El 4F y el periodismo
Cerca del mediodía se rompió la burbuja. Apareció en la televisión el comandante Hugo Chávez, con su célebre “por ahora”.
- Opinión
El 4 de febrero de 1992 yo trabajaba en el diario La Columna de Maracaibo. Es necesario que diga que era el segundo diario de la ciudad en ejemplares vendidos, lo cual de algún modo dice de su influencia. Era propiedad del Banco Latino y del arzobispado católico.
Ese día el periódico era un pandemónium desde la madrugada. Maracaibo y el país amanecieron de golpe. Hubo dos ediciones ese día 4 de febrero. Una que salió en horas del mediodía y la otra, la regular, a medianoche. En su primera edición el periódico publicó una entrevista exclusiva con el comandante Francisco Arias Cárdenas, el jefe militar que dirigió la acción de ese día y tomó Maracaibo. Pero eso fue cuando todo estaba conjurado, quizás por eso se imprimió.
Esa edición extraordinaria dio el palo, se agotó enseguida. Estaba dedicada íntegramente a informar y tratar de entender lo que estaba sucediendo. En aquel mundo sin Twitter, ni las otras redes, el papel impreso respiraba y lucía atractivo.
En la mañana dominaba la incertidumbre. Los medios adoptaron una línea de defensa del sistema y del gobierno. Ha contado el comandante Arias que ellos trataban de dar declaraciones y salir al aire, pero no había manera de lograrlo.
Los medios actuaron como muralla de contención de la rebeldía. Si la gente no sabía quiénes eran estos militares mucho mejor, así podían dar rienda suelta a la fábula de que podríamos estar ante un golpe conservador, derechista, militarista, al estilo de la peor tradición de los milicos del sur del continente.
Pero cerca del mediodía se rompió la burbuja. Apareció en la televisión el comandante Hugo Chávez, con su célebre “por ahora”. Recuerdo a los periodistas y trabajadores del periódico arremolinados frente al televisor. Nos estábamos enterando del personaje y del movimiento. Aquellos segundos de aparición de Chávez fueron suficientes. Estábamos ante un movimiento diferente. Era inocultable, el líder del movimiento habló con elocuencia y tenía cojones.
Después de ese “por ahora” en todas partes se veían los rostros esperanzados. Por lo menos, aunque no sabíamos mucho del movimiento, la gente admiraba que Chávez se responsabilizara por la acción, que hablara con tanta claridad y generosidad; la gente admiraba que los jóvenes militares arriesgaran sus carreras para salir a interpelar a la pseudo democracia adeco-copeyana.
Aquella limitada democracia de Carlos Andrés Pérez, de Betancourt, de Caldera, de la política convertida en un vulgar negocio se había mostrado debilucha, vulnerable, desvencijada por tanta corrupción, y tanto privilegio para los privilegiados.
El por ahora del 4 de febrero recorría los barrios y organizaciones populares, que a partir de entonces se reanimaron y entendieron el mensaje de Chávez y del movimiento del 4 de febrero. Aquí había un movimiento de lucha y de cambio. No era una promesa, era una realidad viva y actuando.
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