Los moderados de Miami

30/08/2013
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Muchos se asombraron de que El Nuevo Herald, en su edición del 23 de agosto, haya publicado el artículo de José Manuel Pallí (1) titulado “Los industriales y los industriosos de la bobería”. El asombro proviene de que en el artículo citado se califica de “monumental estulticia” la intransigencia “de los histéricos de este bendito patio nuestro de Miami” y, además, se ridiculiza el embargo comercial y financiero impuesto a Cuba y la restricción del derecho a viajar libremente a la patria. Se obvia el hecho, sin embargo, de que en el artículo de Pallí se ataca también a “los históricos de la Revolución Cubana” y éste y no otro, es el “pase a bordo” sin el cual El Nuevo Herald jamás lo hubiese publicado. ¡Nada nuevo!. En Miami, cualquier criterio disonante tiene que ir precedido por una declaración de fe anticastrista.

Y es que, con el decursar de los años, sobre todo después del comienzo del nuevo siglo, y a medida que el exilio retrógrado de origen batistiano ha ido perdiendo fuerza, se ha robustecido la tendencia que algunos califican de “moderada”, compuesta por los que desean romper los viejos y rígidos moldes de intolerancia, pero su timidez y sus intereses los obligan a un discurso nivelador en el cual se coloca en un mismo plano a los adversarios sin tener en cuenta las enormes diferencias morales que existen entre los que durante más de medio siglo han luchado por construir una sociedad más igualitaria y justa, y los que durante ese mismo número de años han utilizado todos los medios –incluyendo las acciones terroristas-, en complicidad con todas las administraciones estadounidenses, para destruir a la Revolución Cubana y desbrozar un camino de regreso al estatus de neocolonia.

No todos los “moderados” caben, por supuesto, dentro del mismo saco pero, en general, se caracterizan por promover cambios en la isla que cubren todo un amplio espectro de posiciones reaccionarias, mediante acciones no violentas y a través de las oportunidades de influir sobre la población que supuestamente brindaría una apertura significativa en las relaciones Estados Unidos – Cuba. Con las honrosas excepciones de siempre, el objetivo final de estos moderados es revertir el proceso revolucionario cubano y conducirlo de regreso y pacíficamente al sistema capitalista.

Los moderados de Miami (en la caverna de Radio Mambí les llaman “dialogueros”) coinciden en uno o en varios puntos (bloqueo, viajes a Cuba, liberación de los Cinco, intercambios culturales, etc.) con los revolucionarios cubanos pero, no nos engañemos, la coincidencia es parcial, por diferentes razones y sólo tiene un valor táctico, no estratégico. Los moderados consideran que las acciones hostiles de Estados Unidos hacia Cuba han demostrado su ineficiencia y su anacronismo y constituyen solamente obstáculos para el logro de sus objetivos. Estos, sin embargo, y con toda seguridad, nada tienen que ver con las aspiraciones de los cubanos de preservar y enriquecer los logros alcanzados en la edificación de la sociedad socialista.

Con frecuencia, los moderados de mayor poder económico han intentado influir sobre la política estadounidense con relación a Cuba mediante el ejercicio del cabildeo (“lobbying”) incluyendo contribuciones monetarias a las campañas electorales de determinados candidatos, al igual que lo hace la ultraderecha cubano-americana. Esto es legal en Estados Unidos pero no por eso deja de ser uno de los grandes vicios de la democracia norteamericana. Debemos desearles que tengan éxito aunque, aparte de consideraciones éticas, podríamos preguntarnos: ¿cómo es posible competir en este campo con quienes son más, tienen más dinero, mejores mañas y larga experiencia en trampas electorales?.

Por cierto que la moderación política en Cuba tiene trágicos antecedentes. El Partido Moderado, creado en agosto de 1904 por fusión de algunas fuerzas políticas con los ex autonomistas de la época colonial (a mitad de camino entre integristas e independentistas) llevó al presidente Tomás Estrada Palma a formar el funesto “Gabinete de Combate”, a su reelección fraudulenta en 1906, a la sublevación de los liberales en la “Guerrita de Agosto” y a la segunda ocupación militar de Estados Unidos en Cuba. ¡Aprendamos de la historia!.

¿Acaso fue extremista o fundamentalista José Martí cuando llamó a la “guerra necesaria”, porque era necesaria?. ¿O Antonio Maceo cuando advirtió que el que intente apoderarse de Cuba solo recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre?. ¿O Fidel cuando accedió a prestar la ayuda militar cubana imprescindible para preservar la independencia de Angola y que contribuyó sustancialmente al derrumbe del régimen del Apartheid y a obtener o consolidar la libertad de medio continente africano?.

El revolucionario, por definición, es radical en sus objetivos, aunque admito que puede ser moderado (en el sentido de mesurado) en sus métodos. Se puede y se debe –sin renunciar a nuestros objetivos radicales- ser humildes, generosos y pacientes, respetuosos de la opinión y derechos de los demás y de la dignidad del ser humano; pero no puede ser revolucionario el que se queda a mitad de camino entre dos extremos irreconciliables: entre la fidelidad a una causa y la traición a ella. Es golpeando con todas nuestras fuerzas como se rompen las cadenas y no acariciándolas. Ser moderado no significa llamar a la inacción y a la cobardía, callar por temor o limar las aristas de nuestras denuncias para evitar herir determinados intereses. No es atar manos ni cortar alas. No es invalidar los sueños. La moderación mal entendida puede no ser otra cosa que la cómoda posición de los mediocres, de los pusilánimes y, a menudo, de los oportunistas.

NOTA

(1) José Manuel Pallí: perteneció en Cuba a los grupos contrarrevolucionarios de Ricardo Bofill y de Arcos Bergnes. En 1960 se exilió en Argentina. Vive actualmente en Miami.

 

https://www.alainet.org/fr/node/78869?language=es
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