Petro y la insurgencia civil

20/01/2014
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  • Opinión
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Colombia experimenta al presente una profunda conmoción. Tal conmoción tiene que ver con la crisis de representación que afecta a todos los partidos del espectro político: derecha, centro e izquierda. Los últimos años se han producido olas sucesivas de protesta social con gran capacidad crítica y propositiva. La indignación multitudinaria expresada frente a la destitución del Alcalde de Bogotá, desarrolla aún más el creciente auge de la movilización por objetivos democráticos. Los terrenos en que se da la tensión o pulso de fuerzas sociales y políticas son la paz, el modelo económico, la institucionalidad democrática.
 
Un proceso político nuevo está en curso que muestra la posibilidad de conformación de nuevas mayorías. Movilización, deliberación, mandato y voto pueden combinarse para abrirle camino a un movimiento de amplia pluralidad que instale un gobierno de transformación democrática para la paz, la justicia social y la recreación de la política. Los actuales son momentos en que se esboza un programa convergente de verdadera apertura democrática y en que despunta un sujeto plural que transita de la fragmentación a la articulación y la iniciativa política. Las notas siguientes se refieren a este fascinante proceso del cual muchos y muchas somos protagonistas. (Este texto se apoya en algunas de las columnas publicadas recientemente por el autor en el diario El Espectador).
 
Petro y la multitud[1]
 
A la destitución que le impone el Procurador General por supuestas fallas en el cambio de la política pública sobre basuras, el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, ha respondido no sólo con acciones jurídicas sino, ante todo, con una convocatoria a la movilización sostenida de la ciudadanía.
 
El viernes 13 de diciembre al cabo de cinco días de acción colectiva, se produjo en la emblemática Plaza de Bolívar una de las concentraciones humanas más impresionantes de las últimas décadas, escenario para una vibrante intervención del Alcalde durante dos horas. Todo indica que esta dinámica se mantendrá en los próximos días y semanas no obstante estar la ciudad inmersa en las festividades navideñas.
 
La movilización ciudadana convocada y promovida desde una instancia de gobierno es un hecho sin precedentes en la historia de la ciudad y del país. ¿Este tipo de movilización es propia del Estado Social de Derecho? ¿Contribuye o no a la profundización de la democracia? Son interrogantes pertinentes que he respondido en esta columna con mi propia visión y la del Maestro Orlando Fals Borda.
 
Ahora quiero apelar a la sabiduría de tres reconocidos autores, uno español, uno francés y uno norteamericano, para apuntalar la validez de la movilización y protesta social como instrumento de la lucha democrática.
 
Jesús Casquete dice: “Los espacios de libertad de que podemos disfrutar hoy en las sociedades occidentales son, en medida imposible de calibrar, pero sin duda no desdeñable, el producto de la sedimentación acumulada de las conquistas logradas en el pasado por distintos movimientos sociales… Millones de personas han contribuido a ensanchar lenta pero inexorablemente los márgenes de bienestar de nuestras sociedades” (2006, XIV).
 
Alain Brossat sostiene: “La democracia, cuando se muestra y hace carne en la acción de los hombres escandaliza y choca. Cuando así ocurre rompe, acelera el tiempo, introduce un nuevo sentido de la duración alconstituir acontecimiento, devolviendo la situación anterior a su vacío y a su miseria… Nunca hay un “buen momento” para la aparición democrática desde el punto de vista del Orden”. (1996, 11).
 
James Jasper resalta: “La protesta tiene un valor potencial para la sociedad moderna más allá de la satisfacción de los que protestan. Sus resultados aportan información práctica acerca de problemas corrientes y técnicas para hacer mejor las cosas. A un nivel más profundo, la protesta puede inspirarnos a todos, inclusive a los no participantes en ella, a probar nuestras instituciones y cuestionar nuestras acciones” (1984, 367).
 
La protesta y la movilización molestan de momento, parecen inclusive una forma de desorden y caos, pero vistas con detenimiento y en una perspectiva temporal amplia, se aprecia su utilidad para la sociedad en general. Las ocho horas de trabajo, el sufragio universal, los Derechos Humanos, el cuidado del ambiente, la igualdad entre hombres y mujeres, la paz son logros de los que hoy disfrutamos porque muchos y muchas lucharon por ellos durante largo tiempo, aun sacrificando su vida.
 
Los periódicos del domingo 15 de diciembre informan que comienza a pensarse en una reforma institucional de hondo calado que acota los poderes del Procurador, que asegura la separación de poderes, que suprime la reelección presidencial… De esto no se estaría hablando hoy si la Plaza de Bolívar no hubiera estado colmada durante la semana anterior protestando por la arbitrariedad que se comete contra el Alcalde de Bogotá.
 
La convocatoria de Gustavo Petro está cargada de una profunda innovación: tiende a constituir una multitud políticamente culta, quizá sea una forma de traducir el pensamiento de Gaitán: “A esta masa hay que volverla pueblo desde el poder” (1948).
 
Momentos excepcionales[2]
 
El tránsito 2013-2014 encuentra a Colombia viviendo momentos excepcionales en la esfera política por conmoción en la esfera social, con implicaciones en las esferas económica e internacional.
 
El analista Fernando Cepeda Ulloa, uno de los hombres más lúcidos del establecimiento que no puede ser tachado de opinador improvisado, observó hace unas semanas en debate televisivo, a raíz de los recurrentes paros que el país experimenta una profunda crisis de representación que, según él, afecta a todos los partidos políticos.
 
Retomo esa idea, ajustada sin duda a la realidad, para desagregarla desde mi punto de vista, sin comprometer al analista en referencia, y señalar que hoy el país es escenario de tres grandes pulsos que conllevan la formación de nuevos entendimientos y coaliciones cuando se avecina un ejercicio electoral que definirá Congreso y Presidente de la República, y al que muy posiblemente se le agregue otra definición: la de Alcalde de Bogotá.
 
Los tres pulsos que subyacen son los siguientes:
 
Pulso entre la guerra y la paz. Hay partidarios activos de la salida política del conflicto armado interno y hay opositores encarnizados a la misma. Entre los primeros, las Farc-Ep y el presidente Santos que dialogan en La Habana, parte de su gobierno y de los partidos de la Unidad Nacional. Y, lo más importante, la paz política es respaldada por una amplia franja de movimientossociales y de opinión independiente. Entre los segundos está un renombrado expresidente, gran parte de la dirigencia gremial ganadera, los más connotados latifundistas incluidos los que hoy poseen tierras en virtud de recursos originados en el narcotráfico.
 
Pulso entre el inmovilismo y el cambio. El presidente Santos ha tenido el acierto de tocar los temas más sensibles en materia de reformas: tierras, víctimas, educación, justicia, salud, ordenamiento territorial, regalías, etc., pero lo ha hecho de manera gatopardista, es decir, amagando las verdaderas y profundas transformaciones que el país necesita porque su principal interés está en los grandes negocios de la agroindustria, la minería, los hidrocarburos y los TLC. En el otro extremo del columpio está pesando un conjunto variado de movimientos sociales que ya no sólo protestan, sino que levantan propuestas esmeradamente elaboradas y muestran capacidad de sostener la acción colectiva en procura de sus objetivos. La tensión es entre sostener el modelo neoliberal a rajatabla o modificarlo sustancialmente.
 
Pulso entre minorías y mayorías. Las élites tradicionales, su proyecto económico y su forma de gobernar han tenido la habilidad de mantener mayorías electorales, logrando arrastrar el apoyo del centro político y de sectores populares sin claridad sobre sus intereses y quién realmente los representa. Hoy esas élites sufren una profunda división y crisis institucional, el centro político tiende a jugar en la orilla de los indignados, la oposición y la izquierda, alejándose de coqueteos frustrantes con la derecha. La conformación de nuevas mayorías está dando pasos consistentes. Viene a sumarse a este desarrollo la reacción multitudinaria a la destitución arbitraria del Alcalde de Bogotá, progresista independiente, hijo de un acuerdo de paz.[3]
 
Los interrogantes: ¿Cómo se resolverán esos pulsos? ¿Cómo obtener que fuerzas alternativas adopten un programa creíble de paz y cambio social, apoyándose en la formidable ola de protesta ya cumplida y que continúe manifestándose? ¿Cómo lograr que a la combinación existente de movilización, deliberación y mandato se agregue también el voto? ¿Cómo asegurar que las insurgencias no vacilen en dar el paso a la paz y vengan, con garantías, a contribuir a la formación de nuevas mayorías? ¿Cómo hacer que el país vea y sienta con esperanza y no con temor esta posibilidad? Posibilidad real, audacia necesaria…
 
Bogotá en insurgencia civil[4]
 
En la tarde del 10 de enero de manera lenta, pero entusiasta, pacífica y segura, se congregó otra vez una gran multitud en las calles de la ciudad y en la Plaza de Bolívar en defensa del alcalde Mayor, Gustavo Petro, destituido e inhabilitado por 15 años en virtud de decisión disciplinaria del procurador General, Alejandro Ordóñez.
 
Nuevamente el Alcalde, presente en un balcón del Palacio Liévano, rodeado de su familia, y la ciudadanía, presente en el inmenso espacio de la Plaza Mayor, con infinidad de carteles, pancartas, banderas, y mucha animación, son protagonistas de un encuentro y una interlocución como pocas veces se ve entre un líder político y sus seguidores o defensores. El Alcalde va hablando en frases cortas y la gente va reaccionando en el acto.
 
Gustavo Petro centra su intervención en mostrar las implicaciones de la sanción que le impone el Procurador. Explica que se trata de un golpe de Estado apoyándose en concepto de Henry Spencer, que la sanción va en contravía de sentencias de las altas cortes, que los operadores de basura en Bogotá no cumplieron ley de reversión, que no se trata sólo de impedir un cambio de política en Bogotá sino de sostener el sistema de concesiones lesivas del interés nacional en el manejo de recursos de toda índole, que el poder constituido atenta contra el poder constituyente materializado en el voto libre de ciudadanos y ciudadanas, que se asesta un golpe al segundo cargo en importancia después del Presidente de la República, que quien se perjudica no es solo la persona del Alcalde sino sus electores y la ciudad y que, por tanto, la lesión es para la democracia, la paz y la libertad.
 
Acoge la tesis que el Presidente tiene la última palabra para aplicar o no la sanción impuesta por el Procurador, la cual, dice, será confirmada en breve, y con sentido y tono de emplazamiento deja tres asuntos a consideración del Presidente: la existencia en su caso de una asociación para delinquir entre paramilitarismo, mafias, ciertas autoridades y contratistas privados, que espere la decisión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en materia de medidas cautelares y que espere igualmente la votación prevista para el 2 de marzo según lo dispuesto por la Registraduría, para refrendar o revocar su mandato.
 
“¿Qué hacemos el día que el Procurador confirme su decisión? Saldremos como nunca a la calle, pero será para quedarnos de manera permanente en esta plaza, habrá resistencia organizada en Bogotá y en todo el país, multitudes conscientes levantarán, para detener la arbitrariedad, una plataforma democrática constituyente, será una movilización pacífica del constituyente primario, será un torrente humano que impondrá la paz…” La gente invitada a levantar la mano en señal de aprobación lo hizo repitiendo una y otra vez con vehemencia: ¡no pasarán!, a este coro se sumó en el último minuto la pequeña hija del Alcalde.
 
Colmando la plaza estaban personas de toda condición, aún de regiones, pero en especial quienes constituyen, en expresión del Alcalde, las nuevas ciudadanías, es decir, los sectores excluidos cuyos derechos el Procurador se ha negado a reconocer, de ellas surgió Mar Candela, la única voz que se oyó distinta al alcalde, quien desde su condición de puta (sic) que reivindica su dignidad  dijo: “este hombre nos abrió las puertas, este hombre no tiene discurso, él mismo es el discurso”.
 
Colombia está en trance de sustituir un escenario de insurgencia armada por uno de insurgencia civil. Avanzará la democracia. Eso, creo, significa lo que acontece en Bogotá y otras regiones del país.
 
Petro: presente y futuro[5]
 
Las sanciones aplicadas a otros personajes públicos, también consideradas injustificadas o exageradas, no alcanzaron a suscitar una ola de indignación ni un despliegue de recursos jurídicos y políticos de las dimensiones que ahora tiene la destitución e inhabilitación del alcalde Petro por el procurador Ordóñez. Del revuelo se está pasando a plantear problemas de fondo en el diseño institucional y en el juego político. Un debate de hondo calado sobre la democracia colombiana se ha iniciado en el país y en el exterior. Lo que parecía un incidente más se está convirtiendo en acontecimiento.
 
Petro asumió la Alcaldía de Bogotá el 1º de enero de 2012 con la clara intención de fortalecer su proyección política, es decir, sin ocultar que su aspiración fundamental seguía siendo la Presidencia de la República. Lo sorprendente es que aún el hecho de su destitución lo está convirtiendo en un paso hacia el futuro. En espacios altos se está comprendiendo que entre Petro víctima y Petro héroe no hay hiato insuperable y que eso le está confiriendo el carácter de líder de las multitudes de indignadas e indignados que con inusitada frecuencia, en los últimos cinco años, hacen presencia en espacios públicos contra el modelo económico, por la paz con equidad, contra la política tramposa y corrupta, por el respeto a la institucionalidad democrática, por derechos y contra la discriminación.
 
Petro no es hoy, no puede ser, candidato a nada, pero ya está convertido en un actor definitivo de la coyuntura política y del proceso electoral que elegirá nuevo Congreso y nuevo (o el mismo) Presidente de la República. Todo indicaba que la polarización Santos Uribe seguiría dominando el paisaje político y que las fuerzas alternativas, débiles y fragmentadas, con un pesado fardo sobre sus hombros a raíz de la lamentable gestión reciente precisamente en Bogotá, no levantarían cabeza. Sin embargo, la decisión del Procurador ha producido el milagro de hacer reflotar la izquierda y sectores progresistas y democráticos, ha fortalecido la dinámica de movilización por objetivos democráticos y ha inducido los entendimientos de Verdes, Progresistas, Unión Patriótica, Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos, País Común, Estudiantes, Campesinos, Víctimas, Ambientalistas, Juntas Comunales, Sindicatos, etc.
 
El 9 de diciembre día en que se hizo pública la decisión del Procurador, el acuerdo de lista para Senado entre la Alternativa Verde y la Unión Patriótica y otros sectores, que aún tenía dificultades, rápidamente se abrió camino y consolidó. Lo propio podría ocurrir con la idea de una candidatura presidencial alternativa única o tercería. Pero, en este proceso no todo está aún claro y asegurado.
 
En primer lugar el Alcalde tiene que entender que no se trata solo que él se salve sino de que nos salvemos todos como actores individuales y colectivos de una tarea compleja de transformación. En segundo lugar es preciso construir una base programática alrededor de las conversaciones de paz, el tratamiento del modelo económico y social, la reconstrucción y desarrollo de la institucionalidad democrática incluido el tema de la propuesta constitucional, la política de explotación de recursos naturales con salvaguarda social y ambiental, el ordenamiento territorial, el problema de los cultivos de uso ilícito y tráfico de estupefacientes, el asunto estratégico e ineludible de la integración continental.
 
En tercer lugar está el tema organizativo y el liderazgo plural sin cuya resolución nada es posible. Red de ciudadanías, movilización permanente, nodos poblacionales, reto electoral, frente amplio, deliberación, mandato y voto, gobiernos alternativos en regiones y territorios, gobierno alternativo nacional, exigen una profunda revolución organizativa que facilite la formación de mayorías con la calidad de sujeto plural social y político.
 
Luis I. Sandoval M.
Investigador Social, Columnista de El Espectador, Presidente Colegiado de Redepaz, Coordinador del Centro de Estudios DEMOCRACIA HOY
 
 
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 383
Semana del 17 al 23 de enero de  2014
Corporación Viva la Ciudadanía


[1]EL ESPECTADOR - 16 DIC 2013 - 11:00 PM
[2]el espectador - 29 DIC 2013 - 11:00 PM
[3] Quizá hay que considerar otro pulso, el que se desarrolla entre quienes están por el respeto al Estado Social de Derecho y quienes no vacilan en quebrantarlo como ha quedado claro en el episodio de la destitución e inhabilitación del Alcalde Mayor de Bogotá, Gustavo Petro, por parte del Procurador General, Alejandro Ordóñez que claramente ha sido tipificado como extralimitación de funciones por motivos ideológicos. Sobre este tema ha llamado la atención en los últimos días Jaime Navarro Wolff.
[4] Nota circulada por las redes sociales.
[5] Texto para publicación en el diario El Espectador el martes 14 de enero.
https://www.alainet.org/fr/node/82494
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