Nelson Madela: Ejemplo de lucha contra la discriminación racial

08/12/2013
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
A los 95 años de edad, dejó de existir uno de los hombres que marcó la lucha por la dignidad de la especie humana. Falleció Nelson Rolihlahla Mandela en África del Sur su “patria grande” pues, según él, su “patria pequeña” era el territorio del pueblo xhosa.
 
La historia de Nelson Mandela (conocido también como “Madiba”, título honorífico otorgado por los ancianos de su clan) está –íntimamente– ligada a la colonización del actual territorio de África del Sur y a la lucha contra el asquiento régimen del apartheid.
 
Nelson Mandela nació el 18 de julio de 1918 en Mvezo, un poblado de 300 habitantes cerca de Umtata, era bisnieto del rey xhosa Ngubengluka (que falleció en 1832). El pueblo xhosa, el pueblo de Mandela, desde tiempos inmemoriales (aunque una leyenda habla de una migración), ha vivido en un territorio que comienza al borde del Océano Índico y que, al Norte, limita con Lesoto. La tradición oral y los textos del período colonial afirman que los xhosa –en general– mantuvieron relaciones pacíficas con sus vecinos (los san y los khoikhoi).
 
En el Cono Sur de África, los primeros escritos coloniales identifican los siguientes pueblos: khoikhoi, ndebele, pedi, san, sotho, swazi, tswana, venda, xhosa y zulú.
 
En el actual territorio de África del Sur, la colonización holandesa comenzó en 1652, inmediatamente después llegaron europeos de otras nacionalidades (principalmente, ingleses, alemanes y franceses). Hasta 1889, la política colonial de los blancos fue –esencialmente– de progresiva conquista militar que los colonos llamaron (eufemísticamente) “guerras de frontera”, pero, en la práctica, fueron campañas militares para conquistar y controlar los recursos naturales (en particular, oro, diamantes y tierras fértiles) de los territorios de los pueblos africanos.
 
La oposición a la colonización –con diferentes tiempos y bemoles– fue activa y se afirma que los zulúes y los xhosas resistieron de manera más estructurada a la ocupación o sometimiento de sus territorios. En 1779 comenzó una guerra entre los xhosa y los colonos blancos, esta confrontación bélica es conocida como la “Guerra de los cien años”. El reino zulú fue desarticulado en 1879.
 
La colonización –como todas las colonizaciones– fue inhumana, racista y discriminatoria. Desde su llegada, los blancos  concibieron “la ‘ideología’ del desarrollo separado” que, poco a poco, será reglamentada.
 
En el siglo XIX llegarán, “contratados como trabajadores libres” varios miles de asiáticos (principalmente, hindúes y chinos) que se agregarán al mosaico cultural y lingüístico ya existente.
 
En 1948, durante el gobierno del Partido Nacional Afrikáner, se estructurará “jurídicamente” el desarrollo separado con el nombre de “apartheid”, es decir se establecerá en la Constitución, las leyes y los reglamentos –sin ninguna participación de la población africana, asiática o mestiza– el racismo y la discriminación. En ese tiempo la población no blanca era –aproximadamente– el 80% del total.
 
Haciendo un atajo explicativo, se puede decir que los afrikáners son los descendientes de los primeros colonos blancos, aunque las migraciones europeas fueron constantes, principalmente antes, durante y después de las dos guerras mundiales.
 
Mandela, después de finalizar la escuela secundaria, estudió en el Colegio Universitario de Fort Hare; en este colegio fue elegido miembro del   “Consejo de representantes estudiantiles”, pronto fue expulsado por haber participado en una huelga de estudiantes. Se trasladó a Johannesburgo donde completó sus estudios de bachillerato. En 1942 se graduó como abogado en la Universidad de Witwatersrand. Posteriormente, dirigió un despacho de abogados que se dedicaba a defender a quienes no tenían los medios para pagar una defensa adecuada.
 
El 5 de diciembre de 1956, 146 personas (104 africanos, 23 blancos, 21 hindúes y 8 mestizos) fueron detenidas por la policía y los servicios secretos del apartheid acusadas de ser militantes de la “Congress Alliance” (coordinación de varias organizaciones anti–apartheid). El “proceso por traición” duró cuatro años; todos los acusados fueron dejados en libertad sin cargos; entre ellos Nelson Mandela que ya era dirigente del “Congreso Nacional Africano (CNA)” al que había ingresado en 1944.
 
El CNA, en sus inicios, profesó la desobediencia civil y, posteriormente, planteó una lucha político–militar por una nación sudafricana supra–étnica y unitaria. Algunas organizaciones anti–apartheid criticaban el dominio xhosa y la presencia de blancos en la dirección del CNA.
 
El apartheid (habitualmente traducido como “desarrollo separado”, pero, en términos estrictos, significa “separación”) es el racismo colonial institucionalizado y, en la práctica, equivale al desprecio oficial y legalizado de todos los habitantes de África del Sur que no eran blancos. Es una negación de la dignidad humana,  una “ideología” de la mentira, de la represión y de la servidumbre legalizadas; en definitiva, es el racismo colonial llevado a su máximo extremo.
 
La “Convención internacional sobre la represión y castigo del crimen de apartheid” de la ONU, en su art. II, dice: “A los fines de la presente Convención, la expresión ‘crimen de apartheid’ que incluirá las políticas y prácticas análogas de segregación y discriminación racial tal como se practican en el África meridional, denotará los siguientes actos inhumanos cometidos con el fin de instituir y mantener la dominación de un grupo racial de personas sobre cualquier otro grupo racial de personas y de oprimirlo sistemáticamente: a) La denegación a uno o más miembros de uno o más grupos raciales el derecho a la vida y a la libertad de la persona: […] ii) Mediante atentados graves contra la identidad física o mental, la libertad o la dignidad de los miembros de uno o más grupos raciales, o su sometimiento a torturas o penas o tratos crueles inhumanos o degradantes; iii) Mediante la detención arbitraria y la prisión ilegal de los miembros de uno o más grupos raciales; b) La imposición deliberada a uno o más grupos raciales de condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; c) Cualesquiera medidas legislativas o de otro orden destinadas a impedir a uno o más grupos raciales la participación en la vida política, social, económica y cultural del país y crear deliberadamente condiciones que impidan el pleno desarrollo de tal grupo o de tales grupos, en especial denegando a los miembros de uno o más grupos raciales los derechos humanos y libertades fundamentales, entre ellos el derecho al trabajo, el derecho a formar asociaciones sindicales reconocidas, el derecho a la educación, […] e) La explotación del trabajo de los miembros de uno o más grupos raciales, […] f) La persecución de las organizaciones y personas que se oponen al ‘apartheid’ privándolas de derechos y libertades fundamentales”.
 
El apartheid no respetó nada de las culturas de los pueblos africanos, pues, se entrometió, pretendió controlar y reglamentó todos los aspectos de la vida de los habitantes no blancos. El racismo y la discriminación se expresaron en la administración de justicia, la salud, la educación, el trabajo, los deportes, etc.
 
 En lo que respecta a la salud, a principios de los años 80 del siglo pasado (cuando el apartheid estaba en su “apogeo”), la población africana contaba con un médico por cada 44.000 personas, mientras que los blancos tenían un médico por cada 400; esto sin hacer referencia a las enormes diferencias (materiales y técnicas) entre los establecimientos de salud.
 
La educación primaria estaba concebida para suscitar, en los niños africanos, sentimientos de inferioridad; la finalidad de la educación –en su esencia– era prepararlos para aceptar esa (preconcebida) inferioridad social y cultural, pues, había que moldearlos para aceptar el apartheid. A su vez, los niños blancos eran educados para admitir y defender el sistema como normal; la visión que adquirían los niños blancos a propósito de la vida, del mundo y de la historia, se suscribía y se ajustaba a las necesidades propagandísticas del poder y de su mantenimiento; por lo anterior, es  importantísimo valorar la enorme valentía de aquellos hombres y mujeres blancos que –rompiendo con su educación y sus familias– se integraron a la lucha contra el apartheid y enfrentaron la tortura, la cárcel y la muerte.
 
El apartheid dividió los territorios de los pueblos africanos y decidió dónde y cómo debían vivir y –entre otras discriminaciones institucionalizadas– limitó la libertad de movimiento, condenó los matrimonios entre blancos y no blancos, condicionó la forma de la familia africana y creó espacios (hospitales, escuelas, estadios, plazas, parques, etc.) donde las “razas” estuvieran –siempre– separadas.
 
En 1961, la Unión Sudafricana, que era miembro de la Mancomunidad Británica, decide retirarse y pasa a llamarse República de África del Sur (Republiek van Suid Afrika). Se endurecieron las “leyes” y aumentó la represión. La resistencia al apartheid, con toda lógica, fue principalmente africana, pero también participaron –activamente– blancos, asiáticos y mestizos.
 
El racismo se expresaba y se reglamentó en sus mínimos “detalles”; por ejemplo, si en una auto–ruta ocurría un accidente y había heridos de “diferentes razas”, no podían ser transportados a un hospital en la misma ambulancia. Va de suyo que los blancos tenían la prioridad para ser evacuados del lugar del accidente, no importando la gravedad o las heridas de las personas no blancas.
 
El 5 de agosto de 1962, Nelson Mandela fue detenido y acusado de ser uno de los dirigentes del “Umkhonto we Sizwe”, (o “Lanza de la Nación”, el brazo armado del CNA). Después tuvo lugar el “Proceso de Rivonia”, en éste juicio (como en todos los juicios racistas, hubieron falsos testigos, testigos “sin rostro”, documentos falsos, pruebas imaginarias o exageradas al extremo y mentiras gubernamentales) Mandela –aunque tuvo una brillante defensa que ridiculizó al apartheid y desarticuló todas las acusaciones– fue condenado a cadena perpetua por “sabotaje, terrorismo y traición”. Otros dirigentes del CNA también fueron condenados a largas penas de prisión.
 
La represión fue generalizada en todo el país y las masacres fueron numerosas (Sharpeville y Soweto son sólo ejemplos). Toda manifestación anti–apartheid era considerada como “la expresión real de la amenaza que la población negra hacía sentir contra África del Sur”.
 
En Sharpeville (barrio pobre de la ciudad de Vereeniging), el 21 de marzo de 1960, la policía abrió fuego contra unas 5000 personas que protestaban contra el “pasaporte interior” (documento obligatorio que limitaba la libertad de movimiento y fijaba el lugar de residencia), además pedían un aumento de salarios; hubieron 69 muertos y 178 heridos. En recuerdo de esta masacre, la ONU declaró que el 21 de marzo de cada año sea el “día mundial de la lucha contra la segregación racial”.
 
En 1976, en Soweto (área urbana situada a 24 kms. de Johannesburgo), hubo una protesta pacífica contra la imposición de la lengua afrikaans en las escuelas y en la administración. Soweto fue construida en 1948 para controlar los trabajadores africanos que laboraban en las minas; la protesta de 1976 se saldó con 575 muertos y una cifra no conocida de heridos.
 
Entre 1976 y 1981, el apartheid dividió el territorio xhosa en dos “repúblicas”: Transkei y Ciskei. Aunque el xhosa no fue el único pueblo al que se le fraccionó su territorio, los servicios secretos consideraban que el de los xhosa era “un criadero de terroristas”.
 
En 1985, frente a la presión internacional y como respuesta a la situación interna, el gobierno racista ofreció la liberación condicional de Mandela a cambio de una renuncia del CNA a la lucha armada. Todo indica que el gobierno, los consejeros gubernamentales y los servicios secretos no conocían al prisionero ya que éste, a través de una de sus hijas, respondió: “¿Qué libertad se me ofrece, mientras sigue prohibida la organización de la gente? Sólo los hombres libres pueden negociar; un prisionero no puede ser parte en un acuerdo”.
 
El 11 de febrero de 1990, Nelson Mandela fue liberado sin condiciones; de los 27 años de cárcel, 18 los pasó en la prisión de Robben Island (Isla de las focas) donde fue el prisionero 466/64, después  estuvo en la prisión de Pollsmoor y posteriormente en la prisión Victor Verster desde donde fue liberado. En Robben Island las condiciones de reclusión eran extremadamente rigurosas, todos los presos políticos realizaban trabajos forzados en una cantera de cal, también eran segregados por “raza” y los africanos recibían menos raciones; además, estaban separados de los delincuentes comunes y tenían menos privilegios. Mandela, como prisionero del grupo más bajo de la “clasificación”, sólo tenía permitido recibir una visita y una carta cada seis meses; las cartas eran regularmente retrasadas durante largos períodos y leídas por los censores de la prisión. Mientras estuvo en la cárcel estudió –por correspondencia– en la Universidad de Londres y obtuvo un doctorado en derecho.
 
La liberación de Mandela abre una fase de negociaciones directas y las organizaciones anti–apartheid y “la calle”, levantaron la consigna: “Una persona = Un voto”. Es comprensible que las negociaciones fuesen complicadas porque las autoridades del régimen racista estaban buscando acuerdos con el ANC (su principal enemigo). Algunos analistas afirman que el objetivo de los negociadores gubernamentales era “asegurarle un fallecimiento ‘honorable’ al apartheid”.
 
Los dirigentes históricos del ANC (encabezados por el ex–prisionero número 466/64) que participaban en las negociaciones (hombres y mujeres que habían conocido la clandestinidad, la tortura y la prisión) tenían como responsabilidad lograr espacios concretos para desmantelar el apartheid y sentar bases para construir una nación supra–étnica, unitaria y democrática.
 
El acuerdo más significativo fue la convocatoria a elecciones libres y abiertas para todos los habitantes mayores de edad del país. El ANC decidió que su candidato presidencial sería Nelson Mandela. El 27 de abril de 1994, con el 63% de los votos, Nelson Mandela es elegido presidente de la República de África del Sur para el período 1994–1999.
 
Durante el gobierno de Mandela se realizaron las principales reformas que permitieron el desmantelamiento del apartheid. Hoy, África del Sur es conocida como la “Nación del arco iris”; en la actual Constitución, todos los habitantes, sin importar su origen, gozan de igualdad de derechos y once idiomas son reconocidos como oficiales, dos son de origen europeo: el afrikaans (que proviene directamente del holandés) y el inglés.
 
La mayoría de los investigadores afirma –sin ninguna duda– que, en África del Sur, el apartheid, como régimen político, fue abolido y se inició un proceso de democratización; pero, también se asevera que, en otras partes del mundo, la situación de algunos pueblos indígenas y de algunas minorías étnicas, religiosas o lingüísticas equivale o es asimilable a un “apartheid de facto”.
 
Nelson Mandela recibió más de 250 premios internacionales (la gran mayoría después de su liberación) y fue declarado “Doctor honoris causa” por varias universidades del mundo, entre ellas, la Universidad Andrés Bello de Chile.
 
El autor de este artículo tuvo (por circunstancias de la vida) la gran oportunidad de escuchar –directamente– tres discursos de Mandela y tuvo el honor de saludarlo –de mano– una vez, y, observando el aumento del racismo y la discriminación en el mundo, sueña, espera y desea que el siglo XXI sea capaz –al menos– de parir un hombre como el Gran Mandela.
 
¡Hasta siempre Madiba!
 
 
Mario Ibarra
Mapuche chileno 
https://www.alainet.org/fr/node/81507
S'abonner à America Latina en Movimiento - RSS