Nueva centuria de feminismos

01/11/1999
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Una pregunta que aflora por todas partes y que se asocia ahora a nuestro VIII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe gira, precisamente, alrededor de expectativas que buscan respuestas a ?cuáles aportes hará este pensamiento liberador al nuevo siglo, qué significará el nuevo milenio para el feminismo? Parto de la premisa de que el feminismo es un movimiento diverso en su quehacer y en su concepción; que si bien todas las feministas tenemos unos mínimos comunes (erradicar el sexismo y la subordinación en todas sus manifestaciones en una sociedad patriarcal), cada feminista o grupo de feministas difieren en las estrategias para lograrlo. Unas entienden que introduciéndose al mundo masculino y a sus sistemas es posible lograr reformas paulatinas que vayan generando cambios en torno a la participación de las mujeres, es decir lo que las feministas hemos llamado "la política de lo posible". Otras, por el contrario, entienden que es necesario hacer un trabajo desde lo cultural y lo simbólico, a través del cambio de valores, de visiones, en los espacios privados y públicos, para subvertir el sistema androcéntrico y sexista, y lograr su transformación. Yo, particularmente, me inscribo entre éstas últimas. El hecho de que, por ejemplo, existan más mujeres participando en diferentes espacios públicos: cargos de dirección, en empresas, en partidos políticos, cursando carreras no tradicionales vedadas antes para las mujeres, (lo cual es positivo, no lo niego), no necesariamente es una expresión de que la subordinación de las mujeres está cambiando. Parece obvio que el mundo masculino sigue teniendo poderes en esos mismos ámbitos, donde las mujeres estamos "participando". Entonces el problema no es si participamos, sino "cómo participamos". En este fin de siglo las mujeres seguimos, entre otras cosas, desempeñando solas las tareas del hogar. Los hombres, como regla general, no acaban de dar el salto de asumirse con responsabilidades, no con "ayudas" en la esfera privada. Nosotras, por el contrario, sí estamos ya insertadas en la esfera pública. Implicaciones de estas realidades: más carga de trabajo en ambos ámbitos. En otro orden de cosas, nuestro cuerpo sigue siendo cada vez más objeto-mercancía, situación magnificada por los medios de comunicación, más aún hoy día cuando la estrategia comunicacional, sobre todo visual, cobra vital importancia. La socialización que se sigue haciendo con los niños y niñas continua estereotipando roles. Cada vez más se promueve la violencia (juguetes, películas) en los varoncitos, mientras siguen inculcándose valores de sumisión y frivolidad en las niñas (las muñecas Barbies son la referencia fundamental). El aborto es asunto sustantivo en este contexto: por un lado se penaliza, jurídica y éticamente; sin embargo más y más mujeres siguen muriendo por las condiciones en que se los hacen y sectores tradicionales, como las iglesias (con mucho poder en nuestras sociedades), no les dejan salidas a las mujeres, con tácticas prohibitivas de la educación sexual y de los anticonceptivos. La opción sexual sigue siendo un tabú que ni se toca, ni se respeta, más bien se condena. Trampas para asimilarnos al sistema En fin, son éstos sólo algunos indicadores de cómo a pesar de los discursos y las retóricas del "nuevo orden" que, aparentemente, plantea aperturas, democracia y participación, lo que está más bien es confundiendo y maquillando situaciones para que simulen cambios, cuando en el fondo éstos no se han producido. Por la más depurada sutileza con que se presenta la subordinación de las mujeres hoy día, resulta más difícil, pero también más urgente, erradicarla. Así, el feminismo, como una propuesta global de transformación no sólo para las mujeres, sino desde las mujeres para la humanidad, tiene renovados retos ante el "nuevo milenio". Es necesario retomar los principios fundamentales del feminismo que lo hacen una propuesta real de transformación y no dejarnos desactivar nuestros discursos y nuestras prácticas para hacerlas más potables al sistema. Esa es la gran trampa para asimilarnos al sistema mismo. Resulta asunto de la mayor urgencia articular una propuesta feminista en esta etapa cuando, si bien por un lado el feminismo como propuesta tiene más mujeres que se identifican con él (y algunos hombres incluso), la dispersión, sin embargo, se convierte en un elemento de la mayor nocividad, que signa negativamente nuestra incidencia en un mundo androcéntrico y sexista como el de nuestro Continente. Es necesario, en mi criterio, "politizar" en una nueva dimensión el concepto "género", categoría propuesta por las feministas para explicar las raíces culturales de la subordinación. Sin embargo hablar hoy de "perspectiva de género", puede significar cualquier cosa, que no necesariamente apunta a la transformación de nuestras situaciones, sino que incluye a las mujeres como "parches". De esa forma el discurso demagógico trata de presentarse como "siendo democrático". Durante décadas, feministas de todo el mundo hemos desplegado luchas contundentes frente a la subordinación. Ciertamente, algunas conquistas se han logrado, pero no son en modo alguno suficientes. Por eso nuestra lucha necesita un replanteo en sus estrategias y en sus prácticas hacia el famoso "nuevo milenio". Tengo la mayor confianza en que el VIII Encuentro despejará caminos, encenderá luces, concitará uniones y provocará impulsos dinamizantes para que el feminismo siga siendo una opción liberadora, un pensamiento generador de transformaciones; y un cuerpo teórico apto para acompañar y sustentar la acción de las mujeres y de la humanidad. * Ochy Curiel. Dominicana Miembra de la Comisión Organizadora del VIII Encuentro. * Este documento es parte de Feminismos Plurales Serie Aportes para el Debate No. 7.
https://www.alainet.org/pt/node/104535
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