Chile: la respuesta esquizofrénica del Estado
- Opinión
La nueva etapa política en la que ha entrado Chile, marcada por el descontento social e ingobernabilidad creciente, muestra con diáfana claridad la respuesta ambivalente del Estado; la represión militar-policial por una parte, y el llamado a la instalación de un proceso constituyente.
La ambivalencia y el carácter contradictorio de la respuesta estatal ante la crisis, se expresa en la combinación simultánea de mecanismos propios de una dictadura (la represión militar-policial), con la convocatoria general a ejercicios políticos y ciudadanos democráticos, como lo es una Asamblea Constituyente.
Hay que decir que este tipo de respuestas paradójicas a situaciones de extrema crisis representan estrategias de sobrevivencia política, utilizadas tanto en el pasado remoto y reciente de la historia chilena.
Basta con recordar que el llamado “milagro económico chileno”, se construyó sobre la base de rígidas y consolidadas estructuras de dominación oligárquica y militar.
Como se sabe, después del derrocamiento del gobierno popular y democrático de Salvador Allende, en 1973, la dictadura pinochetista se puso a trabajar de inmediato y de manera simultánea, en dos esferas clave de la vida política nacional; la contención represiva de la movilización y organización social y la edificación de un modelo económico ultra-liberal o mejor dicho, “neo-liberal”, privilegiando los intereses de la oligarquía criolla, la cúpula militar y al gran capital corporativo transnacional (1).
El tal “milagro económico” ha quedado ahora sin disfraz. El “derrame económico” de los años de la transición democrática (etapa iniciada en 1990), no fue suficiente para legitimar la instauración de un orden económico dictatorial con fachada pseudo-democrática, cobijada bajo el manto de la vigencia formal de un régimen constitucional (2).
Bajo este esquema la dictadura económica buscó legitimarse a través del “goteo” de prosperidad, que si bien es cierto permitió salir de la pobreza y pobreza extrema a ciertas capas y sectores sociales, no alcanzó para democratizar la riqueza acaparada y concentrada en las élites nacionales y extranjeras, dejando en la marginalidad a extensos sectores y pueblos, como a los mapuches, por citar el ejemplo más ilustrativo.
Hoy en día, y en particular a raíz de los recientes acontecimientos políticos y sociales, todo parece indicar que ambos mecanismos de esta estrategia bicéfala (el modelo económico neoliberal y la fachada pseudo-democrática), están en profunda crisis, la cual no pareciera ser coyuntural sino más bien sistémica, fragilizando al régimen con una dramática carencia de legitimidad (3).
Esta situación plantea enormes desafíos a los sectores populares y democráticos. De momento, y según mi modesta perspectiva, el más inmediato consiste en utilizar el proceso constituyente en ciernes, como una plataforma para participar de manera propositiva y efectiva en el rediseño de un nuevo contrato social, dotado de rostro humano y democrático, y al mismo tiempo, luchar contra la impunidad y el accionar ilegal y delincuencial de una serie de actores políticos y agentes estatales de diverso nivel, que desde sus posiciones gubernamentales han venido reprimiendo, golpeando, matando y hostigando a miles de ciudadanos desde el estallido de la crisis en octubre del 2019.
Estos desafíos para los sectores populares y democráticos se expresan también en los límites y alcances reales que pueda tener un proceso de Asamblea Constituyente como el anunciado, el cual es concertado y dirigido por los mismos actores causantes de la presente crisis política.
Aquí pareciera esconderse un dilema para las grandes mayorías chilenas (participar o no en el proceso constituyente). Más sin embargo, este es quizá un falso dilema, pues en apariencia, se puede transitar y enfrentar de manera simultánea ambos desafíos; participar de manera efectiva en la Asamblea Constituyente y al mismo tiempo, buscar justicia y castigo para los perpetradores de la represión.
Notas:
“Neoliberalismo, pobreza y desigualdad en Chile” (1973-1993). Pedro Vuskovic. Ediciones Tierra Mía, Santiago de Chile, 2005.
Esta tendencia de los sectores hegemónicos tradicionalmente dominantes en la sociedad chilena, consistente en combinar y enmascarar regímenes dictatoriales con el manto de democracias formales y constitucionales, está presente en la historia de Chile al menos desde fines de la década de los años 20 del siglo pasado, con la dictadura del general Ibáñez (“Breve historia de medio siglo en Chile”. Belarmino Elgueta B. y Alejandro Chelen R. en; “américa latina, historia de medio siglo”. Editorial Siglo XXI, pp. 231-291).
“El presidente seis por ciento” (Sebastián Piñera ha alcanzado el record más bajo de aceptación para un mandatario). Carolina Vásquez Araya, Prensa Libre, 20/01/2020, p. 44.
Sergio Barrios Escalante
Científico Social e Investigador. Escritor. Activista por la niñez y adolescencia en el Proyecto ADINA. Editor de la revista virtual RafTulum.
https://revistatulum.wordpress.com/
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