Perú: Lo que está en juego
Hace falta unir, organizar, politizar y combatir. No hay que tener a nada. Ni a un Golpe de Estado. Y hay que organizar su derrota, si este asoma en el escenario.
- Opinión
Aun la gente se pregunta qué fue lo que estuvo en juego en el marco de la crisis política que derivó en la renuncia del Canciller Héctor Béjar el pasado lunes 16 de agosto.
¿Fue la presunta declaración del entonces titular de Torre Tagle? ¿Fue el orgullo herido de los mandos navales había cuenta de “la sacada a luz” de algunos temas ingratos para la institución? ¿Fue la actuación de los uniformados que abandonaron su función constitucional de fuerza No-Deliberante y resolvieron incursionar en política para derribar al Canciller?
Quizá un poco de cada cosa, pero aún más. Este, no es un periodo ordinario, ni regular, en la vida nacional. Lo ordinario y regular es que las cosas continúen como están, que nada se mueva y que todo siga igual.
Como es no es posible, que las cosas sigan como antes, es peor; porque resulta algo así como una enfermedad que se agrava: si no se atiende. El paciente, empeora. En el caso, la sociedad peruana habrá de agravar sus males.
Para evitar el colapso –lo dijo la ciudadanía en junio- hay que impulsar un cambio, pero no “hacia adelante”, hacia el abismo sin fondo, como quería Keiko; sino al costado. Un cambio de modelo, de política, de rumbo
Pues bien, eso es lo que está en juego ahora. Y lo estuvo en realidad desde el comienzo, solo que ahora se puso más en evidencia por el peso concertado de todas las fuerzas de la reacción que asestaron un nuevo Golpe al proceso iniciado el 28 de julio.
No fue un golpe nuevo, ni sorpresivo. Estuvo antecedido por otros, que buscaron debilitar al Poder Ejecutivo. Parte de eso fue la elección de la Mesa directiva de la Cámara, en la que olímpicamente se prescindió de la bancada de Gobierno –la mayor- como si no existiera.
Y el complemento, en el “reparto de las Comisiones”, circunstancia en la que “la oposición” se comió la carnesita, y dejó apenas algunos huesos para Perú Libre y sus aliados. Bien mirada la cosa, éste fue el tercer round de una pelea que podría no definirse por puntos, sino por KO. Y es que en los tres asaltos, ganó la misma fuerza, usando también las mismas herramientas, en tanto que los vencidos, cometieron los mismos errores.
Es bueno que se recuerde que en política no hay “espacios vacíos”. En una lucha entre dos adversarios, si uno da un paso atrás, el espacio que se abre, lo ocupa de inmediato el contrincante. En esta regla, no hay excepciones. Y es que se trata de una norma consustancial a la lucha de clases, fenómeno que está adquiriendo singulares proporciones en el Perú de hoy.
Si hay quienes bregan porque “nada cambie” es porque no quieren perder sus privilegios ni beneficios. Los defienden, como gato panza arriba. Por eso en política, no vale retroceder- O. en todo caso, si se da un paso atrás, hay que dar dos adelante, por lo menos para compensar el retroceso. Si no se actúa así, el adversario gana.
El otro elemento esencial que hay que considerar, es el público. En este caso, el público no es neutral, ni está en disposición de aceptar pasivamente aquello de que “cualquiera de los dos”, gane. El público aquí ya opinó antes, y dejó muy claro su propósito: quiere cambios. Planteada esa voluntad, no hay retrocesos, pero sí pueden haber derrotas.
Y las derrotas se producen por la falta de acción del público: no le informaron qué ocurría, ni le consultaron lo que se habría de hacer. Volvió, como antaño, a ser un “convidado de piedra”. Craso error.
Más allá de “los parecidos y las diferencias” entre unos y otros procesos sociales, es clara una norma: el actor, es el pueblo. Pero su acción, no espontánea. Tiene que ser sembrada cono semilla en tierra fértil, y ser cuidadosamente cultivada. Si eso no ocurre, no da frutos.
Muchos factores incidieron en el avance de la Revolución Cubana, pero uno de ellos, fue la presencia de las masas populares en la calle, para ser informadas, y para ser escuchadas. Lo mismo puede decirse de cualquier proceso social de cambios, en cualquier otro escenario de la historia. No es posible impulsar cambios, teniendo a las masas inmovilizadas.
¿Cómo se enteró el país de la crisis más reciente? Fue por los medios de comunicación: la prensa escrita, la radio y la Televisión. Fueron Mávila Huerta, Rossana Cueva, Mónica Delta o Milagros Leiva las que llegaron a la sala de la casa con las informaciones y detalles. ¿El gobierno, dijo algo? El Presidente ¿abordó el tema? No. Nadie dio la versión real de lo que estaba ocurriendo.
Y las mismas calles fueron teatro de otras pantomimas. En ellas, los voceros de la Mafia hablaron hasta por los codos. ¿Y dónde estuvo la izquierda? ¿dónde las “Vanguardias”?. Lo real es que ante la Cancillería, el lunes 16 al mediodía -cuando se definían las cosas- estaba un centenar de adversarios, en tanto que brillaba por su ausencia el pueblo organizado.
Es bueno que se sepa, que esto, no habrá de parar. Ya se anuncian las próximas víctimas: los ministros del Interior y de Trabajo. Luego vendrán otros. Walter Ayala no se habrá de salvar, por más guiños que haga a los “altos Mandos”. Ni Bellido. Al final, está Castillo. La vacancia en marcha.
Eso ¿está escrito? ¿Es inevitable? Claro que no. Pero para evitarlo hace falta unir, organizar, politizar y combatir. No hay que tener a nada. Ni a un Golpe de Estado. Hay que organizar su derrota, si este asoma en el escenario. El pueblo es invencible, pero tiene que saber por qué lucha.
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