Los nuevos tiempos y escenarios de las negociaciones de paz
20/10/2013
- Opinión
La no concordancia entre los tiempos y urgencias del presidente Santos con los tiempos y movimientos de las Farc, obligan necesariamente a las partes a encontrar una salida y un nuevo escenario para salvar las negociaciones de paz. El entusiasmo inicial y la esperanza en un pronto acuerdo, se han trocado en un mar de incertidumbres y el pesimismo amenaza invadir a los colombianos. Ante la imposibilidad de un acuerdo final y definitivo se abre paso la conveniencia de firmar un acuerdo parcial, suspender las negociaciones durante el período electoral y pactar el compromiso de reiniciar las negociaciones con el nuevo gobierno que resulte electo el próximo año.
Las diferencias en torno de los tiempos fueros claras desde la instalación de la mesa de negociaciones en Oslo: “El Gobierno Nacional quiere un proceso eficaz, rápido y fluido, pero también estamos en condiciones de examinar periódicamente si las conversaciones avanzan. Y en caso de que ello no sea así, el gobierno ha dicho que no es rehén de este proceso”. La respuesta de las Farc fue clara y contundente: “Venimos a esta Noruega a buscar la paz con justicia social para Colombia por medio del diálogo. Tal emprendimiento estratégico no puede considerarse como un mecanismo contrarreloj. La pretendida paz exprés que algunos promocionan, por su volátil subjetividad y por sus afanes, sólo conduciría a los precipicios de la frustración”. http://goo.gl/NQryUo
La razonable urgencia del presidente Santos de concretar un acuerdo de paz, pronto se convirtió en una urgencia reeleccionista. Sus áulicos y asesores terminaron por arrastrarlo al pantanoso escenario de amarrar los tiempos de la negociación a los tiempos electorales de su reelección. El ultimátum y las advertencias empezaron a marcar el ritmo de las negociaciones: “El tiempo se agota. Solamente tenemos acuerdo sobre un punto y la paciencia del pueblo colombiano y del mundo entero es limitada”; “la opinión pública, apoya estas conversaciones, pero no está dispuesta a soportar dilaciones ni trucos”; “espero que de aquí al 18 de noviembre podamos tener resultados (Santos); “tenemos que acelerar, porque la gente está comenzando a no creer en el proceso”; “Vamos a La Habana a terminar el conflicto, y si no es así que no lo digan de una vez, para no hacerle perder el tiempo al gobierno y a los colombianos”. “Los colombianos quieren avances, exigen acuerdos, no conciben conversaciones interminables”; “el ritmo de las conversaciones ha sido insuficiente”. http://goo.gl/T5lJhW
Las Farc, por el contrario, no tienen prisa y se muestran más optimistas que el propio Santos sobre los avances de las negociaciones. Sus tiempos son los de Manuel Marulanda. Tienen una larga experiencia en la arte de saber esperar, forjada en cinco negociaciones previas. Su objetivo es salvar en la mesa, con alguna dignidad, 50 años de lucha. Obtener por la vía política de la negociación lo que desde hace tempo saben no lograrán por la vía armada. Abandonar la lucha guerrillera con algún resultado social que mostrar y obtener garantías para la lucha político legal.
Las Farc, tienen claro los tiempos y los ritmos de la negociación desde que se sentaron por primera vez en Oslo: “Consideramos que el problema de la paz, la consecución de la paz es algo que merece todo el tiempo necesario... resolver un conflicto que lleva más de 50 años no es sencillo”. “Una paz que no aborde la solución de los problemas económicos, políticos y sociales generadores del conflicto es una veleidad y equivaldría a sembrar de quimeras el suelo de Colombia. Necesitamos edificar la convivencia sobre bases pétreas como los inamovibles fiordos rocosos de estas tierras para que la paz sea estable y duradera” (Iván Márquez). “(Santos) presiona con el cuento de que el tiempo y la paciencia de los colombianos se agotan. (…) Lo que se acorta en realidad es el tiempo para definir su candidatura a la reelección, y es evidente su afán en exhibir al país un acuerdo de paz. Pero, ni siquiera por ello asume una posición que facilite la concertación. Somos nosotros quienes debemos ceder a sus afanes y firmar cuanto antes lo que él quiere” (Timochenko). “ No hay ningún compromiso bilateral, ni en el acuerdo general, ni entre las delegaciones, que ponga un plazo fijo para el término del diálogo. "Estamos avanzando... necesitamos construir las bases sólidas de la paz que nos permitan visionar el nuevo país". (Marcos Calarcá). http://goo.gl/wU969k
Después de un año de negociaciones y a un mes de vencer el plazo para decidir si va no a la reelección el presidente Santos, es completamente imposible concretar un acuerdo final y terminado. Sobre el punto dos de la agenda existen notables diferencias en torno al plebiscito o la constituyente, sobre el marco legal para la paz, para citar solo dos asuntos. El acuerdo parcial se torna imprescindible para salvar y garantizar la continuidad de las negociaciones. A las dos partes les conviene. Mantendría en alto el interés y la voluntad de paz de los colombianos.
La pausa lejos de constituirse en un fracaso es una alterativa viable y pragmática para preservar la voluntad de paz de las partes y salvar lo alcanzado hasta ahora en materia de negociación, lo cual le ha costado al país un gran esfuerzo, que no tendría sentido tirar por la borda. El General Oscar Naranjo, con gran tino lo anticipó: “Con una agenda nacional centrada en el propósito de derrotar la violencia y alcanzar la paz, lo que se nos ocurre es que la pausa es necesaria para promover el debate político sobre argumentos más racionales que emocionales, de tal manera que la controversia pública, lejos de ser un obstáculo para detener los procesos de transformación, permita fortalecer la convicción de que llegó la hora de interpretar el sentimiento nacional de las mayorías que proclaman soluciones definitivas a tantas décadas de intolerancia”. http://goo.gl/irDnxZ
Ante la imposibilidad de lograr un acuerdo definitivo, la agenda de paz se traslada transitoriamente al debate electoral, al debate público, a la decisión ciudadana. De allí la importancia de que los negociadores de La Habana logren concretar un acuerdo parcial y el compromiso de continuar las negociaciones. Dicho acuerdo parcial se convertiría en el gran plebiscito de la próxima campaña electoral.
Será también la oportunidad de medir fuerzas con quienes persisten en la estrategia de guerra que durante ocho años conoció el país y que en buena hora decidió poner fin el presidente Santos, para ensayar la búsqueda de la paz. Una vez más, la paz o la guerra será el centro del debate electoral. Los colombianos estamos abocados a decidir en las elecciones parlamentarias y presidenciales entre la continuidad del proceso de paz o el regreso al régimen de la seguridad democrática, a la guerra degradada, a la guerra sin fin, a vivir condenados a no tener una segunda oportunidad sobre la tierra de alcanzar la paz.
Hernán Suarez
Asesor editorial / hsuarez2007@yahoo.es
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 373
Semana del 18 al 24 de octubre de 2013
Corporación Viva la Ciudadanía
https://www.alainet.org/fr/node/80256
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