control territorial, aplicando esta visión dialéctica defensiva-ofensiva a nuestro accionar político.
Los escenarios inmediatos, más probables, sin embargo parecen definirse a partir de la acción de las potencias internacionales, la FANB y las élites dentro de las dirigencias políticas chavistas y opositoras. Implican desde salidas negociadas hasta escenarios bélicos puntuales o prolongados.
Entendemos que nuestro tiempo es el mediano plazo, aunque debemos hacer un esfuerzo por maximizar nuestra influencia en la coyuntura actual, de una manera que nos permita tanto acumular como generar acontecimientos que visibilicen los conflictos estratégicos y nos permitan avanzar.
V. ¿QUÉ PROPONEMOS?
Como hemos dicho arriba, el objetivo de este documento es contribuir al diálogo, en el campo popular, del chavismo de izquierda. Justamente para parir desde ahí propuestas de líneas de acción que asuman la contradicción; que reivindiquen el protagonismo popular en contra del elitismo y la jerarquización, que han acompañado el giro a la derecha de la dirigencia. Se trata de reinventarnos juntas/os y aumentar nuestra fuerza orgánica, para resistir la ofensiva imperial y el giro conservador y avanzar en el programa chavista de transición democrática hacia el socialismo. En ese sentido, no ofrecemos aquí ninguna receta, sino propuestas-insumos para construir con otros/as, en diálogo.
Estas propuestas se organizan en tres niveles: 1. Orientaciones generales para la acción; 2. Acciones colectivas desde abajo y; 3. Exigencias al Estado.
1. Orientaciones generales para la acción
Radicalización Chavista. Planteamos que la radicalización significa un regreso a Chávez, por medio de la disputa de su legado radical (plebeyo, anticapitalista, movilizador) frente al manejo que la dirigencia hace de su nombre. Volver a Chávez es también el rescate de la forma de hacer política desde las bases y el territorio, en lo concreto, creando espacios de agregación y articulación. Este proceso debe asociarse a la solución de problemas concretos de la población y a la construcción de horizontes comunes.
Acumular fuerza. Dado que diagnosticamos la debilidad orgánica del chavismo popular/chavismo de izquierda, entendemos que solo aumentando nuestra fuerza orgánica podremos recuperar el horizonte democrático de transición socialista. Ello implica, por una parte, acompañar las múltiples luchas populares existentes y fortalecer los espacios de autogobierno y poder popular y, por otra, tejer alianzas, levantar puentes, generar canales de comunicación, limar asperezas, promover la confianza y articulación entre los sectores orgánicos del chavismo de izquierda. Hacer que esa mayoría desarticulada que somos, comience a emerger y a incidir con mayor fuerza.
2. Acciones colectivas desde abajo
Reivindicación y acompañamiento de las movilizaciones populares. Están ocurriendo por todo el país, a distintas escalas, luchas populares por la defensa y reivindicación de derechos, tanto frente al capital urbano o rural, como frente al Estado en sus distintos niveles (por servicios, por alimentos, contra la violencia policial, por los derechos laborales, a la salud, a la tierra, al ambiente sano y a la producción comunera agrícola, en contra de la corrupción civil o militar, en contra de la minería o de las privatizaciones). Se trata de luchas legítimas, por la dignidad de la gente, que deben ser reivindicadas y acompañadas desde el chavismo y desde Chávez, disputándole tanto a la derecha como al conservadurismo burocrático, el campo popular. Acompañar, politizar y articular luchas, es una vía fundamental del proceso de acumulación. Rechazamos todo intento de criminalización de las luchas populares en defensa de derechos y territorios.
Soluciones desde el músculo económico y desde el autogobierno de la gente. La experiencia colectiva autogestionaria, comunalizada o de control obrero, ha demostrado producir soluciones a los problemas de la vida colectiva, ahí en donde es fuerte. Existen ejemplos por todo el país. La combinación de procesos económicos en manos del pueblo con formas de autogobierno, constituye tanto un ejercicio de anticipación utópica (que mejora la vida colectiva estableciendo un nuevo tipo de relaciones) como un proceso de acumulación de poder popular. Generan experiencia de gestión politizada, articulaciones desde abajo, construcción de economía socialista desde los territorios, encadenamientos productivos, de distribución y consumo organizado de alimentos, etc. En este contexto de crisis y repliegue del movimiento popular, la repolitización del pueblo se logra a partir de la solución concreta de sus problemas. En ese sentido, debemos fortalecer las experiencias que ya están en marcha y contribuir a extenderlas.
Articulación y agenda común. El contexto actual nos exige unir esfuerzos para la construcción de una agenda común de lucha a mediano y largo plazo, del chavismo popular. Resulta vital promover todos los espacios de encuentro y articulación orgánica posibles, en torno al programa estratégico chavista y el accionar político orientado a la búsqueda de soluciones concretas a los problemas del pueblo.
Difusión y comunicación. La disputa por la hegemonía pasa por hacer un levantamiento, visibilizar y difundir las experiencias exitosas en el campo del poder popular y el control obrero, que están dando respuesta a problemas concretos. Hay que comunicar de manera eficiente los logros en defensa de la vía popular y democrática al socialismo, demostrando a partir de la praxis que la alternativa existe, que el horizonte de Chávez sigue vigente y que el giro a la derecha es todo menos inevitable.
3. Exigencias al Estado
Debate y análisis permanente. Debemos hacer esfuerzos para la creación de espacios para el debate, monitoreo y análisis crítico de las políticas del gobierno. La crítica debe conducir a la acción política (a la denuncia, a la exigencia, a la propuesta, a la presión para incidir o para evidenciar las contradicciones entre el rumbo actual y el proyecto de Chávez) y no a la frustración. En esa dirección, una agenda mínima de exigencias incluiría:
● Detener los procesos de privatización que se vienen dando, con mayor o menor transparencia, en los más diversos sectores, y publicar los acuerdos de alianza que se están estableciendo con empresas privadas nacionales y transnacionales.
● Publicar la información referente a la gestión del Estado, garantizando transparencia en los procesos de asignación de recursos a las diversas instituciones públicas, a las experiencias del poder popular y a las empresas privadas, como respuesta estructural a la corrupción capitalista.
● Detener los procesos masivos de vulneración de los derechos laborales, entre los cuales se encuentra la vulneración de la contratación colectiva y del derecho a un salario digno.
● Realizar transferencia de bienes y servicios a las experiencias de poder popular (control obrero, comunidades rurales o urbanas) que cuentan con la capacidad para gestionarlos.
● Iniciar procesos de auditorías públicas y sociales de las empresas que se encuentran improductivas o con baja productividad (incluyendo a PDVSA) para determinar las causas de la situación.
● Poner fin a la impunidad de los delitos de los poderosos, juicio y castigo a los corruptos y persecución de las prácticas mafiosas dentro del Estado y el sector privado.
● Detener la violencia policial contra los sectores populares, que ocurre a través de los operativos de seguridad ciudadana que presentan como “enfrentamientos” lo que suelen ser ejecuciones extrajudiciales que vienen acompañadas, además de malos tratos, amenazas a familiares y allanamientos ilegales.
● Detener y revisar las concesiones mineras con la participación determinante de las comunidades afectadas y la garantía de estudios de impacto ambiental.
● Priorizar el apoyo a la agricultura familiar, comunera y de pequeños productores, por sobre la agroindustria; entregando insumos, tierras y tecnología y promoviendo mecanismos solidarios de distribución y consumo organizado.
(Versión 2, 08/07/2019)
Suscriben:
Laboratorio Crítico Comunachos
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