Colombia debe la paz
09/06/2014
- Opinión
El día que se conozcan todas las circunstancias que concurrieron en el inicio del difícil proceso de diálogo y negociación política entre el Estado Colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, FARC-EP, que hoy avanzan en la ciudad de la Habana, Cuba ;seguramente se podrá juzgar la generosidad y el sacrificio prestados por la República Bolivariana y su gobierno bolivariano para que tal proceso se produjera y se alcanzaran los resultados que hoy hacen predecir la posible firma de un Acuerdo de Paz que abra las puertas a la superación definitiva del conflicto social y armado que ha vivido Colombia en medio siglo.
La Revolución Bolivariana, bajo el liderazgo del Comandante Eterno Hugo Chávez Frías, nació en medio de la generalización y escalamiento de las operaciones militares del Estado asociadas con las bandas narco-paramilitares - y un crecimiento del pie de fuerzas y de la disposición y manejo de mejor armamento por parte de la insurgencia, lo cual se vio agravado por la decisión del gobierno de Colombia de romper unilateralmente el proceso de negociación de la Paz en San Rafael del Caguan, al incorporar el Plan Patriota a su estrategia contrainsurgente, lo que supuso el aumento del número y actividades del cuerpo de asesores militares y agentes de inteligencia y contra-inteligencia de los Estados Unidos de América dentro de las Fuerzas Militares, la Policía y el extinto Departamento Administrativo de Seguridad y un salto en la disponibilidad de sistemas de armas y medios de inteligencia electrónica, dirigidas a producir la derrota militar de la insurgencia en el más corto tiempo posible; objetivos que durante los cuatro años del gobierno de Pastrana, los ocho años del narco-paramilitar Uribe Vélez yel actual gobierno de Juan Santos no fueron alcanzados, aun cuando se produjeron hechos de guerra y de la política que afectaron el cuadro general del conflicto pero sin resolverlo.
A los las decenas de años de desplazamientos transfronterizo temporales de la población colombiana, el asentamiento de cientos de miles de refugiados y de emigrados y, los constantes combates e incursiones de todos los factores de violencia dentro del territorio venezolano que han producido cientos de muertes, heridos y desplazados venezolanos dentro de su territorio, así como serios daños a la economía agrícola del occidente venezolano; hubo que agregarse la marcada postura antibolivariana de Álvaro Uribe Vélez quien, durante todo el ejercicio de su gobierno, se subordinó al gobierno estadounidense, ya no solo para derrotar militarmente a la insurgencia colombiana sino para frenar y derrocar la insurgencia política continental representada por la Revolución Bolivariana, produciendo hechos tan graves la amenaza de invadir militarmente el territorio venezolano, la cual fue firmemente respondida en su oportunidad por el Comandante Chávez.
Pese a todo ello, el Comandante Chávez y los Cancilleres que le acompañaron en el manejo de las difíciles relaciones con el gobierno colombiano (José Vicente Rangel, Rodríguez Araque, Roy Chaderton Matos y Nicolás Maduro Moros y hoy presidente y continuador de esa acertada política) hicieron gala de paciencia, contención y firmeza para mantener el diálogo político con el gobierno de Colombia, convencidos que por encima de cualquier circunstancia, por dolorosa que fuera, el objetivo fundamental del gobierno bolivariano era el de favorecerla creación de condiciones que hicieran posible el diálogo y la negociación política entre el gobierno y la insurgencia colombiana que permitiera la finalización de ese fraticída conflicto que, no solo afectaba a Colombia y a sus vecinos de Venezuela, Ecuador, Panamá y Brasil, sino que constituía un impedimento político fundamental para avanzar en el proceso de unidad, integración y desarrollo de América del Sur; eje fundamental de la política internacional de la Revolución en su reivindicación histórica del sueño del Libertador Simón Bolívar y base de la construcción de Nuestra América como un Polo de Poder mundial que favoreciera la construcción de un mundo policéntrico y pluripolar que contribuyera a la prevención y solución de los conflictos que afectan la Paz, el Desarrollo y la Seguridad Internacionales.
El resultado de esa política de la Revolución Bolivariana de apoyo a Colombia, compartida por otros gobiernos en el seno de UNASUR, ALBA y la CELAC, lo constituye hoy la posibilidad cercana de un Acuerdo de Paz salido de las negociaciones que sostienen las FARC-EP y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, quienes han afirmado y sostenido su firme voluntad ante el pueblo de Colombia y los pueblos y gobiernos de América Latina y el Caribe, de que harán todo lo necesario para la terminación del conflicto armado y abrir una nueva etapa de convivencia pacífica que permita afirmar y sostener a la América del Sur y toda América Latina y el Caribe como Zona de Paz, con lo cual se ayudaría a neutralizar y derrotar la política desestabilizadora y belicista del gobierno de los Estados Unidos de América, dirigida a promover enfrentamientos entre y dentro nuestros países para mantener su desgastada hegemonía y favorecer los negocios de su industria armamentista.
En tales circunstancias, no es exagerado decir que Colombia y los colombianos y las colombianas le deben a Venezuela y al resto de América Latina y el Caribe el Derecho a Vivir y Convivir en Paz y que, en la particular situación de las segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 15 de junio, ese débito moral y político debería expresarse, mayoritariamente, en una votación que ratifique la continuación de las negociaciones de Paz que se desarrollan en la Habana, Cuba, hasta la firma del acuerdo y el inicio del proceso de la aplicación de su contenido, que de por terminado, definitivamente, el conflicto social y armado que desangra a Colombia y, en ese momento, la Paz de Colombia será la Paz de Venezuela y de toda Nuestra América y se convertirá en una nueva derrota del imperialismo y sus aliados internos.
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