El póker financiero de las materias primas

30/05/2013
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América Latina ha experimentado un “boom” de precios desde los primeros años del siglo. Minerales, petróleo y otras materias primas que vende al mundo han llenado las arcas fiscales y las reservas internacionales de casi todos los países de la región. Pero al mismo tiempo, los conflictos sociales derivados de las reglas de la inversión no se han hecho esperar.
 
El precio del petróleo y los minerales se han multiplicado en más de tres veces en los últimos diez años. Sin embargo, a diferencia de lo que muchos piensan no es el juego de la oferta y la demanda el que determina totalmente esta situación, sino que -tal como lo señala la Conferencia de Naciones Unidas para el Desarrollo (UNCTAD) – son los factores financieros los que han venido empujando los precios hacia arriba.
 
De un lado, la débil regulación de los mercados de derivados financieros y las políticas que aplicaron los países desarrollados para mantener las tasas de interés bajas, impulsaron enormes flujos de inversiones financieras hacia el ámbito más especulativo en los mercados de futuros de materias primas.
 
De otro lado, la sostenida depreciación del dólar, hizo que los agentes vendedores de estos productos busquen mayores precios para neutralizar la pérdida de ingresos debido al efecto del tipo de cambio.
 
Contratos a futuro
 
Es así que el número de contratos de futuros de materias primas negociados anualmente a nivel mundial ha aumentado de 418 millones de dólares en el año 2001 a 2,6 billones de dólares en el 2011, con un incremento de más de 14 veces sobre su valor nominal(2).
 
Este gran aumento del volumen de las transacciones por parte de los grandes agentes financieros –los que ahora ocupan más del 85 por ciento de los participantes en los mercados de futuros ligados a materias primas- viene siendo señalado como una de las causas de la desconexión que hay entre los vaivenes de los precios y los fundamentos del mercado.
 
Recientemente, la UNCTAD publicó un documento(3) en el que indica que la especulación en los mercados financieros tiene una incidencia directa sobre los precios de las materias primas, señalando que el valor de los derivados vinculados a las materias primas representa hasta 30 veces la producción real.
 
Esto crea serias distorsiones en los mercados reales, cuyo comportamiento está fuertemente correlacionado a las decisiones financieras de compra y venta de los agentes en los mercados financieros especulativos.
 
Materias primas como negocio
 
Junto al proceso de financiarización de la economía, y en permanente interacción con el mismo, se ha producido la commoditización de los recursos naturales, los cuales ahora son negociados por los bancos, empresas transnacionales y otros actores financieros como si fueran valores abstractos, no asociados necesariamente con proyectos de inversión en el sector real.
 
Inicialmente las inversiones financieras relacionadas a materias primas estaban enfocadas en un horizonte de corto plazo a través de Fondos de cobertura -o hedge funds-, hasta que ocurrió la crisis de las empresas “puntocom” en el 2000, luego de la cual los inversionistas encontraron nuevas formas de diversificar su riesgo utilizando instrumentos con posiciones de más largo plazo bajo la forma de índices de materias primas o commodity index. Estos índices están compuestos por una canasta que combina y pondera los precios de varios productos, como son los energéticos, agrícolas y metales.
 
Dos de los índices más comunes son el Standard & Poor’s Goldman Sachs Commodity Index (S&P GSCI) y el Dow Jones-American International Group Commodity Index (DJ-AIGCI). Estos índices están compuestos por productos relacionados al petróleo, así como productos agrícolas (maíz, soya y trigo) metales (aluminio, cobre y oro). El mayor peso en ambos recae en el sector energía, mientras que los demás sectores tienen un peso que varía de un índice a otro.
 
La razón de estas inversiones en índices era lograr una mayor diversificación de las carteras de los inversionistas a través del uso de las materias primas como una clase de activo, usando contratos sobre el precio de intercambio de los productos a futuro. Es decir, todas las transacciones de índices se basan en posiciones que se compran hacia adelante, o “futuros”, los que son vendidos cuando el vencimiento se aproxima y nuevamente se compra un futuro. Las ganancias obtenidas de estos contratos de futuros se derivan únicamente de la diferencia de los precios entre el hoy y el mañana, por ello es que esta actividad se considera puramente especulativa.
 
Inicialmente las inversiones financieras relacionadas a materias primas estaban enfocadas en un horizonte de corto plazo a través de Fondos de cobertura -o hedge funds-, hasta que ocurrió la crisis de las empresas “puntocom” en el 2000, luego de la cual los inversionistas encontraron nuevas formas de diversificar su riesgo utilizando instrumentos con posiciones de más largo plazo bajo la forma de índices de materias primas o commodity index.
 
Los grandes volúmenes involucrados en estas operaciones y sus expectativas de mayores precios han presionado, como ya se ha visto, los precios de las materias primas al alza durante varios años, lo que solo se ha detenido durante la crisis del 2008, para luego volver a su carrera ascendente.
 
Impacto en América Latina
 
Todo este escenario de especulación mundial que ha elevado los precios de las materias primas ha contribuido a profundizar el proceso de primarización de la economía de los países en desarrollo, especialmente de aquellos ricos en recursos naturales como los de América del Sur.
 
Podemos decir que la financiarización de los bienes y las materias primas, ha significado la entrada de capitales en busca de inversiones en actividades extractivas, muchas de ellas relacionadas a la minería e hidrocarburos.
 
Muchos de estos países se han especializado en algunos pocos productos que son la base del modelo primario-exportador que sostiene sus economías, teniendo a la vez que afrontar el creciente ingreso de divisas provenientes de las exportaciones.
 
Los productos básicos exportados por América Latina y el Caribe relacionados al sector Energía y al sector Minerales y metales ocupan gran parte de las exportaciones totales de estos productos, con 44.5 y 26.7 por ciento respectivamente(4).
 
La forma en que estas iniciativas extractivas, sobre todo mineras y petroleras -y ahora también en otros sectores como el agrícola-, se fueron instalando en las áreas de explotación de los recursos, ha traído una serie de problemas que van más allá del ámbito puramente económico, llevando en muchas ocasiones a impactar sobre las vidas de las poblaciones aledañas a los yacimientos y degradando y contaminando los ecosistemas a su alrededor.
 
El boom de la actividad extractiva ha traído consigo, en casi todos los rincones del mundo donde operan, una serie de problemas asociados a la degradación del ambiente y a las poblaciones aledañas quienes han visto disminuida su calidad de vida, sobre todo en América Latina donde la riqueza de recursos existente y las políticas excesivamente permisivas han hecho que la inversión se expanda en cada vez más territorios sin considerar las externalidades negativas y las opiniones de las comunidades.
 
Esta situación no ha cambiado mucho en los últimos tiempos y, a pesar de que el contexto político en la región en la actualidad es muy distinto debido a la existencia de una serie de gobiernos progresistas, se sigue manteniendo la lógica del modelo extractivista dentro de un sistema económico primario-exportador que continua relegando los aspectos sociales y ambientales en aras de seguir atrayendo la inversión extranjera y/o obteniendo las divisas necesarias para sostener las políticas sociales de lucha contra la pobreza con las que estos gobiernos legitiman sus regímenes, convirtiéndolos en “Estados compensadores” (Gudynas, 2012) con programas que van desde las transferencias monetarias condicionadas hasta las misiones venezolanas.
 
El boom de la actividad extractiva ha traído consigo, en casi todos los rincones del mundo donde operan, una serie de problemas asociados a la degradación del ambiente y a las poblaciones aledañas quienes han visto disminuida su calidad de vida, sobre todo en América Latina donde la riqueza de recursos existente y las políticas excesivamente permisivas han hecho que la inversión se expanda en cada vez más territorios sin considerar las externalidades negativas y las opiniones de las comunidades.
 
Es así que, junto con el incremento de la ejecución de proyectos mineros en la región, se ha generado también la escalada de conflictos con las poblaciones locales debido los impactos sociales y ambientales que traen estas actividades, lo que ha hecho en muchos casos que los proyectos hayan sido paralizados.
 
Conflictos sociales
 
En América Latina actualmente existen 172 conflictos mineros que han surgido por la oposición contra proyectos que son vistos como una amenaza hacia la disponibilidad y calidad de recursos tan importantes como el agua, lo que es alimentado por las malas prácticas de las empresas y la débil institucionalidad ambiental de los Estados.
 
Según el Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL), Latinoamérica es la región que presenta la mayor conflictividad social en el mundo, donde Perú es el primero en la lista con 31 conflictos mineros, seguido de Chile con 27, Argentina con 25, Brasil y México con 20 y Colombia con 11.
 
Son dieciocho países latinoamericanos que presentan al menos un conflicto relacionado a la actividad minera, afectando a más de 200 comunidades de poblaciones que se dedican en su mayoría a la agricultura, actividad que es defendida ante la afectación de los suelos, el aire y el agua que provoca la incursión de la minería en sus territorios.
 
Los levantamientos de las poblaciones se dan casi siempre en contextos en que las instancias gubernamentales no han actuado en su momento para dar solución a las controversias, e incluso se han puesto de lado de las empresas y en contra de la población que reclama sus derechos.
 
Un elemento en común que tienen nuestros países es la vulneración que se dan a los derechos de las personas que van a la cabeza de las protestas ante empresas en operación o nuevos proyectos que intentan instalarse sin el consentimiento de la comunidad.
 
La criminalización de la protesta se ha convertido en una práctica común en América Latina a través de hostigamientos, amenazas, militarización, represión policial, procesos judiciales e incluso asesinatos.
 
Sin duda, las evidencias del daño ambiental y social causado por las actividades mineras han ido generando en las poblaciones una conciencia mucho más crítica respecto a la idea de que la minería es sinónimo de riqueza, puesto que, según la experiencia vivida en las últimas décadas, los pasivos dejados por la industria extractiva no solo están referidos a la contaminación, degradación ambiental y disponibilidad de recursos –solo en Perú existen 6,850 pasivos ambientales mineros-, sino también a los desplazamientos, la violación de derechos, la corrupción de autoridades, las prácticas mafiosas, etc.
 
Los conflictos son los síntomas de una enfermedad que nuestros países vienen sufriendo a causa de la actividad extractivista que se ha intensificado en los últimos años en el marco de la aplicación de políticas de liberalización económica nacidas del Consenso de Washington.
 
Esto se ve agravado por el poder de los capitales y el protagonismo cada vez mayor de los inversionistas que buscan rentabilidad a través de estructurar productos financieros que tienen muy poco que ver con el mundo real.
 
Financiarización
 
En la literatura académica, una definición de financiarización ampliamente citada es: “el creciente dominio de la industria financiera en el total de la actividad económica, de los controladores financieros en la gestión de las empresa, de los activos financieros en el total de los activos, de los títulos de valor mercantilizados y en particular de las acciones entre los activos financieros, del mercado de valores como un mercado para el control corporativo en la determinación de las estrategias corporativas y de las fluctuaciones del mercado de valores como determinantes de los ciclos económicos.” (Dore 2002)(5)
 
- Rodolfo Bejarano es Ingeniero economista peruano miembro de la Red Latinoamericana sobre Deuda, Desarrollo & Derechos (Latindadd).
 
Notas:
(2) UNCTAD, Commodities and Development Report 2012: Commodities in the twenty-first century.
(3) UNCTAD, Policy Brief N°25, setiembre 2012. Don’t blame the physical markets: Financialization is the root cause of oil and commodity price volatility.
(4) CEPAL, 2012. Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe 2011-2012.
(5) Dore, R. 2002. Stock market capitalism and its diffusion, New Political Economy, vol. 7, no. 1, 115–21
 
https://www.alainet.org/fr/node/76467?language=en
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