Cambiar la mente cambia el mundo
20/02/2014
- Opinión
Los productos, las actividades industriales, los servicios de salud, educación, transporte, diversión, que contaminan el mundo, son producto de sueños, quimeras, valorizaciones, decisiones, distopías, de personas extrañas, muy especiales: son resultado de las necesidades, deseos y temores de personas con bastante poder económico y político que viven angustiadas, alteradas, desquiciadas y desean más seguridad y control sobre los demás: quieren conservar lo que tienen como para aumentar el poder que tienen; quieren más dinero y más poder. Las ambiciones de este tipo no tienen límite, son desmesuradas. La desmesura es la característica dominante del mundo moderno, es el fundamento de los valores dominantes hoy en día; es el cimiento de la cosmogonía de la modernidad.
La contaminación que vemos afuera en el aire, en los mares, ríos, lagos, arroyos, humedales; en las praderas, bosques, selvas, glaciares, tiene su contrapartida en la mente, en el espíritu de aquellos que crean o adoptan las ideas dominantes; es decir: de las personas con poder económico y político; lamentablemente, cada vez más pobres comparten esta visión del mundo: desean lo mismo, quieren lo mismo que los ricos y poderosos; quieren más autos, más aviones, más edificios, más crecimiento económico. La modernidad se resume en: QUIERO MÁS; QUIERO MAS GRANDE; QUIERO MAS RAPIDO. A estos valores e ideas nos enfrentamos cuando observamos la contaminación de las atmosferas, las aguas, los suelos. La contaminación que vemos que acaba con la belleza de la naturaleza y las culturas, es un reflejo de lo que hay en las mentes, en el espíritu, de una parte muy importante de la población humana.
¿Cómo llegó una parte muy importante de la población humana a adoptar las ideas y los valores de las personas con gran poder económico y político? Se logró por medio de la creación de un sistema económico que cambia el ambiente de los seres humanos y los obliga a trabajar, a producir y a consumir mucho más de lo que deberían; un sistema cuya fuerza avanza en el mundo en la medida que avanza la acelerada creación de nuevas necesidades, deseos y temores. Hay que tener muy claro que éstos se fabrican como se fabrican las mercancías: son el producto de subsistemas hechos para la fabricación de estos productos. ¿Cómo se fabrican las necesidades, los deseos y los temores de cientos de millones de personas en el mundo? Por medio de acciones cotidianas particulares a lo largo de décadas, de siglos; por medio de la alteración deliberada de los hábitos primarios del ser humano, como es el nacimiento, la primera alimentación, las primeras sensaciones de la vida; por medio del consumo de nuevos productos y servicios para el bebe y para los primeros años del niño; por medio de la escolarización primaria, secundaria, preparatoria, universitaria o de altos estudios; por medio de la televisión, el radio, el cine, los videos; por medio del consumo de lo cotidiano en la casa, en la vía pública (los muros de la ciudad educan), en las diversiones, las tecnologías, las actividades productivas. La escuela, los medios, las calles, las tecnologías de consumo personal, afectan severamente las ideas, las necesidades, los deseos, los temores, de las personas: colonizan la mente, el imaginario de las personas, en cualquier lugar donde se encuentren, desde su infancia hasta la muerte.
¿Cómo afecta la colonización del imaginario de cientos millones de personas, realizada por la escolarización, los medios, el consumo de tecnologías, como el celular el Ipod, el auto, la computadora? El balance de este proceso histórico es desde luego muy negativo si tomamos en cuenta los resultados a la vista: el colapso climático, ambiental, energético, hídrico, de la biodiversidad, de la limpieza, alimentario, agrícola, de la salud, comunitario, cultural, de las ciudades, de la educación, de la seguridad personal, de la ciencia y la tecnología, social, económico, financiero, de la Paz, simbólico, en suma: el colapso del mundo y muy especialmente de México. Veinte colapsos mayores que afectan severamente la viabilidad de la vida humana en la Tierra, son el resultado de la labor, en los últimos 50 años cuando menos, de las escuelas, los medios, las tecnologías, y principalmente del mismo estado. Los efectos secundarios de estos subsistemas y del sistema económico y político nos alcanzan cada día más y aceleran los colapsos.
El crecimiento económico de los últimos 30 años ha sido muy difícil: cuesta mucho más destrucción social y ambiental
conseguir hoy en día un punto de aumento en el PIB. No las próximas décadas sino los próximos lustros pueden ser calamitosos para la mayor parte de la población mundial: la historia se acelera. Los megaproyectos, la urbanización, la economía, la tecnociencia, el consumismo y el productivismo disparan la nocividad de las contaminaciones. Las tecnologías de alto riesgo- la nuclear, la biotecnología, la nanotecnología elevan los riesgos de catástrofe; el desarrollo sustentable, la tecnología, el crecimiento y la economía verdes no sirven ya ni siquiera para embaucar muchos ingenuos. Ahora, hasta los principales responsables del desastre mundial, en los gobiernos poderosos, en el Banco Mundial, el FMI, el G20, la OCDE, están confusos y preocupados por lo que sucede en el mundo desde que inicia este siglo: ya "está pasando lo que estaban entendiendo".
Por más de medio siglo se utiliza a la escuela, la educación, el cine, el radio, la televisión, los espectáculos, los muros de la ciudad, la publicidad, la mercadotecnia, con el fin de introducir en las sensibles mentes de los niños- mientras más niños mejor- nuevas necesidades, deseos y temores y también, para renovarlos hasta la muerte; con el propósito de capacitar a la sociedad en la productividad, en el consumismo, en la sumisión a la moda y el espectáculo; de crear imaginarios sociales progresistas, desarrollistas, económicos, economistas, economicistas; Una empresa de intoxicación de la mente de muchas generaciones que ahora empieza a mostrar su verdadera cara, con los desastres, los colapsos mundiales. La colonización del imaginario social es sistémica, lo que hace bastante difícil cambiar los valores que requiere la defensa de la naturaleza y el tejido social. Como lo advierte Jean Paul Besset[1]: La humanidad entera comulga en la misma creencia. Los ricos la celebran y los pobres aspiran a ella. Un solo dios, el Progreso, un solo dogma, la economía política, un solo edén, la opulencia, un solo rito, el consumo, una solo oración: Nuestro crecimiento que estás en los cielos... Por todos lados, la religión del exceso reverencia a los mismos santos- desarrollo, tecnología, mercancías, velocidad, frenesí y persigue a los mismos heréticos- los que están fuera de la lógica del rendimiento y del productivismo- difunde una misma moral-tener, nunca es suficiente; abusar, jamás es demasiado, tirar sin cesar, después recomenzar otra vez y siempre. Un espectro los persigue por las noches: la caída del consumo. Una pesadilla los obsesiona: las caídas del Producto Interno Bruto. Por su parte, Ingmar Granstedt nos dice lo siguiente[2] “Se han vuelto ahora valores positivos y primarios la agresividad y el cinismo del “golpeador”, la seducción manipuladora, la capacidad de dar golpes más y más bajos, la indiferencia ante el sufrimiento de otros, cercanos y lejanos, sin hablar de la complacencia del consumidor irresponsable” .
Evidentemente hay que cambiar estos valores que afectan por igual a la naturaleza (el medio ambiente) y al tejido social. El problema de esta muy necesaria revalorización del mundo reside principalmente en el hecho de que el imaginario dominante es sistémico; es decir: que los valores dominantes los suscita y estimula el sistema económico al que, en cambio, contribuyen a reforzar. Consecuentemente hay que ir más allá y cuestionar lo que hay detrás de este sistema portador de valores como la concepción del tiempo, del espacio, de la vida, de la muerte, etc. Como lo señala Serge Latouche[3] “Es necesario un descentramiento cognoscitivo. La deconstrucción del progreso, del progresismo es indispensable. Se trata de valorizar el “regreso/arrepentimiento” y la regresión, dicho de otra forma, proceder a lo que Raimon Panikkar llama una “metanoia” (regreso/arrepentimiento/ recuerdo doloroso de las faltas,…) previo al muy necesario “desarmamiento” cultural de Occidente que preconiza... “Para juzgar al progreso, no es suficiente conocer lo que nos añade; es necesario, además, analizar de lo que nos priva”[4]. En suma, revalorizar presupone reencuadrar y reconceptualizar la educación al mismo tiempo que repensarla”. Reconceptualizar o redefinir/redimensionar se impone, por ejemplo, para los conceptos de riqueza y pobreza, pero, también para esa pareja infernal, fundadora del imaginario económico, la escasez /abundancia, que es urgente desconstruir. Como lo han demostrado muy bien Ivan Illich y Jean Pierre Dupuy, la economía transforma la abundancia natural en escasez por la creación artificial de la falta o de la necesidad, a través de la apropiación de la naturaleza y su mercantilización”
La idea de la escasez, elemento fundacional del pensamiento económico, invade a cientos de millones de personas en el mundo: sienten que nos hace falta mucho, siempre y en todo momento; esta sensación de que mucho nos hace falta crea ambiciones infinitas o desquiciadas: de eso trata la economía moderna, de volver escaso todo lo que abunda en la naturaleza y de crear escasez donde había abundancia; de cambiar el ambiente para obligar a todos a someterse a condiciones de producción y consumo siempre en aumento so pena de quedarse atrás y morir. Latouche pide una revolución cultural en el verdadero sentido del término y cita a Castoriadis “Sin embargo, para que exista un tal revolución, es necesario que sucedan cambios profundos en la organización psicosocial del hombre occidental, en su actitud con respecto a la vida, en suma, en su imaginario. Es necesario que la idea de que la única finalidad de la vida es la producir y consumir cada día más- idea a la vez absurda y degradante- sea abandonada; es necesario que el imaginario capitalista de una seudo-maestría seudo racional, de una expansión ilimitada sea abandonada. Eso, solo lo pueden hacer los hombres y las mujeres. Un individuo solitario o una organización, no puede hacer algo mejor que preparar, criticar, incitar, esbozar las orientaciones posibles”[5]
Notas
[1] Jean Paul Besset, Comment ne plus etre progressiste..sans devenir reactionaire, op..cit p. 134-135
[2] Ingmar Grandstedt , Peut-on sotir de la folle concurrence? Petit manifeste a l’intention de ceux qui en ont assez. La Ligne d’horizon, Paris, 2006, p.96
[3] Serge Latouche, Le Pari de la decroissance, p.158
[4] Baudin de Bodinat, La Vie sur terre, Reflexions sur le peu de avenir que contient la temps ou nous sommes, Paris, 1996, p 71
[5] Cornelius Castoriadis, Une societe a la derive, p.244
Miguel Valencia
ECOMUNIDADES
Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de México
Blog: Decrecimiento-Descrecimiento México: http://decrecimientomexico.blogspot.mx
Presentación en el Primer Coloquio de la Maestría en Educación Ambiental de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, UACM- 7 de febrero de 2014
https://www.alainet.org/fr/node/83350
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