Informe de la OIT: se amplía la brecha de género
Las brechas en el tiempo dedicado al trabajo de cuidado no remunerado, el acceso limitado a la protección social y el recrudecimiento de la violencia, dificultaron que las mujeres conservaran su empleo.
- Análisis
La crisis por COVID-19 no sólo ha hecho aún más evidentes las desigualdades ya existentes en el mundo, sino que incluso las ha profundizado. Las mujeres enfrentan una sobrecarga de trabajo no remunerado y de cuidados, pérdida de ingresos y empleos, además de estar sobrerrepresentadas en la pobreza. En este artículo se hablará del crecimiento de la brecha laboral entre los sexos y los efectos que ha tenido la pandemia sobre ésta misma en la región latinoamericana.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ellas han sufrido pérdidas de empleo e ingresos. Los sectores más afectados por la pandemia son aquellos en donde tienen mayor representación y muchas de las empleadas trabajan en la primera línea de atención a la pandemia. Las mujeres realizan aún la mayor parte del trabajo de cuidado no remunerado y al mismo tiempo son las encargadas de sostener los sistemas de atención, los hogares y la economía doméstica.
Como podemos ver en el gráfico, el empleo decreció considerablemente para ambos sexos durante el primer año de la pandemia. La caída de la participación femenina fue mayor que la masculina, y se encuentra muy por debajo de la mitad del empleo total. Lo anterior se debe a que los encierros afectaron sectores como la maquila y los servicios donde se emplean más mujeres y donde a menudo están trabajando con arreglos de trabajo informales. Las brechas de sexo en el tiempo dedicado al trabajo de cuidado no remunerado, el acceso limitado a la protección social y el recrudecimiento de la violencia y el acoso, han dificultado que las mujeres conserven su empleo en comparación con los hombres.
La tasa de pérdida de empleo femenino en la región es de aproximadamente 6%, mientras que la masculina roza apenas el 3%. Datos del Observatorio Laboral COVID-19 del Banco Interamericano de Desarrollo señalan que la caída del empleo femenino y masculino tiene una diferencia de poco más del 5% en Argentina, Colombia, Costa Rica y República Dominicana. Si bien el peso de las mujeres dentro del mercado laboral es menor (eran el 46% de la población ocupada antes de la pandemia), el 58.5% de los empleos perdidos fueron precisamente aquellos desempeñados por la población femenina.
Las proyecciones de la OIT muestran perspectivas sombrías para las mujeres en la región, destacan que el crecimiento del empleo carece la intensidad necesaria para recuperar los niveles previos a la pandemia. Sin embargo, no solo la región latinoamericana sufrió estos cambios, sino que en todo el continente americano sucedió lo mismo. América fue la región que tuvo una mayor reducción en el número de mujeres empleadas por causa de la pandemia que se ha visto agravado por la automatización (cajeras en supermercados, ventanillas bancarias, entre otros).
Entre 2019 y 2020 el empleo de las mujeres en el continente americano disminuyó en 9.4% en comparación con una disminución del 7% en el empleo masculino. La caída del empleo femenino trastocó el progreso observado en los últimos 15 años, resultado de mejores oportunidades educativas para las mujeres, mayor disponibilidad de empleos formales en el sector servicios, migración de las zonas rurales a las urbanas y menor fecundidad.
Tan solo en Estados Unidos, datos de la Oficina del Censo basados en los registros salariales del seguro de desempleo del tercer trimestre de 2020, muestran que las mujeres ganaban aproximadamente 30% menos que los hombres y esa brecha salarial aumentaba con la edad. Si esto es cierto para América Latina, si bien las mujeres tienen una presencia cada vez mayor en las industrias mejor pagadas, como la información o los servicios profesionales, científicos y técnicos, todavía están sobrerrepresentadas en las industrias peor pagadas.
Durante la pandemia, las mujeres brindan trabajo importante en el sector salud y de trabajo social, así como en otras ocupaciones esenciales. Esto a menudo significa que ponen sus propias vidas en riesgo al enfrentar una doble carga: turnos más largos en el trabajo y trabajo de cuidado adicional en el hogar.
Si bien la pandemia significó un aumento en la demanda de cuidados para hombres y mujeres, ellas suelen ser quienes asumen la mayor parte de este trabajo. Esto ocasionó que las mujeres que permanecieron empleadas redujeran las horas laborales remuneradas o ampliaran la totalidad de las horas empleadas (remuneradas y no remuneradas) hasta niveles insostenibles para ellas.
Finalmente se constata que las mujeres están sobreempleadas, con turnos más largos en el empleo remunerado, mucho desempleo y mayor trabajo de cuidado en el hogar por el COVID-19. Con menores salarios aunados a menor empleo formal, la condición de la mujer se ha deteriorado en lo que va de la pandemia.
- Gabriela Ramírez Mendoza, Obela, Facultad de Economía, UNAM
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